“Terminator”, la semilla transgénica

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Don Santos es un campesino que a sus 84 años aún disfruta cultivando una manzana de tierra, con maíz y frijoles, solamente con la ayuda de Óscar, uno de sus nietos de 14 años. Este campesino alto y piel curtida por las faenas a pleno sol, conserva un espíritu jovial y dice sentirse agradecido con la vida, ya que el trabajo de campo lo mantiene en pie, sin padecer ninguna enfermedad crónica

El abuelo, como lo llama Óscar, es un hombre muy dedicado y metódico para trabajar la tierra, se jacta de no malgastar los insumos agrícolas y para la época de abonar el maíz, ocupa solamente una cucharada sopera de abono, que pone cuidadosamente alrededor de cada mata, también se esmera en no usar mucho herbicida y limpia manualmente la plantación. Claro como todo agricultor con una cultura tradicionalista, al final de cada cosecha escoge las mazorcas más “cholotonas” y las desgrana para conservar la mejor semilla que le servirá para la siguiente cosecha.

Lo que no sabe don Santos, y muchos agricultores del país que trabajan la tierra de forma tradicional, es que con la derogatoria del artículo 30, referente a la Ley de Semilla, que acordaran la semana anterior los “ilustres” diputados de la derecha, esta práctica de escoger los mejores granos para utilizarlos en la siembra de la siguiente cosecha, ya no será posible en un futuro cercano. Todo, debido a que los padres de la patria, que sin un mínimo de conocimiento sobre este tema, dieron luz verde para el uso de la semilla transgénica.

Los argumentos que utilizaron algunos diputados para dejar sin efecto el artículo 30 de la Ley de Semillas fueron burdos y de una ignorancia total sobre los transgénicos. Un “sesudo” parlamentario del PCN, hasta se atrevió a decir en un medio de comunicación: “no conozco a nadie que le hallan salido cachos por alimentarse con productos transgénicos”. Es claro que los cachos que les salen a ciertos diputados, como el susodicho, son por otras circunstancias, como ser corruptos, sobornables, oportunistas, mentirosos, vividores, etc. A estos los cachos se les notan a legua.

Pero, ¿qué se puede esperar de una aplanadora derechista, que en la Asamblea Legislativa aprueban cuanta ley les presentan sin hacer un estudio previo y sin consultarlo con los especialistas en el tema o los afectados directamente?. Con solo que favorezca a determinados grupos económicamente poderosos, ya es considerada Ley de la República y si no recordemos las más recientes, la dolarización, el TLC y todavía falta la ley de arrendamientos de tierra y la minería.

Pero, volviendo al tema que nos ocupa, en el país muy poco se conoce sobre los productos transgénicos y una definición del diccionario dice: “dicho de un organismo vivo, que ha sido modificado mediante la adición de genes exógenos, para lograr nuevas propiedades”. Los expertos en este tema advierten que este mecanismo altera el proceso natural.

Por otra parte, vale decir que la semilla transgénica es estéril, lo cual significa que después de la siembra y la cosecha, no se puede volver a utilizar, lo que obligará a los agricultores a comprar, cada vez que se haga una nueva siembra, lo que por supuesto favorecerá a las transnacionales encargadas de patentar y comercializar esta clase de semilla, que de hecho tiene un mayor precio que la normal.

Por sus características de amenazar la biodiversidad y la salud humana, en algunos lugares de Sur América, donde ya se ha experimentado con la semilla transgénica, los agricultores la han bautizado con el apelativo de “TERMINATOR” y han denunciado que su objetivo es crear nuevos monopolios.

Un articulo del periódico digital Página/12 dice: “Con terminator se está profanando la vida, es monstruoso, es una manipulación que si se llega a extender haría que muchas plantas desaparezcan”. También se agrega “con los transgénicos estamos jugando a la contaminación biológica y se reduce la biodiversidad”. Se asegura que los transgénicos han disminuido la población de las abejas, lo que afecta la polinización y cuando esto sucede se acaba la agricultura.

En su momento, la Conferencia Episcopal de la Iglesia Católica de Brasil no estuvo de acuerdo con el uso de los transgénicos. Mientras que el Arzobispo de San Salvador, Monseñor, Fernando Sáenz Lacalle, el domingo pasado ofreció declaraciones al respecto, diciendo: “Mientras no exista un informe elaborado por expertos que defina el riesgo de consumir productos de semillas transgénicas, la Iglesia no puede emitir una posición a favor o en contra”.

Monseñor Lacalle también argumentó que la Iglesia no tiene técnicos en todas las ramas del saber para conocer determinados temas, y en el caso de los transgénicos la tarea de hacer estudios le corresponde a los expertos en medio ambiente y es una responsabilidad de las autoridades del estado.

Por su parte, el Ministro de Agricultura, Mario Salaverría, al referirse a la semilla transgénica defendió su utilización, con el argumento de que los costos de producción son mucho más bajos porque ya viene con resistencia a las plagas, aunque admitió que esta semilla es más cara, pero que se pueden lograr metas altas de productividad.

Los indicios apuntan a que en nombre de la llamada Crisis Alimentaria, el Gobierno salvadoreño está dispuesto a arriesgar la frágil salud de la población y la alteración de la naturaleza al impulsar una agricultura usando la semilla transgénica, que según algunos conocedores de la materia, todavía se encuentra en la fase de experimentación científica. Todo por favorecer a las grandes empresas transnacionales, que como siempre, serán las que obtengan mayores beneficios económicos, así como los impulsadores criollos, que no les interesa el bien común de la población, solamente obtener jugosas comisiones.

Mientras, que a Don Santos y demás pequeños y medianos agricultores del país que siembran para subsistir, tendrán que vivir del recuerdo de la semilla natural que tenía buen sabor y no afectaba la salud de las personas, ni la naturaleza.

“Y ahora escribe”, Iván C. Montecinos, Periodista colaborador de Diario Co Latino y Raíces.

Diario Co Latino, El Salvador, 8-5-08

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