Caminos a explorar

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Los campesinos de los Andes peruanos conocían más de 400 señas que guiaban sus pasos en el cultivo de la chacra. Sabían qué tocaba hacer cuando aparecían ciertos insectos, un pájaro conocido cambiaba de comportamiento o el cielo de madrugada adquiría un tono peculiar… Ya sólo les quedan 200 señas, menos de la mitad, y muchas han dejado de ser confiables; se han vuelto irregulares e inciertas. Se pierde así, para siempre, una sabiduría milenaria de la que puede depender nuestra supervivencia.

Sabemos bien por qué. Por ejemplo, sabemos de muchos pájaros e insectos que desaparecen a causa de los agrotóxicos. Tomo esa frase, casi al azar, de las 192 páginas de la encíclica del papa Francisco Sobre el cuidado de la casa común. No es cortina de humo. No clama contra el pecado para disimular al pecador. No se reduce a poner el dedo sobre llagas conocidas para barrer urgencias del día bajo la alfombra paralizante de la etiqueta cambio climático. Es un esfuerzo comprometido de conmover con tanta emoción como argumentos para incitar a la acción.

El Papa apela ante todo a los creyentes de su Iglesia. Pero apela también, con sentido de urgencia, a todas las personas, creyentes o no. Y está encontrando eco. Alberto Acosta, el dirigente ecuatoriano, puso rápidamente en circulación un texto de Enrique Viale, el abogado ambientalista argentino, que introduce su selección de frases de la encíclica en los siguientes términos: “A pesar de ser ateo (o agnóstico, según el día) debo reconocer que es realmente impresionante la eco-encíclica del papa Francisco, Laudato si... deuda ecológica, comunitarismo, crítica fuerte al consumismo, al desarrollismo, a la tecnocracia, al mundo financiero…respeto por otros saberes y culturas, el rol de la mujer, hasta de la privatización de la naturaleza…reivindicación de las luchas sociales, de la ecología de saberes, la naturaleza como sujeto...” ( ver aquí).

Los innumerables comentarios a la encíclica incluyen a Naciones Unidas y a Jeb Bush, católico converso, quien se apresuró a deslindarse de ella, declarando que no permitiría que sus obispos o su Papa dictaran su política. El título del comentario de Leonardo Boff recoge bien el sentido del documento: La carta magna de la ecología integral: grito de la Tierra/grito de los pobres ( ver aquí). Está ahí un elemento central de la controversia que ya se desató: la estrecha relación que establece el Papa entre la destrucción ecológica y la justicia social.

La encíclica expresa un cambio sustancial en posturas tradicionales de la Iglesia católica y en general del establecimiento religioso y político. Una forma de mostrarlo es recordar unas frases de Iván Illich, que escribió hace poco más de 20 años, en un discurso para rendir homenaje a Jacques Ellul en Burdeos: “Mi iglesia denuncia a todo pulmón los preservativos que frustran el funcionamiento natural de un órgano, pero no puede considerar la frustración igualmente poderosa de otro, que se puede ver en la analogía entre condones y llantas. Al aplicar a ambos el concepto de la técnica de Ellul, para ver por tanto que los dos deben declararse contra natura (contra la naturaleza), mi iglesia podría tomar el liderazgo en la resistencia a Moloch –hasta llegar al martirio. Me avergüenza un papa que limita su fuerte condena de la perversión técnica a la privacía de la cama, pero se niega a predicar la aplicación de la ley natural a los Mercedes y a los jets” ( ver aquí). No es el caso del papa Francisco. En su encíclica, por ejemplo, señala con toda claridad: No es propio de habitantes de este planeta vivir cada vez más inundados de cemento, asfalto, vidrio y metales, privados del contacto físico con la naturaleza.

Si bien el impacto de la encíclica ha sido grande, la controversia apenas empieza y falta mucho para que entablemos un auténtico diálogo. Falta mucho, sobre todo, para que podamos entrar al fondo del asunto y asumamos plenamente la consecuencias. Puede ser útil, para ese fin, echarle un ojo a ese texto de Illich y a otro que le hace pareja: aquel en que rinde homenaje a Leopold Kohr ( ver aquí). La encíclica denuncia simultáneamente la perversión de la técnica (Ellul) y la pérdida del sentido de la proporción (Kohr), como rasgos inherentes a la sociedad económica dominante, al capitalismo.

Además, suscribo la convocatoria de Francisco Toledo y del Frente por la Defensa del Cerro del Fortín para luchar contra la obra atroz fraguada por algunos hombres de negocios que posan como funcionarios públicos en el gobierno de Oaxaca. No defendemos solamente un cerro. Es un punto de flexión. Ha llegado la hora de detener a los bárbaros que destruyen cada día nuestra ciudad.

moc.liamg@avetseovatsug

Fuente: La Jornada

Temas: Ecología política, Nuevos paradigmas

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