El “Arca de Noé vegetal” en el Ártico

Idioma Español
País Europa

En uno de los lugares más alejados del mundo, en Svalbard (cerca del océano Ártico), Bill Gates ha invertido millones de dólares en una cámara blindada para concentrar todas las semillas del mundo. Sus socios son: la Fundación Rockefeller, Monsanto, la Fundación Syngenta y el gobierno de Noruega. ¿Qué esconde este proyecto, el de un “Arca de Noé vegetal”?

La pereza es un defecto que no puede serle atribuido al fundador de Microsoft, Bill Gates. Programando ya a los 14 años de edad, fundó Microsoft a los 20, siendo estudiante aún de Harvard. En 1995, fue registrado por Forbes como el hombre más rico del mundo, el mayor accionista de Microsoft -la sociedad que fundó un encarnizado monopolio de hecho sobre los sistemas informáticos para computadoras personales.

En el año 2006, mientras la mayoría de las personas en similar situación habrían pensado en retirarse a un isla tranquila del Pacífico, Bill Gates decidió consagrar su energía a la Fundación Bill y Melinda Gates, la mayor fundación privada “transparente”, como gusta llamarla, con una enorme donación de 34,6 mil millones de dólares y la obligación legal de gastar 1,5 mil millones de dólares por año en proyectos humanitarios en el mundo a los fines de mantener su status de organización caritativa excenta de impuestos.

En 2006, el mega-inversor Warren Buffett, un amigo y socio de negocios de Gates le regaló la suma aproximada de 30 mil millones de dólares en acciones de Berkshire Hathaway, lo que ubicó a la fundación de Gates en una categoría de gasto que prácticamente iguala a la suma total del presupuesto anual de la Organización Mundial de la Salud de las naciones Unidas (OMS).

Entonces, cuando Bill Gates decide invertir cerca de 30 millones de dólares del dinero que ha ganado ‘duramente’ en un proyecto por intermedio de la Fundación Gates, vale la pena hechar una ojeada más detenidamente.

No existe en este momento proyecto más interesante que esta curiosa empresa en uno de los sitios más alejados del mundo, Svalbard. Bill Gates ha invertido millones de dólares en una bóveda blindada destinada a contener semillas sobre el Mar de Barents, cerca del Océano Ártico, a unos 1.100 kilómetros del Polo Norte. Svalbard es un pedazo de roca estéril reivindicado como propio por Noruega y cedido en 1925 por un tratado internacional (ver el mapa).

Sobre esta isla perdida, Bill Gates ha invertido decenas de millones, junto a la Fundación Rockefeller, Monsanto Corporation, la Fundación Syngenta y el gobierno noruego, entre otros, en lo que ha sido llamado doomsday seed bank[ arca de Noé vegetales la mejor traducción para estaexpresión que combina bóveda blindada, semillas y fin de los días o apocalipsis, NT de la versión en inglés de este artículo]. Oficialmente, el proyecto se llamó “Bóveda Blindada de Semillas del Mundo en Svalbard”, sobre la isla noruega de Spitsbergen, que forma parte del archipiélago de Svalbard.

La bóveda blindada está siendo construida al interior de una montaña sobre la isla de Spitsbergen, cerca del pequeño pueblo de Longyearbyen. De acuerdo al comunicado de prensa, está casi lista para comenzar con el “negocio”. La bóveda tendrá puertas dobles a prueba de explosiones, detectores de movimientos, dos esclusas, y dos muros de hormigón armado de un metro de espesor. Contendrá cerca de tres millones de variedades diferentes de semillas provenientes del mundo entero, “de modo tal que la diversidad vegetal pueda ser preservada para el futuro”, según el gobierno noruego. Las semillas serán especialmente envueltas para impedir que se humedezcan. No habrá personal trabajando a tiempo completo, pero la inaccesibilidad relativa de la bóveda facilitará la vigilancia de toda actividad humana eventual.

¿Nos hemos perdido de algo? El comunicado de prensa de los sponsors de la bóveda declaraba “de suerte que la diversidad vegetal pueda ser preservada para el futuro.” ¿Qué futuro, previsto por los sponsors del arca vegetal de Noé, amenazaría la disponibilidad actual de semillas, que casi en su totalidad se encuentran ya bien al abrigo en “bancos de semillas”, en todos los rincones del mundo?

Tratándose de Bill Gates, la Fundación Rockefeller, Monsanto y Syngenta actuando en torno a un proyecto común, vale la pena profundizar un poco más bajo las rocas de Spitsbergen. Al hacerlo, encontramos cosas fascinantes.

El primer punto remarcable: quién apadrina el arca vegetal de Noé. Quienes se unieron a los noruegos fueron, como ya dijimos, la Fundación Bill & Melinda Gates; el gigante estadounidense del agronegocio DuPont/Pioneer Hi-Bred, uno de los mayores priopietarios de patentes de semillas genéticamente modificadas (GM) y de productos químicos emparentados; Syngenta, la principal compañía suiza de semillas GM y de productos agroquímicos, a través de su Fundación Syngenta; la Fundación Rockefeller, el grupo privado que creó la “revolución genética”, con más de 100 millones de dólares en semillas a partir de los años 70; el CGIAR, la red mundial creada por la Fundación Rockefeller para promover su ideal de pureza genética a través de la transformación de la agricultura.

EL CGIAR Y “EL PROYECTO”

Como ya lo he expuesto en detalle en el libro “Semillas de Destrucción” (1), en 1960 la Fundación Rockefeller, el Consejo para el Desarrollo de la Agricultura de John D. Rockefeller III y la Fundación Ford, aunaron fuerzas para crear el Instituto Internacional de Investigación en Arroz (IRRI), en Los Baños, Filipinas. En 1971, el IRRI de la Fundación Rockefeller, junto a su Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo en México y a otros centros de investigación internacional creados por las fundaciones Rockefeller y Ford, -el IITA para la agricultura tropical, en Nigeria, y el IRRI para el arroz, en Filipinas- se combinaron para formar el Grupo Consultivo para la Investigación Agrícola Internacional (CGIAR).

El CGIAR se formó a partir de una serie de conferencias privadas organizadas en el centro de conferencias de la Fundación Rockefeller, en Bellagio, Italia. Los principales participantes de las conferencias fueron George Harrar de la Fundación Rockefeller, Forrest Hill de la Fundación Ford, Robert McNamara del Banco Mundial, y Maurice Strong, el operador internacional de la familia Rockefeller en cuestiones de medio ambiente, que –en tanto mandatario de la Fundación Rockefeller- había organizado la Cumbre de la Tierra de la ONU en Estocolmo, en 1972. Todo esto formó parte de largos decenios de trabajo focalizado de la fundación para poner a la ciencia al servicio de la eugenesia, una versión repulsiva de la pureza racial, que fue llamada El Proyecto.

Para garantizar un máximo impacto, el CGIAR involucró a la Organización de la Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), al Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo y al Banco Mundial. Así, mediante la influencia cuidadosamente planificada de sus recursos iniciales, a principios de los años setenta la Fundación Rockefeller estaba ya en condiciones de moldear la política agrícola mundial. Y no se privó de ello.

Financiado por los generosos fondos de investigación de las fundaciones Ford y Rockefeller, el CGIAR se peocupó por trasladar a los Estados Unidos a los principales científicos de la agricultura y a los agrónomos del Tercer Mundo, para “matrizarlos” con los conceptos modernos de la producción alimentaria, con el objeto de que volvieran a sus países y los introdujeran allí. En la operación, crearon una red de influencia extremadamente útil para la promoción de la agro-alimentación estadounidense en esos países, y más específicamente para la promoción de la “Revolución Genética” de los OGM en los países en desarrollo. Y todo esto en nombre de la ciencia y de la rentabilidad del mercado agrícola libre.

¿UNA RAZA SUPERIOR GENÉTICAMENTE MODIFICADA?

La bóveda blindada de semillas de Svalbard comienza ahora a ponerse interesante. Pero se pone mejor aún. “El Proyecto” al que hice mención es el proyecto de la Fundación Rockefeller y de poderosos intereses financieros de utilizar a partir de la década del veinte la eugenesia - rebautizada luego genética- para justificar la creación de una Raza Superior genéticamente modificada. Hitler y los Nazis la llamaban la Raza Superior Aria.

La eugenesia de Hitler fue financiada en gran medida por este misma Fundación Rockefeller, que hoy en día se encuentra abocada a la construcción de este arca vegetal de Noé para preservar muestras de todas las semillas de nuestro planeta. La intriga comienza ahora, realmente. Esta misma Fundación Rockefeller creó la disciplina pseudo-científica de la biología molecular, en su búsqueda encarnizada por reducir la vida humana a una “secuencia génica definida” que, esperaba la Fundación, pudiera ser modificada a continuación con el objeto de cambiar a voluntad las características humanas. Los eugenistas de Hitler -muchos de los cuales se establecieron tranquilamente en los Estados Unidos una vez finalizada la guerra para continuar con sus investigaciones en biología sobre la eugenesia, investigaciones que sentaron numerosas bases de la ingeniería genética de diversas formas de vida- fueron abiertamente financiados en el Tercer Reich por las generosas subvenciones de la Fundación Rockefeller (2).

Esta misma Fundación Rockefeller creó la famosa Revolución Verde en el curso de un viaje a México que hicieron Nelson Rockefeller y Henry Wallace en 1946, éste último antiguo secretario de agricultura del New Deal y fundador de la compañía Pioneer Hi-Bred Seed.

La Revolución Verde pretendía resolver a gran escala el problema del hambre en el mundo, en México, en la India y en otros países elegidos en donde trabajaba Rockefeller. Norman Borlaug, el agrónomo de la Fundación Rockefeller, ganó el Premio Nobel de la Paz por su trabajo, algo de lo cual difícilmente vanagloriarse, con gente como Henry Kissinger compartiendo el mismo título.

En realidad, como bien se supo años más tarde, la Revolución Verde era una brillante maniobra de la familia Rockefeller para desarrollar el agronegocio a nivel global, que pudiera luego monopolizar, tal como lo había hecho en el mundo de la industria petrolera, comenzando medio siglo antes. Tal como había declarado Henry Kissinger en los años setenta: “Si se controla el petróleo, se controla el país; si se controla la alimentación, se controla la población”.

El agronegocio y la Revolución Verde iban de la mano. Formaban parte de una gran estrategia que incluía el financiamiento de la investigación por parte de la Fundación Rockefeller para desarrollar, algunos años más tarde, la ingeniería genética de plantas y animales.

John H. Davis fue adjunto del Ministro de Agricultura bajo el gobierno de Dwight Eisenhower a principios de los cincuenta. Abandonó Washington en 1955 e ingresó a la Harvard Graduate School of Business, un lugar poco habitual en esa época para un experto en agricultura. Contaba con una estrategia muy clara. En 1956, Davis escribió un artículo en el Harvard Business Review, en donde afrimaba que la única forma de resolver de una vez y para siempre el famoso problema agrícola evitando el tedio de los programas gubernamentales, es hacer evolucionar la agricultura hacia el agronegocio”. Sabía perfectamente qué tenía en mente, mismo si existiesen aún pocos indicios en aquella época: una verdadera revolución de la producción agrícola que concentraría el control de la cadena alimentaria en manos de las corporaciones multinacionales, muy lejos de la tradicional familia de agricultores (3).

Un aspecto crucial del manejo de intereses de la Fundación Rockefeller y de las sociedades agroalimentarias estadounidenses, era el hecho de que la Revolución Verde se basara en la proliferación de nuevas semillas híbridas para el desarrollo de los mercados. ???? La característica fundamental de las semillas híbridas es su falta de capacidad reproductiva. Los híbridos fueron desarrollados para evitar la proliferación. Contrariamente a la polinización libre de especies naturales, en donde la semilla rinde en forma similar a sus parientes, el rendimiento de la semilla que porta una planta híbrida es sensiblemente inferior al de la primera generación.

Esta base de rendimiento propia de los híbridos implicaba que los agricultores normalmente debían comprar las semillas cada año para obtener un rendimiento elevado. Por otro lado, el rendimiento menor de la segunda generación eliminaba el comercio de semillas que con frecuencia realizan los productores sin autorización del semillero. Esto impedía la redistribución de semillas de cultivos comerciales por parte de intermediarios. Si las grandes semilleras multinacionales estaban en condiciones de controlar desde el origen la semilla de las líneas parentales, ningún competidor o agricultor sería capaz de producir el híbrido en cuestión. La concentración mundial de patentes de semillas híbridas en un puñado de gigantescas semilleras, conducidas por Pioneer Hi-Bred de DuPont y Dekalb de Monsanto, preparaba el terreno para la posterior revolución de semillas OGM (4).

En realidad, la introducción de tecnología agrícola estadounidense moderna, los fertilizantes químicos y las semillas híbridas comerciales, convirtió a todos los agricultores locales de los países en desarrollo –en particular a los más grandes y sólidos- en dependientes del exterior, sobre todo de los insumos del agronegocio y de la petroquímica estadounidenses. Era la primera etapa de lo que había sido un proceso cuidadosamente planificado por varias décadas.

Gracias a la Revolución Verde, el agronegocio se abrió camino ampliamente en los mercados, en donde el acceso estaba antes limitado a los exportadores estadounidenses. La tendencia fue enseguida bautizada “Agricultura orientada al mercado”. Se trataba en realidad de la agricultura controlada por el agronegocio.

A través de la Revolución Verde, la Fundación Rockefeller y más tarde la Fundación Ford trabajaron codo a codo, elaborando y luego defendiendo los objetivos de la política exterior de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) y de la CIA.

Uno de los principales efectos de la Revolución Verde fue el despoblamiento del campo, el forzar a los campesinos a huir hacia las barriadas pobres alrededor de las ciudades, en búsqueda desesperada de trabajo. No era el azar. Era parte de un plan con miras a crear reservas de mano de obra barata para las venideras industrias multinacionales estadounidenses, la “globalización” de estos últimos años.

Cuando la auto-promoción en torno a la Revolución Verde se calmó, los resultados eran muy diferentes a lo que había sido prometido. Surgieron problemas a partir del uso indiscriminado de nuevos pesticidas químicos, frecuentemente con graves consecuencias para la salud. Con el tiempo, el monocultivo de las nuevas variedades de semillas híbridas redujo la fertilidad del suelo y el rendimiento. Los primeros resultados eran impresionantes: doble e incluso triple rendimiento de ciertos cultivos como el trigo y más tarde el maíz en México. Rendimientos que rápidamente cayeron.

La Revolución Verde iba generalmente acompañada por grandes proyectos de irrigación, frecuentemente con préstamos del Banco Mundial para la construcción de nuevas enormes represas y, en el proceso, la inundación de regiones anteriormente pobladas y fértiles.Asimismo, el enorme rendimiento del super-trigo se produjo saturando los suelos con enormes cantidades de fertilizantes por acre, en base a nitratos y petróleo, materias primas que controlaban las “Seven Sisters”, las siete gigantescas compañías petroleras dominadas por los Rockefeller.

Se utilizaron también enormes cantidades de herbicidas y pesticidas, creando nuevos mercados para los gigantes de la industria petrolera y química. Tal como dijo un analista, la Revolución Verde no fue otra cosa que una revolución química. Los países en desarrollo nunca podrían pagar las enormes cantidades de fertilizantes y pesticidas químicos. Obtendrían así créditos graciables del Banco Mundial y préstamos especiales del Chase Bank y de otros grandes bancos de Nueva York, siendo el garante el gobierno de los Estados Unidos.

Estos préstamos fueron concedidos en su mayoría a grandes propietarios terratenientes. Para los pequeños campesinos, la situación que se les presentaba era bien otra: no podían pagar los productos químicos y otros insumos modernos. Debieron entonces pedir prestado dinero.

Al principio, diversos programas gubernamentales intentaron suministrar préstamos a los agricultores, de modo que pudieran comprar semillas y fertilizantes. Los agricultores que no pudieron participar de este tipo de programas, debieron endeudarse en el sector privado. A causa de las tasas de interés exorbitantes, muchos pequeños campesinos no pudieron siquiera beneficiarse de los primeros rendimientos, más elevados. Luego de la cosecha, debieron vender la mayor parte cuando no la totalidad de su producción para reembolsar los préstamos y los intereses. Con frecuencia perdieron sus tierras, al volverse dependientes de los prestamistas hipotecarios y los negociantes. Incluso con préstamos a tasas preferenciales a través de los organismos gubernamentales, los cultivos de susbsistencia fueron desplazados por la producción de cultivos comerciales. (5)

Décadas más tarde, los mismos intereses, en particular los de la Fundación Rockefeller que sostuvieron la Revolución Verde inicial, trabajan en la promoción de la nueva “Revolcuión Genética” - como la denominó hace algunos años Gordon Conway, el presidente de la Fundación Rockefeller - es decir la difusión de productos de la agricultura industrial y comercial, especialmente de semillas OGM patentadas.

GATES, ROCKEFELLER Y LA REVOLUCIÓN VERDE EN ÁFRICA

Si tenemos clara conciencia de la experiencia probada de la Revolución Verde de la Fundación Rockefellera partir de los años 50, es de resultar realmente curioso que la misma Fundación Rockefeller, junto a la Fundación Gates, que han invertido hoy en día millones de dólares en la preservación de todas las semillas, contra un eventual escenario “apocalíptico”, inviertan también millones en un proyecto denominado Alianza para la Revolución Verde en África (AGRA).

AGRA, como ella misma se ha dado en llamar, es una alianza con la misma Fundación Rockefeller que ha creado la “Revolución Genética”. Confirmamos esto echando una mirada al consejo de adminsitración de AGRA.

Como presidente, nada menos que Kofi Annan, el antiguo Secretario General de las Naciones Unidas. En su discurso de asunción durante una reunión del Foro Económico Mundial en Cape Town, Sudáfrica, en junio de 2007, Kofi Annan afirmó: “Acepto este desafío con gratitud hacia la Fundación Rockefeller, la Fundación Bill & Melinda Gates, y hacia todos aquellos que sostienen nuestra campaña africana”.

Además, el consejo del AGRA incluye a un sudafricano, Strive Masiyiwa, que es funcionario de la Fundación Rockefeller; Sylvia M. Mathews de la Fundación Bill & Melinda Gates; Mamphela Ramphele, antiguo director general del Banco Mundial (2000-2006); Rajiv J. Shah de la Fundación Gates; Nadya K. Shmavonian de la Fundación Rockefeller; Roy Steiner de la Fundación Gates. Por último, una Alianza para AGRA incluye a Gary Toenniessen, el director general de la Fundación Rockefeller, y Akinwumi Adesina, el director asociado de la Fundación Rockefeller.

Para completar, los Programas del AGRA incluyen a Peter Matlon, director general de la Fundación Rockefeller; Joseph De Vries, director del Programa para los Sistemas Semilleros de África y director asociado de la Fundación Rockefeller; Akinwumi Adesina, director asociado de la Fundación Rockefeller. Al igual que lo fueron las viejas experiencias fallidas de la Revolución Verde en México y la India, la nueva Revolución Verde en África es claramente una prioridad de la Fundación Rockefeller.

Si bien hoy en día mantienen un perfil bajo, se sospecha que Monsanto y los principales gigantes del agronegocio de los OGM se encuentran en el centro de la cuestión, usando a Kofi Annan de AGRA para diseminar sus semillas OGM patentadas en toda África, bajo la etiqueta tramposa de la “biotecnología”, el nuevo eufemismo para semillas genéticamente modificadas patentadas. Al día de hoy, Sudáfrica es el único país africano que autoriza legalmente la plantación de cultivos OGM. En 2003, Burkina Faso autorizó ensayos de OGM. En 2005, el Ghana de Kofi Anann elaboró leyes de bioseguridad y los principales funcionarios expresaron su intención de proseguir la investigación sobre los cultivos OGM.

África es el próximo blanco de la campaña de diseminación mundial de OGM que ha emprendido el gobierno estadounidense. Sus ricos suelos hacen del continente un candidato ideal. Claro que muchos gobiernos africanos sospechan lo peor de los sponsors de los OGM, pues una multitud de proyectos de ingeniería genética y de bioseguridad han sido iniciados en África, con el objetivo de introducir OGMs en los sistemas agrícolas del continente. Se trata en particular de patrocinios ofertados por el gobierno estadounidense para formar a científicos africanos en ingeniería genética en los Estados Unidos; proyectos de bioseguridad financiados por la USAID y por el Banco Mundial; investigación sobre OGM a partir de cultivos de subsistencia nativos del África.

La Fundación Rockefeller ha trabajado durante años - sin éxito, en gran medida - en la promoción de proyectos para introducir OGMs en los campos de África. Ha financiado la investigación que sostiene la aplicabilidad del algodón GM en Makhathini Flats, en Sudáfrica.

Monsanto, que se ha introducido sólidamente en la industria de semillas tanto GM como híbridas en Sudáfrica, ha ideado un ingenioso programa para pequeños productores, conocido con el nombre de Campaña “Semillas y Esperanza”, que ofrece a los productores pobres un paquete de la Revolución Verde a pequeña escala, seguido -claro está- por semillas GM patentadas de Monsanto (6).

Syngenta AG de Suiza, uno de los “Cuatro Jinetes del Apocalipsis de los OGM”, está invirtiendo millones de dólares en acondicionar territorio en las sierras de Nairobi para desarrollar maíz GM resistente a insectos. Syngenta forma parte del CGIAR (7).

HACIA SVALBARD

¿Se trata entonces simplemente de sentimentalismo filosófico excesivo? ¿Qué es lo que conduce a las Fundaciones Gates y Rockefeller a financiar al mismo tiempo la proliferación de semillas patentadas -pronto Terminator- por África entera, un proceso que, como ha sucedido en cada lugar de la Tierra en donde el monocultivo industrializado del agronegocio fue introducido, ha destruido la diversidad de semillas vegetales? ¿Y al mismo tiempo, invierten decenas de millones de dólares para preservar todas las variedades de semillas conocidas en una cámara blindada a prueba del apocalipsis ubicada próxima al Círculo Ártico, “a fin que la diversidad vegetal pueda ser preservada para el futuro”, citando su comunicado de prensa oficial?

No es fortuito que las Fundaciones Rockefeller y Gates se asocien para preconizar una Revolución Verde estilo “OGM” en África, al tiempo que financian discretamente el “arca de Noé vegetal” de Svalbard. Los gigantes del agronegocio OGM están totalmente involucrados en el proyecto de Svalbard.

En efecto, la empresa de Svalbard toda y quienes están involucrados en ella evocan imágenes catastróficas peores que las del best-seller de Michael Crichton, La variedad Andrómada, un thriller de ciencia ficción en el que una enfermedad mortal de origen extraterrestre que provoca la rápida y fatal coagulación de la sangre, amenaza a toda la especie humana. En Svalbard, el futuro depósito mundial de semillas más seguro del mundo será custodiado por los policías de la Revolución Verde OGM, por las Fundaciones Rockefeller y Gates, Syngenta, DuPont y el CGIAR.

El proyecto de Svalbard será administrado por un organismo llamado Trust Mundial por la Diversidad Vegetal (GCDT, por su sigla en inglés). ¿Quiénes son ellos para tomar en sus manos una tamaña responsabilidad referida a la diversidad de las semillas del planeta entero? El GCDT fue fundado por la FAO y por Biodiversity International (antes el International Plant Genetic Research Institute), una ramificación del CGIAR. El GCDT tiene su base en Roma. Su consejo está presidido por Margaret Catley-Carlson, una canadiense que fue también miembro del comité consultivo del Group Suez Lyonnaise des Eaux[Grupo Suez Lionés de Aguas], una de las mayores sociedades privadas del agua. Catley-Carlson fue también presidente hasta 1998 del New York-based Population Council [Comité sobre la Población establecida en Nueva York], la organización de John. D. Rockefeller dedicada a la “reducción de poblaciones” creada en 1952 para acelerar el programa de eugenesia de la familia Rockefeller so pretexto de promover la “planificación familiar”, el sistema de control de natalidad, la esterilización y el “control poblacional” de los países en desarrollo.

Los restantes miembros del consejo del GCDT son el antiguo ejecutivo del Bank of America, actualmente jefe de Hollywood DreamWorks Animation, Lewis Coleman. Coleman es también administrador de Northrup Grumman Corporation,uno de los mayores contratistas de la industria militar del Pentágono.

Jorio Dauster (de Brasil) es también presidente del consejo de administración de Brasil Ecodiesel. Fue embajador de Brasil ante la Unión Europea, y jefe negociador de la deuda externa de Brasil para el Ministerio de Finanzas. Dauster también ha cumplido las funciones de presidente del Instituto brasilero del Café y de coordinador del Proyecto para la Modernización del Sistema de Patentes de Brasil, que consiste en legalizar las patentes sobre las semillas genéticamente modificadas, algo que estaba hasta hace poco prohibido por la legislación de Brasil.

Cary Fowler es director ejecutivo del GCDT. Fue profesor y director de investigación del Departamento de Estudios Internacionales sobre Medioambiente y Desarrollo en la Universidad noruega de Ciencias de la Vida. Fowler fue también consejero superior del director general de Biodiversity International. Allí representaba a los Centros de Cosecha del Futuro del CGIAR en las negociaciones del Tratado Internacional sobre Recursos Fitogenéticos. En los años 90 dirigía el Programa Internacional sobre Recursos Fitogenéticos de la FAO. Dio inicio y supervisó las negociaciones del Plan Mundial de Acción para los Recursos Fitogenéticos de la FAO adoptado por 150 países en 1996. Es un antiguo miembro del Comité Nacional sobre los Recursos Fitogenéticos de los Estados Unidos y del consejo de administración del Centro Internacional de Mejoramiento del Maíz y el Trigo (CIMMYT) de México, otro proyecto de la Fundación Rockefeller y del CGIAR.

El Dr. Mangala Rai de India, miembro del consejo de adminsitración del GCDT, es Secretario del Departamento de Investigación Agrícola y Educación (DARE) de la India, y director general del Consejo Indio para la Investigación Agrícola (ICAR). Es también miembro del consejo administrativo del IRRI de la Fundación Rockefeller, que promovió el primer mayor experimento con OGM, que tuvo tanta publicidad mediática y que resultó ser un fiasco, el “Golden Rice” (arroz dorado). Rai se desempeñó como miembro del consejo de adminsitración del CIMMYT y como miembro del consejo ejecutivo del CGIAR.

El Trust de Donantes para la Diversidad Mundial de Semillas o los sponsors financieros conllevan también - parafraseando a Humphrey Bogart en el clásico Casablanca – “todas las sospechas habituales”. Además de la Fundaciones Rockefeller y Gates, los donantes incluyen a los gigantes de los OGM, DuPont-Pioneer Hi-Bred, Syngenta de Basilea en Suiza, CGIAR y la enérgica promotora de los OGM, USAID. Parece ser que efectivamente se trata de las alimañas de los OGM y la reducción de poblaciones custodiando el paraíso de la humanidad, la diversidad mundial de semillas en el depósito de Svalbard. (8)

¿Y AHORA POR QUÉ SVALBARD?

Podemos legítimamente preguntarnos porqué Bill Gates, la Fundación Rockefeller junto a los principales gigantes del agronegocio de la ingeniería genética como DuPont y Syngenta, y el CGIAR construyen un arca vegetal de Noé en el Ártico.

Para empezar, ¿quién utiliza este tipo de bóvedas blindadas para semillas? Quienes fundamentalmente utilizan genes contenidos en cámaras blindadas son los seleccionadores e investigadores. Hoy en día, los principales reproductores son Monsanto, DuPont, Syngenta y Dow Chemical, los gigantes mundiales de plantas OGM patentadas. Desde principios de 2007, Monsanto es dueño, junto al gobierno de los Estados Unidos, de los derechos mundiales de patentes sobre las plantas llamadas “Terminator” ó Tecnología de Restricción en el Uso Genético (GURT, por su sigla en inglés). Terminator es una tecnología siniestra que causa que una semilla comercial patentada se “suicide” luego de la primera cosecha. El control de los semilleros privados es absoluto. En toda la historia de la humanidad, jamás han existido control y poder tales sobre la cadena alimentaria.

Esta ingeniosa característica terminator producida por la ingeniería genética fuerza a los agricultores a recurrir cada año a Monsanto u otras semilleras OGM para obtener nuevas semillas de arroz, soja, maíz, trigo, de todos los principales cultivos que se necesitan para alimentar a la población. Si esta tecnología se expande y adopta a nivel mundial, podríamos quizás en una decena de años encontrarnos con la mayoría de los productores de alimento del mundo convertidos en siervos feudales sometidos a tres o cuatro gigantes semilleros como Monsanto, DuPont o Dow Chemical.

También podría suceder que este panorama, de presentarse, permitiera a los dueños de sociedades privadas - posiblemente bajo las órdenes de su gobierno, de Washington - negar las semillas a uno u otro país en desarrollo al entender que su política está enfrentada a la de Washington. Quienes afirman “Eso no podría suceder” deberían observar más atentamente el curso de los acontecimientos mundiales. La sola existencia de esta concentración de poder en tres o cuatro gigantes privados del agronegocio estadounidense implica el poder de prohibición jurídica de todo cultivo OGM -mismo si la ganancia de la cosecha fuera soberana- lo cual manifiestamente no es el caso.

Estas compañías privadas, Monsanto, DuPont, Dow Chemical, no poseen antecedentes precisamente intachables en lo que respecta a gestión de la vida humana. Han desarrollado y multiplicado innovaciones tales como la dioxina, los PCBs y el Agente Naranja. Han escondido durante décadas las pruebas evidentes de los peligros de cáncer y de otras graves consecuencias para la salud humana que tienen su origen en el uso de productos químicos tóxicos. Han ocultado serios informes científicos referidos al herbicida más difundido a nivel mundial, el glifosato, el ingrediente base del herbicida Roundup de Monsanto, relacionado con la compra de la mayoría de las semillas genéticamente modificadas de Monsanto, y que es tóxico cuando se infiltra en el agua potable. (9) Dinamarca prohibió el glifosato en el 2003, cuando se confirmó que causaba la contaminación de las napas freáticas del territorio del país. (10)

La diversidad de semillas almacenadas en las bóvedas blindadas para genes de semillas es la materia prima para el fitomejoramiento y para numerosas investigaciones de biología básica. Varios cientos de miles de muestras son distribuidas cada año a tales fines. La FAO ha catalogado cerca de 1.400 bóvedas blindadas de semillas, la mayoría de ellas en manos del gobierno de los Estados Unidos. Otras bóvedas están en manos de China, Rusia, Japón, India, Corea del Sur, Alemania y Canadá, en orden decreciente de tamaño. Adicionalmente, el CGIAR maneja una cadena de estas bóvedas blindadas en selectos centros ubicados en todo el mundo.

El CGIAR, creado en 1972 por las Fundaciones Rockefeller y Ford para propagar su modelo de Revolución Verde del agronegocio, controla la mayoría de las bóvedas blindadas privadas para semillas desde Filipinas, pasando por Siria y hasta Kenia. En total, todas estas cámaras blindadas de semillas contienen hoy en día más de seis millones y medio de variedades, de las cuales cerca de dos millones de ellas son “diferenciadas”. El arca de Noé vegetal de Svalbard tendrá la capacidad de alojar cuatro millones y medio de semillas diferentes.

¿LOS OGM COMO ARMA DE GUERRA BIOLÓGICA?Hemos llegado ahora al punto central de la peligrosidad y del potencial de uso abusivo inherentes al proyecto de Bill Gates y de la Fundación Rockefeller en Svalbard. El desarrollo de semillas patentadas para la mayoría de los cultivos de subsistencia como son el arroz, el maíz, el trigo, y para los cereales forrajeros como la soja, ¿puede a fin de cuentas ser utilizado en una horrenda forma de guerra biológica?

El objetivo explícito del lobby de los eugenistas, financiado a partir de los años veinte por ricas familias de élite como los Rockefeller, los Carnegie, los Harriman y otras tantas, incorporaba lo que ellos llamaban la “eugenesia negativa”, el exterminio sistemático de linajes indeseables. Margaret Sanger, una astuta eugenista, fundadora de la Planificación Internacional de la Maternidad ( Planned Parenthood International) e íntima de la familia Rockefeller, creó en el año 1939 un proyecto llamado The Negro Project, con base en Harlem, que - como lo confiara en una carta dirigida a un amigo - se fundaba en el hecho que “queremos exterminar las poblaciones negras”, tal como lo expresaba. (11)

En 2001, Epicyte, una pequeña empresa biotecnológica de California, anunció el desarrollo de un maíz genéticamente modificado que contenía un espermicida que convertía en estériles a los hombres que lo ingerían. Epicyte tenía en esa época un acuerdo co-empresarial para difundir su tecnología con DuPont y Syngenta, dos de los sponsors del arca de Noé vegetal de Svalbard. Epicyte fue luego comprada por una sociedad biotecnológica de Carolina del Norte. Fue realmente sorprendente averiguar que Epicyte había desarrollado su maíz GM espermicida con fondos de investigación provistos por el Ministerio de Agricultura de los Estados Unidos (USDA), el mismo Ministerio que, a pesar de la oposición mundial, continuó financiando el desarrollo de la tecnología Terminator, actualmente en manos de Monsanto.

Durante la década de los noventa, la OMS lanzó una campaña de vacunación supuestamente contra el tétanos - una enfermedad que puede originarse por caminar sobre un clavo oxidado -, dirigida a mujeres de entre 15 y 45 años en Nicaragua, México y Filipinas. Los adultos y niños varones no eran vacunados, a pesar del hecho de ser presumiblemente tan susceptibles como las mujeres de caminar sobre clavos oxidados.

A causa de esta curiosa anomalía, el Comité Pro Vida de México, una organización laica católica romana, sospechó e hizo analizar una muestra de la vacuna. Los análisis revelaron que la vacuna antitetánica que estaba siendo entregada por la OMS únicamente para las mujeres en edad fértil, contenía Gonadotrofina Coriónica o hCG, una hormona natural que, combinada con una anatoxina tetánica, activaba anticuerpos que provocaban la incapacidad de la mujer para mantener su embarazo. Ninguna de las mujeres fue informada de esto.

Se supo luego que la Fundación Rockefeller con el Comité Poblacional de Rockefeller, el Banco Mundial (que alberga al CGIAR), y el Instituto Nacional de la Salud de los Estados Unidos, estuvieron todos implicados en un proyecto iniciado en 1972 -y sostenido por veinte años- para desarrollar para la OMS un agente abortivo oculto en una vacuna contra el tétanos. Adicionalmente, el gobierno de Noruega, el anfitrión del arca de Noé vegetal de Svalbard, había donado 41 millones de dólares para desarrollar la especial vacuna antitetánica, con capacidad abortiva. (12)

¿Y es una concidencia que esas mismas organizaciones, desde Noruega hasta la Fundación Rockefeller, pasando por el Banco Mundial, estén del mismo modo involucradas en el proyecto de la bóveda de semillas en Svalbard? Según el profesor Francis Boyle, redactor de la Ley sobre anti-terrorismo y armas biológicas, promulgada por el Congreso de los Estados Unidos en 1989, el Pentágono está “ahora preparándose para disputar y ganar la guerra biológica”, en el marco de dos directivas de la estrategia nacional de Bush adoptadas en el 2002 “sin la evaluación y el conocimiento públicos”, remarca el profesor.

Boyle agrega que, entre los años 2001 y 2004, el gobierno estadounidense invirtió 14,5 mil millones de dólares únicamente en dos proyectos ligados al bio-terrorismo civil, una suma extraordinaria.

Richard Ebright, biólogo en la Universidad Rutgers, estima que más de 300 instituciones científicas y cerca de 12.000 personas tienen acceso hoy en día en los Estados Unidos a agentes patógenos aptos para la guerra biológica. El Instituto Nacional de la Salud de los Estados Unidos cuenta con 497 subvenciones únicamente para la investigación en enfermedades infecciosas con potencial para una guerra biológica. Por supuesto, todo esto es justificado bajo la excusa de preparación para la defensa contra un eventual ataque terrorista, como lo son tantas cosas hoy en día.

Muchos de los dólares del gobierno estadounidense destinados a la investigación de la guerra biológica implican la ingeniería genética. Jonathan King, profesor en biología del MIT (Massachusetts Institute of Technology), afirma que “los programas de bio-terrorismo en plena expansión representan el nacimiento de un importante peligro para nuestra propia población”. King agrega, “más allá de que estos programas sean llamados defensivos, con las armas biológicas los programas defensivos y ofensivos se superponen casi completamente.” (13)

El tiempo dirá - Dios no lo quiera así - si el arca de Noé vegetal de Svalbard de Bill Gates y de la Fundación Rockefeller es parte o no de alguna otra Solución Final - una que implique la extinción definitiva del Gran Planeta Tierra.

NOTAS

1 F. William Engdahl, Seeds of Destruction, Montreal, (Global Research, 2007).
2 Ibid, pp.72-90.
3 John H. Davis, Harvard Business Review, 1956, citado por Geoffrey Lawrence en Agribusiness, Capitalism and the Countryside, Pluto Press, Sydney, 1987. Ver también Harvard Business School, The Evolution of an Industry and a Seminar: Agribusiness Seminar, aquí
4 Engdahl, op cit., p. 130.
5 Ibid. P. 123-30.
6 Myriam Mayet, The New Green Revolution in Africa: Trojan Horse for GMOs?, mayo 2007, African Centre for Biosafety, aquí
7 Grupo ETC, Green Revolution 2.0 for Africa?, Comunicado de Prensa #94, marzo/abril 2007.
8 Página Web de Global Crop Diversity Trust: www.croptrust.org/main/donors.php.

9 Engdahl, op. cit., pp.227-236.
10 Anders Legarth Smith , Denmark Bans Glyphosates, the Active Ingredient in Roundup, Politiken, 15 septiembre de 2003: aquí
11 Tanya L. Green, The Negro Project: Margaret Sanger's Genocide Project for Black American's:
aquí
12 Engdahl, op. cit., pp. 273-275; J.A. Miller, Are New Vaccines Laced With Birth-Control Drugs? Informes HLI, Human Life International, Gaithersburg, Maryland; junio/julio de 1995, Volumen 13, Número 8.
13 Sherwood Ross, Bush Developing Illegal Bioterror Weapons for Offensive Use, 20 de diciembre de 2006: aquí

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F. William Engdahl es autor de Semillas de Destrucción, la agenda oculta de la Manipulación Genética (en inglés. Seeds of Destruction. The Hidden Agenda of Genetic Manipulation) que acaba de ser publicado por Global Research. Es autor también de Petróleo, una guerra de un siglo: el orden mundial anglo-americano (en francés. Pétrole, une guerre d'un siècle : L'ordre mondial anglo-américain). Para contactarlo vía correo electrónico: info@engdahl.oilgeopolitics.net

Original en inglés, publicado el 04/12/2007.

Traducción al francés: Dany Quirion y Pétrus Lombard para Alter Info, publicado el 15/12/2007

Traducción al español: María Eugenia Jeria

Comentarios

08/05/2020
Abrid los ojos , por Randy
Abrid los ojos a todo sudamerica y el mundo, tenemos toda la tierra que Dios nos dio para disfrutar y gozar y trabajarla de forma natural sin hacer modificaciones quimicas. Luchemos por la alimentacion natural protejamos nuestros campos de siembra. Por que luego estos paises ricos y familias ricas comeran comida natural sin quimicos y la poblacion nos haran comer comida quimica y encima no las cobraran cuidemos nuestras tierras fertiles. Por que Dios nos dio con amor y nuestros antepasados la cuidaron. Hay que volver al origen que es Dios nuestro Señor jesucristo y al unico que tenemos que servir el es dueño de todo, y no familias ricas que nos engañan diciendo que nos ayudan con sus estudios y dinero y nos dan limosna a los paises, pero luego no los cobran. falta el aire que respiramos que se adueñen.
Oremos a Dios y obedescamos su palabra para que lo que se avecina que es el hambre en el mundo y pestes y rumores de guerra nos perdone por olvidarle y tenga misericordia y nos proteja y nos salve de todo lo que viene. Amen
22/11/2013
muy buen tema , por jose domingues
Es un placer..el saber ..q todo no.se haa.personas. crean q los hijos de los pobres somos ignorantes...gracias a doos. Hay. Personas q estan .al tanto de lo q se viene dando ......pero les difo ellos podran esqui var las leyes .del.hombre ..burlarse.d la humanidad..pero si decierto....que algun dia hay. Dar cuentas a dios ni el dinero los salvara de ese dia ....los. sobornos y quien sabe. Q cosas mas an hecho...q no importa. Lo cierto es q no se escaparan del juicio final..........tarde o temprano..junto. a todos sus sequitos tambien.
30/06/2008
la guerra., por minna Paz Campo
es una zona rocosa porque todo es manipulado, no se requiere la tierra, pues, la existente ya está contaminda, miremos a Colombia en unos años, acabada por el Glifosfato, sin agua, sin tierra, de la mano con sus seudo amigos, Uribe el Gran Traidor. vende cada día un poco más de su patria y ustedes ahí lambones, otra cosa, al derretirse los polos esa roca quedar cerca de la tierra jama tocada, jamaz fumigada.
13/03/2008
REVOLUCION VERDE SIGLO 21, por GLORIA GUTIERREZ ORTIZ
ES ABSOLUTAMENTE MONSTRUOSO EL PODER DE LOS PODEROSOS MUNDIALES, CLARO ESTA QUE SE ESTAN CONSCIENTIZANDO DE LA REALIDAD PLANETARIA DE NUESTRAS RIQUEZAS NATURALES. IMPORTANTISIMO LA CONSERVACION DE LA BIODIVERSIDAD. LO QUE ES EXTRAÑO ES QUE HAYAN ESCOGIDO UNA ZONA ROCOSA PARA ELLO, TENIENDO EN CUENTA QUE EN SURAMERICA TODO ESTA VIVO Y LA NATURALEZA BROTA CUAL CREACION PERMANENTE. MAGNIFICO EL ARTICULO.
GLORIA GUTIERREZ ORTIZ
DIRECTORA DE PAXBIOSFERA RADIO Y TELEVISION
MEDELLIN COLOMBIA