Pesca industrial arrasa con la artesanal en América del Sur

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La pesca artesanal, que por años fue sustento económico y alimenticio de millones de familias sudamericanas, enfrenta múltiples amenazas, como las que deben sortear estos pescadores del pueblo de Duao, en la costa del sur de Chile, que sobreviven con la venta de su captura diaria en mercados improvisados en la propia playa.

El modelo de explotación pesquera desarrollado en la última década en América del Sur y que convirtió a esa industria en una potencia mundial, arrasa con la pesca artesanal en las costas del océano Pacífico, un oficio ancestral que avanza ahora hacia su desaparición.

“La pesca es parte de la historia más ancestral, más remota del continente americano. Tanto en el cuerpo continental como en las costas y los canales fue sustento para un centenar de pueblos, o más aún, que vieron en la vida nómade en el mar, su condición de vida”, recordó a IPS el antropólogo social Juan Carlos Skewes (ver aquí).

En América Latina y el Caribe existen más de dos millones de pescadores artesanales o de pequeña escala que generan ingresos por unos 3.000 millones de dólares anuales, según cifras de la intergubernamental Organización Latinoamericana de Desarrollo Pesquero (Odelpesca).

La región acoge en sus costas sudamericanas a tres de los grandes ecosistemas marinos del mundo.

El más importante es la Corriente de Humboldt que atraviesa las costas pacíficas de Chile, Perú y Ecuador y que contribuye casi con el 20 por ciento del total de pesca de captura mundial, según datos de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO).

Otros ecosistemas importantes en la región son la Plataforma Patagónica que componen Argentina y Uruguay, y la Plataforma Sur del Brasil, ambas en el océano Atlántico.

Pese a la gran diversidad de especies y ecosistemas, en la región los flujos de producción e intercambio comercial están dominados por pocos países: Perú, Chile, México, Argentina y Brasil, que en conjunto y por ese orden capturan alrededor de 90 por ciento del total regional, con una producción total de 18 millones de toneladas anuales.

La pesca y la acuicultura fueron un importante aporte al bienestar y la prosperidad de los habitantes de zonas costeras sudamericanas, que por siglos encontraron en esta actividad su sustento económico y el acceso a un alimento alto en nutrientes.

“En el mundo prehispánico la pesca fue una herramienta fundamental para la existencia de los seres humanos y además sentó las bases para formas de vinculación con la naturaleza”, explicó Skewes.

La amenaza a esa forma de vida por la voraz industria lo ejemplifica Gino Bavestrello, de 57 años, un pescador artesanal chileno de la localidad costera de Corral, cercana a Valdivia, unos 810 kilómetros al sur de Santiago. Hijo y padre de pescadores, trabaja en el mar desde que tiene memoria.

“Soy pescador artesanal de toda la vida”, contó a IPS algo emocionado. “Mi padre fue buzo con escafandra y encontró hace 30 años el mástil de la (corbeta) Esmeralda”, que naufragó durante la Guerra del Pacífico (1879-1883), agregó.

Bavestrello, dirigente del Consejo Nacional por la Defensa del Patrimonio Pesquero de Chile (Condepp), lleva dos meses sin subir a una embarcación. Sus fuerzas están puestas en lo que considera hoy un bien mayor: la anulación de una controvertida Ley de Pesca.

La norma está en vigor desde 2013, fue promovida por el gobierno del derechista Sebastián Piñera (2010-2014) y otorga concesiones por 20 años prorrogables.

Con esta ley aumenta la concentración de la actividad a favor de la industria, denuncian los pescadores, pues establece que los derechos de pesca de las grandes empresas podrán entregarse a perpetuidad y ser heredables.

Además, sostienen, atenta directamente contra la biofauna marina y, por tanto, contra el sustento de los pescadores artesanales.

A esto se suman prácticas irregulares, como emergió en una reciente investigación judicial, que constató millonarios pagos de la empresa Corpesca, que controla 51,5 por ciento del mercado chileno, a parlamentarios que integraban la Comisión de Pesca del Senado cuando se aprobó en esa instancia el texto de la ley.

“Para nosotros es súper grave lo que está pasando. Llevamos dos meses sin llevar ningún sustento a nuestros hogares. Hemos organizado ollas comunes y gracias a la ciudadanía que nos ayuda constantemente, podemos alimentar a nuestras familias”, reveló el dirigente.

Reconoció que “lo que hacemos ahora es vender leña, para lo que hemos caído en prácticas ilegales, como cortar árboles nativos”.

Por eso, añadió, “es necesario que se pueda regular a la brevedad esta norma. Los pescadores no podemos seguir en estas condiciones. Lo que quiere esta ley es matarnos”, enfatizó.

Juan Carlos Quezada, portavoz de la Condepp, aseguró a IPS que la Ley de Pesca no solo privatizó los recursos, sino que también expropió los derechos de los pescadores artesanales.

“El 90 por ciento de los pescadores artesanales se quedaron sin cuotas de pesca”, afirmó Quezada, al ser asignadas solo a la industria y a los armadores.

“Los pescadores artesanales que antes tenían una cuota, una participación en la actividad económica de la extracción de peces del mar, se quedaron sin derechos y por lo tanto, muchos quedaron cesantes”, denunció.

En consecuencia, los afectados “debieron cambiar de rubro, y la gran mayoría se está transformando en trabajadores asalariados de otros pescadores artesanales dueños de varias embarcaciones”, porque si poseen más de dos se les considera armadores.

La competencia desigual entre pescadores artesanales e industriales es parte de una compleja crisis donde la sostenibilidad ecológica también está en riesgo en los países sudamericanos.

Un ejemplo de esta realidad acontece en Perú, donde la empresa petrolera argentina Pluspetrol es responsable por la contaminación de ríos y del lago Shanshacocha en la Amazonia. Como consecuencia de esto, la captura de peces ha disminuido en casi 50 por ciento en ese cuerpo lacustre.

Asimismo, la escasez de anchoveta en aguas peruanas hace peligrar las exportaciones de aceite y harina de pescado, uno de los principales productos de exportación de ese país.

En Colombia, en tanto, una investigación del Grupo de Biología de la Universidad Nacional concluyó que existen hoy hasta tres veces menos peces en las aguas nacionales que en la década de los 70 (ver aquí).

“La actividad industrial en la región ha ido presionando, cada vez más, a los pescadores artesanales”, afirmó Skewes.

“Actualmente nos encontramos en un escenario donde el gran productor industrial se ha apropiado de una parte importante no solamente del océano sino de los cardúmenes”, afirmó.

Esa situación, explicó, “ha empujado al pequeño productor artesanal a establecer formas de sobrevivencia que comienzan a ser complejas para el mantenimiento de todo el ecosistema”.

El daño lo sufren personas de escasos recursos que comienzan a reubicarse en otros sectores de producción, lo que invisibiliza el problema desde el punto de vista social, añadió.

Con todo, los pescadores artesanales siguen en pie de lucha.

“Hoy luchamos contra la pobreza del pueblo pesquero artesanal, que vivía de los recursos naturales y que le entregaba estos recursos al pueblo como soberanía alimentaria”, aseveró Bavestrello.

“Los pescadores tenemos que seguir viviendo de los recursos naturales porque pescamos para vivir, mientras los industriales, lo hacen para lucrarse”, concluyó.

Editado por Estrella Gutiérrez.

Fuente: IPS

Temas: Pesca

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