Amazonas, una batalla para proteger la "ducha" del mundo

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Consenso de considerar la Amazona como la "ducha" y el "refrigerador" de la Tierra, por su capacidad de generar lluvias y su contribución al enfriamiento atmosférico.

Amazonas es la mayor floresta tropical del mundo. Con 5,7 millones de kilómetros cuadrados, esa masa verde es compartida por 9 países sudamericanos. Sin embargo, dos tercios de su territorio (3,2 millones de km2, un poco más que la superficie argentina) están anclados en Brasil. Ya no se define a esta gigantesca masa vegetal como "pulmón del planeta". Ahora hay un consenso de considerarla como la "ducha" y el "refrigerador" de la Tierra, por su capacidad de generar lluvias y su contribución al enfriamiento atmosférico.

Como esta selva es además una fuente de riquezas naturales (minerales y biológicas) y contiene 16% del agua dulce global, periódicamente resurgen presiones para internacionalizar su control. El jueves último, en Alemania donde participaba de la cumbre del Grupo de las 8 potencias mundiales, el presidente Lula da Silva reclamó: "El Amazonas es nuestro (de Brasil) y nosotros soberanamente queremos decidir cómo iremos a cuidar de la selva". Dos días antes, en Manaos, el gobernador del estado de Amazonas Eduardo Braga anunciaba medidas que consolidan la defensa del dominio brasileño sobre la floresta. Ante un nutrido contingente de corresponsales extranjeros divulgó la primera "Ley del cambio climático" en Brasil. Tiene tres ejes. Aumenta las áreas preservadas; establece mecanismos para una explotación económica autosustentable para quienes habitan la región. Y coloca sobre todo a la conservación como una prenda de canje frente al mundo desarrollado: si hay financiación del establishment internacional habrá más chance de evitar la devastación. "Las potencias quieren hablar de nuestra selva amazónica, pero no de los pueblos que la habitan", reclamó el gobernador.

En esa reunión con la prensa extranjera, sostuvo que la selva fue marginada del mercado de los créditos por emisión de carbono, donde las grandes industrias compran certificados para compensar los gases nocivos que generan. "Nos dejaron afuera de Kyoto 1" se quejó, al señalar que aquel acuerdo no tuvo en cuenta que la destrucción de la floresta tropical iría a elevar en forma sustancial la presencia de monóxido de carbono presente en la atmósfera. "Vamos a ver si en Kyoto II reconocen al Amazonas para que podamos vender preservación por certificados de carbono negociados en el mercado internacional. Entre tanto, nuestro plan es recibir aportes voluntarios del gobierno, empresas y organizaciones no gubernamentales para el fondo que acabamos de crear y que está destinado a premiar la conservación".

El mercado de carbono al que aludía el gobernador movió 30.000 millones de dólares en 2006. Funciona a través de la comercialización de certificados de no-emisión de los gases estufa en las principales bolsas del mundo y los fondos de inversión. Los países industrializados que tienen que cumplir compromisos de reducción compran "créditos" a quienes tienen excedentes por no contaminar la atmósfera.

El presidente Lula da Silva subrayó el papel de las grandes potencias en el calentamiento global: "Todos sabemos que son responsables de 60% de las emisiones de gases. Tienen que asumir sus responsabilidades y admitir que los países en desarrollo también tienen derecho a crecer, como crecieron ellos, y a conquistar la misma calidad de vida". Fue entonces que se preguntó: "Quiero saber si los países ricos están dispuestos a financiar a los pobres que resuelven ser más responsables y dejan de deforestar".

Las iniciativas del gobierno federal brasileño y del amazónico se orientan cada vez más por la preservación. Tanto que cayó 52% la tasa de deforestación en 2006. Sin embargo, un impresionante informe elaborado por los expertos del programa "SimAmazonia 1", que a través de un refinado modelo matemático predijo dos escenarios para la selva, contrasta con ese optimismo. Coordinado por los científicos Britaldo Silveira Soaeres Filho, de la Universidad de Minas Gerais, y Daniel Nepstad de Woods Hole Research Institute de EE.UU., el estudio muestra un futuro sombrío. Concluye que si la sociedad no reacciona rápido contra las actuales tendencias a la destrucción de la selva, dentro de 40 años quedará apenas la mitad de esta majestuosa floresta. Esas pérdidas serán provocadas por la expansión agrícola y pecuaria. Si en cambio se adoptan políticas públicas adecuadas, hay chances de preservar un cuarto de la selva destinada a desaparecer. Una de las iniciativas que proponen los científicos de ese programa es vigilar estrictamente las áreas próximas a las carreteras que irán a ser pavimentadas. Clarín vio ese proceso en el tramo de la Transamazónica que va a Porto Velho a Humaitá y Apuí. Allí hay rutas en muy mal estado, pero alcanzan para que los hacendados entren en la selva, la destruyan a machete y motosierra, y funden nuevos establecimientos agropecuarios donde había floresta pública. Para el presidente Lula no hay equilibrio ambiental "sin un desarrollo sólido y sin la eliminación del hambre y la extrema desigualdad social".

Cifras

17.000 Si se controlara la destrucción del Amazonas, prevista en más de 2 millones de kilómetros cuadrados de selva en 2050, el mundo se ahorraría cuatro años de contaminación total del planeta, es decir, 17.000 millones de toneladas de carbono.

30.000 El mercado de carbono movió, en 2006, 30.000 millones de U$S. Funciona por la comercialización de certificados de no-emisión de los gases estufa en las principales bolsa del mundo y los fondos de inversión.

Progreso y crecimiento
moc.niralc@imletnacm

Existe una gran diferencia pero una línea difusa entre progreso y crecimiento. Se puede crecer de distintas formas y a diferentes costos incluso arrebatando, pero solo se progresa con sabiduría. Los antiguos pueblos de la región, que vivieron con su coherencia mucho antes de la conquista, honraban la tierra, la nombraban y la celebraban. No se abusaban de ella. Convendría volver la mirada a esas costumbres ahora que comenzamos a asustarnos porque el clima se nos ha desbaratado. La modernidad nunca comprendió esa oración de gratitud a lo que realmente entrega la vida. El Amazonas es una provocación majestuosa para entender este conflicto. Es el mayor pulmón que equilibra la sofocación del planeta y es un altar para quienes celebran la vida. Pero es, además, un espacio devorado por la justificación del crecimiento a cualquier costo. Esa contradicción es tan enorme como la región amenazada. Y urge enfrentarla.

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Clarín, Argentina, 10-06-07

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