Las dos caras de las empresas pesqueras

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Las mejoras del bienestar anunciadas por pesqueras españolas al abrir sus plantas en Centroamérica chocan con denuncias de explotación laboral y ambiental.

Al poco de implantarse la atunera Rianxeira en Guatemala, en 2002, la empresa hablaba en la prensa comercial española de la creación de “15.000 empleos en la pesca artesanal e industrial” del país centroamericano. Las expectativas sobre el desarrollo que iba a generar la transnacional también calaron en Guatemala. Cuentan en Puerto San José los pequeños pescadores artesanales, que salen al mar en lanchas con motor fueraborda, que ellos pensaban que podrían vender el atún que pescaran a Rianxeira. Pronto se dieron cuenta de su error: “Para comprarnos, Rianxeira nos exigía capturas mínimas de una tonelada, pero en las lanchas de pequeña escala no podemos traer toneladas de atún”, explican. Los empleos de Rianxeira en Guatemala se limitan, pues, a los generados en sus grandes barcos cerqueros y a los de una planta de procesado de atún. En total, nomás de 500.

La implantación en Centroamérica de tres plantas de las transnacionales gallegas Rianxeira, Pescanova y Calvo, hace ahora una década, se acompañó de discursos institucionales sobre modernización pesquera y aumento del bienestar social, que se revelan ahora como discutibles. Las instituciones centroamericanas inciden en lo positivo, en que la transformación del producto a nivel local supuso un paso adelante:“Pasamos de una situación en la que los países se limitaban a abanderar barcos a la creación de plantas de procesamiento en tierra”, explican en Ospesca, la institución pesquera que integra a los gobiernos de Centroamérica. “Generamos empleo, en algún caso en zonas muy deprimidas, y también consumo de un producto que para nosotros era escaso”,indican en referencia al atún.“Tenemos además unos 40 barcos de altura con bandera centroamericana pescando atún, que era una pesca que no estaba al alcance de nuestras posibilidades”. La otra cara de las transnacionales la cuentan movimientos sociales, pequeños pescadores y trabajadoras de las factorías, que narran historias de explotación, de empobrecimiento y de daños al medio natural que nada tienen que ver con aquellos paisajes de desarrollo fabulados hace una década.

Exportaciones y consecuencias

Las actividades españolas en Centroamérica se enfocan en la cría de camarones (langostinos) en piscinas artificiales (Pescanova en Nicaragua, Honduras y Guatemala) y en la pesca y procesado de atún (Rianxeira en Guatemala y Calvo en El Salvador). Sus producciones se orientan a los países del Norte. Por ejemplo, el atún de Rianxeira no se encuentra en los supermercados de Guatemala. De las plantas de Calvo y Rianxeira llegaron al Estado español en 2010 más de 18.000 toneladas de atún y también se importaron de la zona más de 10.000 toneladas de camarón.

Los beneficios alimentarios y económicos de las exportaciones fluyen al exterior, en tanto los impactos negativos permanecen en Centroamérica. En el medioambiente, las consecuencias más visibles se sitúan en la producción de camarón, una industria que ocupa y destruye extensas áreas costeras de manglar. Los manglares, un ecosistema de bosque sobre agua salada, son un área principal de cría y desove para las especies marinas, además de una protección contra la erosión y contra los impactos de las tormentas. “Su destrucción afecta no sólo al medioambiente, sino también a la seguridad alimentaria de las comunidades pesqueras”, señalan en los Comités de Defensa de Fauna y Flora del Golfo de Fonseca. En Honduras, en los ‘80 y ‘90 desaparecieron más de 15.000 hectáreas de manglares por la expansión de la industria acuícola. Pescanova ocupa en la actualidad 5.500 hectáreas de piscinas camaroneras en Nicaragua y unas 3.000 en Honduras.

Las tres plantas de procesado montadas por Pescanova, Calvo y Rianxeira en Centroamérica generan en torno a 4.000 empleos directos, pero las denuncias de explotación laboral y alta siniestralidad empañan esa imagen. Resulta significativo que, preguntada para este reportaje por esas denuncias, Pescanova no haya contestado, en tanto Calvo admite “errores” en el pasado, pero defiende que ha cambiado.

RIANXEIRA. La planta de procesado de atún de Rianxeira en Guatemala se conoce popularmente entre las trabajadoras con el revelador nombre de “el infiernito”,según testimonios recogidos en un informe sobre Rianxeira publicado recientemente por la Universidad de San Carlos (Guatemala).

Los testimonios dan cuenta de que muchas trabajadoras tienen que dejar la planta por lesiones musculares y óseas, debidas a traumatismos y a cargas de peso excesivas. También son frecuentes las roturas de huesos, según el mismo informe. Rianxeira considera a las personas “desechables”,valora el texto.

La planta de procesado de atún de Rianxeira en Guatemala se conoce entre sus trabajadoras como “el infiernito”

Las condiciones para sindicarse son imposibles. Las trabajadoras tienen que realizar además horas extras obligatorias que en parte no se pagan, según varios testimonios. “Si alguna trabajadora protesta, es despedida y registrada en una lista de personas que no pueden volver a trabajar”, explican exempleadas. Otro problema de la planta es el maltrato verbal a las trabajadoras, con la particularidad, que se recoge en el documento, deque ese trato empeoró desde la llegada a la planta de mandos nicaragüenses procedentes de Pescanova.

La utilización de una tarjeta individualizada por trabajadora para medir el tiempo de uso de los aseos, persistentes enfermedades laborales por hongos y bajos salarios que rondan los 200 dólares al mes –insuficientes para mantener a una familia y muy inferiores a los 600 dólares prometidos inicialmente– son otras críticas que aparecen en el informe.

PESCANOVA. La factoría que procesa el camarón de Pescanova en Nicaragua trabaja en temporada alta (mayo-diciembre) las 24 horas del día, con dos turnos de 12 horas. Testimonios de trabajadoras recogidos por el movimiento social nicaragüense Otro mundo es posible hablan de condiciones espartanas, conperiodos continuados de trabajo sin descanso ni alimentos de hasta diez horas, con las visitas a los aseos restringidas. También se han documentado alta siniestralidad y deficiente atención sanitaria, acompañadas de maltrato verbal a las trabajadoras y de prácticas antisindicales.

En 2010, por estos y otros abusos Pescanova fue declarada culpable por el Tribunal Permanente de los Pueblos, una iniciativa altermundista que trata de suplir a nivel simbólico la falta de una justicia internacionalque controle las vulneraciones de derechos humanos cometidas por las transnacionales.

CALVO. En los primeros años de la planta de Calvo en El Salvador, la red sindical Uita ha documentado intoxicaciones, accidentes de trabajo con amputaciones, despidos de decenas de trabajadoras por intentar la constitución de un sindicatoo prácticas intimidatorias tales como la utilización de un detector de mentiras.

Preguntada por estas cuestiones, la dirección de Recursos Humanos de Calvo defiende que desde 2008 su política laboral ha dado un giro en positivo. Calvo mantiene que en la actualidad existe en la planta una seguridad laboral adecuada, de acuerdo con los “estándares de Centroamérica”, y niega mantener prácticas antisindicales. No obstante, las acusaciones de la Uita sobre un sindicato mayoritario de carácter amarillo en la planta no son desmentidas.

“PESCAMOS MENOS Y CADA VEZ MÁS LEJOS”

En Centroamérica los pequeños pescadores artesanales repiten a lo largo de cientos de kilómetros de costa una queja común: “Pescamos menos y cada vez más lejos”. En Guatemala, en la costa del Pacífico, cuentan cómo ahora tienen que salir en lanchas fueraborda hasta más allá de las cien millas para capturar dorado y tiburón. Dos noches y tres días en el mar sin garantías de pesca. “Cuando las mareas son buenas y se traen hasta 15, 18 quintales, a veces hasta la tonelada de tiburón y dorado, pero hay días que uno apenas vuelve con 200 libras de pescado (90 kilos), por las que igual saca 1.200 quetzales (112 euros), mientras los gastos de combustible y otros rozan los 4.000 quetzales (376 euros)”, evalúan en Puerto San José (Guatemala).

La sobreexplotación de los recursos constituye la principal amenaza para el sector, según un documento de la FAO que analiza las perspectivas en la región. El informe, de 2010, recomienda una evaluación del impacto de la pesca industrial en los medios de subsistencia de las pequeñas comunidades pesqueras, aunque también alerta de malas prácticas de los pescadores artesanales.

La falta de pesca aviva el conflicto que mantienen los pequeños pescadores del istmo centroamericano, en torno a 130.000, con las transnacionales y con las industrias pesqueras nacionales. Estas últimas suman cientos de barcos de arrastre, un tipo de pesca no selectivo caracterizado por tasas de descartes superiores al 80%. Los efectos del cambio climático constituyen otro factor de vulnerabilidad para el sector pesquero tradicional.

Fuente: Rebelión

Temas: Pesca

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