Argentina: soja para hoy, hambre para mañana

Idioma Español
País Argentina

Argentina está entre los principales productores de cultivos transgénicos. Esto se debe a la estrategia de las semilleras implicadas. Pero el panorama interno es oscuro y de futuro incierto

La soja avanza y se extiende más allá de las fronteras tradicionales de la agricultura argentina. El fenómeno de la “sojización” apareja una serie de interrogantes de fácil respuesta y desprende un abanico de consecuencias no del todo beneficiosas para las economías locales y regionales.

La industria biotecnológica asegura que los cultivos transgénicos brindan mejores rindes y que insumen menor cantidad de herbicidas. En cambio, el gran aumento productivo de la soja en Argentina se debió al incremento progresivo de las superficies cultivadas, mediante el corrimiento de las fronteras agrícolas hacia terrenos ajenos a la agricultura. Como los bosques.

El monocultivo sojero se fue adjudicando de manera progresiva un gran porcentaje de las millones de hectáreas destinadas a la producción agropecuaria, y de este modo disminuyó por lógica el espacio de otras especies tradicionales como el trigo, maíz, girasol e inclusive de la ganadería en el corazón pampeano argentina.

Existen varias razones para que el crecimiento fuera tan abrupto y desmedido, y entre ellas se puede enumerar que el cultivo es el más fácil de producir, que los productores pueden guardar sus propias semillas, que los réditos son elevados y por eso el fenómeno no cesa.

Esta lógica de rentabilidad de alta seducción lleva a un resultado de “soja para hoy, y hambre para mañana”, palabras del Ingeniero César Spagnuolo de la Oficina de Información Técnica del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) en Henderson, con quien APM conversó.

Con la fuerte irrupción de la soja, el escenario productivo agroalimentario se polarizó y son cada vez menos los que obtienen mayores ganancias, al mismo tiempo que aumenta el número de los que menos ganan.

Este es uno de los perjuicios, sumado a que en un mediano plazo los suelos comenzaron a resentirse de manera alarmante por la pérdida de estructura orgánica, de porosidad y de riqueza biológica. La única solución sería el desarrollo de planteos de rotación que incluyan a otros cultivos y permitan la sustentabilidad y la conservación de los suelos.

El inconveniente primario es la compactación, que se manifiesta en la pérdida de la porosidad del suelo, y afecta a la vida microbiana, fundamental para el desarrollo de todos los procesos biológicos que generan la fertilidad mediante la descomposición de la materia orgánica y nutren a las plantas. “Es la falta de aireación, que deriva en un menor desarrollo de los cultivos y en impedimentos para poder lograr una agricultura o una ganadería rentable”, indicó el Ingeniero Agrónomo Guillermo Rossi.

Un suelo se compacta por orígenes naturales inevitables o por consecuencia de malos manejos derivados de la actividad humana, pero la recuperación es un proceso que depende de las características propias de cada terreno, y por ejemplo los suelos arcillosos demandan de períodos más prolongados y de procesos más complejos que los arenosos.

“La salinización es un problema al que no se le ha encontrado una solución, y si la hay es de altísimo costo”, sostuvo Spagnuolo. Eso se debe a que una alternativa es hacer sistemas de drenajes internos y lavados de los suelos, lo cual es imposible en la agricultura pampeana. Es un método que se lleva a cabo en países donde las parcelas son más chicas y se depende de manera exclusiva de la productividad de las tierras.

“Hay que convivir con la salinización, respetar el problema del terreno, y adaptarse a la aptitud de ese suelo”, aseguró Spagnuolo. Los técnicos recomiendan dejar intactos a este tipo de suelos, no someterlos a labranza, y sólo en determinados casos sembrar en forma directa.

La salinización contribuye a la desertificación, al igual que otros factores tales como la erosión eólica que vuela la capa fértil.

Por otro lado, la acidificación se produce por excesos de agricultura, por abusos con los fertilizantes, y provoca que la vida del suelo se vea resentida, que los nutrientes no estén disponibles para las plantas y que por lo tanto no crezcan los cultivos.

“Esa es una situación extrema, y hablamos de suelos casi muertos”, sostuvo el técnico del INTA.

El cultivo de soja, es altamente extractivo de nutrientes fundamentales como el nitrógeno, fósforo, calcio, potasio. Algunas mediciones del INTA, dan cuenta de pérdidas significativas de nutrientes inclusive de un año para el otro.

Es la parte menos agradable de los índices de cosecha, porque la soja se lleva en sus granos, entre el 60 y el 80 por ciento de los nutrientes que absorbió la planta durante su desarrollo.

Otros cultivos, como el maíz, le aportan mucha más materia orgánica a la tierra que la soja, y de aquí surge la propuesta de rotación para pensar en el cuidado y la sustentabilidad del recurso.

El colmo de los males son los pooles de siembra, que conspiran contra la ruralidad y afectan a los pequeños productores que subsisten en el campo. La problemática se enraíza en que hay cada vez menos minifundistas y en que se va concentrando la producción en pocas manos.

“Esta nueva figura tiene una tendencia a no diversificar la producción, a manejar un solo cultivo y en este caso el elegido para esta época es la soja”, señaló el Ingeniero Agrónomo Guillermo Rossi, quien amplió respecto de la temática y deslizó que, “después de muchos años de monocultivos de soja, y en suelos arenosos con poca materia orgánica, nos pueden dejar un desierto”.

Estas corporaciones de capitales golondrina, alquilan campos a precios útiles para los dueños que obtienen una buena renta sin necesitar esforzarse con trabajo diario. Desde el punto de vista de los ingenieros del INTA, que trabajan en Agencias de Extensión Rural en el desarrollo de pequeños productores agrícolas, el fenómeno de la soja sólo favoreció a los grandes productores.

El drama a corto plazo es comercial, porque los pooles alquilan las tierras pero utilizan sus propias maquinarias e insumos. En síntesis, no compran productos, no alquilan herramientas, ni ocupan mano de obra de las comunidades.

“Se favorece gente que no tiene nada que ver con el campo, porque ponen dinero en un pool de siembra en vez de dejarla en el banco, y le sacan una rentabilidad en 6 ó 7 meses, mucho mayor”, explicó César Spagnuolo. Esto contribuye a que cada vez se cultiven más extensiones con soja.

El gran inconveniente a largo plazo, es que su manejo es intensivo, porque necesitan obtener grandes cosechas en los lapsos más cortos posibles. Esto, genera un gran perjuicio para los suelos, el posterior empobrecimiento y todas las consecuencias antes enumeradas, como compactación, acidificación, salinización y desertificación.

El Ingeniero Rossi manifestó que sería conveniente una reglamentación basada en varios puntos fundamentales. El primero sería, -sostuvo- “la rotación obligatoria de cultivos, donde deba figurar una exigencia de no hacer monocultivos. De esa manera tendríamos más cultivos como el trigo y el maíz que generan un gran aporte de volumen de rastrojos y de materia orgánica que enriquece al suelo”.

Por otro lado, el técnico recomendó como arista central, que la “utilización de agroquímicos se efectúe en dosis de control porcentual y no de aniquilación total”, y agregó, “es un concepto que demanda educación para los productores, los dirigentes y sobre todo los técnicos que deben gerenciar cultivos”.

Sobre esta cuestión, hizo hincapié en la protección de la horticultura comercial y familiar. “Cuando la agricultura se hace en gran escala por los pooles y con la velocidad que esto requiere, hay que tener muy en cuenta todo lo intensivo y semi intensivo que rodea a una ciudad y a todos los montes de los campos que son sobrevolados con productos, porque ahí hay una agricultura familiar que permite vivir. Por lo tanto hay que tener conciencia y respeto por los demás”, aconsejó.

Hace años, incluso se puede hablar de décadas, que las economías familiares de subsistencia dejaron de ser la base del movimiento agropecuario en la pampa húmeda, y ahora el fenómeno se traslada a otras regiones donde los pequeños productores son lo más representativo del sistema productivo.

Con la tecnificación de las herramientas, la lógica de subsistencia de los pequeños minifundistas se ha ido orientando de manera obligada hacia el fenómeno de los alquileres, que de todos modos son convenientes.

Los contratistas y quienes manejan las maquinarias que hay disponibles para las tareas de siembra y cosecha –entre otras–, optan por abocarse a los trabajos en grandes latifundios y por lo general ni siquiera consideran los pedidos de los pequeños productores, que sin otro remedio deben alquilar a quienes de uno u otro modo no solo manejan grandes extensiones sino también los servicios.

No hay que dejar de lado, que los alquileres terminan conviniendo porque otorgan buen dinero, pero que a la vez los propietarios de la tierra dejan de ser productores.

“Los dueños de los campos, dejan de ser productores, y es muy difícil determinar si volverán a serlo”, aseguró Spagnuolo, técnico asesor del INTA.

“Los pooles generan crecimiento de unos pocos, en vez del desarrollo de muchos”, manifestó el ingeniero, que enumeró varios de los perjuicios mencionados. “Generan un uso abusivo e irracional del suelo, tienen un comportamiento netamente antisocial porque no dejan nada en la comunidad, hacen perder cultura del trabajo a la gente, y utilizan tecnología de punta en maquinarias que prescinden de empleados”, dijo.

El INTA habla de desarrollo cuando el crecimiento se lleva a cabo con equidad, cuando hay distribución de las riquezas, de los recursos, de las ganancias, y en el sistema como está, se evidencia una exclusión muy notoria. “Por eso el INTA se ha comprometido durante los últimos años en la temática de desarrollo rural, local, territorial, que tiene que ver con el crecimiento equitativo, la sustentabilidad, el cuidado del ambiente y todas esas cuestiones”, explicó Spagnuolo.

Para nada optimistas los especialistas en el tema, aseguran que mientras el monocultivo sojero siga siendo un gran negocio, el escenario se mantendrá tal cual se presenta hoy e inclusive con posibilidades de expansión.

La interpretación y el análisis de los fuertes intereses económicos en juego, conducen a connotaciones políticas que obligan a pensar en que si el gobierno no toma las riendas del asunto, puede terminar con graves perjuicios y una fragmentación social aun más pronunciada.

No sólo habría que pensar en respetar a la tierra y sus ciclos, sino también en políticas que frenen la producción cada vez más monopolizada en el campo.

La soja transgénica, fue introducida en Argentina por Monsanto en 1996, y al cabo de una década ocupa el 80 por ciento de la producción sojera del país. Como cultivo extensivo e intensivo, recrudece tras cada cosecha el impacto del sistema agropecuario actual, lo cual deriva en el aumento de la pobreza, el daño irremediable del medio ambiente y profundiza las amenazas a la seguridad alimentaria sobre millones de argentinos.

En este orden de cosas, lejos del mito que ubica a los cultivos transgénicos como la solución a los problemas del hambre y la pobreza, el sistema de agricultura actual empeora la situación al menos en Argentina, donde el planteo está orientado de manera casi exclusiva a la exportación.

Las sojas RR transgenizadas, soportan los pesticidas y herbicidas más potentes, que inclusive pueden terminar con la vida del hombre en un lapso ínfimo. Por este motivo, casi no se cultiva la soja tradicional que a su vez rinde menos. Con esa soja RR, se produce la leche de soja y los alimentos a base de soja.

De uno u otro modo, los derivados de la soja como cultivo de moda van ganando terreno sobre los productos que se fabrican con otros cultivos como el girasol, el maíz, el trigo, y si aún no se ha llegado a una escasez notoria de estos bienes en el mercado interno, ya se lo puede pensar como una alarma.

Una realidad complicada también, es la de la ganadería, que fue acorralada en general por la agricultura, y por la soja en particular, porque la soja pudo llegar a tener rendimientos aceptables en lugares donde otros cultivos no son rentables, y otorgó mayor ganancia que la ganadería en menor tiempo. La soja es casi un yuyo que crece en todas partes, y requiere de insumos mínimos para rendir a límites extremos.

Según Guillermo Rossi, “la ganadería, a pesar de los altos precios de la agricultura debe subsistir manteniendo en lo posible el mismo número de cabezas, pero en pastoreos rotativos intensivos. Porque lo que hay que a tratar de hacer, es aumentar la carga animal por hectárea y mantener el número de cabezas que antes se mantenían en un planteo más extensivo”.

El último de los grandes karmas incluso urbanos, es el de los agroquímicos y pesticidas que ingresan a la Argentina y tienen un buen mercado en nuestro territorio, aunque están prohibidos en otros países del mundo.

No hace falta revisar demasiado para saber dónde está la falla, o qué papel real juegan las transnacionales en la toma de decisiones a nivel político y estratégico.

Las huertas urbanas o semirurales son perjudicadas por las fumigaciones de los campos, porque los herbicidas viajan por el aire o directamente caen sobre esos pequeños cultivos destinados a especies de menor mercado o consumo personal. Las perdidas suelen ser totales y afectan también a pequeños productores agropecuarios de escala familiar.

Esto es contaminación directa que afecta a los vegetales. A la vista está, también, lo que sucede con los hombres.

Por: Equipo de Investigación de APM, conformado por Vanesa Herrera, Sonia Gallinotti y Leandro Castaño, alumnos del Seminario “Periodismo en Escenarios Políticos Latinoamericanos” que actualmente dicta la Agencia Periodística del Mercosur (APM) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP, Extensión Henderson (región sojera de la Provincia de Buenos Aires.

APM, Internet, 2-11-07

 

Comentarios

11/11/2007
Soja, pan para hoy, hambre para mañana, por Ing. Agr. Hugo A. Ferlini Micheli
El diagnóstico desarrollado de la realidad "sojera" Argentina, es veraz, como asi también la inevitable falta de sustentabilidad en todos los sentidos, de este sistema productivo. Desde mi punto de vista de extensionista e investigador sobre el desarrollo de sistemas de producción sustentables, me ha tocado trabajar en diversas zonas de la Argentina, en las cuales algunas de ellas tienen problemas de salinidad, suelos con falta de estructura, etc. y debo de decir que los medios existen para llegar a soluciones sustentables, existen una inmensidad de trabajos de investigaciones y de evaluaciones para solucionar estos problemas, donde evidentemente el centro de la solución son las rotaciones.
Todo de basa en la capacitación, que desde mi punto de vista de extensionista, no se desarrolla de manera adecuada, dado que se teoriza demasiado y no se difunden ejemplos exitosos de producciones tanto ganaderas como agrícolas, logrados por productores pequeños o medianos.
Si bien la inequidad en estos tiempos se encuentra potenciada, no es toda responsabilidad de la soja, sino de la brecha que cada vez en más amplia entre el conocimiento que logran obtener los diferentes actores de la cadena agroproductiva, brecha que más se amplia en la medida que mayor es el aporte de conocimientos al sistema productivo.
Tambien hay que reconocer que una gran parte de los profesionales agropecuarios, no estan comprometidos con la sustentabilidad del sistema y ante la falta de un análisis preciso del ambiente en el cual se desarrollará un cultivo, se comenten excesos en el uso de fertilizantes y/o fitosanitarios.
Es menester hacer un exámen de conciencia de manera individual y que luego de el , cada uno determine con absoluta objetividad que es lo que está haciendo para evitar o disminuir todas estas inequidades.
Mis saludos cordiales.