Contra la crisis, estilo y sostenibilidad

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Del catecismo (neoliberal): Las mandamientos de la ley, para superar la crisis, se resumen en dos: impulsar el consumo e impulsar el consumo. Con esta doctrina interiorizada tenemos la obligación ética -nosotros que somos tan solidarios y solidarias- de esforzarnos, de poner de nuestra parte, no todo es cuestión de los políticos, debemos mojarnos, debemos actuar.

Consumamos todo lo posible y cuanto antes para salir de este atolladero. ¿Qué más puedo adquirir? ¿Qué me pueden ofrecer para satisfacer mis nobles deseos de apoyar el consumo? ¿En qué puedo gastar mis ahorros ahora que no podré hipotecarme en un piso? Solución, el ecoconsumo. Tenemos que aprovechar el tirón ecológico, está de moda y es muy elegante. Venga, unas cuantas ideas:

¿Por qué no actualizamos nuestro vestuario? Compremos los nuevos vaqueros súper sexies elaborados con algodón orgánico de Egipto, o los vestidos hechos de bambú renovable de Vietnam o camisas confeccionadas con la seda de gusanos chinos criados en libertad. Gusanos salvajes y felices sabedores de contribuir por un mundo mejor.

¿Por qué no revisamos nuestra alimentación? Frente a la fruta local dejemos paso a las manzanas biológicas cultivadas en Nueva Zelanda, las naranjas orgánicas de Israel o las cerezas orgánicas de Chile. Disfrutemos de su sabor de fruta recién cogida del árbol. Deberíamos cargar los depósitos de nuestros coches con los nuevos y fabulosos biocombustibles. A más consumo, más reduciremos la pobreza del mundo y más lucharemos contra la contaminación. Entonces, utilicemos el coche lo más posible, recorramos el mundo con energía limpia, y mejor aún, seamos más comprometidos y ahora, para navidades, regalemos un coche nuevo a nuestra pareja.

Estas y otras ideas las explica un simpático vídeo del Internacional Forum on Globalization. Detrás de la ecomoda o la ecoalimentación tenemos miles de kilómetros en transporte, millones de barriles de petróleo consumidos y contaminando. Detrás de los biocombustibles tenemos selvas arrasadas para su cultivo y sustitución de cultivos alimenticios por estos agrocombustibles.

Y detrás de las tres, tenemos finalmente, un patrón injusto que sitúa el comercio por encima de los derechos humanos, donde se da prioridad a la agroexportación por encima de la alimentación local siendo responsable de la destrucción del mundo rural y sus pobladores. Concretando, menos del 20% de la población (el llamado Norte) consumimos más del 80% de los recursos naturales, mayoritariamente provenientes de los países, lógicamente, empobrecidos del Sur.

¿Pero acaso hemos visto o escuchado alguna reacción advirtiéndonos de que este modelo de crecimiento es inviable con la vida del planeta y de sus seres vivos? Si no hacemos estas reflexiones con profundidad nos encontramos entonces con respuestas bajo el denominador de crecimiento sostenible muy similares a las aquí caricaturizadas. No es posible un mundo con el consumo materialista propio de las sociedades occidentales, y acelerando este consumo, sólo nos acercaremos con mayor velocidad al abismo al que nos estamos dirigiendo. Hay que agarrar el toro por lo cuernos. Con una mano combatir a las doctrinas capitalistas con políticas establecidas desde el respeto a los derechos humanos, como las propuestas que llegan de los movimientos campesinos agrupadas bajo el concepto de soberanía alimentaria.

Desde la soberanía alimentaria se defiende la agricultura campesina o agroecológica, que además de asegurar alimentos biológicos contempla un modelo socialmente justo. Y con la otra pensar y transformar colectiva y participativamente nuestros modelos de consumo, tendiendo hacia un decrecimiento en el gasto de materiales y energía. Como leí recientemente en un grafiti en mi barrio: Solamente lo barato se compra con dinero.

Gustavo Duch Guillot
Veterinarios sin Fronteras

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