Biodiversidad, sustento y culturas #92

Dicen las comunidades: “es la hora de los pueblos”, por la necesarísima sensación de saber que lo que haga falta los pueblos lo pueden hacer, si tan sólo los dejaran. Hay por todas partes una renovada chispa de energía que hace que la gente se junte, converse y piense junta. Las comunidades están hartas del despojo, la devastación, la deshabilitación, los engaños, el control, la represión, la violencia y el silencio; hartas de las políticas públicas que les reparten migajas por todo lo que les han arrebatado. De programas que las fragmentan, las seducen y las embarcan en proyectos irrealizables o les imponen la producción industrial de carnes y cultivos, mientras les implantan equívocos alimentarios para que nadie pueda ser libre de trabajar para sí misma y propiciar su propio sustento.

Contenidos

Descargue la revista completa: Biodiversidad 92 / 2017-2
Editorial
Nada se ha puesto fácil
El toro por los cuernos. Reducir la producción industrial de carne y lácteos puede frenar su impacto negativo en el clima
Necesidades y equívocos alimentarios
La “necesidad” de “alimentos” de la humanidad para 2050
20 años de soja transgénica en el Cono Sur
Vulnerabilidad y marginalidad a un año del terremoto de Manabí, Ecuador
Un vistazo, muchas aristas: Los tratados de libre comercio y la soberanía alimentaria
Ataques, políticas, resistencia, relatos

Editorial

Dicen las comunidades: “es la hora de los pueblos”, por la necesarísima sensación de saber que lo que haga falta los pueblos lo pueden hacer, si tan sólo los dejaran.

Y aunque “nada se ha puesto fácil” como dice con tanto filo, razón y cariño Hermann Bellinghausen en este mismo número, el empeño y la entereza de la gente común, de las comunidades tan menospreciadas, vilipendiadas, olvidadas y si no atacadas, sigue ahí, vigente y con plenitud de horizonte.

Hay por todas partes una renovada chispa de energía que hace que la gente se junte, converse, piense junta. Los proyectos del extractivismo ya no le convencen a la gente, que sabe todos los efectos inmediatos y de mediano y largo plazo que acarrea ese despanzurramiento que se perpetra con químicos y explosivos que además dejan la tierra anegada con sus aguas de lixiviados absolutamente tóxicas.

 A la gente ya no le convencen las explotaciones agrícolas rebosantes de agrotóxicos que les envenenan la comida, el agua, el baño, el aire, la nariz, el vientre materno. Ya no les convencen las siembras mecanizadas que aprietan la tierra y provocan súbitas inundaciones. Ya no les gusta que lleguen los paramilitares a jalonear a la gente y a incendiarles sus casas y expulsarlos para sembrar palma, o soya (soja), o cualquier otro cultivo industrial, del maguey a la amapola.

Las personas están hartas de saber que les roban el agua por todas partes: les quitan la lluvia con cañonazos de químicos a las nubes; les roban el agua perforando pozos clandestinos dentro de enormes terrenos que acapararon las refresqueras sabedoras de los mantos subterráneos que había; les roban el agua perforando pozos e inyectando agua con químicos para sacar el petróleo. Les desvían los cauces para las grandes hidroeléctricas o para “alimentar las grandes ciudades”.

La gente está harta del despojo. De la devastación, de la deshabilitación, de los engaños, del control, de la represión, de la violencia, del silencio, de la muerte también robada (porque cada asesinato le robó a los asesinados su historia más íntima). Está harta de las políticas públicas que les reparten migajas por todo lo que les han arrebatado. De programas que los fragmentan , los seducen y los embarcan en proyectos irrealizables o a todas luces desventajosos.

La gente está harta de tener que migrar, y vivir en condiciones precarias incluso en sus propias tierras que alguien renta y de todos modos les explota (con la renta y con el mísero salario que les impone como jornaleros en los invernaderos levantados en su propia casa)

Y así, la gente vieja, y la gente joven, mujeres y hombres, está harta de no poder decidir. Y por eso, mujeres y hombres también, van tomando la iniciativa en tantas nuevas actividades y asumen nuevas responsabilidades entendiendo que en tanto plenen sus días ahora, el futuro será más luminoso y más justo. Biodiversidad, sustento y culturas surge de todas esas certezas y todos esos atisbos de claridad, venidos de cada rincón de nuestra América e incluso de otros continentes, para reflejar el pensamiento común, que más temprano que tarde romperá tantas inquinas y abrirá hilos de entendimiento para transformarnos a todas y todos.

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