Un vistazo y muchas aristas: una asamblea de palabras

Al cumplir cien números y 25 años de existir como revista, Biodiversidad, sustento y culturas, reúne declaraciones y miradas, de todo tipo, que alerten, revisen, argumenten e indaguen en nuestra extremada realidad cotidiana y de largo plazo. Aquí no son tanto un asunto común, sino la mirada compartida que hermana las palabras y las pone a socializar en asamblea. Como estas palabras son tomadas en serio por quienes decidieron compartirlas apuntan grietas, contradicciones, detalles cotidianos, íntimos, relacionales —y por eso profundamente políticos.

Sembrar semillas,
sembrar semillas,
de mil semillas crecerán diez árboles,
y vendrán los pájaros y la lluvia;
los pájaros traerán los trinos,
la lluvia brotará las semillas dormidas,
los trinos tejerán la música,
los brotes exultantes servirán el pan;
la música formará los himnos;
el pan alimentará ideas;
los himnos reunirán las columnas;
las ideas organizarán la rebeldía;
las columnas serán imparables;
la rebeldía creará la aurora sin ocaso.
Las columnas no llegarán nunca
pero siempre estarán en camino:
con la semilla, los árboles, los pájaros, los brotes, los trinos, el pan,
la música, las ideas, los himnos, las nuevas columnas, la rebeldía,
las auroras sin ocaso en el camino sin fin, que es llegar al paraíso.

Osvaldo Bayer

Extraído del libro: Imágenes que hablan

Homenaje a las Madres de Plaza de Mayo,

página oficial de Osvaldo Bayer, 8 de marzo de 2017

De modo natural, la igualdad viene aparejada a la frugalidad

El verdadero compartir ocurre cuando hay muy poco. Y ese verdadero compartir no implica compartir únicamente los pocos o pequeños pedazos de algo compartible. Lo que en el fondo se comparte es el acto mismo de compartir. Esto tiene un enorme valor humano. Al compartir lo escaso, lo frugal, hay también la posibilidad de compartir decisiones. Compartir las decisiones es un acto político. No es la política de los partidos. Tampoco es la política como se entiende normalmente, con toda la engañifa de las elecciones. Hablamos del corazón de la política. Y por supuesto los zapatistas entienden esto muy bien.

Teodor Shanin nos ayuda a profundizar este compartir. Shanin le debe muchas de las maravillas que ha escrito acerca de los campesinos a Alexander Chayanov, quien afirmó que la erradicación del campesinado a favor de la colectivización de la agricultura sería el suicidio del socialismo. Y tenía razón. Como tenía razón fue fusilado en 1937. Pero su punto es el siguiente: en el capitalismo los obreros trabajan activamente para producir algo y les pagan sólo lo suficiente para sobrevivir siendo aptos para reproducirse, y luego trabajan para producir plusvalía para el capitalista. En cambio, en la economía campesina, en la vía campesina de trabajo, ocurre algo diferente porque lo que les arrebatan —mediante diferentes instancias legales o sacándole ventaja a lo que los campesinos producen— ocurre primero. Luego, lo que le queda a los campesinos es producir ellos mismos para sobrevivir, por lo cual producen según sus necesidades, y nada más, lo cual es duro en extremo. Así que la noción de la acumulación es muy diferente.

Esto nos pone en el presente (lo anterior es el antecedente histórico), donde por todo el mundo, en diferentes proporciones y diferentes regiones del planeta, existe una gran economía no oficial, en parte legal, con frecuencia ilegal, de la que nadie puede sacar cuentas porque es clandestina.

Además de ser clandestina es también muy personal, es decir, de persona a persona, es muy íntima. No es ni la economía del capitalismo ni la del Estado. Es una economía de intercambios que ocurren en formas muy personales, de modos comunitarios, y que tiene gran versatilidad —pues la gente cambia de roles sin que haya contratos, tan sólo con la palabra, por la confianza en las personas, en la palabra de los otros. Entrevista con John Berger, “La esperanza entre los dientes”, Biodiversidad, sustento y culturas 53, julio de 2007

El desvalor no es una cosa, es una relación. Es suficiente decir que el desvalor es la relación entre
la cultura y el sistema económico

Iván Illich, como historiador, lo definió como la destrucción de capacidades autónomas que permite crear las necesidades de bienes económicos. Por ejemplo, hoy el agua de la llave se dice contaminada por bacterias y diversos tóxicos. El desvalor que afecta el agua es lo que crea una necesidad de agua embotellada de todos tipos, uno de los mercados de mayor crecimiento de los tiempos actuales. Si quieres expresar el desvalor por una fórmula, esta fórmula sería: si quieres lucrar con el agua, envenena toda agua gratuita o de fácil acceso.

El desvalor es la relación entre el tejido social popular y el monstruo que engendra un sueño de la razón llamado economía —la economía capitalista, por supuesto, pero ¿existe otra? Es la economía que se burla de los tejidos sociales, la pesadilla del desarrollo que resta sentido a todas las tradiciones. Este sueño de la razón transforma en aparente locura el confiar en el poder de mis pies para desplazarme. Este sueño ha llenado el mundo de “sillas de ruedas” de motor que me hacen correr peligros y me estorban cuando quiero caminar en las calles. Ponen mis destinos habituales fuera del alcance de mis pies.

El desvalor no se puede poner fuera de la vista o del alcance de la nariz, porque no tiene forma, ni color, ni olor. No hay límite que lo pueda contener. Si se incorpora al suelo, lo vuelve infértil o, peor, tóxico por años, siglos, milenios. Los malintencionados que incorporan desvalor al agua, al suelo y a los alimentos se creen tan poderosos que se creen fuera del alcance de la ley.

La cultura define lo que es bueno, la economía, lo que es mejor. El desvalor es la destrucción de lo bueno común y gratuito o barato a favor de lo mejor, escaso y caro. Es la relación nueva e inaudita que fomentan tanto la contaminación del agua hoy, y si nos dejamos engañar, el aire mañana, pero también la destrucción de la capacidad de caminar por el transporte motorizado, la corrupción de la capacidad de recordar por las memorias mecánicas, la extinción de la curiosidad genuina de los jóvenes por el exceso de información electrónica o el enmudecimiento de la palabra carnal por los altavoces. Podríamos llamar nuestra época el tiempo del desvalor omnipresente. Jean Robert, Una reflexión sobre el desecho moderno, Tlaltenango, Morelos, 9 de septiembre de 2013

Por la naturaleza integral de las amenazas que todos enfrentamos, lo más importante es integrar diversas ideas y el diálogo entre personas provenientes de diferentes contextos y movilizadas alrededor de diferentes temas”. Esto señala Aziz Choudry, activista, investigador y colaborador de GRAIN en numerosas actividades de oposición los regímenes de libre comercio. Y añade: “Es un problema la tendencia de muchas ONG a compartimentar su enfoque en temas específicos en los cuales se han especializado. Necesitamos vacunarnos contra esto. Por el contrario, los movimientos radicales de base tienden a examinar los temas con amplitud; analizan las interrelaciones y se centran en las causas subyacentes de los problemas. No podemos caer en el discurso técnico; dejar de cuestionar cosas que fueron establecidas en el marco dominante. Algunas ONG buscan cómo mejorar las leyes de propiedad intelectual, aunque para muchos pueblos indígenas el problema radique en la contradicción entre los enfoques occidentales legalistas y una visión de mundo que no acepta cosas como patentar la vida. Un problema fundamental es que a menudo tales ONG consiguen mucho espacio político y son capaces de anunciar, introducir y acomodar al poder político”. Debemos resaltar la memoria histórica y retener la sabiduría de las luchas del pasado, dijo, y agregó: “La luchas contra la globalización surgieron cuando la gente entendió que con la reunión del GATT en Uruguay se impuso al planeta todo un paquete de leyes para beneficio de las corporaciones. La OMC y su avance subsecuente mediante tratados bilaterales y acuerdos de inversión son sólo los más recientes instrumentos al servicio de la agenda corporativa. Debemos situar nuestra lucha dentro de esta larga y gran historia de resistencia”. GRAIN, “Veinte años de lucha por las semillas y la soberanía alimentaria”, Biodiversidad, sustento y culturas 65, julio de 2010

En el nuevo derecho corporativo global, mientras las obligaciones de las empresas transnacionales se remiten a unos ordenamientos nacionales sometidos a la lógica neoliberal, a un derecho internacional de los derechos humanos manifiestamente frágil y a una responsabilidad social corporativa voluntaria, unilateral y sin exigibilidad jurídica (derecho blando o soft law), sus derechos se protegen mediante un ordenamiento jurídico internacional basado en reglas de comercio e inversiones —los contratos firmados por las grandes corporaciones; las normas y disposiciones de la Organización Mundial del Comercio (OMC), el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial, el Sistema de Solución de Diferencias de la OMC y los citados tribunales de arbitraje— de carácter imperativo, coercitivo y ejecutivo (derecho duro). Dicho de otro modo: para las multinacionales, la fortaleza de la lex mercatoria. Para las personas y los pueblos afectados por ellas, la debilidad de la “ética empresarial” y la “responsabilidad social”. Juan Hernández Zubizarreta y Pedro Ramiro, Tribunales de arbitraje: el TTIP y la privatización de la justicia, La Marea, 26 de junio de 2015

Los llamados “acuerdos de libre comercio” son amplios, pretenden ser abiertos y “en curso”

Obligan a los países firmantes a ampliar de cuando en cuando lo acordado y a emprender en los años por venir un número indefinido de reformas jurídicas, administrativas, económicas y sociales cuyo fin es otorgar condiciones cada vez más favorables a las empresas europeas. Son verdaderas reformas constitucionales “progresivas” que son definidas en los ministerios (o secretarías de Estado) sin que pueda haber seguimiento de los parlamentos o de la opinión pública de cada país.

Desde 1990, América Latina es un destino importante para las inversiones europeas —el más importante para las empresas españolas. América Latina atrae a los capitales industriales por su urbanización acelerada (y su demanda de servicios), sus abundantes recursos minerales, petróleo y biodiversidad, más la amplia disposición de los gobiernos regionales a privatizar recursos, Naturaleza y empresas estatales a precios de risa. Ya se habla de una nueva conquista: un control creciente de comunicaciones, energía, agua, sector bancario, petróleo y pesca. Inversiones que crecieron gracias a que se privatizó el sector público.

Con estos acuerdos se busca completar la privatización, terminar con cualquier obstáculo a la propiedad y la actividad europea en la región, conseguir pleno acceso a los recursos naturales y darle garantías a las empresas europeas de que podrán operar con claras ventajas sobre las empresas nacionales. Todo ello con resguardos contra cualquier cambio político que los pueblos de la región puedan impulsar.

[...] Los acuerdos con la UE no son sólo un conjunto de acuerdos específicos: son un compromiso sin fecha de término para cambiar las formas de vida y convivencia nacionales y locales en función de entregar garantías crecientes a las empresas europeas. El poder y la obligación de diseñar los cambios futuros y ponerlos en práctica quedan en manos de los gobiernos de turno (mediante comisiones de funcionarios del poder ejecutivo), sin la posibilidad de negarse o ejercer un control o participación efectiva por parte de los parlamentos o de los movimientos sociales. Se renuncia en los hechos a ejercer la soberanía nacional o garantizar la participación social. GRAIN, ¿Firmar la renuncia a la soberanía nacional?, cuaderno 4, Biodiversidad, sustento y culturas 57, julio de 2008

El sistema capitalista patriarcal, basado en la explotación agresiva de la Naturaleza y en la valorización económica de las personas, ha provocado la explotación y el empobrecimiento de grandes sectores de la sociedad, golpeando doblemente a las mujeres pobres del campo y la ciudad. Las mujeres signadas por el rol del cuidado de las familias nos vemos obligadas a redoblar las jornadas de trabajo para sostener la producción agropecuaria y la alimentación adecuada de nuestros hijos y nuestras hijas. Resguardar nuestras tierras comunales y las semillas, conseguir alimentos sanos y nutritivos culturalmente apropiados, conservar y transmitir los saberes y prácticas tradicionales, obtener agua limpia y segura, entre otras, son tareas que hacen que las condiciones de vida de las mujeres urbano-marginales y del campo se endurezcan.

La lógica de depredación y destrucción de la Madre Naturaleza, afecta igualmente a la niñez y a la juventud, amenazando la soberanía alimentaria, nuestras culturas, nuestra salud y nuestras vidas. Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), “Frente al Cambio Climático y los derechos de la madre tierra”, Cuaderno 32, Biodiversidad, sustento y culturas 65, julio de 2010

Fuimos arrancados de los vínculos con el suelo, de las conexiones que limitaban la acción —lo que hacía posible una virtud práctica— cuando la modernización de plano nos aisló de la mugre, del agobio, de la carne, del suelo y de la tumba. La economía en que nos absorbieron, a algunos sin saberlo, a otros con alto costo, transforma a las personas en fragmentos intercambiables de población, regidos por las leyes de la escasez.

Los hogares y los ámbitos comunes son apenas imaginables para las personas enganchadas a los servicios públicos y estacionadas en cubículos amueblados. El pan es un mero comestible cuando no calorías o simple forraje.

Hablar de amistad, de lo sagrado o del sufrimiento conjunto como una suerte de convivialidad, cuando el suelo ya fue envenenado y cubierto con cemento parece un sueño académico para la gente esparcida al azar en vehículos, oficinas, prisiones y hoteles.

Como filósofos, enfatizamos el deber de hablar del suelo. Para los antiguos ello se daba por sentado; no es así ahora. Se pierde de vista el suelo en que crece una cultura o se puede cultivar vida cuando se le define como un complejo subsistema, sector, recurso, problema o “granja” —como tiende a hacerlo la ciencia agrícola.

Como filósofos nos resistimos a los expertos ecológicos que predican respeto por la ciencia, pero fomentan un desdén por la tradición histórica, las cualidades locales y la virtud terrena de imponernos límites entre nosotros mismos. Sigmar Groeneveld, Lee Hoinacki, Iván Illich, Declaración de Hebenshausen, 6 de diciembre de 1990, Biodiversidad, sustento y culturas 86, octubre de 2015

Jacques Diouf, director general de FAO, dice que se busca una nueva alianza que “desate el potencial de África”

Tales soluciones seudo-filantrópicas basadas en el mercado introducirán semillas de alta tecnología que vienen adosadas con leyes de propiedad intelectual, regulaciones semilleras de tipo corporativo, liberalización de comercio y otras prácticas afines a los intereses de las agroempresas. El acuerdo forjado entre la FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (IFAD) y la Alianza para una Revolución Verde en África (AGRA) promoverá soluciones de mercado para la pobreza y el hambre que provocarán nuevas dependencias hacia las semillas patentadas y los agroquímicos que promueve la agricultura industrial. Tal proyecto minará los derechos de los campesinos y su capacidad de producir comida para sus propias comunidades. Hope Shand, “Privatizar la asistencia como estrategia de mercado”, Biodiversidad, sustento y culturas 57, julio de 2008

Lo que pretenden las empresas químicas, dueñas de las semillas —que ahora cuentan con la mayor parte del mercado semillero—, es un oligopolio cerrado. Que la mayor parte de la gente en el planeta deje de tener su semilla, que año con año los agricultores no tengan otra salida que comprar las semillas diseñadas por las empresas. Donde haya transgénicos van a presionar a muerte para que entre esta tecnología. En los países que no han aprobado transgénicos, Terminator no puede entrar, pues es un transgénico. Pero apenas cualquier país se abra a una tecnología transgénica el futuro inexorable —si las empresas siguen con el poder que tienen sobre el mercado, los gobiernos y la legislación—, es la aplicación de la tecnología Terminator. Y entonces las empresas insisten: y qué hacemos con toda esta gente que tiene sus propias semillas. Se está avanzando mucho en las nuevas legislaciones que harán ilegales las semillas nativas, las que no están registradas.

Buscan que la gente pierda su semilla volviéndola ilegal. Primero hacen una ley sólo para controlar las semillas comerciales; pero esas leyes se extienden cada vez más hasta abarcar también las semillas no comerciales. Y se insiste en que las semillas no comerciales, al no estar registradas, “ponen en peligro” al vecino que se va a contaminar con variedades que no son puras, como dicen en Europa y en leyes de varios países. Comienzan a apretar desde el punto de vista legal para decir que ese tipo de semillas no sirve, y buscan volverlas ilegales.

La otra arista es la real presencia de los transgénicos, aprobados en alguna medida mínima, en 42 países en el mundo. Porque adonde vayan las semillas transgénicas, contaminan. Es gravísimo que se contaminen los cultivos en el centro de origen, como el arroz en Asia, el maíz en México, la soja en China. Pero la contaminación es inevitable. Y es un desastre para la humanidad, mientras que para las empresas de pronto es una oportunidad. Entonces mediante las leyes, se busca legalizar la persecución de campesinos cuyos cultivos se contaminan. Y con esa persecución orillar a que la gente, por evitar problemas, compre semilla registrada. Porque al comprar semilla registrada ya pagaron la patente y nadie los puede demandar. El propio gobierno está diciendo que lo normal sería hacer eso. Y sin importarle la contaminación, o la erosión de la diversidad biológica, comienza a exigir, junto con las empresas, que la gente cambie sus semillas, que las pierda. Todo eso, ¿para qué? Para lograr que toda esa gente que hoy es la cuarta parte del mundo y que tiene sus propias semillas, compre semilla comercial y entre al mercado.

Es la privatización de la agricultura. Que se acompaña de migración, de una cantidad de factores que no son sólo de la semilla. Es la apropiación violenta, ilegítima del proceso de la agricultura en general. Entrevista con Silvia Ribeiro. “La semilla es imprescindible”, Biodiversidad, sustento y culturas 55, enero de 2008

En las últimas décadas vivimos en un proceso de descampesinización que forma parte de la inserción del capitalismo en los sistemas agroalimentarios mundiales, promoviendo modelos que no benefician ni a campesinos ni a productores; degrada el medio ambiente, desmantela el mercado interno y se orienta a la exportación y la agroindustria.

En este proceso, el control de la semilla es vital, porque con ellas se inicia el proceso de producción de alimentos. Para las empresas es un problema que aún 90% de las semillas se produzca en los sistemas campesinos, por lo que una prioridad de la industria es controlar este sector. Para ello, a lo largo del siglo XX desarrolló estrategias legales que viabilizan este objetivo, como el desarrollo de normas de propiedad intelectual; los sistemas de registros y certificación obligatorios de las semillas, las medidas fitosanitarias y la firma de contratos. Todo este proceso fue intermediado por los Estados.

Hay por eso un impulso en varios países de América Latina, Asia y África a nuevas leyes de semillas, con el objetivo final de controlar la primera fase de la producción agroalimentaria.

El objeto de estas leyes son las normas que debe cumplir una nueva variedad, antes de ser introducida al mercado, normas que buscan que las semillas se registren y certifiquen.

Las leyes de semillas son distintas que las leyes de propiedad intelectual (que buscan el monopolio sobre las nuevas variedades vegetales) y a las leyes fitosanitarias (que abordan la presencia de enfermedades o pestes en una semilla).

Y aunque las normas de propiedad intelectual y de semillas sean distintas, la tendencia es homologar los requerimientos para registrar semillas y para pedir derechos de propiedad intelectual, pues los dos sistemas son independientes, pero son complementarios. Mariam Mayet, Las nuevas leyes de semillas, un paso más en el control del sistema agroalimentario, Biodiversidad, sustento y culturas 87, enero de 2016

Debemos distinguir entre los bienes comunales en los que se enmarcan las actividades para la subsistencia de la gente, y las riquezas de la tierra (los recursos naturales) que sirven para la producción económica de aquellos bienes de consumo sobre las que se asienta la vida actual.

[...]La gente llamaba comunales a aquellas partes del entorno para las que el derecho consuetudinario exigía modos específicos de respeto comunitario. Eran comunales aquellas partes del entorno que quedaban más allá de los propios umbrales y fuera de sus posesiones, por las cuales —sin embargo— se tenían derechos de uso reconocidos, no para producir bienes de consumo sino para contribuir al aprovisionamiento de las familias. La ley consuetudinaria que humanizaba el entorno al establecer los bienes comunales era, por lo general, no-escrita. No sólo porque la gente no se preocupó en escribirla, sino porque lo que protegía era una realidad demasiado compleja como para determinarla en párrafos. La ley de bienes comunales regulaba el derecho de paso, de pesca, de caza, de pastoreo y de recolección de leña o plantas medicinales en los bosques.

El confinamiento le niega a la gente el derecho a esa clase de entorno donde —a lo largo de la historia— se había fundamentado la economía moral de la subsistencia. El confinamiento, una vez aceptado, redefine la comunidad: socava la autonomía local de la comunidad. El confinamiento de los bienes comunales favorece los intereses de los profesionales y burócratas estatales, y los de los capitalistas. Este confinamiento permite al burócrata definir la comunidad local como un ente incapaz de proveerse de lo necesario para su propia subsistencia. Las personas se tornan individuos económicos que dependen para su supervivencia de las mercancías [“comodidades”, no por nada llamadas commodities] (o servicios) producidos para ellos.

El confinamiento de los ámbitos comunales no sólo los roba al privatizarlos, hace que la gente los perciba como riqueza y como mercancía y acepte que otros decidan su destino —su utilización, su explotación, su intercambio, su monetarización, su devastación. Iván Illich, El silencio es un bien comunal, marzo de 1982, Biodiversidad, sustento y culturas 52, abril de 2007

La agricultura es obra y arte de campesinas y campesinos del mundo entero hace por lo menos diez
mil y tal vez hasta veinte mil años atrás

Pueblos de los más diversos rincones se identificaron a sí mismos como cultivadores y buscaron formas de compartir y fortalecer lo mejor de sus saberes. Ser buen agricultor era una responsabilidad y un don de los dioses. Y en muchos de los mitos fundacionales, saber y poder cultivar fue lo que nos hizo humanos [...]

Durante el siglo pasado su aporte más fundamental fue sistemáticamente ignorado y destruido. La gente campesina del mundo ha sido la creadora y diversificadora de todos y cada uno de los cultivos que hoy disfrutamos como humanidad. Fue esta gente quien llevó a cabo el largo, paciente y delicado proceso de convertir malezas y hierbas en alimento abundante, sabroso, nutritivo, atractivo. Fue ella —y especialmente las mujeres— quien tomó las semillas cuando emprendió viajes o fue forzada a abandonar sus tierras y las compartió y repartió literalmente por el mundo. Si hoy nos asombramos frente a la diversidad del maíz, la papa, el arroz, los frijoles o fréjoles, es porque hubo millones de hombres y mujeres del campo que los cuida, los selecciona y busca nuevos cruzamientos, adaptándolos a las miles de condiciones que surgen de la combinación de diversos ecosistemas, comunidades, culturas, aspiraciones, sueños y gustos.

[...] Ni el más sofisticado trabajo de cruza y selección hecho en algún centro de investigación puede compararse con la tarea de convertir el teocintle en maíz. Todos los mejoradores genéticos del mundo serían incapaces de reproducir la variedad de colores presentes en el frijol, o su capacidad para adaptarse a las más diversas y extremas condiciones de crecimiento. Y, a pesar de todas las investigaciones, aún nos queda mucho por aprender acerca de las finas interrelaciones establecidas en muchos sistemas de cultivos tradicionales.

Sin embargo, hace algo menos de cien años se dijo —y se nos sigue diciendo— que ser campesino o indígena es sinónimo de ignorancia, superstición, atraso. Desde los centros de investigación, desde las universidades y especialmente desde las escuelas nos hacen la propaganda de que los únicos que saben son los investigadores, los agrónomos, los profesores. Miles de años de observación cuidadosa, relaciones de cuidado y afecto, búsqueda colectiva y aprendizaje mutuo tenían que olvidarse para dar cabida a lo aprendido en los campos de experimentación bajo condiciones controladas. Se inventaron los conceptos de “extensión” y “transferencia”, para dejar claro que el conocimiento se producía en determinados lugares (muy reducidos) y el resto del planeta debía recibirlo pasivamente. Camila Montecinos (GRAIN), “La agricultura, sus saberes y cuidados”, Biodiversidad, sustento y culturas 59, enero de 2009

La época moderna o modernidad es una guerra contra la subsistencia 

Esta guerra es contra los pueblos, contra “la gente de abajo”, para que ya no pueda subsistir sin seguir las instrucciones del Estado y sin comprar mercancías en el Mercado. La modernización, el “volver moderno”, es un proyecto de transformación de los pueblos en una forma que desposee a los pobres de sus capacidades innatas y vuelve más ricos a los ricos. Iván Illich calificaba de desvalor esta incapacitación progresiva de los pueblos. A finales del Medioevo, en tiempos de un primer aflojamiento del sentido de la proporción y de los inicios de la dependencia hacia las mercancías, se “desvaloraron” las capacidades innatas de la gente del pueblo, generando demandas y dependencias nuevas.

A partir de las expropiaciones violentas del tiempo llamado de la acumulación originaria, —desde el siglo XV en Europa— el desvalor fue el estado cero de toda acumulación: la destrucción original de capacidades que permite iniciar la espiral de las necesidades creadas destructoras de más capacidades y con ello de nuevas dependencias. En este sentido, el desvalor es un proceso lento y progresivo de destrucción de autonomía. Podemos decir también que el desvalor erosiona esta cualidad, diferente del poder, que el filósofo Spinoza (1632-1677) llamaba potentia, que es disponibilidad inalienable de hacer o no hacer, autonomía en estado naciente. Jean Robert, “Por un sentido común controversial, I. La guerra a la subsistencia”, marzo de 2014

Durante los últimos años es claro que la ayuda, aunque parezca bien intencionada, puede volverse una trampa de dependencia, más que en impulso en la dirección correcta. Gathuru Mburu, de la Red Africana de Biodiversidad, lo expone así: “Las soluciones no vendrán de fuera. Necesitamos cambiar nuestra forma de pensar porque somos muy dependientes de la ayuda y las ideas extranjeras. Las soluciones que buscamos están bajo nuestras narices, muy cerca, pero seguimos mirando al extranjero. Esta dependencia nos bloquea y ya nos vemos las soluciones y capacidades que tenemos a la mano. Lo que necesitamos es que nos respalden en nuestras propias soluciones. Nuestros saberes se han devalorado por años, a nuestra agricultura la han calificado de improductiva y a nuestra gente la creen falta de educación. Debemos poner el foco en trabajar con las comunidades para que sean ellas las que tracen su propio destino, tomen sus propias decisiones, con o sin apoyo. GRAIN, “Veinte años de lucha por las semillas y la soberanía alimentaria”, op. cit.

Fue a mediados de la década del 90 cuando el gobierno menemista, de la mano del entonces Secretario de Agricultura Felipe Solá, autorizó el cultivo de la soja transgénica en Argentina. A partir de allí, en un crecimiento nunca antes registrado en la historia de la agricultura mundial, la soja transgénica comenzó a invadir nuestra tierra para llegar a ocupar hoy más de 50 % de la superficie agrícola.

La imposición de este modelo sin ningún tipo de regulación gubernamental abrió las puertas para lo que acertadamente algunos investigadores dieron en llamar “una maquinaria de hambre, deforestación y devastación socio-ecológica”. Entonces la destrucción de hábitats, la pérdida de bosque nativo, la invasión de transgénicos, el monocultivo, la contaminación ambiental, el desplazamiento de producciones regionales, la concentración de la tierra y el desplazamiento de la población rural formaron un combo explosivo del que todos los argentinos pagaremos las consecuencias.

Abordemos solamente uno de los impactos de este modelo: la situación de nuestros suelos. Es imprescindible tomar conciencia de que con las exportaciones de soja lo que hacemos es vender uno de los más ricos de los recursos naturales que poseemos los argentinos que es nuestro suelo. La brutal extracción de nutrientes que se realiza en los 17 millones de hectáreas de soja y que parten hacia China o la Unión Europea para engordar su ganado va desangrando nuestro territorio, y deja tierra rasa para las futuras generaciones. Carlos Vicente (GRAIN), “Ver el bosque, algunos aportes para entender la verdadera crisis del campo”, www.grain.org, 29 de marzo, 2008

Tendríamos que hacer un diagnóstico detallado de nuestras regiones. Cada una de las personas de la comunidad sabe un poco,una parte de lo que ocurre, de lo que no está bien, de lo que se puede proponer. Y no faltan voces que señalan: “Por qué quieren certificar el quehacer de los médicos tradicionales. Por qué quieren saber cuántos ojos de agua o pozos tenemos y por qué quieren registrarlos. Por qué quieren saber qué semillas tenemos y por qué nos exigen registrarlas, certificarlas. Cómo fortalecer nuestro espacio de participación política, no la de los partidos y las elecciones, sino aquí, ahora, en los valles, quebradas, planicies, bosques, selvas, riberas o costas donde vivimos. Quiénes tienen el poder económico y político en nuestras regiones, el país y a nivel internacional. Quiénes son los empresarios, los jefes políticos, los ‘dueños’. Quiénes tienen o quieren controlar las regiones. Quienes ejercen la violencia. Qué agencias del gobierno dividen a las comunidades. Qué papel juegan los programas de asistencia, educación, cultura y desarrollo que impulsa el gobierno. Qué impacto tiene que les certifiquen parcelas individuales en un territorio que antes era común, trabajado en común. Cuáles empresas intentan apoderarse de la tierra, de los cultivos, del agua, del transporte, del comercio. Dónde y quiénes quieren abrir minas o pozos petroleros y qué efectos nos traerá. Por qué siempre quieren que trabajemos para ellos. Qué megaproyectos quieren imponer y cuáles serían sus resultados. Quiénes son los intermediarios que meten mercancías en las regiones, encarecen la vida de las comunidades y crecen el número de cosas que realmente no nos sirven. Cómo vamos a ejercer un autogobierno y proyectos conjuntos entre iguales a nivel regional, cuando las comunidades aisladas no pueden realmente romper cerco alguno”.

Como cada quien sabe un poco,la gente está proponiendo abrir más y más espacios de plena libertad para pensar juntos, para entre todos saber todo lo posible. Hay que repensar juntos la visión de nuestro lugar.

“Que los viejos cuenten la visión y el cuidado que había antes, y que los nuevos investiguen las nuevas herramientas de pensamiento y trabajo, pero también los peligros de técnicas y falsas soluciones venidas de fuera que nos separan de lo importante y nos aíslan”, dicen las comunidades.

Pensar la nación desde las localidades y pensar el nivel comunitario desde el punto de vista de una complejidad nacional y global. “Saber y entender realmente dónde estamos, dónde vivimos. Hay que saber ser como los pájaros y ver el panorama, el horizonte, completo, y luego como la lupa y mirar los detalles”. Colectivo Coa, Red en Defensa del Maíz, Ojarasca, Herramientas para sembrar autonomía, Cuadernos de Biodiversidad 31, Biodiversidad, sustento y culturas, 64, abril de 2010

Las iniciativas de resistencia resurgen en los últimos veinte años junto a la expulsión, el
empobrecimiento y la marginación

Recuperar la cultura, la espiritualidad propia, la organización, el tejido social, los mercados locales, la capacidad de control de los procesos productivos; restaurar las tierras y territorios, reconstruir ecosistemas, proteger y potenciar la biodiversidad, diversificar la agricultura, reactivar las semillas propias, son todas facetas de esfuerzos que buscan asumir la complejidad de los procesos de los procesos que determinan la vida de pueblos y comunidades y retomar el control de los mismos.

Los esfuerzos de comunidades rurales de América Latina, Asia, África, pero también Europa hoy buscan reconstruir el pleno derecho a ser campesinos e indígenas. De acuerdo a cada circunstancia, sus experiencias toman formas muy distintas. Son un ejemplo de la diversidad cultural, social y política necesaria para recuperar la diversidad agrícola y biológica. Son experiencias que buscan reforzar la capacidad de tomar decisiones de las familias y comunidades involucradas. Muchas intentan expresar, entender y enfrentar estratégicamente las condiciones sociales y políticas que determinan su condición actual. Crece también la conciencia de la interdependencia entre el bienestar humano y la salud de su ecosistema, incluida la salud y diversidad de los cultivos. Se recuperan diversidad, cultivos, ecología y agricultura sin separar la conservación y la utilización.

Una característica es especialmente esperanzadora: la reactivación de los sistemas campesinos de construcción de saberes, sistemas que fusionan formas colectivas y personales de observación, experimentación e intercambio, y que al saber unen el respeto, la espiritualidad y un conjunto de normas sociales localmente definidas. Esta búsqueda permite la generación y reactivación autónoma de saberes por parte de comunidades y familias, y a fin de cuentas el florecimiento, de nuevo, de la creatividad social más antigua de la humanidad. Camila Montecinos (GRAIN), la agricultura, sus saberes y cuidados, “La agricultura, sus saberes y cuidados”, op. cit.

Desde el siglo xix, se ha entendido la esperanza como una promesa que atañe al futuro

Una visión alternativa de la esperanza es aquélla que implica anhelar con toda nuestra fuerza el infinito, ahora. Esto significa devenir y no sólo ser pasivamente. Este devenir, transformarnos, implica aspirar a algo que aparentemente no es inmediato. Tal vez es algo que trasciende cualquier inmediatez y tiene que ver con lo eterno. Es Spinoza (el filósofo favorito de Marx) quien afirma que si nuestras respuestas a lo que existe son receptivas a todo cuanto existe, entonces, de hecho, rozamos lo eterno. En otras palabras, lo eterno no es algo que debamos aguardar, es algo que se hace presente en esos fogonazos momentáneos de conexión, de “adecuación” con algo que nos sostiene y a lo cual pertenecemos.

En su intensidad vital o su tragedia, tales momentos (con sus innumerables decisiones personales, encuentros, iluminaciones, sacrificios, deseos, pesares y recuerdos) tienen un efecto inmediato e incluyen las experiencias de una libertad en la acción. (La libertad sin acciones no existe.) Momentos así son trascendentales —como ningún “resultado” histórico puede serlo, pues rozan lo eterno. Y aunque son frecuentes los momentos que contienen lo eterno de algún modo, casi todos ellos son extremadamente duros, y pueden implicar sacrificio, dolor, un dolor compartido, e interminables fatigas porque la vida es muy dura.

Pero tenemos que vivir el presente, y nuestras relaciones, de un modo muy diferente al que nos propone la visión que del mundo se implanta por todas partes. Podemos resistirla —casi nadie cree en ella— es algo que uno escucha, que nos difunden por los medios. Y podemos resistirla mediante las acciones y las relaciones de las que hemos hablado, pero debemos rechazar por completo su vocabulario actual. No vale la pena argumentar en sus términos. Debemos crear otro vocabulario. Hay ciertos términos que perdieron totalmente su sentido. Términos usados en la actualidad, como “desarrollo” o “democracia” y el modo en que se utilizan.

Resistimos, sobre todo (es muy importante escuchar a Franz Fanon), cuando nos negamos a juzgarnos con los criterios de nuestros opresores. Cuando rechazamos los valores de la manipulación. Cuando rechazamos no sólo los términos de nuestros opresores sino la historia como ellos la cuentan. Debemos recordar que la peor ocupación es tener invadidos el espíritu y el pensamiento.

Entonces, algo más que tenemos que hacer es prestar una atención cuidadosa a lo que nos circunda. Como la visión dominante del mundo —ésa que no aceptamos— nos ensordece, no nos percatamos de que nos propone una escala temporal muy breve y limitada —aun en sus propios términos. Sólo le compete la máxima ganancia en los próximos cuatro minutos, en el lapso de las próximas 24 horas. Cuando mucho abarca los próximos cinco, diez años. Ésta es una increíble limitación de la perspectiva. Nunca había existido algo así en la historia. Con una visión tan limitada, es inevitable ignorar las escalas temporales diversas que existen en todo lo natural que nos rodea, incluidos nosotros mismos. Se puede ser una persona que mira una cabra, y únicamente la contempla en términos del precio y la comercialización de la leche en vez de estar en la mirada que fluye de nosotros y a nosotros. Pero si pensamos en la existencia de la leche y en todo lo que va de ella y viene a ella, en todo su ciclo, ahí hallamos también señales de esperanza en escalas temporales muy vastas.

[...]Si la imaginación conecta, es crucial reavivar nuestra relación con los muertos. En inglés el término es remember y en castellano es remembrar que significan comúnmente traer a la memoria, recordar. Literalmente significan reunir de nuevo a los miembros que fueron separados. Aun en francés, el término rappeler, usado como recordar, implica un llamado a reunir lo apartado. Si Giambattista Vico está en lo correcto cuando afirma que humano viene de humanitas, humare, es decir, el acto de enterrar a los muertos, este acto de enterrar es un acto de mantener la memoria, de re-membrar, de reconectar los miembros que han sido separados, y esto es absolutamente intrínseco a la imaginación humana, a la identidad humana. Ese acto de remembrar es por supuesto un honrar a los muertos, pero es algo más. Tal vez entonces dejar que Roberto Juarroz, el poeta argentino (ver el poema número 61 de su sexta poesía vertical, 1975), nos hable de esa relación y de nuestra búsqueda:

Miro un árbol.

Tú miras lejos cualquier cosa.

Pero yo sé que si no mirara este árbol

tú lo mirarías por mí

y tú sabes que si no miraras lo que miras

yo lo miraría por ti.

Ya no nos basta mirar cada uno con el otro.

Hemos logrado

que si uno de los dos falta,

el otro mire

lo que uno tendría que mirar.

Sólo necesitamos ahora

fundar una mirada que mire por los dos

lo que ambos deberíamos mirar

cuando no estemos ya en ninguna parte

Entrevista con John Berger: “La esperanza entre los dientes”, La Jornada, marzo de 2007; Biodiversidad,
sustento y culturas 53, julio de 2007

¿Argentina, Paraguay, Colombia, Ecuador, Bolivia, Centroamérica, México? ¿Quiénes son estos hombres que beben algo caliente, café soluble o yerbaluisa, té de monte o un trago de agua mientras las mujeres prenden fuegos y se afanan entre los toldos improvisados donde permanece el grupo? ¿Son desplazados por las denominadas autodefensas colombianas (esos paramilitares que a sueldo atropellan, matan y siembran el terror), o tal vez gente que huye de las fumigaciones con glifosato en la selvática frontera ecuatoriana con Colombia? ¿O por las agroindustrias que con mañas se apoderaron de sus tierras? ¿Acaso son refugiados de las guerras de contrainsurgencia centroamericanas de los ochenta? ¿O jornaleros exiliados, semi-esclavos en algún aledaño verde y turbio mar de soja transgénica en la profundidad de Paraguay, Argentina o la Bolivia santacruceña? ¿Gente sin tierra en algún remoto rincón brasileño? ¿Mexicanos corridos por las invasiones ganaderas y del narco hacia algún campo de cultivo transnacional dentro del propio México? No tenemos datos de la foto. Ni dónde ni cuándo se tomó, ni quién atestiguó de primera mano esas miradas fijas en un horizonte invisible. Un horizonte que sigue ahí. Sea cual sea su vida, su valentía los hizo viajar para volver a ser, aunque sea fugazmente. Y aunque enajenen su futuro en esa apuesta, el sinsentido pesa más y hay que romperlo, por eso arriesgan todo para sentir, por lo menos en la familia o en la comunidad improvisada que forman con otros destituidos, que están vivos y que hay esperanza.

El embate es más fuerte que nunca, es más vasto y brutal, más cohesionado. Pero los pueblos saben que nunca está todo perdido. Y reflexionan en colectivo, se organizan y comienzan a entender lo que pesa y cómo darle la vuelta. Y más temprano que tarde los proyectos autogestionarios, comunitarios, autonómicos, comienzan a dar respuestas puntuales en lo cotidiano de los espacios que con la lucha siembran y hacen florecer los grupos, los pueblos, la gente, la comunidad.

Sirva esta foto anónima, de seres sin nombre, como acicate a la memoria. Como manera de mantener viva la vida que, acuclillada y con un pocillo de peltre en la mano, sigue viendo el futuro desde cada rincón de un continente americano más y más insumiso. Editorial, Biodiversidad, sustento y culturas 52, abril de 2007 

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Fuente: Biodiversidad, sustento y culturas N° 100

Temas: Defensa de los derechos de los pueblos y comunidades, Saberes tradicionales

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