México: en defensa del maíz criollo

Idioma Español
País México

«Cuando un campesino encomienda a Dios sus sembradíos, quienquiera que éste sea y cualquier cosa que signifique, está llevando a cabo un acto de noble generosidad que con frecuencia no advertimos». -Julio Glockner-

Planta milagrosa, grano sagrado, dadora de vida, regalo de Quetzalcoatl» ha sido nombrado el maíz, siendo uno de los protagonistas más importantes de la historia de América desde antes de los españoles.

El desarrollo del maíz estuvo vinculado estrechamente con la evolución de los pueblos prehispánicos, siendo el cultivo de esta planta lo que permitió, primero, el asentamiento del hombre prehistórico en aldeas; luego, el surgimiento de grandes concentraciones urbanas y, más tarde, el surgimiento de grandes civilizaciones en nuestra América, como la cultura andina, que daría lugar al sur del continente, al imperio inca y a las bien llamadas «civilizaciones del maíz» en el México antiguo.

«El maíz es de origen americano y fue introducido al Viejo Mundo sólo a partir del descubrimiento de la hoy llamada América», cita A, de Candolle en 1886, y las evidencias encontradas desde entonces hacen de tal afirmación una verdad incuestionable.

Cultos, creencias y tradiciones prehispánicas en torno al maíz han permitido que éste conserve su lugar como elemento de vital importancia en la sociedad mexicana. Las familias campesinas e indígenas que lo cultivan le guardan un gran respeto y rigen sus vidas con esta planta milagrosa que dio origen a tanta grandeza en el México antiguo.

En la inmensa mayoría de las sociedades campesinas actuales el pensamiento religioso, las faenas diarias, las fiestas, todo sigue girando en torno del maíz. «El maíz divide y organiza el tiempo del pueblo mexicano. El pasado se recuerda por su abundancia o escasez… El maíz no es sólo un alimento, aunque por ser el más importante se convierte en un organizador de la vida y de la relación entre la gente. Con él se fijan las secuencias de la historia, los puntos centrales del calendario, las horas del reloj», cita el libro que sobre el maíz publicó el Museo Nacional de Culturas Populares.

Aquí en Pátzcuaro muchos hombres y mujeres que sabemos la importancia fundamental que el maíz tiene en nuestra cultura y alimentación, inseparable de quienes somos como pueblo, nación y continente, estamos participando en la campaña nacional «Sin maíz no hay país», misma que recabó la firma de miles de ciudadanos en varios estados para ser entregadas al Congreso de la Unión como un pronunciamiento social en defensa del maíz, la soberanía alimentaria y el derecho constitucional a la alimentación.

Ante la insistencia de una de las cinco empresas transnacionales que producen cultivos genéticamente manipulados (transgénicos) en el mundo: Monsanto, que está presionando para que se inicien masivamente las siembras de maíz transgénico en el país, esta campaña demanda al gobierno federal: sacar al maíz y al frijol del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, emitir una moratoria a la siembra del maíz transgénico (cuya autorización está prevista para 2009), ratificar el derecho constitucional a la alimentación y una ley de planeación para la soberanía alimentaria, además de luchar contra los monopolios del sector agroalimentario, el control de precios de la canasta alimentaria con aumentos salariales de emergencia, aunado a la promoción para que el maíz mexicano y las expresiones culturales que involucra se inscriban por la UNESCO en la lista del patrimonio oral e intangible de la humanidad.

«Somos hombres de maíz y actualmente existe una gran responsabilidad para impedir que el maíz transgénico altere la variedad enorme del producto que requiere el cuerpo humano. El transgénico puede trastocar todo; estamos en un momento de gran responsabilidad. Imagínense ustedes sacar combustible de nuestra carne, porque a eso equivale sacar combustible de nuestro tonacáyotl, del maíz…estamos en una época peligrosa». Esto, dicho por el historiador Miguel León Portilla en una conferencia reciente en el Colegio Nacional, nos lleva a reflexionar en el desprecio que ahora se tiene por la planta sagrada de nuestros mayores, cuando se propone utilizarla como combustible, previendo la invasión del maíz transgénico.

Atrás de los discursos, más que apoyo al «tercer mundo» (o a países en vías de desarrollo), lo que las compañías fabricantes de semillas transgénicas parece que buscan es la dependencia económica del mismo. Amparándose en el Tratado de Libre Comercio que respalda la propiedad intelectual, la transnacional Monsanto prohíbe a los compradores de sus semillas (un 25 por ciento más caras que las normales) guardarlas de una cosecha a otra. En Estados Unidos, donde ya se siembran, un ejército de inspectores se encarga de vigilar los graneros y multar a los infractores. En la India, donde la práctica de guardar las semillas es milenaria, los agricultores han protagonizado violentas protestas al ser obligados a no conservarlas para la próxima siembra. Hace dos años un grupo de mujeres quemó los cultivos transgénicos…y Monsanto, para evitar conflictos e incrementar beneficios, desarrolló la tecnología Terminator, que crea plantas transgénicas estériles. Así se garantiza que el agricultor sólo pueda obtener semillas de la compañía. El ministro de Agricultura indio, Som Pal, las ha prohibido en su país.

En febrero de este año, en la Ciudad de México se reunieron expertos en una mesa redonda denominada «Maíz y consumo popular: transgénicos y especulación». Organizada por la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad, se abordó en ella la problemática actual del grano desde distintos ángulos, pero la mayoría de expertos coincidió en la importancia cultural de la gramínea para los mexicanos y en que la solución no son las importaciones, ya que al desdeñar la soberanía alimentaria se cae en la dependencia y la migración.

Algunos de estos expertos del Instituto de Ecología de la UNAM señalaron que no es posible la coexistencia de cultivos transgénicos con no transgénicos y que, a diferencia de la ciencia, en la tecnología importa la motivación, ya que está dirigida, hay objetivos inherentes a ella y existen consecuencias no previstas.

¿Y los riesgos para el hombre? Según un sondeo de la Sociedad Internacional de Quimioterapia entre investigadores de 25 países, el 57 por ciento de los científicos encuestados considera que el riesgo de comercializar sin restricción el maíz resistente a antibióticos es «inaceptable», pues si bien aún se desconoce qué efectos puede tener para el organismo humano la ingesta de genes utilizados como marcadores para combatir las infecciones en los hospitales (que es lo que contienen los granos manipulados genéticamente), sí existe el riesgo de que el sistema inmunológico se altere y pueda quedar indefenso ante algunas enfermedades.

Consumamos maíz criollo. Defender el maíz nativo y su diversidad es una tarea que campesinos e indígenas no pueden hacer solos. Es defensa de soberanía.

Alma Gloria Chávez/Colaboración especial

Cambio de Michoacán, México. 2-09-07

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