La UE y EU presionan para que crezca el uso de biocombustibles

Durante los primeros años de este siglo, marcado por drásticos cambios y amplias disensiones, entre ellos el climático, la agricultura retorna a la palestra mundial por ser ahora la principal generadora de los llamados "combustibles verdes" -producidos con insumos orgánicos como maíz y caña de azúcar, entre otros-, los cuales no serán los sustitutos de los fósiles pero sí ayudarán a expandir las ganancias de la industria biotecnológica y al reciclamiento de las empresas petrolera y automovilística.

En el apresuramiento por venderlos a la humanidad como la "solución al calentamiento global del clima", esas empresas y los gobiernos de los países desarrollados buscan aumentar la superficie destinada al cultivo de granos y oleaginosas, en espera de tener el producto transgénico más adecuado a ese propósito. La Unión Europea pretende sustituir a corto plazo hasta un 13 por ciento de los combustibles provenientes del petróleo por bioetanol y biodiesel, sabedora de que con sus tierras sólo podría obtener 30 por ciento del consumo requerido, mientras Estados Unidos está en la carrera para dejar de depender del oro negro, aunque sabe que su superficie destinada al cultivo de maíz resultaría insuficiente para satisfacer la demanda actual. En México se estima que se podrían utilizar 16 millones de hectáreas para los bioenergéticos y aumentar en 800 mil hectáreas la superficie con caña de azúcar en los próximos cinco años, en tanto continúa la polémica en el caso del uso del maíz para "alimentar" a los automóviles.

Seguridad alimentaria

Se trata de una discusión global, destaca la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), pues "la garantía de sostenibilidad de los sistemas de bioenergía exige un marco flexible de ejecución que no se vea limitado por las fronteras nacionales ni por los intereses estrechos; los sistemas requieren de tierras, agua y mano de obra". Por ello, el organismo ya promueve entre los gobiernos la Plataforma Internacional de Bioenergía, en la que plantea la necesidad de un enfoque multidisciplinario mundial y sostiene que la introducción de "cultivos energéticos amables" en la agricultura permitirá diversificar y ampliar la rotación de los mismos, generará inversiones, nuevas oportunidades comerciales y empleo. Prevé impulsar dicha propuesta durante seis años en tres etapas bienales; para la primera ya destinó 8.9 millones de dólares.

Sin embargo, Alexander Müller, responsable del Departamento de Agricultura y Protección al Consumidor de la FAO, apuntó que si bien los gobiernos podrían usar esa industria para el desarrollo rural, también deberán comprometerse a no lesionar la seguridad alimentaria y garantizar el uso de los recursos naturales de forma sostenible. Gustavo Best, vicepresidente de Energía de la ONU y coordinador del ramo en la FAO, en entrevista con la BBC Ciencia aseguró que el "potencial de la bioenergía es enorme, pero quienes trazan políticas deben considerar los efectos positivos y negativos y asegurar la sostenibilidad antes de embarcarse en un programa de uso de biocombustibles".

También ya se elevan las voces de alerta en torno a este auge del comercio global de los agrocombustibles. Joao Pedro Stedile, líder del Movimiento Sin Tierra de Brasil, dijo que será la "lenta y silenciosa eutanasia de los pobres y dará rienda suelta a la depredación del medio ambiente en una escala jamás conocida en el planeta"; Elizabeth Bravo, de la organización ecuatoriana Acción Ecológica y autora del libro Encendiendo el debate sobre biocombustibles, asentó que sólo ayudará a expandir las ganancias de la industria biotecnológica, al reciclamiento de las empresas petroleras y automovilísticas. En América Latina, Asia y África se utilizarán tierras con vocación agrícola o ecosistemas naturales para la producción de cultivos destinados a los agrocombustibles, acentuando los problemas generados por los monocultivos, y no se resolverán de fondo los conflictos ecológicos y sociales.

Científicos mexicanos expertos en medio ambiente, agrobiología y cambio climático afirmaron que no se puede asegurar que el uso de etanol sea una de las respuestas más acertadas a los problemas ambientales y de generación de energía, ya que las decisiones que se toman por presiones políticas o intereses económicos en cualquier otro punto del mundo no se pueden aplicar de facto, pues el clima y los ecosistemas no funcionan por decreto.

Señalaron que es "fundamental imponer límites" en el papel que puede tener en la reducción del consumo de gasolina y diesel, pues en el mejor de los casos se prevé que no superará un 15 por ciento a largo plazo, ya que sólo se trata de un factor de "transición" hacia una búsqueda de fuentes de energía más sustentables.

Alimento para automóviles

Mario Molina Pasquel, premio Nobel de Química 1995, aclaró que el uso del etanol como oxigenante en gasolinas -en sustitución del cancerígeno MBTE- se hizo para reducir las emisiones de bióxido de carbono de los autos viejos, con la idea de que era muy benéfico para el medio ambiente; por eso en Estados Unidos se puso el requisito de oxigenar las gasolinas, pero con los motores modernos ya no es necesario.

En México, indicó, la norma para uso de oxigenantes en gasolina es ya histórica, no necesaria. Explicó que el etanol a partir de maíz no es una energía renovable, ya que para su siembra y cultivo hay que usar energía fósil y el beneficio es marginal. En Estados Unidos dicha producción funciona gracias a los subsidios destinados al cultivo de la gramínea, pero en el caso de México no existe la misma situación: "simplemente estaríamos compitiendo con la generación de alimentos, cuando todavía hay mucha gente que necesita acceder al grano; estaríamos alimentando automóviles. Es una propuesta que desde el punto de vista social y ambiental no es aceptable".

Molina Pasquel afirmó que en el caso de Brasil, con más de 20 de años de experiencia en la producción de etanol a partir de caña de azúcar, pese a tener uno de los procesos "más eficientes, el beneficio ambiental no es enorme, o no es tanto como se pensaba, aunque sin duda es mejor que los resultados con maíz. Sin embargo, hay estudios recientes en los que aún no se puede establecer el beneficio neto porque hay emisiones no sólo de bióxido de carbono, sino de óxido nitroso, considerado un gas invernadero muy potente, incluso 300 veces más que el bióxido de carbono, que se genera al usar fertilizantes".

La aplicación de esa tecnología en México como alternativa al uso de energéticos fósiles debe ser con una estrategia, "pues nosotros no producimos la misma cantidad de caña de azúcar que Brasil. Aquí se trata de un insumo mucho más caro, con problemas sociales en su producción y una industria a la que no se la ha invertido". En el caso del maíz, consideró, "no se puede tomar esa orientación por una burbuja financiera, pues tan sólo en California se quiere quitar el subsidio al grano. Sería un error contar con un costo elevado del alcohol de maíz por una situación artificial que no tiene nada que ver con su valor económico real".

La Jornada, México, 2-07-07

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