Entrevista a Soledad Barruti: "Hay toda una ingeniería al servicio de una promesa de placer sin saciedad"

Idioma Español
País Argentina

"Para comer bien hay que alejarse de los alimentos que se publicitan como saludables en el supermercado. No es sólo el azúcar, sino fórmulas enteras sobre las que no tenés ningún tipo de control, que no podrías reproducir en tu cocina y sólo sabés que te gustan mucho, sostiene Soledad Barutti"

La expansión de la frontera agropecuaria, el 60% de la superficie cultivada por soja que no se come, los alimentos industrializados con cero nutrientes y un ejército de calorías, pensados con una ingeniería que descarta la saciedad. En Malcomidos, Soledad Barruti investiga la industria alimentaria argentina en sus costados letales: pollos y vacas hacinados, hormonas y agroquímicos.

En tiempos en que las vacas se amontonan en feedlots, los pollos ya no corren por las chacras sino que sufren hacinados en una luz del día permanente, lastimándose para mover un ala, enloquecidos por apilados, plagados de agroquímicos, hormonas y antibióticos; en tiempos de fumigaciones indiscriminadas, soja en el 60 por ciento de la superficie cultivada y un gravísimo problema de obesidad en los niños que no se origina tanto en las grasas como en las bebidas azucaradas; en tiempo en que -descubre Soledad Barruti- ni los salmones rosados son tan salmones ni tan rosados y también sufren su encierro, la comida parece ser una de las tantas enemistades con las que colisiona la vida cotidiana. La publicidad invasiva e imperativa, las estrategias de las empresas para construir sabores y alimentos vacíos de nutrientes pero que generan una desesperada necesidad de seguir comiendo o bebiendo, son algunos de los tópicos que la periodista e investigadora lanzó a las mesas desprevenidas cuando publicó "Malcomidos: cómo la industria alimentaria argentina nos está matando".

Mientras investiga la alimentación plástica que la industria impone a los niños, Barruti habló con EL POPULAR con una mirada rupturista hacia lo que es el centro determinante de la vida de las comunidades: la comida.

- Se está hablando mucho de los kioscos saludables. ¿Cómo convencer al chico de ir a la escuela con bastoncitos de zanahoria cuando en el kiosco arrecian el Grandote y las Oreo?

-El kiosco saludable que tenga toda la porquería y a la vez frutas y verduras no tiene mucha lógica porque los chicos naturalmente se van a inclinar a otra cosa. La idea de lo saludable como consumo para un niño empieza antes, con un cuidado con la publicidad, por la idea de educación alimentaria en las escuelas y las casas, es mucho más grande que una banana en un kiosco. Esto es un manotazo de ahogado ante la situación tremenda que existe de obesidad infantil, de diabetes infantil. Pero es una mascarada para no solucionar nada.

- El tipo de alimentación se asocia con la falta de tiempo, el vértigo diario y la necesidad de echar mano a los alimentos industrializados. Pero a la vez, elegís un tomate que parece de plástico. O las hojas de lechuga, de espinaca, pueden estar infectadas de agroquímicos. ¿Cómo se llega a lo saludable?

- Para mí hay que separar claramente entre la comida que tenemos que rescatar y tratar de adquirir a través de consumos de proximidad, de estación, directamente de los productores. Es lo que yo llamo comida real, de verdad. Después está la otra que no necesitás, que te venden junto con esa idea de falta de tiempo, un sistema muy intervenido por un montón de mensajes publicitarios. Comer bien es cambiar los circuitos de consumo. Alejarse de los lugares que perpetúan todo el tiempo la misma conducta. Hay un montón de vida fuera del supermercado. Enorme, infinita. Y no más cara. Es más cara en la medida que vos pretendas comer lácteos orgánicos, huevos y pollos orgánicos. Ahí sí. Si hacés una dieta omnívora, pero pensando que la mayor cantidad de consumo está puesta en legumbres, frutas y verduras, no es para nada más caro. La dieta está pensada como un pedazo de carne con guarnición de papas y una triste lechuga. Y cuando cambiás, ves que hay un montón de otras cosas que hacen a un menú más variado, más rico, más saludable, sin despedir a la carne de tu vida. Pero saber con conciencia qué involucra la muerte de un animal que vivió de esa manera. Para eso hace falta información.

- ¿Todo esto se agrava cuando se profundiza el modelo extractivista en los 90, con la expansión de la frontera agropecuaria, el monocultivo y el auge de los feedlots?

- Tenemos el 60% de la superficie cultivable cubierta por soja que no comemos y eso hace que nuestros alimentos estén siendo reacomodados geográficamente como en modelos y trazados alternativos a los lógicos; por ejemplo sacar a las vacas del campo, meterlas a un corral, hacerlas engordar comiendo el maíz que se produce ahora, en el campo que ellas dejaron libre. Es un nuevo esquema que incide directamente en nuestra salud, en lo que comés; hasta el medio ambiente que se generó alrededor, mucho más cargado de agroquímicos, con aguas mucho más contaminadas, con suelos cada vez más inservibles.

- ¿Qué comés cuando comés un pollo? ¿Qué más, además de hormonas?

- No es sólo un pollo. Y no son sólo las hormonas. Se usan muchos agroquímicos en toda la producción industrial, se usan muchísimos antibióticos que tienen efecto sobre nuestro sistema hormonal. Ojalá fuera tan fácil como lo que se intenta explicar sobre las hormonas de los pollos. De verdad es un combo mucho más complejo. Con toda la basura que yo los vi usar, si usan hormonas o no es un detalle... Estás comiendo una comida explosiva.

Comer mucho de cualquiera de las ofertas industriales es un problema a mediano o largo plazo. Hay quienes lo manifiestan con obesidad, otros con alergias recurrentes; la medicalización que contiene la vida hace que no se expresen un montón de síntomas que aparecerían si las personas comieran y no se vivieran tratando. Las dos publicidades más influyentes de la televisión son la de la comida por un lado y por otro la de todo aquello que te podés tomar para esconder los síntomas de tu enfermedad.

- Según la OMS hoy la obesidad es un problema mayor que el hambre. ¿Son hoy los ricos flacos y los pobres gordos y no al revés, como el antiguo ícono?

- Son un poco las dos cosas, según los países. Hay países extremadamente obesos y muy ricos como Dubai, otros que pasan de la desnutrición como en Africa y en América Latina, a la obesidad. Para comer bien tenés que tener mucha información. No es sólo el dinero. La información es un factor de injusticia, de otro tipo de patrimonio necesario para poder elegir bien. Cuanto menos información tenés menos posibilidad de elegir, más vulnerable sos ante los mensajes publicitarios. Es verdad también que tenés un presupuesto acotado y hay calorías vacías muy abundantes a precios mucho más económicos. La comida de verdad está desapareciendo de un montón de barrios.

- Hay también una suerte de imperialismo alimentario, cuyo arquetipo sería la Coca Cola. En tu libro hablás de lo que implica sentarse en el cine con un vaso de gaseosa, generando una cantidad de energía que después no vas a usar...

- Son muchas calorías, toda una ingeniería puesta al servicio de una promesa de placer inmensa; todo está dado para entender tus debilidades evolutivas y tus necesidades de dulce, de grasa, de sal, y todo está al alcance de la mano. Para que salgas deseando más. Los mecanismos de insatisfacción que genera la comida inclusive cuando la estás comiendo y cuando estás buscando nuevamente comer; todos los estímulos enormes que rodean a estos alimentos tienen un lado B: son vacíos de nutrientes, el cuerpo todo el tiempo está insatisfecho y busca más. La Coca Cola tiene grandes cantidades de sal para generar más sed y muchísima azúcar para ocultar el sabor de la sal. Una bomba. Hay investigaciones muy interesantes acerca de los alimentos diseñados para que no puedas parar de comer.

- Si se decide encarar una dieta que no contenga azúcar, ¿es posible si los productos con stevia también tienen azúcar o fructosa, que es peor?

- Para comer bien hay que alejarse de los alimentos que se publicitan como saludables en el supermercado. No es sólo el azúcar, sino fórmulas enteras sobre las que no tenés ningún tipo de control, que no podrías reproducir en tu cocina y sólo sabés que te gustan mucho.

Una dieta totalmente atravesada por la idea de que tomar agua no está bueno, que es aburrido, que no tiene sabor. Entonces aparece un mercado gigante de productos que antes no existía, porque yo cuando era chica tomaba agua en mi casa. Hoy en día están todas las casas repletas de jugos, en el mejor de los casos el que viene en botella, porque los juguitos en polvo son un combo hipervenenoso... todos toman jugo Clight, todos toman Tang y si vos lo dejás en una botella, la botella se colorea, se gasta y se destruye, imaginate adentro de tu cuerpo. Todos están intervenidos por los mismos mensajes. La sociedad crea esto y necesitás ser parte de la sociedad. Hay que ser muy crítico y es difícil serlo.

- Durante mucho tiempo hemos basado la economía en el alimento de los cerdos chinos. Desde los tiempos de la soja solidaria, cuando se les hacía comer soja a los chicos más pobres en los comedores, con el resultado de alteraciones hormonales demostradas, hasta ahora... ¿Se consume de algún modo soja en el país?

- Se sigue dando la soja en los comedores a través de contratos del estado con Teknofood, una empresa creada para darles de comer a los pobres en los comedores en las provincias del Norte. Y cuando te muestran lo que comen, es comida deshidratada que parece para perros o chanchos. Un día se dieron cuenta de que darle soja a los chicos no es una buena idea y de ninguna manera podía sustituir la carne ni la leche ni ningún alimento, ni ser parte de la dieta de todos los días. En los más chiquitos fue un desastre muy evidente, fue casi un experimento. Lo tremendo es que después de haberlo llevado adelante, supongamos que no sabían, tantos años después el Estado lo sigue haciendo. Me parece criminal directamente.

- La transgénesis en los alimentos, ¿puede tener efectos nocivos para la salud?

- No he visto hasta ahora estudios que demuestren que los transgénicos tengan una efecto evidente en la salud. Sí es contundente el efecto devastador que tiene en los campos, en la soberanía alimentaria, en la estructura del agro, en la vida de los pueblos fumigados por la exposición a agroquímicos, porque todas las promesas de los transgénicos de usar menos agroquímicos fueron mentiras, en general fueron producciones más sencillas con menos mano de obra entonces emplean a menos gente y se extienden en territorios donde antes no se cultivaba. Al consumir el transgénico tenés que saber qué consumís y tiene que estar etiquetado. Y hay que saber que los tenemos porque benefician a un paquete de empresas que digitan el trazado del agro. Todos los discursos científicos están intervenidos por estas mismas empresas que quieren vender y mantener el statu quo.

Fuente y foto: Diario El Popular

Temas: Sistema alimentario mundial

Comentarios