Brasil: Guaraní y Kaiowá: de la libertad y la abundancia al confinamiento y el hambre

Idioma Español
País Brasil

“Éramos una nación libre. Teníamos abundancia, y hoy estamos esclavizados en nuestras propias tierras, o en las tierras que nos fueron robadas...”

Con esas palabras Marçal de Souza Guaraní, mirando el rostro del papa Juan Pablo II en Manaus, en 1980, expresaba la realidad de su pueblo, que ya era grave por la falta de tierras y por la explotación de la mano de obra indígena. Esta misma situación vuelve a llamar la atención del país en este momento en que niños mueren de hambre o están desnutridas y que la violencia llega a un índice alarmante.

Bellos los tempos que continúan en el imaginario y en la utopía Guaraní y Kaiowá, en que vivían tranquilos entre la abundante y densa floresta poblada de innúmeros animales y aves, cortada por límpidos ríos y arroyos, en una tierra que en cada período de siembra hacía brotar con exuberancia decenas de diferentes tipos de maíz, tubérculos y otras plantas. Era la abundancia, saboreando carnes de animales silvestres, tomando tereré y mate a la sombra de frondosas árboles o en las chozas cubiertas de paja. Fueron pasando algunos siglos y comienza a surgir gente de otros colores e intereses, que van ocupando las tierras, derribando la floresta, matando los animales. Con la destrucción e invasión llegan las enfermedades, la tristeza y el hambre. Pensando que estaban preservando sus vidas, en una especie de mal menor, el Servicio de Protección a los Indios, confina a los Kaiowá y Guaraníes de Mato Grosso do Sul en ocho pequeños pedazos de tierra, conocidos como reservas, y que no llegaban a 20 mil hectáreas. Se inició entonces el largo y penoso calvario de ese pueblo, que comenzó a perder lo que más ama: su libertad y las condiciones del “buen vivir Guaraní”.

Cuando vemos casi diariamente los anuncios de muertes y violencias abatiéndose sobre ese pueblo se hace muy difícil entender las razones de tamaña crueldad. El historiador y aliado de los pueblos indígenas, Antonio Brand, hace un largo relato zambulléndose en la historia de ocupación económica y política de esa región para identificar allí las causas del actual proceso. Y no es difícil identificar una de las principales y fatales causas: “el confinamiento”. Cuando los indios comenzaron a perder sus tierras y su libertad, allí se inició esa especie lenta de agonía de un pueblo, que actualmente tiene ese carácter de etnocida. Hoy la situación es extremadamente compleja y grave. Sin embargo no quedan dudas de que las causas principales residen en la pérdida de la tierra, en la destrucción del medio ambiente y de los recursos naturales y en la desestructuración de la economía de los Kaiowá.

Pérdida de las tierras indígenas y destrucción de los recursos naturales

A pesar de los impactos negativos de la instalación de la Companía Matte Larangeiras en sus tierras, desde finales del siglo XX, este pueblo conseguía ejercer parcialmente su libertad de locomoción buscando áreas de refugio en las florestas remanentes. La extracción de yerba mate nativa exigía mano de obra y los indígenas trabajaban para la empresa.

A partir de la década de 1970, sin embargo, se inicia en la región la siembra intensiva de soja, con procesos altamente mecanizados, destruyendo los últimos pedazos de floresta y de esta forma destruyendo esos espacios que todavía servían de refugio a los Guaraníes y Kaiowá. Se intensifica el confinamiento. “En la década de los 80 no sólo el confinamiento físico crece, sino que los indígenas son literalmente empujados de las regiones donde viven porque la mecanización no necesita más su mano de obra”, relata Brand. En ese período también se instalan en la región los ingenios de azúcar y alcohol, donde los indígenas pasan a trabajar en algunos períodos del año.

Como consecuencia de esa expansión económica sobre las tierras indígenas, que termina con los recursos naturales importantes para el equilibrio de la economía y organización Guaraní, también fueron afectados los lazos sociales que garantizaban la estabilidad del pueblo, generando la violencia y el suicidio. No es posible entender la realidad de desnutrición, hambre, muertes, violencias y suicidios sin considerar este proceso de despojo de tierras. Asimismo, tampoco es posible combatir el hambre y la desnutrición sin que sean tomadas medidas que tengan en cuenta la cuestión del tamaño y las posibilidades de utilización de las tierras.

Podemos de esta forma comprender un poco este complejo cuadro actual que llevó a este pueblo altanero, noble, profundamente religioso, portador de una fuerte cultura y resistencia, a una situación de confinados en pequeños pedazos de tierra o incluso a las orillas de las carreteras como tantos sin tierra, privados de sus “espacios de buen vivir”, de su libertad, viviendo en una grave situación de hambre, desnutrición, violencia, dependencia y muerte. Es un clamor y una denuncia de este sistema en donde los pueblos indígenas no tienen un lugar para vivir.

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Números de las contradicciones

Quien vive en Mato Grosso do Sul convive con las contradicciones de un estado donde algunos pocos explotan la tierra y acumulan capital, mientras gran parte de la población es mantenida excluida de este proceso. Los números esclarecen este cuadro. Según el IBGE, en el 2004 Mato Grosso do Sul produjo:

- 3,2 millones de toneladas de soja, producidas en aproximadamente dos millones de hectáreas;

- 2,3 millones de toneladas de maíz;

- 241.000 toneladas de arroz;

- 493,3 mil toneladas de mandioca.

Mato Grosso do Sul tiene 30 millones de cabezas de ganado, y es uno de los mayores exportadores del país. La estructura territorial basada en el agronegócio tiene una alta concentración de tierra, estando el 35% de las tierras del estado en las manos del 1% de la población. Del otro lado de la cerca de las grandes propiedades, existen más de una centena de campamentos de trabajadores rurales e indios viviendo en la orilla de las carreteras.

La población indígena Guaraní, alrededor de 30 mil personas, vive actualmente en poco más de 20 mil hectáreas a pesar de haber, en Mato Grosso do Sul, 100 mil hectáreas de tierras reconocidas como de ocupación tradicional de los Guaraníes, divididos en 29 tierras indígenas de tamaños entre 500 y 13.000 hectáreas. Conforme las estadísticas del Cimi existen 120 tierras indígenas, consideradas a partir de los registros realizados de las tierras Guaraní “tekoha”, donde los indios fueron expulsados en las últimas décadas.

Parte de estas tierras indígenas están hoy sometidas a acciones judiciales que cuestionan sus informes de identificación o a las acciones de reintegro de posesión. En Mato Grosso do Sul ocurren algunos de los casos más violentos de disputas de tierras entre terratenientes e indígenas. De vez en cuando, los anuncios de reintegro de posesión – ejecutadas por la Policía Federal con apoyo de la Funai – amenazan a los pueblos que viven en el estado. Los casos más apremiantes están en los municipios de Antonio João y de Dois Irmãos de Buriti, en las tierras indígenas Nhande Ru Marangatu, de los Guaraníes, y de Buriti, de los Terena.

Traducción: Daniel Barrantes – moc.liamg@setnarrab.leinad

ADITAL, Brasil, 14-3-05

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