800 caminatas por la vida en Andalgalá

Idioma Español
País Argentina
Foto: Gerónimo Molina

Desde 2010, el pueblo del oeste catamarqueño marcha alrededor de la plaza central para rechazar el proyecto megaminero MARA, para defender los cerros y los ríos. Crónica del viaje a la ronda 800, viaje a la memoria del territorio. Las voces de vecinas, vecinos e integrantes de la Asamblea El Algarrobo, que construyen otros futuros posibles. ¿Qué son las caminatas sino la manera de habitar el territorio?

En Andalgalá, en el oeste catamarqueño, hace más de 20 años intenta asentarse el  proyecto de megaminería MARA (fusión de las mineras Agua Rica y Alumbrera). De concretarse este proyecto,  el pueblo, sus cerros y ríos desaparecerán. Por eso, desde el año 2010, distintas organizaciones de vecinos y vecinas luchan para lograr que este proyecto se cancele y poder vivir en paz.  En los 15 años de resistencia a MARA, el pueblo de Andalgalá realizo muchísimas acciones para defender sus cerros y ríos. Enormes recitales con artistas nacionales e internacionales, ferias, cortes de ruta, acampes en Buenos Aires,  acciones judiciales que llegaron hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación, amparos y denuncias, y un sinfín más de acciones. Entre ellas, una que destaca son las “Caminatas por la vida”. 

Foto: Natalia Roca

Las caminatas se hacen todos los sábados a las 19 y se convocan en la plaza principal de Andalgalá. A las caminatas van todos los que quieren, los integrantes de la  Asamblea el Algarrobo, los vecinos autoconvocados, las Mujeres del Silencio, los jóvenes, los viejos, los candomberos, los fotógrafos y comunicadores, los creyentes y los ateos, los recién llegados y los nacidos y criados... todos.  El sábado 31 de mayo, el pueblo de Andalgalá celebró sus 800 "Caminatas por la vida". Ochocientas vueltas, ochocientas convocatorias, ochocientas veces de juntarse y caminar. Relean una vez más: ¡800 caminatas para luchar! ¡800 caminatas para defender su hogar!  

A continuación, leerán una crónica de esa caminata. Escrita por un catamarqueño, que vive en la capital de Catamarca, que participó en muchas de estas caminatas por la vida, que lucha contra la megaminería desde hace muchos años y que, sobre todo y ante todo, ama estos cerros, valles y ríos. Desde ese amor y compromiso de lucha, se escriben estas líneas. 

Caminatas por la vida, caminatas con 491 años de historia

Una vez más, voy en mi auto, mi golcito blanco (compañero de cientos de miles de kilómetros de rutas argentinas), hacia Andalgalá. Una vez más, salimos de Catamarca hacia el sur por la ruta 38, en dirección a la Rioja hasta la Quebrada de la Cebila, que nos permite cruzar el Cordón del Ambato y sus 4500 metros de altura. Rodeamos el Ambato hacia el sur por su parte baja, volvemos a retomar la ruta hacia el norte mirando la escarpada cara oeste del cordón montañoso y cada uno de sus pueblitos cobijados al pie: Pomán, Saujil, Colpes, Joyango, Mutquin. A medida que avanzamos, se empieza a ver, cada vez más claro, el gran Apu (montaña sagrada en quéchua) Aconquija y sus siempre, siempre, nevadas cumbres. 

Foto: Nicolás Pousthomis

Viajo en el auto con Juan, documentalista y trabajador audiovisual de Buenos Aires, con larga trayectoria acompañando luchas y resistencias. También viene Claudia, profesora de inglés y traductora, también de Buenos Aires. Hablamos un montón, las tres horas del viaje. De la actualidad, de la lucha docente, del gobierno nefasto de Javier Milei, de los problemas de siempre del país y también de la historia antigua y larga de este territorio. La historia de las resistencias calchaquíes y las rebeliones diaguitas que se dieron acá mismo, en estos cerros que vamos cruzando. Siempre que cuento esa historia, me siento como un vendedor o un evangelista, de esos que cuando hablan siempre te quieren convencer de algo, como quien no puede ocultar cierto fanatismo. 

¿Cómo no hacerlo? ¿Cómo no hablar enfáticamente de una de las mayores resistencias en la historia de América Latina? Permítanme ese fanatismo un ratito y que los lleve al pasado, apenas unos 491 años en el tiempo, para contarles, brevemente, lo que le cuento también a Juan y Claudia mientras pasamos hermosas filas de cardones y pueblos de montaña en la ruta. Entre 1535 y 1555, se dan los primeros encuentros entre los conquistadores españoles y los pueblos indígenas libres que habitaban estas tierras.

De un lado, Diego de Almagro, Juan Núñez de Prado, Pérez de Zurita, Diego de Rojas, los conquistadores que venían con orden de “fundar” ciudades, de “poblar” estas tierras, para explotarlas y producir riquezas para la Corona Española. Del otro lado, pueblos y comunidades indígenas, como los Malfines, Andalhualas, Pomanes, Diaguitas, Pacciocas y Tolombones. Pueblos y naciones con un sistema propio de vida, una lengua, culturas, cosmovisiones, ritos, mitos, artes y, sobre todo, una clara conciencia de su autonomía y libertad, que habían construido a lo largo de la experiencia de lucha, resistencia y negociación con los Incas durante la expansión del Tawantinsuyu (como los Incas denominaban a los territorios bajo su dominio) entre los años previos de 1480 y 1530.

Foto: Natalia Roca

A partir de 1535 son españoles e indios, quienes empiezan a conocerse. Los españoles conocerán lo que es el arraigo, el terruño, el amor por el lugar propio y la valentía de defender el cerro a costa de todo y contra todo. Los indios por su parte conocerán lo que es la violencia ciega del primer imperio asesino que pondrá pie en América, ese que, en el lapso de 100 años, extermino el 70 por ciento de la población de un continente. No hay números que alcancen para poder imaginar semejante genocidio. 

Esos primeros encuentros están llenos de violencia y de una mayoría de victorias para los indios. En 1550 los españoles intentan fundar varios poblados y fuertes, como Barco de Calchaquí I, Barco II en 1551, Barco III en 1552. Todas ellas deben ser abandonadas o trasladas por la defensa férrea de los indios que impide a los españoles instalarse en su territorio. Entre 1558 y 1562 se dan nuevamente enfrentamientos entre Pérez de Zurita y el primer gran cacique y líder indígena del que tenemos noticias en esta época: Juan Calchaquí, cacique del pueblo Tolombón.

Nuevamente, algunas ciudades son atacadas y los españoles son expulsados del territorio indígena. Otros asentamientos españoles perduran, como Londres de la Nueva Inglaterra, fundada en 1558, que hoy sigue llamándose Londres y se ubica en el departamento catamarqueño de Belén. Frente a la plaza principal de Londres, un gran mural “celebra” que esta ciudad sea la segunda fundación más antigua del mapa argentino. Luego de este primer periodo de enfrentamientos, los españoles se retiran de los valles hacia las llanuras y algunos poblados más seguros para ellos.

Foto: Nicolás Pousthomis

No obstante, unos años después reorganizan sus ejércitos para volver a la carga. Así se produce el “Gran Alzamiento” de los años 1630 y 1643. En este periodo, un nuevo gran líder, el cacique Juan Chelemín, logra confederar a todos los pueblos indígenas del valle y organiza una gran lucha y resistencia para seguir viviendo de manera libre y autónoma en sus territorios. Estas luchas abarcan pueblos, montañas y valles desde La Rioja hasta Jujuy, a la lo largo de toda la cordillera. 

Juan y Claudia escuchan atentamente mi euforia historicista sobre las famosísimas guerras Calchaquíes y la resistencia diaguita mientras miran el paisaje y ceban mate. No solo les cuento detalles históricos de estas luchas, o el devenir de la resistencias indígenas de Latinoamérica, que se dieron de manera ininterrumpida desde el inicio de la conquista hasta hoy, con particular énfasis entre 1500 y 1800, donde podemos encontrar al menos una gran rebelión cada 30 años en todo lo que es el territorio andino. También, me detengo en aspectos filosóficos de esa lucha. Creo, y sobre esto conversamos largo y tendido durante los dos días en Andalgalá.

Foto: Gerónimo Molina

Caminatas con memoria y territorio

Solo a través de la cosmovisión andina se pueden comprender estas luchas, las de 1550 y las de 2025. Y para comprender esa conexión hay que escarbar, hay que meterse a las entrañas de la tierra, en sus raíces mismas. Para muchas personas, "tierra" es sinónimo de "pacha". De ahí la conocida palabra “pacha-mama”, “madre-tierra”. Sin embargo, el concepto "de "Pacha" es muchísimo más trascendental y esencial que la idea de tierra. Pacha, dicen los filósofos andinos y aimaras, es un concepto que expresa un orden, un equilibrio, una dualidad. La dualidad del espacio y el tiempo. Pacha es espacio-tiempo.

¿Y que es el tiempo? La posibilidad de recordar el pasado, de sentir el presente y de imaginar el futuro. El tiempo es la memoria, la memoria ancestral del pasado y la memoria utópica del futuro. ¿Y el espacio? El espacio es el territorio. No la tierra como suelo para vivir. No, el territorio es la manera de habitar un suelo. Es la manera de cultivarlo, de caminarlo, de comprenderlo. Territorio significa, la manera en que humanos y no humanos, muertos y vivos, ancestros y deidades, conviven en un momento único, en un espacio-tiempo singular, creando una manera única de vivir, de existir, de cantar, de bailar, de ritualizar, de comer, de vestirse y de organizar la sociedad con principios éticos y políticos. 

Ese vínculo entre espacio y tiempo fue lo que intento destruir la conquista.

Foto: Susi Maresca

La conquista imperial española quería separar espacio y tiempo, y busco, a toda costa, romper la relación entre territorio y memoria. Porque sabían, que ese vínculo era la clave de la resistencia indígena. Sabían que, si separaban a los indígenas de sus territorios, lograrían destruir sus culturas, sus lenguas, sus cosmovisiones. Y, efectivamente, eso fue lo que hicieron, emprendieron un gran proceso que la historia crítica llama hoy las “desnaturalizaciones”. Una palabra que nadie conoce pero que esconde una historia que todos conocemos: la del pueblo Quilmes, cuyo territorio estaba en los Valles Calchaquíes (hoy  Tucumán), y que, a fines del 1600, fue traslado al extremo sur de la frontera del Virreinato (hoy Quilmes, Buenos Aires).

Pensando entonces en esa larga historia de luchas y resistencias, y pensando esa cosmovisión entre espacio y tiempo, voy frenando, mientras pongo tercera para agarrar la rotonda que bordea el ingreso a Andalgalá, y pregunto al aire:

¿Qué son las caminatas por la vida, sino la reactualización de ese vinculo entre espacio y tiempo? ¿Qué son las caminatas sino la manera histórico, política, indígena, andina, local de habitar el territorio? ¿Qué son las caminatas del pueblo de Andalgalá sino el ejercicio de la memoria utópica del futuro? ¿Qué son las 800 caminatas del pueblo andalgalense, sino el puente directo a las caminatas de Juan Calchaquí y Juan Chelemín? ¿No son las caminatas una forma de vivir la cosmovisión de los cerros y los cóndores, de los cardones y los ríos? ¿Acaso las caminatas de hoy, como una manera de ejercer la memoria del territorio, no son una muestra de la continuidad del pueblo de Andalgalá, que pertenece a estas tierras hace mas de 491 años? 

Me quedo en silencio mirando el semáforo en verde, mientras las preguntas retumban en el auto, se escapan por las ventanillas y se van directo a la plaza, donde ya se empieza a juntar la gente. Tal vez ahí, entre caminata y caminantes encuentren alguna respuesta.

Foto: Brian Chayle

800 caminatas con testimonios de memorias de vida

Hace frío en la plaza central de Andalgalá. Sobre el gran escalón del mástil se ubican varios micrófonos de pie y, a cada lado, uno grandes parlantes, consola e instrumentos. Sobre el piso más de 30 carteles con frases, consignas y dibujos adornan el escenario. En un rato, cuando termine la música y la lectura de documentos cada uno tomara uno de esos carteles para acompañar la caminata. Ana Radusky es artista, tejedora, extrabajadora en el área de Derechos Humanos nacional, desmantelada desde la llegada de La Libertad Avanza. Ella conduce junto a Eduardo y Enzo Brizuela, los tres son parte de la Asamblea El Algarrobo. Enzo es también lutier, artesano y comunicador social en la radio El Algarrobo, radio comunitaria fundada por la asamblea para amplificar la lucha.

Foto: Juan Alaimes

No faltan mensajes y cartas que llegan de todo el país saludando a la Asamblea El Algarrobo por sus años de lucha ejemplar, por sus redes tejidas de punta a punta del país uniendo todas las luchas extractivistas. Tampoco falta el arte, cantores y musiqueros, que se han pegado el viaje solo para estar tocando en estas 800 caminatas. Se conversa y se hace memoria. No solo en el micrófono, sino en la plaza misma. Hay abrazos, reencuentros, charlas, asambleístas y militantes, activistas y productores. Todos encontrándose y arrimándose para largar la caminata. 

María Zoi, de las Mujeres del Silencio (otro de los colectivos que hace años camina y lucha), va pasando entre la gente con una pava enorme de café calentito. Detrás de ella viene Daniel "el profe" Sosa, de la Asamblea El Algarrobo, ofreciendo un chorro de aguardiente para el café. Imposible decir que no. Es la combinación justa para pechar el frio que va cayendo en estas tierras de alta montaña. Cuando deja la pava, y se puede sentar un segundo, le pregunto a María si se acuerda de su primera caminata. Me dice que se acuerda que ella venía bajando de La Aguada, comuna cercana a Andalgalá, y, al frente, de la escuela normal vio una marcha. "Pasó una cola de gente, pasó un tractor con botellas de agua sucia. Me llamó la atención y dije, acá me cuelo. Pasé la soga y seguí detrás de todos. Esa fue mi primera vez". 

Foto: Juan Alaimes

Este recuerdo me lo cuentan dos veces durante la caminata. El tractor con botellas de agua sucia atadas y arrastradas cual cola de novia, pero denunciando el matrimonio de la minera con la contaminación. Así eran las primeras caminatas, con gente que se metía de una, que simplemente se hacia parte. Le pregunto a María por todo lo que paso desde aquella primera caminata hasta hoy, por las cosas buenas y las malas: "No tengo malos recuerdos, se han desvanecido muchas cosas adentro mío y no le opongo fuerza. Tal vez por mi resistencia, acostumbrada, tengo que seguir hasta donde más pueda". 

Foto: Juan Alaimes

El que también se acuerda del tractor es Aldo Flores, docente, jubilado, futbolista, guitarrista, gran hacedor de dulces y mermeladas. Conocido por recibir a cientos de miles de activistas, documentalistas y reporteros en la generosidad de su hogar en Chaquiago. Él junto a Enzo Brizuela estuvieron  detenidos en 2022 con una causa abierta por protestas contra MARA. Aldo cuenta: "En las primeras caminatas éramos 3 o 4 y caminábamos por la vereda de acá, por la parte de adentro de la plaza, no caminábamos por la calle porque éramos muy poquitos. Entonces llevábamos un cartel o dos. Yo llevaba un cartel adelante y otro atrás".

Varios comparten este recuerdo, ser poquitos cuando comenzaban, y marchaban por un costado de la plaza, no como ahora que pueden marchar por distintas partes de la ciudad cortando calles enteras. También se acuerdan, que las primeras caminatas de protesta no eran organizadas por ellos, sino que se colaban en caminatas o festivales de gobierno y ahí levantaban los carteles contra las mineras. Eso ponía muy incomodos el intendente, que en el primer año era José Perea (Partido Justicialista) y sus funcionarios. Pero claro, con el tiempo los de la municipalidad se dieron cuenta y empezaron a prohibirles colarse y protestar en las marchas oficiales, ahí empezaron a organizar sus propias caminatas.

"Mi primera caminata fue cuando todavía iba a la escuela en el año 2000 o 2001. Las caminatas por la vida no eran semanales y todavía se hablaba de los 15 o 10 'loquitos' de la plaza. Me acuerdo que fue un 12 de julio, que se conmemora la fundación de Andalgalá. Yo era re tímida, pero los vi caminar y sentí como un llamado. Pese a mi timidez, me uní a esos loquitos y caminé… Para mí fue un despertar, tomé conciencia de lo hacían para marcar que no hay licencia social para la megaminería. Fue un llamado de adentro, los ecos de Chelemín", cuenta la docente y periodista Ana Chayle.  

De esas primeras caminatas, de esa época naciente, también se acuerda Jorge Ramos, músico y compositor, integrante de La NN, una banda emblemática de la lucha en Andalgalá.  "Me acuerdo de las asambleas previas a la primer caminata, que era una situación nueva, había que organizar, buscar sonido, invitar a todos los distritos. Fue una emoción muy grande, muy intensa, ver movilizado al pueblo. Fue una señal de que estábamos en lo correcto, que ya era el momento de manifestarse de otra manera".

Foto: Brian Chayle

Desde la plaza de Andalgalá, desde abajo por el bienestar, la salud y el futuro

En Andalgalá ya son pocas las miradas de vecinos que creen que los de la plaza son unos pocos "loquitos". Ya nadie duda por qué hay que marchar, ya nadie cuestiona a esos vecinos. Andalgalá, Catamarca, Argentina y el mundo entero saben del modelo de explotación que representa la megaminería y sobre sus consecuencias. Rita Costelo es de  Choya, un pueblo rural de Andalgalá que también se levantó contra MARA. Rosa camina al final de la fila, con la lentitud por sus largos años, y sostiene la punta una bandera de argentina.

"Me sumé a las caminatas por la vida por el agua de nuestro departamento, porque fuimos avasallados por el gobierno de Raúl Jalil, cuando mandó a derogar un decreto en el que declarábamos como patrimonio de la naturaleza al cerro del Nevado. Y, bueno, entraron ellos a punta de pistola con la policía", recuerda Rosa sobre la  represión ocurrida el 3 de mayo de 2022. "No queríamos que toquen Campo Grande, pero sí pasaron igual. Esas son las nacientes del río Choya, los destruyeron todos, así que por eso es mi lucha y la caminata, porque sabemos que el emprendimiento MARA es muy contaminante y está muy cerca de nuestro pueblo. Queremos vivir sanos, libres de contaminación, esa es nuestra lucha y no vamos a parar hasta que se vayan", asegura Rosa.

Un tiempo después de aquella represión en Choya, Enzo estuvo presente en el Aula Magna de la Universidad Nacional de Catamarca, en el marco de unas jornadas académicas, donde sacó una pequeña bolsa transparente de su mochila, la apoyo en la mesa y, mientras exponía la historia de la larga lucha de Andalgalá, uno a uno fue sacando los cartuchos de bala que habían quedado regados por todo Choya. Por cada cartucho había preparado una frase, para afirmar y reafirmar, quienes son los violentos y de donde viene siempre la violencia.

Foto: Juan Alaimes

Escuchar una y otra vez los audios de Andalgalá me emociona. Pasan los años y siempre me emociona. Vuelvo a calentar agua y agarrar el teléfono y las notas que traje. Tengo muchos mensajes de León Cecenarro, otro de los que camina y lucha desde los inicios. En su caso, esos inicios se remontan mucho tiempo atrás, a la época de la dictadura cuando fue un estudiante detenido y preso. Entre sus mensajes, me envía la  canción "Algarrobo", que él compuso y a la que Bruno Arias le puso música y vida. En la pausa de la escritura pongo la canción, vuelvo a ver también algunos viejos videos, de caminatas anteriores,  caminatas multitudinarias.

Eso también aparece en la memoria de estas 800 caminatas, el recuerdo de grandes y multitudinarias caminatas. Jorge, Enzo y Vanesa Stornini, otra de las integrantes de la asamblea, lo mencionan. Sin embargo, cuando les pregunto que es lo que más se acuerdan o cuáles caminatas fueron las más importantes, todos coinciden (sin saberlo) en una misma respuesta, que sintetiza Jorge:  "Nunca importó el frío, nunca importó el calor. Hemos caminado bajo la lluvia, hemos caminado con nieve. Hemos caminado en situaciones muy extremas, no sé si de miedo, pero en las que sabíamos que estábamos siendo observados por todos lados y, sin embargo, creo que eso tienen las luchas colectivas, que pueden estar pasando un montón de cosas, pero cuando es colectivo la situación es fuerte y hay compañía. Eso siento en todas las caminatas desde la primera".

Foto: Juan Alaimes

Lo mismo cuenta Melina Zocchi, trabajadora social y técnica  despedida del Instituto Nacional de Agricultura Familiar, Campesina e Indígena. "Todas las caminatas por la vida, todas tienen su importancia. Porque todas tienen cosas especiales. Incluso las de la pandemia e incluso las de lluvias torrenciales. Todas son especiales", afirma. A lo largo de los años, se ha ido sumando gente: los de Andalgalá y los que vinieron de afuera y eligieron el pueblo y sus cerros para vivir. Vanesa es profe de inglés y cuenta que ella llegó a Andalgalá cuando las "Caminatas por la vida" ya contaban 400.  

"Se puede pensar que las más emocionantes son las más multitudinarias, pero a mí me emociona un día de frío y lluvia, que somos seis tapados bajo un plástico y caminamos igual y nos reímos y todo. Obviamente, en fechas como esta, cuando viene gente de otros lados a acompañar, se siente la unión que nos da indicio de que estamos por el buen camino", explica.  

No todos pueden estar presencialmente en la caminata. Tal vez atareados por la vida diaria, el trabajo y los hijos. Por eso, a Rosita Farias, histórica integrante de la Asamblea El Algarrobo, le mando un audio. Le digo que todos la extrañamos en la caminata y que, por favor, me mande un audio para esta crónica. Rosita, maestra, jubilada, brava luchadora, generosa y tierna, me manda audio: "Comenzamos caminando jueves y sábado, por mucho tiempo. Hasta que quedó establecido el sábado… La mayoría éramos docentes, sabíamos hacer un acto, aunque sin mucha estrategia: el himno, la noticia y caminábamos", recuerda.

Foto: Juan Alaimes

Las palabras de Rosita conectan con la lucha docente actual y con el hecho de que siempre, pero siempre, en todas las asambleas, hay docentes llevando adelante la lucha. Docentes y trabajadores, trabajadores y jubilados, siempre los de abajo, pero no los de abajo por ser los “necesitados”, los pobres, los que menos tienen y menos ganan. Los de abajo, porque son los solidarios, los que piensan en el bienestar social, en la salud y el futuro. 

Mientras caminamos la segunda vuelta a la plaza, mientras vamos paso a paso, completando la vuelta número 800, le pregunto a la Melisa:

—¿Cuántas caminatas va a haber que hacer hasta que se vaya el proyecto Mara? 

Me mira raro, como si no entendiera la pregunta, o si le pareciera una mala pregunta. Camina unos pasos más y me responde:  

—Creo que la vamos a sacar a Mara, pero además vamos a tener que seguir caminando. La lucha no se va a terminar. Cuando no caminemos por nosotros, vamos a caminar por nuestros hermanos en el norte, por otros territorios, porque es una lucha que no se va a terminar nunca… Acá caminar es resistencia, también es lucha, también es esperanza, también es solidaridad. Hoy, más que nunca, es contrahegemonía, es construcción de algo distinto. Es la perspectiva de que sí es posible un presente y un futuro mejor.

Termino de escribir esta crónica el 4 de junio de 2025, en Buenos Aires. Hay una gran marcha. Las noticias dicen que se juntan los jubilados, los trabajadores de la salud, los docentes, los despedidos, las personas con discapacidad. Yo diría, simplemente, que se juntan los de abajo, los que luchan por algo que va más allá de lo propio, por el futuro colectivo, por la esperanza para todos. El 4 de junio, se celebra también los 155 años del fallecimiento de Felipe Varela, el "Quijote de los Andes", el “Caudillo olvidado” de Catamarca. Pienso en la lucha de Felipe y sus montoneras de pobres e indígenas, los mismos que luchaban con Chelemín y Calchaquí, los mismos que luchan y caminan hoy. Todos unidos por una misma lucha, unidos por un mismo espacio-tiempo, unidos por la pacha, unidos por la memoria y el territorio.

Foto: Brian Chayle

Fuente: Agencia Tierra Viva

Temas: Defensa de los derechos de los pueblos y comunidades, Minería

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