Venezuela a contracorriente: maíz para alimentos y no para combustibles

Idioma Español
País Venezuela

Venezuela, consideró y considera que el etanol lleva a una reducción de las tierras destinadas a la producción de alimentos y a la generación de monocultivo que desincentivan la producción de alimentos

En el 2007, en el marco de la naciente Unasur, se vivió un intenso debate alrededor de los agrocombustibles, recordemos que los agrocombustibles son combustibles (etanol) de origen biológico obtenidos de manera renovable a partir de restos orgánicos. Estos restos orgánicos proceden habitualmente del azúcar, el trigo, maíz, la soja o semillas oleaginosas.

 

El debate cobró fuerza ante el impulso del acuerdo de Brasil con Estados Unidos para el impulso de los biocombustibles. Por su parte Venezuela, consideró y considera que el etanol lleva a una reducción de las tierras destinadas a la producción de alimentos y a la generación de monocultivo que desincentivan la producción de alimentos.

 

El presidente Chávez dijo que Venezuela aceptaba el consumo de “agrocombustibles cuando no afecta a los alimentos”, y es “complementaria al petróleo” de tal manera de “no quitarle el maíz a la gente, a la cadena alimenticia para alimentar los automóviles”.

 

Este debate ha ido cobrado una significación mucho más grande en la medida en que los agrocombustibles se configuran como el elemento estructurante en la crisis alimentaria mundial. El impacto es claro si valoramos que para producir cinco litros de etanol se necesiten 230 kilos de maíz, una cantidad que alimentaría a un niño durante un año.

 

A pesar de las inercias heredadas en la producción agroalimentaria, la Venezuela Bolivariana ha optado por una estrategia de alimentar a la gente que ha permitido alcanzar un incremento de 25% en el consumo per cápita de alimentos, al pasar de 396,39 kg persona/año en 1999 a 499,76 kg persona/año en el año 2010.

 

De igual manera, la producción del maíz se ha incrementado para garantizar la soberanía alimentaria y el consumo de nuestro pueblo y no para incrementar las ganancias del capital transnacional que lo dedica cada día más a la producción de etanol. Hoy, de acuerdo con cifras de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), un tercio de la producción mundial de maíz va dirigida a la producción de biocombustibles, en detrimento del consumo humano y el consumo animal.

 

Esta estrategia que privilegia la producción de cereales para el consumo humano, sobre su uso para generación de energía solo es posible en una sociedad que se construye con criterios socialistas, en el resto de América latina y el mundo, la rectoría del capital ha llevado a la consolidación de un nuevo patrón agroindustrial soportado en los agrocombustibles.

 

El nuevo patrón capitalista de desarrollo del campo trae aparejada la concentración de la tierra por parte de las trasnacionales, la expropiación del campesinado, su expulsión violenta o reorganización como proletariado agrícola dependiente de las grandes empresas de agrocombustibles, o se les articula en modelos de tercerización desde cooperativas “campesinas” con las cuales se subcontrata la explotación de extensas zonas sin incurrir en relaciones laborales. Asistimos a la radicalización y consolidación del capitalismo en el agro y a la descomposición del campesinado como clase y su configuración como proletarios.

 

Otro impacto dramático de los biocombustibles es la deforestación de selvas y bosques en todo el mundo. En Brasil, particularmente, los bosques del Mato Grosso han ido desapareciendo en los últimos años. La agricultura mecanizada para cultivos como la soya ha destruido los bosques.

 

Estos impactos han llevado a los ambientalistas y movimientos sociales a concluir que la supuesta receta que se nos quiso presentar con los agrocombustibles para frenar la emisión de gases efecto invernadero, no es más que una nueva estafa del desmedido interés capitalista.

 

Hoy, el anunciado efecto de los biocombustibles sobre el cambio climático es una gran decepción, mientras se produce etanol para sustituir el petróleo, aumenta el número de hambrientos en el mundo y comienzan a desaparecer los grandes pulmones de la tierra, devastados por las maquinarias y los grandes latifundios transnacionales de soja, maíz y caña.

 

RNV, Venezuela, 2-5-11

Comentarios