Argentina: los por qué de las denuncias sobre la soja transgénica

Anteponiendo el programa de salud que nos debemos los argentinos, y haciendo frente a las versiones simples de lo que para muchos son alimentos para humanos pero no tienen avales suficientes para generar efectos nutricionales en la población, se oyen voces de alerta poco difundidas en los medios que viene bien conocerlas para replantearnos la información que hasta ahora recibimos y tal vez debamos discernir para cambiar algunas pautas de vida

Para ello publicamos un reportaje con Jorge Eduardo Rulli, integrante del Grupo de Reflexión Rural, que fue realizado antes del 25 de mayo en que asumieron el presidente Néstor Kirchner y su vice Daniel Scioli.

P. -Cuéntenos de sus actividades en estos últimos tiempos.

J.R. -Soy ecologista, provengo de una larga militancia política desde el '55 y abandoné el peronismo hace muchos años detrás de nuevas preocupaciones. Me he definido durante mucho tiempo como ecologista y como ecologista llegué a participar en la conformación de un grupo que se llama GRR (Grupo de Reflexión Rural) que es en el cual actuamos nosotros, somos cincuenta, cien compañeros, mucha gente proveniente del INTA, muchos periodistas, y hemos conformado un grupo de afinidad en el nuevo estilo de la resistencia global. Estamos inspirados por pensamientos no autoritarios, trabajamos en redes con muchísimos otros grupos, hemos inspirado la REDAST (Red de Alerta Sobre Transgénicos), otro espacio que se llama "El Foro por la Tierra y la Alimentación". Estamos coordinando la Red "Por una América Latina Libre de Transgénicos", que el anteaño se coordinaba desde Quito (Ecuador) y desde el año pasado, nosotros. Hemos participado en todos los Foros Sociales de Porto Alegre (Brasil), en muchos eventos internacionales vinculados a los grandes convenios o protocolos internacionales y hemos participado en algunos de los eventos de la resistencia global. Yo particularmente soy delegado de ATE en la Secretaría de Agricultura y desde hace muchos años en los papeles presido la "Comisión Nacional de Diversidad Biológica". En la práctica hace muchísimo que no se me dan tareas, que no se me reconoce. Y desde hace un año estoy trabajando ad honórem en la Secretaría de Cultura de la Nación en un programa que se llama "Programa de Desarrollo Cultural Local" que yo presidí hasta fines del 2002. Es un programa destinado a contrarrestar las consecuencias de los monocultivos de soja. O sea tratamos de impulsar el repoblamiento del campo. Hemos encontrado en Rubén Stella, el secretario de Cultura de la Nación, buena respuesta, interés por estos temas. Hemos participado en la filmación de la película de Nicolás Sarquís que se llama "Soja: panacea alimentaria o arma silenciosa" que se dio por ATC en todo el país. También varios compañeros nuestros están en diferentes estamentos del gobierno de la provincia de Buenos Aires impulsando huertas comunitarias, agricultura con tracción a sangre y con gestión cooperativa y yo colaboro con ellos. Además impulsando programas de retorno al campo, de repoblar pueblos muertos, en este sentido estamos tratando de asociar diferentes áreas del Estado. Es bastante difícil porque no hay hábitos en la gente, porque es como remar contra la corriente, pero para nosotros son como pequeñas prácticas y si hubiera una política de estado favorable sería mucho más fácil, o sea lo poco que hemos logrado en esta época con todo en contra, podría revertirse si cambiaran los gobierno que tenemos.

P. -Hay una premisa que es que la soja es el alimento del futuro, por lo menos así se difunde a través de los medios. ¿Qué pasa frente a esta afirmación y en particular en nuestro país?

J.R. -No es cierto para nada, no es una premisa seria en absoluto, no puede sostenerse de ninguna manera, ya hubo grandes encuentros, incluso oficiales, uno presidido por la esposa del presidente Duhalde donde más de quinientos funcionarios, pediatras y nutricionistas le dijeron que esto no era serio, la soja no es una panacea, la soja hasta te podría decir que no es un alimento para seres humanos sino para rumiantes, de ser incorporada a la comida humana debe hacerse con muchísimo cuidado. No es fácil desactivar las toxinas de la soja, no es una tarea que se pueda hacer en forma doméstica, ni a cargo de una microempresa. Esto requiere una complejidad industrial que lo pueden tener grandes complejos industriales, grandes empresas. Lo que pasa es que la soja hoy es un elemento inherente a la globalización del mundo. Cumple un rol fundamental en la homogenización, en la integración del mundo globalizado. A nosotros se nos asignó un rol que es el de país proveedor de forrajes para que Europa pueda ser productor intensivo de carnes en encierro. De ser reemplazados nosotros, y no es una profecía sino una anticipación, lo seríamos por Ucrania en lo próximos años, en la medida en que Europa es consciente de que el ALCA terminaría de separarnos del tradicional mercado de consumo nuestro que ha sido la Unión Europea. Entonces estamos atados a una producción de commodities, o sea de insumos sin valor agregado y somos un país peligrosamente accesorio en el comercio internacional. Es más, nos hemos convertido en un país que no puede alimentar a su propia población. Nosotros ya no tenemos capacidad de alimentar a los treinta y siete millones de argentinos, tenemos que importar lentejas, leche, dulce de batata, arvejas, garbanzos y los próximos tiempos van a mostrar la absoluta dependencia alimentaria de la Argentina, donde probablemente tengamos otras carencias hasta ahora inimaginables para la soberbia argentina que se sigue viendo todavía como un país granero del mundo. Hace muchos años que ya no lo somos, o a lo sumo lo somos para las grandes multinacionales de semillas, que a su vez están ligados con los productores de soja. La provincia de Santa Fe particularmente ha llevado la conducción de este proceso, donde el tema de la soja se ha impuesto de una manera tremendamente absorbente, donde toda crítica ha pasado al terreno de la invisibilidad social, o sea nosotros hemos ido a Santa Fe a plantear todas estas cuestiones y la gente nos decía "es la primera vez que escuchamos esto", cómo puede ser si todo el mundo habla de este tema. Si nadie en el mundo come soja transgénica, si en el mundo hay un movimiento enorme de consumidores que se opone a los transgénicos, cómo puede ser que en la esa provincia la opinión pública ignore que esto sea un tema de debate. Además Santa Fe tiene una crisis terrible de su cuenca lechera porque se reconvierte a la soja lo cual implica un sacrificio muy grande de la memoria colectiva en una cantidad amplia de población que envejece y muere sintiéndose fracasada. Yo esto lo palpé personalmente. Cantidad de ancianos que sienten que todo lo que hicieron en su vida no sirve para nada, que toda la tradición que pueden transmitir hoy no tiene valor porque están levantando sus tambos para hacer soja y se tienen que ir a ver pasar el mundo, se tienen que jubilar.

P. -Le transmito la pregunta que se hace un lector o un consumidor común. ¿Toda la soja es negativa o solamente la de nuestro país?

J.R. -No. Yo diría que toda la soja es negativa. Que toda la soja es peligrosa. Lo que pasa es que la de nuestro país es una soja forrajera que durante muchos años fue seleccionada para producir aceites. Y los residuos industriales que deja el aceite, para forrajes. Entonces no ha sido seleccionada para alimentación humana. Es una soja muy particular, pero además es transgénica lo cual empeora lo malo de la soja.

P.- Nosotros somos exportadores de soja. En ese tema ¿para qué la utiliza el europeo a diferencia del argentino?

J.R. -Somos grandes exportadores. ¿Qué exportamos nosotros? Primero que nada exportamos aceite de soja. Es un aceite de muy baja calidad que se utiliza para cortar otros aceites. Se utiliza para cortar aceites de alta calidad. Como ejemplo pongo el caso de Marruecos que es un pueblo acostumbrado a usar siempre aceite de oliva desde épocas ancestrales como toda la cuenca mediterránea. En este momento de situación económica difícil ellos compran aceite de soja argentina, lo cortan, dejan un quince por ciento de aceite de oliva entonces el pueblo de Marruecos consume aceite de baja calidad y lo que ahorran en aceite de oliva se lo venden a los europeos de alto poder adquisitivo. Entonces el aceite de soja es para cortar aceites buenos. Pero además de eso ¿qué vendemos? Los residuos que deja la soja que son la lecitina que es una especie de escarcha o manteca que va quedando cuando se extrae el aceite y se utiliza como emulsionante, y se utiliza en Europa para champúes y cremas cosméticas, fundamentalmente. También se lo utiliza como emulsionante para alimentos de muy baja calidad. Y después tenemos los residuos industriales que es la torta de soja que son fundamentalmente fibras que se desmenuza y que se incorpora a los animales. Eso es lo que vendemos. No vendemos soja para comer. Cuando un europeo, por ejemplo vegetariano, intenta incorporar la soja como legumbre a su alimentación compra el grano de soja brasileño. La Argentina no vende grano de soja, vende productos industriales a Europa. El grano de soja que llega es brasileño y lo utilizan algunos vegetarianos. Como la harina de soja que se puede utilizar en Europa es de origen brasileño, no es transgénica, está certificada como soja tradicional. O sea que esta soja solamente la comen los argentinos en el mundo. Porque la soja además no se come así, ningún oriental comería la soja así, es de una barbarie sin límites. El asiático la fermenta, hace un procesamiento, una fermentación de la soja. Pero ello explica un proceso laborioso que a veces dura meses o años y han aprendido a desactivar las toxinas de la soja. De lo contrario lo que hay que hacer es someter a una especie de pasterización a una temperatura muy alta y constante a la soja. Y por eso ninguna microempresa está en condiciones de hacer esto.

P. -Si uno está pensando en esto que es trágico, la pregunta es obvia. ¿Qué pasa con el gobierno o el Ministerio de Educación si hoy en muchos canales se está hablando que es el alimento, que en salones comunitarios se le da soja a los niños y se le da leche de soja? ¿Qué está pasando allí entonces?

J.R. -Y que hay una complicidad muy extendida con las empresas multinacionales de semillas. Enormes, enormes complicidades. Lo terrible es que se están comprometiendo en lo que yo denominé hoy "un genocidio alimentario", porque acá han muerto muchos niños y van a morir muchísimos más y el que entra en esta campaña o es idiota o es cómplice. La soja no es un alimento para humanos y en Argentina comer soja es una forma de aceptar el colonialismo, los monocultivos y el rol dependiente como país forrajero.

P. -¿En algún otro país latinoamericano pasa lo mismo que en Argentina?

J.R. -En ningún país. Estados Unidos ha regalado soja transgénica a cuatro países del Africa y se la han rechazado, porque los presidentes de Zambia, de Kenia entre otros, les dijeron que ellos no comían soja transgénica. Bush ha tenido un ataque de iracundia, los ha amenazado con denunciarlos al Tribunal Penal Internacional. Esto pasó hace pocos meses. O sea que estos pequeños países del Africa asolados por el hambre por otras razones, nos han dado un ejemplo. Nosotros estamos provocando cambios irreversibles en la conducta y en la formación mental de nuestros niños porque la soja contiene algo que se llama isoflavonas, son fitoestrógenos, son hormonas vegetales equiparables a las hormonas animales. Que se les recomendaba soja a las menopáusicas porque las regulaba. ¿Cuáles son los efectos sobre un niño? Hay un médico que calcula que en la ración infantil de soja de un comedor de niños de algunos lugares de Argentina se le está dando a cada niño comida por un valor de dos pastillas anticonceptivas por día. ¿Qué creés que puede pasar con ese niño cuando sea adolescente, qué puede pasar con su identidad sexual si ya hay provincias en las que varoncitos tienen mamas, tienen formas femeninas y hay niñas que tienen la regla a los tres años, todas comedoras de soja y bebedoras de leche de soja. Es pavoroso, o sea la soja es un control poblacional, de la ciudadanía. Lo que no hay dudas es que es una alimentación que homogeniza, que baja los decibeles de la crítica, que además te llega regalada, que además llega con un contrabando que ignoramos porque además no pasa por ningún control bromatológico, o sea llega del productor al comedor infantil.

P. -¿Cuál es su reflexión final?

J.R. -Esta lucha contra la empresa más importante del comercio alimentario mundial no sólo abarca la Argentina sino el mundo entero. En este momento debido a que no pueden entrar en Brasil y que la Unión Europea ha puesto un límite de transgénicos de 0,9 para ser aceptados y que ha etiquetado todos productos, están en una situación muy difícil con baja de acciones. Muchos analistas políticos de los Estados Unidos calculan que es posible prever una gran catástrofe de la empresa. Si esta empresa se cae va ha ser muy poderoso el impacto. Lo cual implica que se puede desmoronar la política del presidente Bush, que está jugando con los límites del planeta tierra. Por eso cada comedor, cada persona en la Argentina que se resista a comer soja está poniendo un granito de arena para salvar el planeta. Para salvarlo tenemos que cambiar el paradigma de la agricultura, esta agricultura que tenemos es extractiva, agotadora de todos los recursos, desertificadora del suelo, tenemos que marchar hacia una agricultura con sustentabilidad y además tenemos un mercado tan grande de lo orgánico que es realmente una picardía que no lo queramos aprovechar. Donde hay monocultivos hay hambre. Ojalá que la gente de Santa Fe lo acepte. Nosotros cuando estuvimos en Santa Fe tuvimos ocasión de hablar delante del secretario de Agricultura, que después nos mandó a decir que fue muy interesante, que quedó muy preocupado y que en algún momento se había hablado de tener un diálogo con él que no se dio, pero por lo menos ese día sabíamos que estaba presente y tratamos de llevar preocupación a las autoridades y le rogamos a la gente del gobierno que estaba presente en esta conferencia en el Colegio de Abogados que por favor salvaran los últimos tambos de la industria lechera que aún quedaban en la cuenca lechera de Santa Fe, que la subsidiaran, la rescataran, hicieran algo para que no se perdiera porque junto con la cuenca lechera se está perdiendo un patrimonio genético y una cultura campesina que no vuelve más.

IDIP, Instituto de Investigaciones Periodísticas, Internet, 2-6-03

Comentarios

17/10/2008
soja, por LEO
ESTA RE PIOLA LA INFORMACION PERO ¿ALGUIEN ME LA RESUME?