Vía Campesina aprueba campaña por el reconocimiento de derechos de labriegos

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La lucha de Vía Campesina por los derechos de los labriegos, iniciada hace siete años, llegó hoy, en su quinta conferencia, a un momento definitorio: la aprobación de una campaña global para que se reconozcan en el contexto del sistema de derechos humanos internacionales. Esta iniciativa tomará forma con la realización de un Día de Acción, el 10 de diciembre de este año, fecha en que se cumplen 60 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

En un momento en que los labriegos sufren el despojo violento de sus tierras, aguas y semillas, que no es otra cosa que la expropiación de su modo de vida, y en el que miles han sido encarcelados y perseguidos en todo el mundo por defender su patrimonio, el reconocimiento de los derechos campesinos puede convertirse, según sus promotores, en una herramienta de utilidad para resistir.

Un instrumento que debe sostenerse, de acuerdo con los productores rurales, en una amplia movilización social.

No son palabras. La lista de campesinos que padecen arbitrariedades en casi todo el mundo llena páginas y páginas de nombres. Los relatos de las vejaciones provocan vértigo. “La opresión violenta –dice la Declaración de Yakarta– constituye una experiencia cotidiana para el campesinado. Somos víctimas de detenciones y torturas, nos vemos hostigados e intimidados, y también somos víctimas de asesinatos. Miles de campesinos están siendo criminalizados a causa de la lucha que llevan por la defensa de sus derechos. Las mujeres campesinas también sufrimos de la violencia a manos de nuestros esposos, compañeros o empleadores. Esta violencia puede ser física o sicológica y puede llegar a amenazar nuestras vidas”.

Henry Saraigh, coordinador general de Vía Campesina, hizo un recuento de este proceso de acumulación por desposesión: “Los megaproyectos de desarrollo y las grandes plantaciones para los agrocombustibles, las grandes presas, los proyectos de infraestructura, la expansión industrial, la minería y el turismo han desplazado de manera forzosa a nuestras comunidades y han destruido nuestras vidas. Muchos conflictos armados y muchas guerras están ocurriendo en las áreas rurales. El despojo de tierras y la destrucción de los cultivos están siendo utilizados como arma contra la población civil rural”.

Impulsada fundamentalmente por campesinos indonesios, la lucha por la aceptación de este derecho parte de un supuesto básico: los derechos humanos incorporan las visiones de la gente oprimida y su deseo de liberación, y proporcionan recursos que facilitan la eliminación de la opresión

“Estos instrumentos –cree Vía Campesina– existen para que el oprimido defienda u obtenga sus niveles humanos de vida en situaciones de opresión”. Sin embargo, señala, el sistema de derechos humanos internacional no se ha centrado suficientemente en ellos.

La lucha por una Carta Campesina tiene tras de sí una historia. En 2001, la FAO aprobó un capítulo sobre los derechos de los agricultores dentro del Tratado Internacional sobre los Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura, en el que se reconoce el derecho “a conservar, utilizar, intercambiar y vender las semillas reproducidas en su explotación”, según narra Silvia Ribeiro, integrante del grupo de ETC que apoya la conferencia.

Fue, dice la investigadora, una forma de enfrentar la privatización de las semillas mediante las patentes y los derechos de propiedad intelectual. En la negociación del tratado participaron algunos representantes campesinos, pero no muchos. Finalmente –añade– entró en vigor en 2004, pero su definición, de acuerdo con las organizaciones, es muy estrecha. Los pequeños productores rurales consideran que las semillas son el patrimonio colectivo de las comunidades indígenas y de los campesinos: no pertenecen a personas en privado, y su deber es transmitirlas a las generaciones futuras.

Consideran, además, que los derechos de los campesinos deben también incluir el acceso a la tierra y al agua como derechos de uso colectivo, el derecho a intercambiar y vender los productos de la agricultura campesina en los mercados locales y el derecho a participar de todas las decisiones que nos conciernen.

Vía Campesina realizó diversas reuniones sobre este tema a lo largo de estos últimos siete años, en los que con sus aliados fue construyendo un consenso. Celebró así la Reunión Internacional de los sin Tierra en Honduras, en 2000; la Conferencia sobre la Reforma Agraria y los Derechos Campesinos, en Yakarta en 2001; la Conferencia Regional del Sudeste Asiático, en 2002.

En 2004 elaboró un informe y lo entregó a la Comisión de Derechos Humanos de Naciones Unidas. Junto con otras organizaciones dedicó una reunión con expertos al estudio del tema. El relator especial para el Derecho a la Alimentación reflejó, en parte, la propuesta campesina en su informe anual de 2006.

La sesión matutina del quinto congreso comenzó con la escenificación de una pequeña obra de teatro (llamada mística por los organizadores), protagonizada por varios de los delegados asiáticos.

Se trató de una versión compacta de Novecento, célebre filme del italiano Bernardo Bertolucci: una epopeya que narra la situación de explotación que viven los trabajadores rurales por la llegada de las grandes empresas trasnacionales que buscan despojarlos de sus tierras, semillas y producción, hasta que la ira de los campesinos estalla y como parte de Vía Campesina expulsan a los opresores.

En la escena final, hombres y mujeres del campo marchan victoriosos ondeando grandes banderas verdes, a diferencia de las de la película, que eran rojas.

Como lo comunica la mística, el respeto y la aplicación activa de sus derechos permitirá a los campesinos del mundo cumplir su papel de alimentar la Tierra, conservar la biodiversidad y enfriar el planeta. De eso están convencidos los integrantes de Vía Campesina.

Fuente: La Jornada

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