Soberanistas alimentarios: el caso de Vicentin desde una perspectiva ambiental (I)

Idioma Español
País Argentina

En los últimos meses, se puso en discusión el modelo agroindustrial en la Argentina y el concepto de Soberanía Alimentaria. Frente a esto es necesario explicar las perjudiciales consecuencias que conlleva este modelo para la salud y la vida de las personas mientras abrimos horizontes para la proyección de nuevas alternativas posibles. Consultamos a Myriam Gorban y Maristella Svampa.

“Tengo que explicarles algo difícil porque ustedes son chicos y lo que tengo que contar no es muy lindo. Vieron que estoy enfermo. Y creo que saben por qué estoy enfermo. Algo saben. Yo trabajaba en las plantaciones de soja, mejor dicho, trabajaba con los aviones que fumigan la soja.” Así comienza una carta escrita por Fabián Tomasi dirigida a estudiantes de una escuela primaria de Basavilbaso en la que intenta explicarle a los niños los peligros del modelo agroindustrial actual. Fabián murió el 7 de septiembre de 2018, después de luchar durante muchísimos años contra los agrotóxicos y los efectos que habían provocado en su cuerpo. Estos químicos son utilizados diariamente en la producción de alimentos que comemos todos los días.

Vivimos inmersos en una cultura del descarte dentro de la cual son más importantes las ganancias generadas mediante el monocultivo de la soja que las vidas que se llevan los agrotóxicos utilizados para su cosecha. La agroindustria no es solamente la principal fuente de divisas de la Argentina, como recuerdan casi en tono amenazante los sectores concentrados de poder cuando se trata de avanzar sobre sus intereses. También se lleva la medalla de oro en cantidad de hectáreas deforestadas, escuelas fumigadas y la destrucción progresiva de nuestra biodiversidad.

En los últimos meses, la pandemia y el caso de Vicentin pusieron en discusión el modelo agroindustrial en la Argentina. Frente a esto es necesario explicar las perjudiciales consecuencias que conlleva este modelo para la salud y la vida de las personas, abriendo los horizontes para la proyección de nuevas alternativas posibles.

“La expropiación de Vicentin es un paso hacia la Soberanía Alimentaria” afirmó el presidente Alberto Fernández al anunciar la intervención y posible expropiación de un gigante del agronegocio del país. A partir de esta medida ha comenzado un debate público en torno a las justificaciones posibles de la intervención, entre las cuales la Soberanía Alimentaria aparece como motivación legítima entre algunos sectores, y como simple excusa entre aquellos que se oponen.

Para citar algunos ejemplos, La Cámpora tituló su intervención sobre el tema “Camino a la Soberanía Alimentaria” poniendo el eje en el límite que impone la medida a una mayor concentración y extranjerización de la producción y comercialización de alimentos.

Por otra parte Daniel Montamat, ex secretario de energía y expresidente de YPF, en el diario La Nación cuestionó el enlace entre la expropiación y la soberanía alimentaria alegando que la medida conlleva la falta de inversiones para el sector, derivando en un efecto contraproducente. En el mismo artículo se utiliza el término “Soberanistas alimentarios” en tono despectivo asociado a un fanatismo irracional que no comprende las leyes del mercado.

Manuel Alvarado Ledesma en Infobae bajo el título de ¿Soberanía Alimentaria para una república bananera? alertó sobre el carácter dañino de cualquier palabra que atente contra la propiedad privada.

Se revela en las múltiples intervenciones la polisemia que está rodeando al concepto, y las posibles confusiones que ello podría atraer. Es por eso que en primer lugar nos proponemos comprender el significado político del término, para luego analizar su enlace con la medida tomada por el gobierno de Alberto Fernández.

¿De qué hablamos, cuando decimos Soberanía Alimentaria?

Primero debemos entender el significado de este concepto y para esto recurrimos a dos expertas: Miryam Gorban, nutricionista, militante ambiental y titular de la Cátedra de Soberanía Alimentaria en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y Maristella Svampa, socióloga, docente, autora y al igual que Myriam, histórica militante ambiental.

Para Myriam “la soberanía alimentaria es un término político que implica la autodeterminación de los pueblos en la manera en que deciden producir sus alimentos”. También hace hincapié en la importancia de que estos puedan definir su producción en función de sus características culturales, sus necesidades concretas y las particularidades climáticas del terreno que habitan.

Gorban pone de relevancia el contenido político del término haciendo eje en la decisión autonómica que tienen los pueblos de recuperar el control sobre su propio abastecimiento y en la elección de los modos en los que se produce, y no simplemente en su dimensión cuantitativa.

Al plantear este concepto en términos de autonomía en función de las necesidades y las particularidades de los pueblos, la nutricionista establece una diferencia radical con respecto a los modos de producción actuales que funcionan en servicio de la producción a gran escala orientada hacia el mercado internacional, y no en función de los pueblos y sus necesidades. Autodeterminación soberana de los modos de producir podría ser un buen título que resume lo planteado hasta el momento.

Por su parte, Svampa comienza explicando que el término Soberanía Alimentaria es sostenido por Vía Campesina (movimiento internacional que aglutina a campesinos y pequeños y medianos productores) y la mayoría de los movimientos sociales, campesinos, rurales e indígenas del planeta. Remarca que esta categoría “conlleva acceso a la tierra, por ende, reforma agraria, el derecho de los pueblos a decir qué producir y consumir; y el derecho a protegerse de las importaciones y del dumping.” (existe dumping cuando un producto se exporta a un precio inferior al que se vende en el mercado interno del país de origen).

La introducción de la problematización en torno al acceso a la tierra propone entonces incorporar al concepto no sólo los modos de producir sino también las formas de propiedad que tienen por detrás. De esta forma, resulta incompatible la utilización del término en un esquema de explotación extensiva de grandes hectáreas, que tienen como contraparte la imposibilidad de acceder a terrenos para los pequeños productores. Queda en evidencia la carga estructural que incluye la Soberanía Alimentaria como concepto y las contradicciones profundas que se producen al utilizarlo desligado de sus componentes principales y necesarios.

Hay una diferencia que vale la pena resaltar entre los conceptos de Seguridad Alimentaria y Soberanía alimentaria. El primero implica el abastecimiento de alimentos para toda la población sin tener en cuenta la calidad de este alimento ni su formato de producción. El segundo, como explican las expertas, decide dar un paso más. No alcanza con alimentar a todas las personas sino que se vuelve necesario que estos alimentos sean nutritivos, producidos sin agrotóxicos de manera agroecológica y por el pueblo y para el pueblo. Un verdadero cambio de paradigma.

La complejidad de esta categoría hace necesaria una perspectiva, desligada de sus interpretaciones simplistas, haciendo honor a aquellos que lo constituyeron, lo pusieron en agenda y lo levantaron como bandera a lo largo de los años. Este término no debe ser vaciado de su historia porque en ese caso, esta palabra cargada de lucha podría convertirse en un simple relato sin contenido.

Por eso, la utilización del término no puede ser tomada con liviandad. Viene acompañada de la necesidad de desarrollar un enfoque global que oriente las políticas públicas hacia la conquista de un modelo de producción agroecológico. Una búsqueda en la que medidas como la intervención estatal en Vicentin (y su posible expropiación) puede ser un gran paso si es realizada correctamente, teniendo en cuenta todas estas complejidades y disputas.

Fuente: Notas Periodismo Popular

Temas: Agronegocio, Defensa de los derechos de los pueblos y comunidades, Soberanía alimentaria

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