Doble deuda ancestral

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"Se ha hablado durante muchos años sobre la deuda externa, impagable, leonina y que aumenta cada día más con este desgobierno panista. Pero poco se habla de la otra deuda, más estructural y a la larga más perjudicial para toda nación soberana y libre, ésta es la deuda ecológica, y ahora que festejamos el mes del medio ambiente, nos extenderemos para comentar sus características e impacto en los países del tercer mundo"

Se ha hablado durante muchos años sobre la deuda externa, impagable, leonina y que aumenta cada día más con este desgobierno panista. Pero poco se habla de la otra deuda, más estructural y a la larga más perjudicial para toda nación soberana y libre, ésta es la deuda ecológica, y ahora que festejamos el mes del medio ambiente, nos extenderemos para comentar sus características e impacto en los países del tercer mundo o en vías de desarrollo, cuyo último término dudamos por el entreguismo mostrado por las administraciones presidenciales que nos ha tocado soportar. Empecemos.

La deuda ecológica es aquella responsabilidad que tienen los países industrializados del norte por la destrucción paulatina del planeta como efecto de sus formas de producción y consumo, características del modelo de desarrollo capitalista neoliberal que se pretende globalizar y que amenaza a las economías locales. Lo mismo podía aplicarse a la deuda que las ciudades, por darle continuidad local a ese mismo modelo depredador y dependiente, han adquirido con respecto a las zonas rurales de nuestros países.

La deuda ecológica se determina como la obligación que tienen los países industrializados (o las ciudades) con los países del tercer mundo (o el espacio rural) por el saqueo y usufructo de sus bienes naturales: petróleo, minerales, bosques, biodiversidad, bienes marinos; a costa de la energía humana de sus pueblos y de la devastación y contaminación de su patrimonio natural y fuente de sustento.

La deuda ecológica va contabilizándose desde la época colonial y sigue incrementándose hasta nuestros días a través de:

1.- La extracción de los bienes naturales, que constituyen la base de sobrevivencia de los pueblos, y por un intercambio ecológicamente desigual; 2.- La apropiación intelectual y el usufructo de los conocimientos ancestrales de las comunidades indígenas y rurales del país; 3.- El uso y la degradación de las mejores tierras, del agua y del aire, poniendo en riesgo la soberanía alimentaria y cultural de las comunidades locales y nacionales; 4.- La contaminación en general y atmosférica en particular; 5.- La producción de armas químicas y nucleares, substancias y residuos tóxicos que son depositados en los países del tercer mundo; 6.- Usufructo de recursos y territorios de propiedad nacional, ejidal y comunal.

Según datos de las Naciones Unidas, el 20 por ciento de la población más rica del mundo se encuentra en países del norte y consumen el 80 por ciento de los bienes naturales del planeta. El nivel de vida de los países industrializados (y las ciudades) se debe al inmenso flujo de bienes naturales, recursos financieros y trabajo de los países del tercer mundo (o medio rural). Somos los países empobrecidos los que subsidiamos a los países enriquecidos del norte.

Estos mecanismos son impulsados por los organismos internacionales como el FMI, BM y la OMC, que pretenden dictar las políticas económicas mundiales y regionales para mantener este sistema de dominación y desigualdad mundial.

Existen argumentos sólidos, y experiencias exitosas en América Latina, tendientes a favorecer el reclamo de esta deuda ecológica, en cuanto a:

1. Reclamar un pago justo por el saque histórico realizado por los países industrializados, con diferentes estrategias e intensidad.

2. Exigir un alto, ante las instancias mediadoras mundiales y nacionales, al intercambio ecológicamente desigual, que viene provocando la destrucción de los ecosistemas y la base de sobrevivencia de los pueblos.

3. Defender la propiedad intelectual y cultural de los conocimientos ancestrales, sobre todo aquellos relacionados con la biodiversidad, el mejoramiento de semillas, uso de plantas medicinales y otros conocimientos sobre los que se sustenta la biotecnología y la agroindustria moderna.

4. Proteger enérgicamente las tierras, bosques y aguas nacionales de su degradación y subasta en manos privatizadoras tanto extrajeras como nacionales.

5. Exigir el cumplimiento del Protocolo de Kyoto y otros acuerdos internacionales sobre el cambio climático, buscando su total aplicación por los países industrializados.

Bajo este contexto se viene construyendo un proceso de lucha y reivindicación cultural y nacional tendiente a detener el saqueo neocolonialista y ejercer el derecho al pago de la deuda ecológica contraída por los países del norte con el resto del mundo, y de las ciudades con el entorno rural. La asamblea de afectados ambientales es un buen comienzo en México.

Cabos sueltos

1.- Hoy se cumplen seis mil 562 horas del acto terrorista en Morelia. ¿Cuánto más tardará la aferrada justicia? Y los diputados sin legislar sobre las pensiones vitalicias; recordemos que es un compromiso del actual gobierno estatal.

2.- Nada sobre los jóvenes michoacanos detenidos en Zacatecas, otro pendiente del 15-S.

3.- Apoyemos el juicio político emprendido contra Jesús Reyes Heroles, director de Petróleos Mexicanos y Georgina Kessel, secretaria de Energía, por haber otorgado ilegalmente contratos a empresas particulares, algo que en los hechos se traduce y debe sancionarse como una privatización clandestina de Pemex.

Cambio de Michoacán, México, 17-6-09

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