Biodiversidad, sustento y culturas #100

Hoy nos enfrentamos a un mundo donde los humanos superaron todo lo que pudiéramos imaginar: destrucción, violencia, inequidad, hipocresía y pérdida de los valores más elementales de convivencia entre seres humanos y con la naturaleza.

En este número 100 les proponemos contar hasta cien recorriendo algunos caminos andados y compartidos, análisis que anunciaron parte de este desastre y, sobre todo, reafirmando el convencimiento de los pueblos de que hay otros senderos y que ya los estamos recorriendo.

La invasión, despojo y devastación perpetradas por el sistema agroalimentario industrial. Nuestra transformación en mercancías. La trampa de los transgénicos encadenados a los agrotóxicos.

El arrasamiento de ecosistemas y personas confirmado hoy por cifras y estadísticas escandalosas. Tratados de libre comercio. Apropiación de la vida y los saberes mediante “propiedad intelectual” Monocultivos que destruyen masivamente la biodiversidad (más de 100 millones de hectáreas deforestadas en 25 años en el continente).

Cien números. Veinticinco años. Agravios, luchas, esperanzas. Esto y mucho más les compartimos.

Contenidos

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Editorial: Contar hasta cien

Cuando nos encontramos frente a situaciones que nos desbordan y y generan el impulso de una reacción de violencia o agresión, una de las estrategias socialmente recomendadas es “contar hasta diez antes de decir algo”.

Hoy nos enfrentamos a un mundo que, de la mano de la actividad humana, ha superado todo lo que pudiéramos imaginar en cuanto a destrucción, violencia, inequidad, hipocresía y pérdida de los valores más elementales de convivencia entre los seres humanos y con la naturaleza.

Por eso en este número 100 les proponemos hacer el ejercicio de contar hasta cien, recorriendo parte de los caminos andados y compartidos, los análisis que anunciaron parte de este desastre y, sobre todo, reafirmando el convencimiento de los pueblos de que hay otros senderos y que ya los estamos recorriendo.

Así que respiremos profundamente y contemos hasta cien…

Porque hace cien números denunciábamos que el agronegocio no venía para terminar con el hambre sino a convertirnos a nosotros y nuestros alimentos en mercancías.

Porque anunciábamos que los transgénicos no venían a producir más alimentos sino a incrementar el uso de agrotóxicos que producían las mismas grandes corporaciones que los crearon.

Porque dijimos que esos agrotóxicos representaban una amenaza a la salud de los ecosistemas y de las personas y lamentablemente hoy esa denuncia se ha confirmado con cifras y estadísticas escandalosas.

Porque planteamos que el avance de la frontera agrícola con monocultivos traería una destrucción masiva de la biodiversidad. Quizás no imaginamos entonces que esa destrucción ascendería a las más de 100 millones de hectáreas deforestadas en estas décadas en el continente.

Porque pusimos la alarma sobre la apropiación de los conocimientos y saberes tradicionales por parte de las corporaciones a través de los derechos de propiedad intelectual.

Porque anticipamos que las leyes de semillas serían la cárcel donde las multinacionales pretenden encerrar ese legado de los pueblos que llevó diez mil años crear. Y hoy nos encontramos con que hemos perdido el 75 por ciento de estas semillas, mientras muchas están encerradas en bancos de germoplasma lejos de las manos de campesinas y campesinos.

Porque también denunciamos el acaparamiento de tierras que se agudizó en las últimas décadas y hoy tiene confinados a los pueblos de la tierra en menos del 25 por ciento de la superficie disponible para la agricultura.

Porque pusimos el foco en el sistema agroalimentario mundial como uno de los principales responsables de la crisis climática y hoy cada día son mayores las evidencias al respecto.

Porque fuimos describiendo una por una las implicancias de la imposición de nuevas tecnologías que como falsas soluciones y de la mano del “mercado” pretendieron imponer a nuestras sociedades. Las semillas terminator, la geoingeniería, la edición genética fueron siendo desnudadas en estas páginas dejando a la vista lo que realmente representan: trampas tecnológicas para hacer negocios y encubrir las verdaderas soluciones.

Porque le pusimos nombre a la forma en que el poder corporativo y financiero buscaba (y busca) crear un gobierno mundial por encima de nuestros frágiles (y contradictorios) países: los tratados bilaterales y multilaterales de libre comercio que fueron resistidos y lo siguen siendo en toda América Latina.

Y finalmente porque pusimos la alarma sobre cómo la voracidad corporativa amenazaba a nuestros pueblos, a nuestros territorios y a nuestros bienes comunes.

Pero en este recuento y llegando al cincuenta (¿sin cuenta?) también durante estos años fuimos soñando y construyendo puentes con las comunidades, los pueblos, las organizaciones y los colectivos que desde la resistencia venían a decir bien fuerte: OTRO MUNDO ES POSIBLE. Y, durante estos años, desde el “globalicemos la lucha, globalicemos la esperanza” marcaron el camino que debemos seguir.

Apuntando a la preservación integral de los territorios en manos de las comunidades con autonomía y autodeterminación. Porque sin tierra y territorios en manos de pueblos originarios, campesinas y campesinos no hay ningún futuro para la humanidad.

Proponiendo (y creando) la soberanía alimentaria como nuevo paradigma y horizonte consciente para la agricultura, que posibilite una liberación sin precedentes de las comunidades, colectivos y personas.

Defendiendo las semillas como patrimonio de los pueblos al servicio de la humanidad para producir alimentos saludables.

Demostrando que la agricultura campesina (que tiene nada menos que diez mil años de historia) es la base sobre la que podemos construir una agroecología que, como durante los últimos diez mil años ocurrió, brinde alimentos sin destruir el entorno.

Enseñando, enseñándonos, que campesinas y campesinos pueden enfriar el planeta y luchando por ello en los territorios.

Compartiendo, como siempre lo hicieron los pueblos, los saberes y conocimientos que siguen nutriendo la diversidad que nos permite ser comunidad.

Recuperando las tareas de reproducción para todas y todos, poniéndolas en el centro de la existencia como horizonte y sentido.

Organizándose para enfrentar, allí donde parecía imposible, al poder corporativo y financiero y demostrando que somos los pueblos los que podemos ponerle un límite.

Proponiendo una revolución en nuestras relaciones para terminar con la violencia patriarcal y desde un feminismo campesino y popular involucrarnos todos y todas en la construcción de una sociedad sin violencias.

Todo esto no es poco ¿no?

Sin ese camino recorrido por los pueblos nuestro trabajo perdería relevancia y sería solamente un testimonio más. Sin embargo cuando la revista se discute en talleres, se lee en radios comunitarias, se fotocopia para capacitaciones o recibe los aportes vivos de las comunidades es cuando nos entusiasmamos y apostamos a cien números más.

Esperamos que nos sigan acompañando. 

Biodiversidad

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