La privatización de la especie: la guerra por patentar genes

La batalla por patentar o privatizar el genoma humano -el mapa de la vida- y la cura de las enfermedades genéticas son una cuestión moral y cultural y el negocio del siglo XXI, de miles de millones de dólares, tan incalculable como si se cobrara el aire. Quiénes son los contrincantes de esta pelea

En el terreno de la genética no podemos perder tiempo. El descubrimiento de un solo gen puede salvar la vida de miles de personas. Cada minuto que perdemos es de vida o muerte", le dijo a Clarín el doctor Craig Venter, un biólogo que se ha propuesto derrotar a los científicos apoyados por el gobierno de Estados Unidos y de Gran Bretaña en la carrera que existe actualmente por anunciar primero el genoma humano, el mapa de la vida o genético de la especie humana.

A primera vista el apuro de Venter parece muy altruista. De acuerdo a las estadísticas uno de cada 1.000 chicos nace con algún defecto genético. Es verdad que una gran cantidad de enfermedades fatales son de origen genético y que el descubrimiento del gen que las provoca no sólo permitirá producir drogas para tratarlas, sino que también vacunas para prevenirlas. Sin embargo, detrás de las buenas intenciones, hay tantos millones y millones de dólares en juego que en Wall Street llaman a Venter el "Bill Gates" de la genética y a su empresa Celera, la Microsofot de la industria de la biotecnología. Tantos, que es incalculable su monto hacia el siglo XXI. Según los corredores de la Bolsa en la llamada "nueva economía" las empresas biotecnológicas que logren apropiarse legalmente de nuestros genes patentándolos atraerán inversiones muy superiores a las que están obteniendo actualmente la empresas de la informática y de Internet.

El negocio de los genes y las enormes ganancias que pueden llegar a generar ha desencadenado una verdadera guerra socioeconómica y ética. Hay un grupo de científicos norteamericanos y británicos que, apoyados financieramente por los gobiernos de Clinton y Blair, están trabajando basados en el principio altruista que nadie debe apoderarse del genoma humano. Según ellos, todo el mundo tiene que poder acceder al mapa genético de la vida, porque es un bien que le pertenece a la humanidad. En ese sentido, a medida que avanzan en sus investigaciones sobre el genoma humano, van publicando los resultados de sus investigaciones. En EE.UU. estos científicos están trabajando en el Instituto Nacional de la Salud bajo la dirección de Francis Collins en el Proyecto Público de Genoma Humano (HGP).

En la vereda de enfrente hay un grupo muy pequeño de empresas de biotecnología que también están investigando el genoma humano pero se niegan a hacer público el resultado de sus investigaciones, porque la intención es ir vendiendo la información que vayan obteniendo. La empresa más conocida en este terreno es Celera Genomics, la empresa de Venter, que tiene su sede principal en Rockville, muy cerca de Washington.

Pero Celera no es la única. También esta Incyte Phamaceutical, el Human Genome Sciences, SmithKline Beechman, y otras. Craig Venter no tiene ningún problema en decir que su empresa "no es una empresa sin fines de lucro". De hecho, Celera cotiza en Wall Street bajo el logo CLR. Esta semana sus acciones cotizaron a un promedio de 104 dólares la acción. Lideradas por Venter, la ofensiva de estas empresas ha sido tan feroz en el último año que el presidente Clinton y Blair decidieron hace diez días establecer las reglas del juego de lo que hoy se conoce como la "guerra de los genes".

En la declaración conjunta que hicieron el 15 de marzo, Clinton y Blair pidieron a los científicos de todo el mundo que publiquen toda la información que tengan relativa al genoma humano. "Los datos fundamentales sobre el genoma humano, incluyendo la secuencia de todo el genoma del ADN humano y sus variaciones, tendrían que ser de libre acceso para los científicos del mundo entero", dijeron. La identidad genética humana tendría que permitir "reducir la incidencia de las enfermedades, mejorar la salud en el mundo y la calidad de vida de toda la humanidad", agregaron.

Sin analizar bien lo que decía el resto del texto firmado por Clinton y Blair, Wall Street reaccionó con la furia de un rayo: todas las acciones de las empresas de biotecnología bajaron vertiginosamente. Según The New York Times, las empresas como Celera, ligadas al estudio del mapa genético, es decir al genoma, fueron las más afectadas. Sus acciones perdieron hasta un 20 por ciento de su valor. Pero eso no fue todo, el Nasdaq, es decir el indice de las empresas de tecnología de punta, cayó más 200 puntos en un día.

El pánico que todo eso creó, obligó al vocero de la Casa Blanca Joe Lockhart a explicar que Blair y Clinton no estaban en contra de la industria de la biotecnología ni de la posibilidad de que registren patentes de tipo biotecnológico. Una lectura detenida de la declaración conjunta indica que Clinton y Blair hacen una distinción entre el descubrimiento de un gen y un invento genético. Esto abriría las puertas a la privatización de las curas genéticas y al verdadero negocio multimillonario.

El descubrimiento de un gen no es más que el descubrimiento de algo que se encuentra en la naturaleza y por eso, de acuerdo a la declaración no debe ser patentado. Pero una vez conocido el gen, si un científico logra descubrir una enferme dad (o mutación de uno o más genes) para poder fabricar ya sea una droga para tratarla o una vacuna para prevenirla, eso sí podría ser patentado.

"La protección intelectual de las invenciones a partir de los genes desempeña un papel importante en el desarrollo de nuevos productos para salud", dicen Blair y Clinton. No es posible pensar, ingenuamente, que los secretos del genoma no serán aprovechados por las empresas farmacéuticas y de biotecnología para el desarrollo de medica mentos. También es cierto que empresas como Celera y Incyte han hecho inversiones enormes para poder avanzar en el conocimiento del mapa genético del ser humano. "A pesar de la retórica altruista de los principales científicos universitarios involucrados en el Proyecto Genoma Humano muchos de ellos han invertido en empresas que si bien no se dedican a trazar el mapa genético esperan sacar provecho a largo plazo de la información obtenida por las investigaciones públicas y privadas", escribió el profesor de Biología Molecular de la Universidad de Princeton Lee Silver en el The New York Times. Y agregó: "Pero el problema son los límites. La falta de legislación en el terreno de la biotecnología es un buen indicador de las rapidez con que se están produciendo los cambios. Estamos viviendo en un momento donde todo está siendo redefinido, desde cómo definir el principio y el final de la vida hasta si la humanidad debería permitir que un ser humano sea clonado".

Esta corresponsal entrevistó a Venter por primera vez en 1994, cuando ya había abandonado el Proyecto Público del Genoma Humano del Instituto Nacional de la Salud donde trabajó durante 10 años y se había instalado por su cuenta en una ex fábrica de cerámica en las afueras de Washington con un objetivo bien preciso: derrotar a sus ex compañeros, y ser el primero en publicar el mapa genético del ser humano. El objetivo parecía en aquel momento demasiado ambicioso, pero actualmente Venter está por lograrlo. En menos de seis años, se mudó de la fábrica de cerámica a un edificio nuevo donde fundó Celera, la compañía que ahora preside. Recientemente Venter invitó a la impresionante masión que tiene en Miami en South Beach a 1.800 líderes mundiales en investigación genética con todo pago. Se calcula que ya tiene una fortuna personal de más de 300 millones de dólares.

Más allá de su aire de playboy científico, el éxito de Venter se debe a que descubrió un método para rastrear los genes en nuestro organismo 1.000 veces más rápido del que usan sus colegas. "Nuestro objetivo fue desde un principio descubrir la mayor cantidad de genes humanos en el menor tiempo posible. Necesitamos esa información por dos razones: una, para poder combatir eficazmente las enfermedades fatales de tipo genético, y la segunda, para poder comprender quiénes somos y de dónde venimos. Nuestra historia está en los genes", explicó Venter.

Justamente porque nuestra historia está en nuestro mapa genético, cuesta comprender que haya científicos dispuestos a patentar nuestros genes para poder lucrar con ellos. Venter insiste, sin embargo, con que ése no es el objetivo de su compañía. Venter quiere en realidad que Celera se transforme en lo que Bloomberg es para la comunidad financiera. Es decir, el objetivo es que Celera venda información sobre cómo interpretar el mapa genético humano, pero no el mapa en sí. De todas maneras, los problemas de tipo ético que plantea biotecnología hoy no terminan allí. Como todo descubrimiento científico, el mapa genético podrá ser utilizado de una manera positiva como también de una manera negativa: se teme que el conocimiento genético sea utilizado para la discriminación laboral, como arma contra una etnia o para elegir el color de pelo y de ojos de nuestros hijos. El tema es tan importante que el 11 de noviembre de 1997 se estableció en las Naciones Unidas la Declaración Universal sobre el Genoma Humano y los derechos humanos que pone límites a cualquier tipo de discriminación o manipulación del genoma humano.

Lo cierto es que la sutil diferencia entre descubrimiento e invento que surge de la declaración conjunta de Clinton y Blair pone en tensión la relación entre ciencia y ética y entre ciencia y sociedad. Y entre lo público y lo privado. Los gobiernos creen que dejar las claves únicas de la especie humana y de su cura libradas a una guerra del mercado es, por lo menos, un riesgo y puede ser un peligro extremo. La guerra, sin embargo, ya comenzó.

ANA BARON. Corresponsal de Clarín en Washington
Domingo 02 de abril de 2000

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