Buscan producir biocombustibles cuando faltan alimentos

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Mikel Kormenzana hizo un alto en su trabajo, la transformación de fruta en mermeladas, para hablar con GARA de lo que está pasando con el agro, ahora que sólo se habla de transformar el sector para producir biocombustibles, y sin embargo hay necesidad de alimentos en los mercados

En los últimos días el sindicato agroganadero EHNE ha denunciado las subidas que registran precios de alimentos básicos, que como siempre, se dejan sentir en el bolsillo del consumidor pero poco o nada repercuten en la economía de los productores. El fenómeno, según explica, va más allá de las leyes de mercado y es consecuencia directa de intereses políticos y de multinacionales, en un contexto internacional de escasez de alimentos, en el que lo que preocupa a EHNE es la fiebre por producir agrocombustibles aún a costa de cargarse cosechas de alimentos en una coyuntura de necesidad. Destaca, en este sentido, el constante crecimiento que está experimentando el consumo por habitante y año en países como China. Kormenzana no es optimista sobre el rumbo que tomen las políticas europeas, aunque afirma de forma tajante que con voluntad política es posible un sector de calidad en Euskal Herria.

EHNE ha llamado la atención sobre la subida que registran alimentos básicos como el pan o la leche, ¿qué está pasando?

La subida de los cereales ya se venía viviendo los pasados cuatro o cinco meses, pero sobre todo lo que está subiendo son los precios de los piensos, que es lo que afecta en particular a los costes de producción tanto de carne como de leche.

¿A qué se debe?

Hay una coyuntura internacional, en la que China consume más cereales de los que produce. El consumo por habitante y año ha aumentado también en lo que respecta a la leche y eso supone una demanda tremenda. Además, hay que tener en cuenta el comportamiento del mercado, donde se intenta conseguir el mayor rendimiento y el mayor beneficio. Lo que está ocurriendo es que hay muchos almacenistas que están viendo un posible negocio en los biocombustibles y lo que están haciendo es retener las producciones en los almacenes. Eso lleva a un aumento del precio que no se corresponde a una situación real de desabastecimiento del mercado y eso ocurre porque ya no hay una herramienta pública de control del mercado.

La lectura que se hace en cuanto a la subida del cereal en principio es buena, porque ha subido entre un siete y un diez por ciento, que no es mucho, porque estamos hablando de precio a productor, lo que pasa es que las industrias aprovechan a vender con esa subida y subir mucho más los productos terminados, o sea a los piensos y la harina que va al pan, luego ¿al final quién es el que más se beneficia? las industrias y los intermediarios.

¿Y qué pasa con la leche?

Con la leche pasa algo parecido. Hay una situación general en la que Australia y Nueva Zelanda, que son dos productores muy grandes a nivel mundial de leche en polvo, han tenido una sequía muy fuerte, y han tenido que secar las vacas. China aumenta su consumo, mientras en Europa las reservas de leche en polvo se han desmantelado y ahora, cuando hay una carencia en el mercado mundial, las industrias europeas que desde hace muchos años no transformaban la leche en polvo se ven obligadas ahora a hacerlo en grandes cantidades y eso hace que aumente el precio de la leche, pero ese precio aumenta entre un siete y un diez por ciento para el productor, pero para el consumidor se está hablando ya de un cuarenta por ciento. No es lo mismo un 7% partiendo de las 50 pesetas a las que estaba el litro de leche al productor, que un 40% partiendo del precio al consumidor, que eran 120. Entonces, aquí quien se lleva el pastel sigue siendo las industrias y las distribuidoras.

¿Qué lectura hace el sector de esta crisis en el mercado?

Desde el sector hay una lectura de que llevamos 20 o 25 años con precios estancados que no cubren prácticamente costos, y vemos que esas subidas se están traduciendo en aumento de costes para los productores, ganancias para las industrias y precios más altos para el consumidor. Al final, la subida en el precio de la leche no representa nada para el productor por la subida tan grande en los cereales, o sea, en los piensos.

El boom de los biocombustibles es la otra cuestión que aparece ligada a la transformación de la agricultura.

Las dos grandes cuestiones que estamos denunciando son los biocombustibles y el desmantelamiento de la política agraria, porque tenemos una política agraria en la que se están primando subvenciones a la no producción y que está desmantelando sectores en una coyuntura mundial de mayor demanda de alimentos. A esto se une que vamos a destinar lo que eran alimentos a producir energía, con lo cual se van a desabastecer más los mercados de alimentos, y eso aquí afectará a nuestros bolsillos, pero en países del sur va a afectar a la alimentación y va a producir crisis como la del año pasado en México del maíz, e incluso en mayor medida, porque ya se están destinando muchas más hectáreas de las que antes se destinaban a alimentación a cultivar soja, palmito, colza, maíz, caña de azúcar o remolacha, para producir energía. Además, están vendiendo esto como una solución para el sector agrario cuando no es cierto. Los productores queremos seguir produciendo alimentos de calidad, que cubran los costes de producción y con precios justos para el consumidor.

¿Qué intereses hay detrás de los agrocombustibles?

Hay intereses de las industrias energéticas, automovilísticas y hasta de las grandes compañías agroalimentarias. Este es un gran fraude, ya que ni energéticamente es rentable, porque todos sabemos cuánto petróleo se necesita para conseguir un litro de aceite para mezclar con el agrocombustible, que es prácticamente uno a uno. ¿Qué sentido tiene que la política europea destine esfuerzos a incentivar la producción de biocombustible y no a la reducción del consumo energético?, porque lo sostenible es una actividad agraria ligada a la producción de alimentos y políticas energéticas dirigidas al ahorro, no a la producción de combustibles que generan dinámicas perversas que favorecen la desaparición del sector agrario y acrecentan problemas alimentarios, y de otro tipo, como la introducción de transgénicos, eliminación de selvas tropicales, problemas políticos y sociales por abandono del sector de agricultores, o en zonas del sur, expropiaciones a campesinos por parte de multinacionales...

Aquí mismo hay ejemplos. Este año, Eroski ha obligado a todos los productores a embolsar hortalizas que antes vendían directamente. Eso ha llevado a un descenso del consumo de lechugas, por ejemplo, porque la gente prefiere productos más naturales. Pero a nivel de productores, lo que ha pasado es que han tenido que hacer una grandísima inversión y además el consumo energético de petróleo para la producción de plástico y el coste en mano de obra se han disparado. ¿Qué sentido energético, medioambiental o desde el punto de vista de la sostenibilidad tiene que se impulsen este tipo de políticas?

¿Cómo se presenta la apuesta por la producción de biocombustibles en Euskal Herria?

Como en toda Europa, como una alternativa al cultivo de remolacha y de determinados cereales, como una alternativa a la crisis en cultivos extensivos en Araba, cuando todos sabemos que a corto o medio plazo ésta no es una solución, sino un problema más gordo.

EHNE lleva un montón de años planteando que los agricultores que están sufriendo las crisis antes en la patata y ahora en la remolacha se pueden reconvertir en productores de proteína para nuestros animales, porque ahora somos completamente dependientes de la proteína estadounidense o americana. ¿Por qué no reconvertimos a nuestros agricultores en productores de forrajes y de proteína vegetal para no ser tan dependientes de esa materia prima extranjera, para hacer un uso más racional de la energía que no tiene que ser transportada y para que al final unos sectores que están en crisis puedan ser rentables y puedan seguir siendo agricultores? La apuesta de EHNE siempre ha sido que se produzca el máximo de producción forrajera en la propia explotación, y lo que no se produzca lo más cerca posible y si ahora en Araba hay una serie de sectores en crisis, mientras en Bizkaia o Gipuzkoa hay necesidad de forrajes y proteína, ¿por qué no la producimos allí?, porque sigue habiendo intereses de determinadas industrias de promocionar otro tipo de agricultura y fomentar un consumo energético que no es ni lógico ni sostenible.

Nerea GOTI

«Las instituciones ni siquiera nos reconocen como a trabajadores, porque tienen el discurso perdido»

En este contexto mundial, ¿es posible un sector con una dinámica al margen de las políticas mundiales?

Por supuesto. Tenemos productores y consumidores, que además aprecian la calidad de nuestros productos. Lo que necesitamos es vehiculizar las redes de comercio directo y cercano, sin olvidarnos del pequeño comercio que es una clave para las economías locales y la vida de nuestros pueblos. Esa es la mejor política, que producción y consumo sean lo más próximos posible, porque influye en menor costo energético y mayor sostenibilidad. Lo que hace falta es voluntad política, y hasta ahora las instituciones de Hego Euskal Herria han seguido a pies juntillas las políticas que impulsan Europa y la OMC, porque siguen creyendo en la industrialización de la agricultura y en que el sector tiene que estar en una continua reestructuración y una continua pérdida de empleos. Destinan una parte muy importante de los presupuestos de agricultura a la investigación y el desarrollo, pero en tecnología, ni un duro a investigación en modelos de agroecología, o a otros modelos de desarrollo de la producción más cercanos a nuestra realidad.

¿Qué hay de las tremendas cifras de desaparición de productores?

En la producción de leche, en poco más de quince años hemos pasado de 12.000 explotaciones a menos de mil. Durante 30 años hemos estado sometidos a precios injustificados e insostenibles y a leyes que han impuesto para impedir, por ejemplo, la venta directa de leche o su transformación. No hay más que ver que aquí no hay ni un sólo queso de vaca o muy poquitos, mientras en Cantabria o en Asturias hay más de 300 variedades. Aquí ha habido políticas que han impulsado una gran industria, que lo que ha hecho es destruir la producción. En los últimos 5 años en Europa han desaparecido más de dos millones de vacas de leche. Sindicatos e instituciones no coincidimos muchas veces en los análisis, y además, ni siquiera nos reconocen como trabajadores. Cuando se habla de que la Volkswagen se va, preocupa la pérdida de miles de puestos de trabajo, pero ¿cuántos se han perdido en esas explotaciones que han desaparecido? Esos también son empleos y eso también genera economía, pero los políticos no quieren plantearlo así porque saben que tienen el discurso perdido. N.G.

Gara, País Vasco, 13-08-07

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