El negocio de la conservación

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Los gobiernos e instituciones internacionales comienzan a demostrar un interés creciente en la conservación: lo demuestran proyectos como el Corredor Biológico Marino, iniciativa a nivel regional que ha logrado el apoyo de los estados centroamericanos y México. Financiado y gestionado de forma mayoritaria por el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, este proyecto prevé el incremento de la actividad económica en la zona, a través de la implementación de medidas para lograr un desarrollo sostenible en sus actividades. Su evidente relación con otro millonario proyecto, el Plan Puebla Panamá, ha creado dudas razonables sobre el objetivo principal: la sostenibilidad de ecosistemas megadiversos. ¿Es una iniciativa pionera en el área de la conservación? ¿O son otros intereses los que mueven a grandes inversionistas públicos y privados a apoyar esta iniciativa?

La escasez en un futuro no muy lejano de los recursos naturales que mueven las grandes economías mundiales, junto a la continua degradación de los ecosistemas a escala global, parece crear una paranoia colectiva preocupada en la protección y conservación de los ecosistemas. La conservación de los recursos naturales, tema de máxima importancia, debe suponer cambios drásticos: un cambio de mentalidad a nivel global, pero sobre todo en los ricos consumidores del norte y en algunos emergentes del sur. La necesidad de involucrar tanto a la población como a los estamentos de poder, supone un esfuerzo e implementación de instrumentos legales que deriven en la protección real de espacios naturales a nivel internacional.

Esta preocupación debiera tomar fuerza entre los gobiernos por el mero hecho de ser por el bien común. Parece sin embargo que el cambio de actitudes dirigidas hacia la conservación y protección de espacios naturales, no es solo una forma de luchar contra los efectos negativos de la degradación medioambiental como el Cambio Climático. Las nuevas inversiones en medioambiente que proceden de diversas fuentes financieras, se centran en los países del sur, ricos en ecosistemas únicos, megadiversos, con una gran variedad de especies de flora, fauna y microorganismos. La biodiversidad comienza a generar beneficios.

Intereses políticos geoestratégicos

El patrón tecnológico, debido a la escasez de los combustibles fósiles en un futuro cercano, está cambiando a pasos agigantados, lo que hace necesario alimentar la máquina con nuevas fórmulas: se hace imprescindible encontrar fuentes de energía alternativas que sigan manteniendo el elevado nivel de consumo en nuestra sociedad. La biodiversidad se ha convertido en una riqueza estratégica a explotar donde lo estratégico se define a partir de su control [1]

El futuro por lo tanto, ya no se encuentra en los gastados yacimientos petroleros, sino en los ecosistemas tropicales, llenos de vida, agua, materias primas y sobre todo, fuentes de insumos para las nuevas tecnologías en auge, como la nanotecnología, tan controvertida estos días con la decisión de la UE de dejar abierto este campo a la investigación científica, tanto de empresas públicas como privadas.

La posibilidad de generar beneficios económicos genera intereses estratégicos internacionales. La conservación, queda en segundo plano: ya no es necesario proteger un medio ambiente frágil por el bien común, es necesario protegerlo para seguir obteniendo de él nuevas alternativas, asegurando el status quo del crecimiento económico neoliberal actual. La conservación y el Desarrollo Sostenible (ambos conceptos con definiciones amplias y abiertas a diferentes tipos de entendimiento y de manipulación) parecen haberse convertido hoy en día en el mantra de los grandes consorcios multinacionales, los organismos internacionales (como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo), y los gobiernos, que aprovechan el “tirón mediático” que tienen estos conceptos para implementar proyectos que dejan las puertas abiertas a la prospección, investigación y uso a los espacios naturales vírgenes, fuentes de vida y riqueza.

Nuevos proyectos, viejos intereses: Corredor Biológico Mesoamericano

Un claro ejemplo de lo anterior es el proyecto Corredor Biológico Mesoamericano (CBM), donde están involucrados los siete países centroamericanos (Belice, Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica y Panamá), así como los estados del sureste de México (Campeche, Chiapas, Quintana Roo y Yucatán).

Los ecosistemas que se encuentran en el istmo centroamericano, y que conforman el corredor biológico, son variados: selvas tropicales primarias, bosques húmedos y secos, humedales, zonas de costa con abundantes recursos marinos, así como otras regiones únicas, ocupan una superficie de 102 millones de hectáreas. Sin duda, una de las zonas megadiversas más importantes del mundo: mil 797 especies de mamíferos, 4 mil 153 de aves, mil 882 de reptiles, 944 de anfibios, mil 132 de peces, 75 mil 861 de plantas, e incontables microorganismos, así como abundantes fuentes de agua. Paradójicamente, la población de 64 millones de personas que habita esta región (40 por ciento de población campesina y el 18 por ciento indígena), sufre con un nivel de pobreza superior al 60 por ciento [2].]].

No existe una definición universalmente aceptada para explicar qué es un corredor biológico, pero se puede definir como un sistema de ordenamiento territorial, donde se busca que las áreas protegidas nombradas de antemano por cada país involucrado en el proyecto, conformen la zona núcleo del corredor, destinadas exclusivamente a la conservación. Rodeando a las zonas núcleos, y conectándolas, se encuentra el área de amortiguamiento, conformado en su mayoría por áreas que no poseen ningún estatus de protección donde se pueden fomentar las actividades productivas ambientalmente amigables [3]. Es decir, se pretende hacer un “pasillo” de conservación en la región con más recursos genéticos y naturales del mundo, con el fin ideal de proteger y conservar los ecosistemas más vulnerables.

Las primeras negociaciones para la implementación del Corredor Biológico Mesoamericano parten como iniciativa del Banco Mundial, y comienzan en los años ochenta. En la cumbre sobre Desarrollo Sostenible realizada en Johannesburgo en 1992, se hace pública la intención de los estados centroamericanos de apoyar el proyecto como “una iniciativa modelo en desarrollo sostenible para la región y el mundo”, y se “apoyarán los proyectos tanto públicos como privados que se desarrollen en torno al Corredor Biológico Mesoamericano, generándose un intercambio de esta experiencia con otras regiones en el mundo” [4]. De esta primera declaración de intenciones, se pueden extraer dos conclusiones: la primera, se deja abierta desde el principio la posibilidad de realizar proyectos similares (en caso de que el Corredor Biológico Mesoamericano tenga el éxito que los inversionistas buscan) en otras partes del mundo. La segunda, son las consecuencias que acarrea, para una iniciativa de conservación donde está en juego la estabilidad y supervivencia de numerosos ecosistemas y poblaciones, aceptar dinero de intereses privados. Esto significa abrir la entrada a esta región a países, empresas y corporaciones multinacionales, que en otras circunstancias hubieran visto negado el acceso.

La presentación oficial e internacional del proyecto final se realiza en 1997 durante la XIX Cumbre de Presidentes Centroamericanos en Panamá. Las negociaciones entre los diferentes organismos internacionales, los países de la región, y otras instituciones privadas habían comenzado años atrás.

Del mundo de la conservación al mundo de los negocios

La línea que separa la conservación de espacios naturales únicos y el mundo de los negocios, parece cada vez más delgada. Con la firma oficial del proyecto por parte de los países centroamericanos y México, se pone en marcha la maquinaria institucional comandada por el Banco Mundial. Esta institución decide “atendiendo a su experiencia técnica, a sus relaciones con la comunidad internacional y a sus políticas de diálogos con los gobiernos” [5], llevar la dirección técnica del proyecto. Esto confiere desde el principio un marcado carácter mercantil a un proyecto de tanta envergadura.

La iniciativa del Corredor Biológico Mesoamericano atrae la atención mundial. Desde las grandes ONGs medioambientales se generan inversiones millonarias (Conservation Internacional, The Nature Conservancy y otras de origen estadounidense). Desde países europeos (España, Alemania, Inglaterra, Francia y otros), EE UU y Japón se generan donaciones y préstamos bilaterales. Entre las organizaciones internacionales más interesadas destacan el propio Banco Mundial (BM), junto a otros socios importantes, como el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), el Fondo Mundial para el Medio Ambiente (GEF), el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).

El Banco Mundial y el Banco Interamericano Desarrollo, aparte de su función como gestores, cumplen un importante papel como inversores: aprueban proyectos por valor de 5.429 millones de dólares, confirmando al Corredor Biológico Mesoamericano como uno de los proyectos más ambiciosos y con más presupuesto en el campo de la conservación. Asociados a esta iniciativa, surgen y se implementan otra serie de proyectos, tanto a nivel nacional como regional. Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo, en el año 2000, apenas a tres años de haberse iniciado oficialmente el proceso, varias agencias multilaterales y bilaterales así como ONG internacionales, aportaron 361 millones de dólares en forma de asistencia técnica y proyectos ambientales. Esta cifra, hay que sumarla a la ya invertida por el propio Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo [6].

El dinero es utilizado siguiendo lineamientos muy estrictos marcados por el Banco Mundial. Por un lado, manejo de recursos forestales, ordenamiento de cuencas hidrográficas, administración de tierras, turismo y uso de la biodiversidad (no se especifica cuales serían los usos). Por otro, agricultura, energía, infraestructuras y transporte [7]. Esta política de inversión, “responde a la importancia del manejo de hábitats y paisajes transfonterizos en una región que cumple un rol natural de puente o conector transcontinental y hemisférico” [8].

Casualmente, estos son los mismos objetivos de inversión que tiene otro proyecto, a nivel regional, y con los mismos gestores e inversores: el Plan Puebla Panamá.

El Plan Puebla Panamá y el Corredor Biológico Mesoamericano: ¿Proyectos paralelos o un solo proyecto?

El Plan Puebla Panamá, impulsado por EEUU y apoyado por Europa, es un intento de conectar todo el continente americano entre sí y con países del Pacífico, disponiendo de forma fácil y rápida a través de un moderno sistema de infraestructuras y transportes de materias primas, biodiversidad y combustibles, abundantes en los países del centro y sur. La relación entre ambos proyectos no es un secreto, y ya en la conferencia de socios y donantes del Corredor Biológico Mesoamericano que tuvo lugar en Francia en el año 2002 patrocinada por el Banco Mundial, se habla abiertamente de la conexión ideológica. Como afirma un representante del Banco Interamericano de Desarrollo “la relación entre el Plan Puebla Panamá y el Corredor Biológico Mesoamericano es de mucha importancia… hay una intención y un esfuerzo para no ir en paralelo, sino más bien en conjunto con las dos iniciativas, desde el punto de vista conceptual y político, lo cual es fundamental.” [9]

El Corredor Biológico Mesoamericano, que pudiera haber sido una iniciativa pionera en el mundo, se convierte en un mero instrumento del sistema neoliberal: el concepto de Desarrollo Sostenible, es utilizado nuevamente como medio para encubrir otro tipo de intereses económicos.

Los negocios desde dentro: Relación entre el Corredor Biológico Mesoamericano y los tratados de libre comercio

Todos los proyectos deben tender hacia la sustentabilidad económica. Este indicador es para la mayoría de organismos donantes, reflejo del éxito del proyecto. En el área de la conservación, los proyectos deben llevar asociados nuevas estrategias que permitan, a través de alternativas económicas sostenibles con el ambiente, el desarrollo de la población que habita la zona.

En el caso del Corredor Biológico Mesoamericano, se ha intentado “establecer una nueva manera de entender la protección del ambiente integrando la conservación con el aumento de la competitividad económica. Nuevas tecnologías, nuevos mercados, recursos humanos (…) son la base para una economía creciente y competitiva [10].

Las reuniones internacionales celebradas con socios y donantes para la implementación de nuevas alternativas económicas, se han repetido y se repiten con frecuencia. La búsqueda de nuevos mercados y nuevas formas de negociar los recursos, han sido la base del interés internacional. Como afirman el GEF y el PNUD, “la biodiversidad es una parte importante del capital patrimonial de los países y su aporte neto agregado no ha sido adecuadamente incorporado en las cuentas nacionales” [11].

Por parte de los países centroamericanos, también se ha demostrado un interés evidente en el proyecto del Corredor Biológico Mesoamericano, y no únicamente por el posible beneficio para la población o su entorno. En muchas ocasiones, poder tener mejores posibilidades a la hora de negociar acuerdos internacionales, se convierte en un incentivo mayor que la conservación. Documentos oficiales del proyecto, afirman que una “colaboración a los esfuerzos para fortalecer el proceso de integración centroamericana” podría suponer para los países una “consolidación de las salvaguardas de cara al ingreso de la región en diferentes esquemas de libre comercio” como los Tratados de Libre Comercio firmados con EEUU, o los Acuerdos de Asociación (AdA) entre Europa y Centroamérica que están actualmente en negociación [12].

Como parte de los esquemas de los Tratados de Libre Comercio, tiene que existir una retribución al dinero invertido. Siguiendo esta lógica neoliberal, los países socios en el proyecto, como Europa y EEUU, que por una parte realizan inversiones bilaterales para la implementación de proyectos medioambientales, mantienen con los gobiernos centroamericanos negocios en temas tan estratégicos como energía, infraestructura, etc.

Un claro ejemplo, es el caso de España, cuyas empresas y multinacionales, están presentes en toda la región. Es importante destacar el caso de los operadores dominantes del sector eléctrico, como Unión Fenosa y Endesa Internacional.

Endesa internacional, responsable del proyecto Siepac, con una inversión de 370 millones de dólares, pretende integrar a seis países centroamericanos (Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá) mediante la puesta en marcha del denominado Mercado Eléctrico Regional administrado por una sola empresa. Este proyecto, sin antecedentes a nivel mundial, prevé la construcción de una línea troncal de interconexión eléctrica en la zona de 1.800 kilómetros, que contará además con la instalación a través de los países de 4.800 torres de línea [13]. Este proyecto, que parece a primera vista no ser muy recomendable para la conservación de espacios naturales con la instalación de infraestructura, será por otra parte, un negocio muy rentable para la multinacional española.

Política energética vs. política medioambiental: contradicciones oficiales

En 1991, los gobiernos centroamericanos firman el Sistema de Integración Centroamericana (SICA), que será el nuevo marco jurídico-político que abarcará todos los ámbitos de integración, desde el energético, hasta el medioambiental en los países de la región. Para llevar a cabo esta iniciativa, se conforma una Secretaría General (SG-SICA), donde varios países como España y China, se convierten en observadores del proceso. Dentro de esta estructura se encuentra la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD), conformada por las autoridades gubernamentales de ambiente o de recursos naturales de los Gobiernos de sus países miembros, cuya misión es facilitar y promover acciones en el campo ambiental. Por otro lado, y también dentro de la Secretaría General, se encuentra la Unidad de Coordinación Energética Regional, encargada de la política energética del istmo [14].

A partir de la adhesión de los estados centroamericanos al proyecto del Corredor Biológico Mesoamericano, es la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD) junto con el Banco Mundial, la encargada de la ejecución del proyecto. De esta forma, mientras una comisión asume la conservación de áreas protegidas (CCAD), la otra está interesada en el desarrollo energético de la región, con la implementación de proyectos, que en muy pocas ocasiones fomentan un verdadero desarrollo sostenible o tienen en cuenta la conservación de espacios y recursos naturales.

En noviembre del año 2007, se hace pública la “Estrategia Energética Sustentable Centroamericana hasta el año 2020” [15]. Elaborada por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Secretaria General del Sistema de Integración Centroamericana (SG-SICA), fue aprobada por los gobiernos de todos los países y por la Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD). Esta estrategia, se enmarca dentro de una tendencia a regionalizar los mercados centroamericanos, entre ellos el energético, consiguiendo que las iniciativas económicas del sector, puedan aplicarse en toda la región. Como donantes e impulsores de este proceso, se encuentran entre otros el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), la agencia estadounidense de cooperación internacional (US-AID) y la CEPAL [16].

La estrategia, que resume de forma breve la situación actual del mercado energético centroamericano, marca el camino futuro que tienen que tomar los países para un desarrollo regional competitivo del sector, esperándose fuertes cambios en la estructura de generación en el Istmo Centroamericano.

El plan prevé un incremento neto del 88 por ciento de centrales de generación con base en recursos naturales. Esto es, centrales hidroeléctricas, geotérmicas y plantas térmicas.

La generación hidroeléctrica de energía es contemplada como uno de los puntos principales del futuro regional. El aprovechamiento actual del 17 por ciento, no sería suficiente para abastecer el mercado interno, y además, exportar energía a otros países. La construcción de pantanos en áreas ricas en recursos hídricos, que embalsen el agua necesaria para la creación de esta energía, será uno de los pilares claves que permitan el crecimiento energético.

Por otra parte, también se contempla como prometedor el futuro de los llamados biocombustibles. Mercados como el europeo y el estadounidense están abriendo sus puertas a la inversión en el sector mediante políticas que indican el porcentaje que cada país tendrá que utilizar de combustibles de origen vegetal. Esto hace necesario incrementar los monocultivos ya existentes tanto de caña de azúcar como de palma africana, así como la utilización de nuevas especies para poder satisfacer las demandas de biocombustibles. La búsqueda de nuevas tierras para monocultivo, y la mecanización del mismo, podrían poner en peligro tanto la soberanía alimentaria de la población campesina como los espacios naturales que aún no están cultivados.

El desarrollo energético, es apenas uno de los muchos negocios asociados al Corredor Biológico Mesoamericano. El uso del genoma de los seres vivos únicos y excepcionales de esta región para su utilización por parte de consorcios internacionales, la creación de patentes a partir de los conocimientos ancestrales y de la sabiduría tradicional centroamericana, turismo, uso de los recursos marinos y terrestres, etc. son solo unas pocas de las innumerables fuentes de ingresos millonarios que pueden ofrecer estos países.

Si el Corredor Biológico Mesoamericano cumple sus expectativas, en el futuro veremos como se desarrollan proyectos iguales en otras partes del mundo que posean riquezas naturales similares a las centroamericanas.

Es necesario exigir y lograr instrumentos legales que aseguren transparencia en los objetivos reales de proyectos tan importantes, para diferenciar iniciativas que utilizan el concepto de desarrollo sostenible con fines mercantiles de las que realmente buscan objetivos de conservación.

Las aplicaciones comerciales futuras de las riquezas naturales, están aún por descubrirse.

Por Ruth Vicente

Notas

[1] Gian Carlo Delgado Ramos (2002): Ambientico, nº. 105, Universidad Nacional, Costa Rica. Disponible on-line en www.una.ac.cr/ambi/Ambien-Tico/105.

[2] Bartra, Armando: “Mesoamerica.com: detrás del PPP”, La Jornada, 17-6-01.

[3] University of Florida, Universidad de Costa Rica.

Implementación del Corredor Biológico Mesoamericano en la región del Sarapiqui. Un estudio de la funcionalidad del marco legal de ordenamiento territorial en el Corredor Biológico San Juan de la Selva.

[4] Banco Mundial y CCAD. Corredor Biológico Mesoamericano. Conferencia de socios y donantes. Memoria. 12 y 13 febrero 2002. París, Francia

[5] World Bank. 2000. Mexico-Mesoamerican Biological Corridor. Report No PID 8097

[6] Banco Interamericano Desarrollo y Banco Mundial. 2001. Taller: Manejo Sostenible de Recursos Naturales a Nivel Regional.

[7] Banco Interamericano Desarrollo y Banco Mundial. 2001. Taller: Manejo Sostenible de Recursos Naturales a Nivel Regional.

[8] CCAD-PNUD/GEF, Proyecto regional “Establecimiento de un Programa para la consolidación del Corredor Biológico Mesoamericano” (PCCBM).

[9] Banco Mundial y CCAD. 2002. Corredor Biológico Mesoamericano. Conferencia de socios y donantes. Memoria. 12 y 13 febrero.2002. París, Francia. Páginas 18-19.

[10] CCAD. 2002. Proyecto para la Consolidación del Corredor Biológico Mesoamericano. Serie Técnica 01.

[11] Ibidem

[12] Ibidem

[13] El economista: ” Endesa avanza en Sevilla el proyecto Siepac, que unirá los sistemas eléctricos de seis países de América Central", 20/04/2007.

[14] CCAD. 2002. Proyecto para la Consolidación del Corredor Biológico Mesoamericano. Serie Técnica 01.

[15] CEPAL y Secretaría General Sistema Integración Centroamericano, 2007, Estrategia Energética Sustentable Centroamericana 2020. LC/MEX/L.878.

[16] Ibidem

Miércoles 27 de febrero de 2008, por Revista Pueblos

Fuente: Revista Pueblos

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