Guardianas del futuro. Las mujeres trabajadoras de la tierra

Entrevistas con Rosalía Pellegrini de la UTT y Deolinda Carrizo del MNCI.  "....Con todo ello, ellas siguieron ocupando. Con todo ello, ellas continuaron produciendo y cuestionando. Con todo ello, ellas se mantienen resistiendo y despertando. Qué infortunio para los patentadores del mundo, para los mercantilizadores de mujeres, para los violentadores de la libertad".

Fueron nuestros saberes los que iniciaron la agricultura, hemos seguido siendo a través de la historia las que hemos hecho posible la continuidad de la alimentación para la humanidad, las que creamos y transmitimos gran parte de los conocimientos de la medicina ancestral, y actualmente somos quienes producimos la mayor parte de los alimentos, a pesar de la usurpación de la tierra y el agua, y las múltiples políticas y programas que nos discriminan y atacan persistentemente. Hoy exigimos el reconocimiento de nuestros aportes a la producción y tareas de los cuidados y proponemos nuevas relaciones que nos permitan compartir la carga y la responsabilidad de todas ellas. Igualmente, reafirmamos la importancia de la agricultura campesina e indígena para el bienestar de toda la humanidad y la sustentabilidad económica y ambiental en el planeta. Sin agricultura campesina no hay alimentación y por tanto no habrá pueblos que sobrevivan.”

Declaración de la V Asamblea de Mujeres de la CLOC-Vía Campesina, abril de 2015.

Por Natalia Tangona para la Agencia de Noticias Biodiversidadla

¿Puede ser el feminismo el puente hacia las formas de relacionarse y vivir de las comunidades originarias? A juzgar por la cara de sorpresa y el silencio del compañero, deducí que en ese preciso momento aquel viejo anarquista acababa de vislumbrar un arsenal en el que jamás había reparado. No es para asombrarse la invisibilización del protagonismo y de los procesos históricos de las mujeres aplicada a la hora de realizar no sólo análisis sino cualquier tipo de razonamiento político. Hoy, reformularía esa pregunta. Ya no plantearía al feminismo como un puente, sino como un aliado de otras luchas clave del siglo XXI. Si el patriarcado se ha hecho del brazo del capitalismo y del brazo del racismo para perpetuar y acentuar las estructuras de poder, entonces los feminismos, la soberanía alimentaria y la lucha antiracista deberán ir de la mano para destruirlas.

Es desde allí, desde las comunidades originarias, desde los territorios rurales, desde los movimientos campesinos indígenas y de la agricultura familiar, desde donde está tomando fuerza una propuesta política y social que embiste contra todo el sistema, en la cual las mujeres trabajadoras de la tierra son las protagonistas fundamentales.

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La cotidianidad urbana porteña viene siendo quebrada hace tiempo por la presencia de colores, de aromas, de manos curtidas. La Unión de Trabajadoras y Trabajadores de la Tierra (UTT) está creciendo ampliamente en los últimos años, llegando hoy a estar integrada por casi 11.000 familias en todo el país que no son dueñas de las tierras que trabajan, sino que las arriendan, que enfrentan condiciones de vivienda precarias, pagos insípidos por su producción por parte de los intermediarios con las grandes cadenas y difícil acceso a centros de salud. A partir de esto, la organización, nacida en 2011, comenzó a desarrollar nuevas formas de comercialización, entre ellas los conocidos “Feriazos”, en donde pueden adquirirse verduras agroecológicas por $10 directamente de sus productores y para visibilizar la desidia del Estado en materia de políticas que los amparen. El pasado 15 de febrero fueron reprimidos por la Policía del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires durante un “feriazo” en Constitución, a lo cual respondieron con un “Verdurazo” el día 27 en Plaza de Mayo, donde regalaron 20 toneladas de verduras. Internamente emprendieron un proceso de trabajo en relación a la soberanía alimentaria y a la vida digna basado en una necesaria perspectiva de género. Rosalía Pellegrini es una referente de las mujeres trabajadoras de la tierra de la UTT.

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- ¿A partir de qué momento comienzan a plantearse una perpectiva de género dentro de la UTT? ¿Cómo deciden tomar la iniciativa?

- La UTT tiene más de 8 años de trabajo, ni bien se forman los primeros grupos de base de la organización compuesta por familias agricultoras, comenzamos a hacer reuniones de mujeres donde problematizábamos los roles, el machismo, la violencia, el uso del tiempo, las desigualdades. Esos grupos iban rotando todo el tiempo. A mediados de 2017 comienza en La Plata a formarse un grupo de mujeres más estable, en donde planteamos una agenda anual de trabajo en la cual uno de los ejes más importantes es cómo formarnos y cómo aprender las compañeras agricultoras, que estamos en distintos territorios rurales, a acompañarnos en casos de violencia. Empezamos a detectar un montón de casos de violencia, a compartir entre nosotras. Mi comadre, mi vecina, mi tía, en mi familia, yo misma. Había muchos casos y no sabíamos cómo abordarlos. Así, a partir del eje violencia es que en La Plata se arma un grupo más estable de compañeras que empezamos a capacitarnos como promotoras de género. En la organización ya teníamos promotoras de salud, pero en ese momento empezamos a incorporar a las promotoras de género. ¿Qué hace una promotora de género? Se capacita, aprende, participa de los talleres y es la compañera que también es agricultora, que ante un caso de violencia va y habla con la compañera que está viviendo esa situación, la acompaña si decide hacer la denuncia. Vamos tomando el caso colectivamente para que la cumpa pueda acceder a la justicia y logre decir basta. Este trabajo lo hacemos en base a una forma de intervención. Las promotoras de género nos repartimos para intervenir en la asamblea de varones y mujeres, para plantear el tema del machismo desde diferentes herramientas. Nos presentamos como referentes de género, en caso que haya una situación, y de esta forma, la compañera sabe que no está sola y que en la organización se están trabajando estos temas, que hay un espacio donde pedir ayuda.

El punto clave fue un caso de violencia, que funda la Secretaría de Género, en donde una compañera estaba viviendo violencia de parte de un compañero varón que también era de la UTT. Esto genera todo un proceso de debate en la organización, primero hacia adentro del grupo de mujeres y después en la mesa de delegados y delegadas de la UTT en La Plata, en donde empezamos a plantearlo y hacemos una carta. Porque el machismo no es algo de lo que estemos exentos en la organización, no es que por declararnos con una perspectiva de género dejamos de ser machistas, había muchas posiciones machistas respecto a este caso particular. Y así fue como a principios de 2018 se funda la Secretaría de Género.

La perspectiva de género que tenemos en la UTT es una perspectiva popular que fuimos construyendo las compañeras en el camino de darnos cuenta que vivíamos en una sociedad machista, en una sociedad desigual que ponía a los hombres en ventaja frente a las mujeres, aún así a nuestros propios pares, a los varones agricultores. Nosotras queremos formar un feminismo popular que construya la igualdad entre los varones y las mujeres. Nos entendemos como mujeres que somos trabajadoras de la tierra, y en este sentido no concordamos con ciertas visiones románticas de la mujer campesina como una mujer que solamente está recolectando semillas, sino que muchas mujeres rurales, por el proceso de avance del sistema capitalista y las formas de explotación, estamos insertas en el mercado, formamos parte del trabajo que hay que hacer para conseguir un ingreso en el marco del modelo de producción de verduras del agronegocio. Estamos insertas en ese modelo al cual criticamos, queremos disputarlo, queremos transformarlo, somos mujeres que generamos un ingreso, somos mujeres que tenemos doble trabajo. La mujer quintera, la mujer agricultora, trabaja puertas adentro de la casa y después sale y sigue trabajando en la quinta, y después entra y sigue trabajando, y sale y sigue trabajando, sin embargo en los procesos de toma de decisión acerca del modelo de producción la mujer agricultora ha sido relegada. Generalmente la decisión de cómo producir y qué producir siempre ha estado en manos del varón, por eso entendemos que para construir soberanía alimentaria hay que construir una perspectiva de género. Las mujeres queremos formar parte de la decisión de cómo producir, no queremos ser solamente trabajadoras y reproductoras de la vida al interior del hogar. Entendemos también que este modelo del agronegocio, de las corporaciones, de los agrotóxicos y de este paquete tecnológico de muerte se ha asentado sobre los hombros de los varones agricultores, los varones dentro del núcleo familiar han tomado las decisiones de producción dominados por la cultura del agronegocio. Mientras nosotras siempre vimos que ese modo de producir enfermaba a nuestros hijos, nos enfermaba a nosotras mismas, en muchas ocasiones muchas compañeras perdían repetidamente sus embarazos por estar expuestas a los agroquímicos, pero nunca se tomó en cuenta la palabra de la mujer a la hora de decidir cómo producir, por eso una perspectiva de género para construir soberanía alimentaria es fundamental.

- ¿Qué actividades realizan desde la Secretaría de Género para desarrollar el enfoque de género en toda la organización?

- Cuando se forma la Secretaría, impulsada por el grupo de mujeres de La Plata, lo que nos planteamos es un primer objetivo de formar equipo en cada una de las provincias y territorios donde está la UTT. Primero y principal, asumirse como organización que tiene una perspectiva de género, que combate la violencia y el machismo y la cultura patriarcal es un posicionamiento que tiene consecuencias prácticas. Si un compañero varón ejerce violencia sobre una compañera hay todo un protocolo para actuar que deviene en la expulsión de ese compañero de la organización, y ya hubo casos.

Por otro lado, cada eje: agroecología, soberanía alimentaria, educación, todo tiene una perspectiva de género. El primer paso es que se forme el grupo de promotoras. Así con este trabajo se están formando los primeros equipos de promotoras de género en Corrientes, en Jujuy, muy insipientemente en Misiones, en Santiago del Estero, Mar Del Plata, Luján y en Escobar. El segundo paso es que se comience a hacer un trabajo de cuestionamiento entre los varones, de la cultura patriarcal en cuanto a qué es ser varón, cuáles son los roles, cómo se llevan las relaciones, etc. En Santa Fe y La Plata hay un trabajo bastante avanzado. El esquema es hacer los primeros talleres, siempre con la metodología de la educación popular y que se arme el primer equipo. En mayo vamos a tener un primer Encuentro Nacional de Promotoras de Género de la UTT, seguramente en Buenos Aires, una vez que se hayan visitado todas las provincias. Entendemos que para construir el cambio social es necesario construir relaciones igualitarias entre varones y mujeres, y eso tiene consecuencias en cada área.

En relación a la agroecología comenzamos un trabajo de recuperación de saberes ancestrales de las mujeres agricultoras, las compañeras tienen un montón de conocimientos sobre la naturaleza y de cómo la naturaleza puede ayudar a nuestra salud, pero ese conocimiento fue no casualmente borrado por la cultura de la medicina hegemónica, dependiente también de las grandes corporaciones que, oh casualidad, algunas son del agronegocio, como Bayer. Tuvimos varios talleres y fuimos reflexionando sobre cómo nos habían reemplazado nuestras hierbas, nuestros yuyitos, nuestras tizanas por pastillas de ibuprofeno para todo y cómo nos hicieron creer que ese conocimiento que teníamos sobre la naturaleza era algo atrasado, algo que pertenecía al pasado, sinónimo de atraso y de ignorancia. Al contrario, hay que revalorizarlo. En ese sentido vamos ya por el 4to Encuentro de Mujeres y Plantas Medicinales en Buenos Aires. Estamos en período de compartir conocimientos, experimentar, producir, y la idea es, en algún momento, producir para poder comercializar una línea de tinturas madres y preparados. Por ahora estamos más en la etapa exploratoria.

Algo muy importante son los procesos colectivos de autotransformación, de transformación personal de las compañeras agricultoras. Compañeras que vivían encerradas en quintas, en sus fincas, sin hacer uso libre del tiempo, hoy por hoy a través del trabajo de la Secretaria de Género, del grupo de mujeres, de ellas mismas al capacitarse como promotoras, hoy las compañeras mismas hablan de libertad, hoy las compañeras han modificado la relación que tenían con sus parejas varones, han modificado su vida, y creo que lo más emocionante es ver cómo desde ese proceso, juntas vamos logrando ser felices. Eso creo que es lo más importante.

- Sobre esto que mencionás, acerca de asociar los saberes ancestrales al atraso y la ignorancia, muy propio de las élites urbanas que han creado siempre una imagen negativa de lo rural, sucede que el Gobierno de la Ciudad aplica toda una campaña de marketing sobre lo ecólogico, donde evidentemente las y los trabajadores agroecológicos no tienen lugar, como se ha visto en la represión al Feriazo en Constitución. Pareciera que tierra, soberanía alimentaria y vida digna no tienen nada que ver con la onda ecológica que ellos proponen. ¿La agroecología puede ser una herramienta fundamental para la transformación social? Y además, ¿puede ser también un recurso de estrategia política dentro del movimiento feminista?

- Hay un discurso edulcorado de “lo natural hace bien” de parte del macrismo que es totalmente contradictorio con la falta de políticas públicas para las trabajadoras y los trabajadores de la tierra que estamos emprendiendo una transición hacia la agroecología y no tenemos acceso a la tierra. Nos sacan los derechos de acceso a la jubilación y obra social como la eliminación del monotributo social agropecuario, anulan cualquier tipo de política pública, la Secretaría de Agricultura Familiar no existe, no tiene ni financiamiento ni ninguna propuesta de nada. Pero no nos sorprende de un gobierno que todo el tiempo presentó una propuesta de “revolución de la alegría” que más parecía un slogan de propaganda de coca cola que realmente una propuesta de gobierno. En la especificidad de nosotras, quieren mostrar una versión edulcorada, romántica, de la comida sana, y además elitista porque lo dijo en un momento el Ministro de Medio Ambiente junto al Ministro de Agroindustria, ahora Secretario, y el de Ciencia y Tecnología: los tres reunidos diciendo que la producción agroecológica es un lujo que ciertas élites se pueden dar y que en todo caso lo que se puede hacer es exportar. O sea, que la producción de alimentos más sanos. para nuestros funcionarios que gobiernan hoy el país, está dirigida a las élites locales o del exterior. Nosotros tenemos que seguir comiendo alimentos con veneno y las agricultoras y agricultores tenemos que seguir produciendo alimentos con veneno.

Nosotros construimos una visión realista de la agroecología, una visión combativa, una cultura agroecológica que tiene que ver primero con el acceso a la tierra y la construcción de soberanía alimentaria. No podés construir soberanía alimentaria y agroecología en el fondo de tu casa, eso es otra cosa, estás produciendo tus propias verduras sin veneno, buenísimo, pero nuestra visión tiene una perspectiva totalmente social de transformación de la sociedad. Primero de independencia, de independencia de las corporaciones, salir de la esclavitud de estas seis corporaciones que definen el destino de nuestra alimentación. Y después de una transformación individual de las familias agricultoras, que tiene que ver con una nueva vida, con volver a las raíces, porque esto no es nuevo, esto tiene que ver con volver a lo que las abuelas y los abuelos nos enseñaron. Tiene que ver con recuperar el tiempo libre, que es algo que el feminismo trabaja mucho y la agroecología también aporta. Porque el sistema de producción convencional en base a agroquímicos es un sistema donde vos siempre tenés que estar poniendo otra cosa, poniendo, sacando, porque como los números no te dan vos tenés que estar siempre en una fábrica de verduras, como le decimos, porque gastás demasiado en insumos, demasiado en alquiler, demasiado en todo, entonces tenés que estar continuamente trabajando 12 horas y produciendo porque el propio sistema te va empujando a eso. En la agroecología los tiempos cambian, los compañeros recuperan su vida, sus vínculos familiares, y creo que, en ese sentido, agroecología y feminismo se retroalimentan ambos. El feminismo con su propuesta de nuevos vínculos, de nuevas relaciones que son simétricas, igualitarias y no de poder, y la agroecología con todo lo que tiene que ver con este cambio de vida, de libertad y de vida sana.

- Es importante remarcar que los procesos de autotransformación, como vos decís, se dan en condiciones donde las familias viven precariamente, no acceden a derechos básicos, donde la mayoría de las mujeres son inmigrantes y sabemos que ser mujer, pobre y migrante está sumamente estigmatizado. Y a partir de las luchas personales y colectivas de las compañeras por su libertad y felicidad se van constituyendo en sujetas políticas fundamentales, ¿cómo las interpela la convocatoria al próximo 8M que este año se declara antiracista y antifascista?

- Esta búsqueda de la libertad, tanto desde la agroecología como desde el feminismo que supimos conseguir, se hace en un contexto de cada vez más pobreza y precariedad. No se es dueño de la tierra que se trabaja, los alquileres suben cada vez más, las familias se empobrecen, algunas pasan de alquilar a tener que asalariarse momentaneamente hasta que la crisis pase y la crisis no pasa, las tarifas aumentan. Todo se hace en un contexto de mucha pobreza, donde, sí o sí, la salida colectiva de la organización es lo que garantiza que las compañeras puedan dar esos pasos de autorealización personal, de empoderarse, de transformarse en referentes de género, en referentes de agroecología, es el proceso de lo colectivo, es el proceso de organización, es el proceso de ser miles de familias organizadas y peleándola todo el tiempo lo que hace que eso sea posible, individualmente esto sería imposible.

Éste 8 de marzo nos encontramos participando desde provincias en las cuales no participaban las mujeres agricultoras. Donde el 8 de marzo era un día de flores y bombones, y ahora entendemos más que es un día de lucha, de reinvindicaciones, sobre todo de las mujeres trabajadoras. Nosotras hacemos hincapié en el 8 de marzo en lo que falta para que las mujeres trabajadoras de la tierra tengamos los mismos derechos que los varones y que el resto de la sociedad. En un contexto de empobrecimiento y de falta de acceso a la tierra nosotras trabajamos el doble, no tenemos un territorio laboral y un territorio personal de la casa, es un territorio todo de trabajo. Las mujeres cada vez estamos más insertas en un trabajo pesado en el marco del mercado y no tenemos los mismos derechos. Estamos con reinvindicaciones del siglo pasado. Una compañera decía: “al hombre le gusta que levantemos el cajón, al hombre le gusta que le llevemos la carretilla pesada, porque las compañeras son muy laburadoras, pero no le gusta que tengamos los mismos derechos”. Hablamos de la independencia económica, del reconocimiento del trabajo de la casa como trabajo no remunerado, del derecho al tiempo libre y de derechos que tiene que garantizar el Estado, con políticas públicas, de acceso a la tierra. Porque la mujer lo sufre muchísimo, cada 2 o 3 años tener que mudarse de chacra porque te aumentaron el alquiler, armarte la casa de vuelta, estar hoy en Buenos Aires, mañana en Mar del Plata, pasado en otra provincia, el desarraigo total que viven las familias quinteras es muy fuerte. Por eso creo que por un lado las demandas están enfocadas a la concientización de la sociedad en su conjunto y de las propias familias agricultoras hacia su interior, a partir de este trabajo de hormiga de concientización que venimos haciendo acerca de la cultura patriarcal. Y por otro lado, hacia el Estado por políticas públicas.

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Las cuestiones que hacen a la vida cotidiana de las trabajadoras de la tierra están directamente vinculadas con las problemáticas ambientales que se discuten en el mundo. Quizás de una nueva educación ambiental con enfoque de género surgida del mismo campesinado puedan adquirir peso nuevas alternativas de vida. Aproximadamente el 50% del cupo de los movimientos campesinos está conformado por mujeres. Los feminismos populares y campesinos que se están construyendo globalmente ponen en la mira a todo el sistema de poder y de explotación mundial. La situación de las mujeres campesinas es un claro ejemplo de la feminización de la pobreza. Que solo el 2% de las tierras estén en manos de mujeres cuando son las que producen el 80% de los alimentos del mundo habla de una inequidad brutal, de precareidad en el acceso a derechos básicos y de una sobreexplotación por cargar con las tareas productivas, domésticas y familiares.

Sin tierra propia, no hay soberanía alimentaria. Sin tierra propia, el agronegocio avanza. Sin tierra propia, las mujeres no tienen autonomía económica. Sin tierra propia, las mujeres son más vulnerables a la violencia. Es por esto, que en su libro “Somos tierra, semilla, rebeldía. Mujeres, tierra y territorio en América Latina”, Claudia Korol plantea: “(…) nos parece fundamental profundizar en los procesos de formación política feminista en los movimientos populares, que ayuden a abrir caminos de intercambio, de diálogos, y de superación de los modos de opresión patriarcal que los atraviesan. Se trata de problematizar el hecho de que en las propias experiencias de acceso a la propiedad de la tierra, sea por Reformas Agrarias realizadas por los gobiernos, o por la vía de ocupaciones de tierras de los movimientos, en la mayoría de los casos estas experiencias no estuvieron enmarcadas en políticas de equidad en la distribución de las tierras entre varones y mujeres.

Es por ello que la Reforma Agraria Integral, la Soberanía Alimentaria, la Agroecología, la defensa de las semillas, son propuestas que superan largamente la dimensión económica, para exigir cambios culturales en la sociedad y en los movimientos populares.”

Ocupar, producir, resistir. Ésa es la bandera que Deolinda Carrizo aprendió a defender al abrigo del Mocase durante toda su vida. Ocupar, producir, resistir, son tres acciones que resumen toda una historia de gestas en América Latina por el derecho a la autodeterminación de los pueblos. A partir de la desnaturalización de la división sexual del trabajo se van desprendiendo cuestionamientos hacia el rol del Estado y las estructuras y formas de producción y resulta indispensable una Reforma Agraria acorde a las luchas contemporáneas: una Reforma Agraria Integral con mirada feminista. Una mirada territorial, propia, que Deo, como referente del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI) anuncia como Feminismo Campesino y Popular.

- ¿Cómo comienza a tomar fuerza la idea de la paridad de género en el MNCI para empezar a romper con las jerarquías y desigualdades tradicionales?

- Hay una acumulación histórica. El hecho de poder articular con otras organizaciones, con otras mujeres de América Latina ha sido algo que ha engrandecido la puesta organizativa, porque mismo en el seno de la Cloc y de la Vía Campesina uno de los principios organizativos es la paridad de género, con un 50% de participación de mujeres y 50% de participación de hombres y entre ellos la juventud también. Es una cuestión que va mas allá de si participa o no la mujer. El estar con compañeras mujeres y también hombres dando este paso tan importante en el cambio de las relaciones ha impactado mucho, porque al interior de Santiago del Estero al día de hoy se sigue luchando contra esa desigualdad. Cómo hacer que las mujeres participemos no sólo en talleres que hablan de patriarcado, de machismo, de las formas de opresión, de la violencia, sino también cómo ejercemos el derecho a esa participación, el derecho a ser las comandantas en el proceso organizativo. En Santiago del Estero hay tres zonas en que efectivamente son mujeres las que comandan, las que dirigen, las que organizan, las que van al frente de las problemáticas de la tierra o de situaciones que tengan que ver con la violencia policial, situaciones de violencia intrafamiliar, todo una serie de hechos donde la mujer está presente, al frente y es respetada por el rol que lleva adelante. Y en ese sentido es que de la acumulación histórica en la participación en los espacios y eventos, como el Foro Social Mundial y en escuelas propias, escuelas de formación para mujeres, se ha ido articulando y fortaleciendo esta apuesta política de una construcción diferente, de esa sociedad que hablamos de iguales entre hombres y mujeres. Sigue siendo una lucha permanente, no en todos los niveles está trabajado, por las distintas estructuras y formas diversas de las organizaciones, pero en nuestros espacios de formación política nacional y latinoamericano es algo central, es estratégico y está cada vez más presente el seguir construyendo Feminismo Campesino y Popular, Comunitario, Diverso, Indoamericano, con todos los nombres y apellidos que le podamos poner. Y parte desde esta realidad, desde la realidad de la mujer campesina indígena, desde la realidad del territorio. No sólo es la lucha por tener y conservar la semilla, pelear contra las transnacionales, los venenos, el acaparamiento de tierras, sino por esa identidad como campesinas indígenas productoras de alimento, no sólo para el abastecimiento sino también para el mercado local, donde nosotras estamos presentes.

- La preocupación por el autoabastecimiento de recursos para la alimentación y la salud familiar parecieran ser los motivos por los cuales son las mujeres campesinas las que se cargan al hombro la lucha contra el agronegocio, ¿qué observación hacés sobre el rol de las mujeres como sujetas políticas desde los comienzos del Mocase hasta la formación del MNCI, la CLOC, y la conformación de la Asamblea de Mujeres de La Vía Campesina?

-Las mujeres campesinas indígenas toman conciencia de la responsabilidad no sólo a partir del cuidado de la familia sino del rol político, social y económico en generar, conservar y multiplicar los saberes de la agricultura campesina indígena. El trabajo de proponer y gestionar en el ámbito local, provincial, nacional e internacional políticas públicas que incluyan la realidad de las mujeres del campo, tanto para la salud, educación, producción e infraestructura sigue siendo una pelea constante para que se reconozca y fortalezca la agricultura campesina indígena. El rol de las mujeres al comienzo del Mocase VC ha sido fundamental y para ello las primeras jornadas de formación han sido realizadas con todas las mujeres, para que la participación sea real. Y hablamos de fines de los 80, principios de los 90, donde la fuerza del patriarcado, se podría decir, era intocable, sin embargo en la organización se definió fortalecer no sólo la participación política de las mujeres sino también económica, y es así que se entregó un fondo rotatorio caprino para las mujeres. El poder ser parte de un territorio que articula con otros con las mismas raíces y otras luchas aliadas, el poder compartir miradas prácticas, políticas, construye una mujer con mirada amplia, decidida, sin miedo a nada ni nadie.

- ¿Pensás que por vía de la agroecología y la lucha por la soberanía alimentaria se puede ir en camino a un internacionalismo del feminismo del siglo XXI?

- Por un lado, la agricultura campesina indígena es una forma de vida, es una identidad, que permanece y no sólo tiene que ver con la producción de alimentos sino con los conocimientos, las transmisiones, las lenguas, las prácticas ancestrales que se tienen, y es una forma de vida en definitiva. La agroecología viene a ser una palabra que se ha puesto de moda para hablar de otras formas de producción de alimentos, y que muchas veces está ligada solo a lo verde, en algunas ocasiones, a lo verde desde las hortalizas. Pero cuando hablamos de la agricultura campesina indígena es todo un territorio comandado desde esa perspectiva y práctica comunitaria, familiar, generacional, es un modelo enfrentado al modelo del agronegocio, que viene a acaparar la tierra y violenta esa forma de vida, con los monocultivos de soja, palma, eucaliptus, con la megaminería, con las hidroeléctricas, y esas formas invasivas contra el modelo campesino indígena van acompañadas de una justicia elitista, patriarcal, colonizadora que entiende que el campesino o la campesina necesita una hectárea para poder vivir y que se arregle más o menos, y éso es subestimar la capacidad productiva del campesinado. Esa es una lectura que al día de hoy siguen teniendo los funcionarios judiciales y políticos. Las políticas que se han ido implementando en los países han sido políticas de apertura para la desaparición, para el sometimiento, no sólo de la agricultura familiar campesina indígena, para la reducción de espacios, sino también para la pérdida de la soberanía alimentaria, para la pérdida de formas de producción de alimentos para el pueblo argentino. La concentración y el acaparamiento de tierras que se ha visto en los últimos años en el país es abismal. La pobreza que ha generado el sistema de monocultivo sigue siendo algo que hoy continúa con las políticas neoliberales de un gobierno de derecha que ha dado todas las pautas necesarias para que el atropello, el acaparamiento de tierras, los desmontes ilegales continúen. La extranjerización de la tierra, políticas que han hecho desaparecer todo un abanico de posibilidades que se han ido construyendo años anteriores para el fortalecimiento de la agricultura campesina indígena, la Ley de Agricultura Familiar que todavía no está reglamentada y tampoco tiene un presupuesto, todo lo referido a la producción campesina indígena, agroecológica, familiar, comunitaria es tenido a menos en la planificación del desarrollo del país y estamos en un enfrentamiento constante para que no sigan avanzando tan impunemente.

Y en relación al internacionalismo del feminismo, nosotras reconocemos, sabemos, que hay una acumulación histórica de la construcción del feminismo, que se ha ido también desarmando esa mirada eurocéntrica que se daba dentro del feminismo y sabemos que hay muchos feminismos, incluso ecofeminismo. El feminismo en el que nosotras hemos venido avanzando y en el que hemos dado pasos desde la realidad misma de las mujeres del campo tiene que ver con la realidad del campo a nivel internacional y con los elementos comunes que tenemos con muchas mujeres que luchan contra las transnacionales, contra los diferentes gobiernos que financian a través de subsidios ese tipo de proyectos, proyectos que violentan a las comunidades campesinas indígenas, afrodescendendientes, con desalojos, amenazas, asesinatos, persecusión, provocando una pérdida enorme de la biodiversidad, de la soberanía y del control de las semillas, de los alimentos, además de impedir cualquier proceso de democratización del acceso a la tierra como la reforma agraria. Explicando ese impacto del capital en la vida de las mujeres y las comunidades, la máxima expresión de este camino de resistencia y con lo que intentamos articular a nivel internacional son los 8 de marzo, con una presencia muy importante de las mujeres del campo, con acciones que reflejen la lucha misma, con acciones tales como cortes de alambre, como la destrucción de plantaciones de eucaliptus. En Brasil, en el 2006, como Vía Campesina, realizamos una jornada de lucha contra las celulosas de eucaliptus de Aracruz. Hemos frenado la aprobación de la semilla “terminator”. Hemos tenido esos elementos de la práctica para ir generando el concepto del Feminismo Campesino Popular y Comunitario de y por las mujeres del campo. Hasta ahora hemos avanzando bastante, siendo una necesidad profundizar el debate, el estudio en instancias locales, nacionales, latinoamericanas. Ahora vamos a tener nuestra 6ta Asamblea Continental de Mujeres de la Cloc, que vamos a realizar en Cuba en el mes de junio, y ahí vamos a seguir profundizando el estudio del socialismo y del feminismo como proyecto político de la clase trabajadora del campo y la ciudad. Es algo que desde la primera asamblea en los años 90 venimos trabajando, sobre estas conquistas puntuales que hemos ido logrando en el interno de nuestra Coordinadora Latinoamericana, y que se ha ido bajando y subiendo, en un ida y vuelta en nuestras organizaciones. Siempre está presente que se cumpla esa paridad de género en los distintos espacios. Incluso hemos hecho en algún momento huelga de las mujeres campesinas indígenas en el seno de la organización cuando en los seminarios habían puros hombres para hablar en un panel y no había mujeres. Hemos hecho un paro interno y logramos, de esta forma, cambiar el comportamiento de muchos dirigentes que aún tienen esa forma de hacer la vida política de una organización. Algo muy fuerte son las acciones de la Campaña Basta de Violencia hacia las Mujeres del Campo, una construcción que hemos ido dando contra la cultura patriarcal en la sociedad y en nuestras organizaciones. Porque podemos seguir un discurso de muy bonitas palabras pero debe verse en los hechos, por esto es que esta campaña contra la violencia debe ser llevado por las mujeres y por los hombres, porque no es discurso de las mujeres el que se las violente, someta, oprima, sino que es una lucha conjunta en la que hemos ido avanzando al punto que en nuestras organizaciones se vienen dando talleres de nuevas masculinidades, nuevas relaciones. Entre todos vamos dando una discusión, un debate entre el feminismo campesino y popular y la nueva masculinidad campesina y popular, para construir una mejor sociedad, como nos merecemos todas y todos hoy, y el mañana de nuestras generaciones.

-Las Mujeres Campesinas Indígenas paran y marchan este 8M, ¿cómo lo viven y lo sienten colectivamente?

-El 8M se lo vive como la reafirmación de una articulación con las mujeres de la ciudad, sabiendo que como mujeres del campo, campesinas, pescadoras, pastoras, mujeres que hacemos parte del proceso organizativo de la Vía Campesina, entendemos que hay que articular, hay que estar en proceso permanente de ida y vuelta con las mujeres urbanas, y es una de las estrategias para seguir construyendo la Soberanía Alimentaria, la Reforma Agraria Integral y Popular, la vuelta al campo, reafirmarnos en el campo, y es que es necesaria una articulación y una unión de las luchas del campo y la ciudad, porque son las mismas luchas contra las formas de dominación del patriarcado, con todas sus estructuras que le han dado vida al sometimiento de muchas mujeres y también hombres, y tenemos que estar juntos. Particularmente en Santiago del Estero vamos a realizar una jornada en la ciudad capital junto con organizaciones de la CTEP (Confederación de Trabajadores de la Economía Popular), vamos a estar intercambiando nuestras realidades, pensando pautas que de aquí al año nos permitan tener un próximo encuentro con algo más trabajado, que nos ayude a convocar a más mujeres. Vamos a sumarnos al Paro Internacional, a movilizar con otras organizaciones, partiendo desde Tribunales, un lugar muy simbólico ya que desde ahí se despachan medidas judiciales que van en perjuicio de muchas mujeres, desde ahí parte la criminalización y persecusión de la lucha por tierra, techo y trabajo, es desde el poder judicial que se demora una acción urgente contra la violencia de género, en una provincia con alto nivel de feminicidios. Por eso reclamaremos que se adopten medidas y se respeten leyes que están aprobadas, vigentes, ya que no se están dando las garantías para que no ocurran más casos de violencia, y para que se frene la criminalización de la lucha por la tenencia de la tierra de las mujeres. Vamos a finalizar con un acto en la Plaza de la Libertad, con la lectura de un documento y un festival feminista.

En las demás provincias que forman parte del MNCI, también se realizarán actividades desde movilización, feria popular, reuniones y talleres para visibilizar a la mujer campesina indígena. Adherimos al Paro Internacional por tierra, techo y trabajo.

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Ante la resistencia campesina, la violencia del agronegocio, apañado por los malos gobiernos, como dicen las zapatistas, arremete contra las familias productoras y sus referentes sociales desplegando una ola de violencia que va desde los constantes desalojos y persecusiones hasta detenciones, desapariciones y asesinatos en toda la región.

Con todo ello, ellas siguieron ocupando. Con todo ello, ellas continuaron produciendo y cuestionando. Con todo ello, ellas se mantienen resistiendo y despertando. Qué infortunio para los patentadores del mundo, para los mercantilizadores de mujeres, para los violentadores de la libertad. Tal vez desandar los pasos no implique retroceso sino un reencuentro con el Buen Vivir que nace de la tierra. Tal vez estas nuevas formas de relacionarnos resulten más ancestrales que novedosas. Tal vez la desconstrucción tenga más que ver con un recuerdo que borraron de la historia. Quizás ellas no tienen miedo porque pueden verse a sí mismas brotar, multiplicarse y ser guardianas del futuro.

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Natalia Tangona: moc.liamtoh@anognatmn

Temas: Feminismo y luchas de las Mujeres

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