Manual para la utilización y conservación de variedades locales de cultivos. Red Andaluza de Semillas

De diez a veinte mil años, la agricultura ha sido obra y arte de los agricultores y agricultoras del mundo entero. Pueblos de los más diversos rincones se auto-identificaron como cultivadores, y buscaron formas de compartir y fortalecer lo mejor de sus saberes. Fueron ellos, y especialmente ellas, quienes tomaron las semillas cuando emprendieron viajes o fueron forzados a abandonar sus tierras y las compartieron y repartieron literalmente por el mundo. Si hoy podemos asombrarnos frente a la diversidad del maíz, la papa, el arroz, los fréjoles, es porque hubo millones de hombres y mujeres del campo cuidándolos, seleccionándolos, buscando nuevos cruzamientos, adaptándolos a las miles de condiciones que surgen de la combinación de diversos ecosistemas, comunidades, culturas, aspiraciones, sueños y gustos.

De diez a veinte mil años, la agricultura ha sido obra y arte de los agricultores y agricultoras del mundo entero. Pueblos de los más diversos rincones se auto-identificaron como cultivadores, y buscaron formas de compartir y fortalecer lo mejor de sus saberes. Ser buen agricultor era una responsabilidad y un don de los dioses. Y en muchos de los mitos fundacionales, el saber y poder cultivar fue lo que nos hizo humanos. Pero incluso en sociedades en que cultivar la tierra fue considerado trabajo de clases inferiores, el saber campesino sobre animales y plantas fue un saber reconocido. Sócrates clasifica el saber cultivar la tierra entre los conocimientos más importantes, en una categoría similar a la del conocimiento médico. Las crónicas europeas hablan una y otra vez de las diversas formas de agricultura los pueblos de Africa, Asia y América, muchas veces con admiración por su alto nivel de sofisticación. Hasta fines del siglo XIX, el Ministerio de Agricultura de Estados Unidos consultaba a los agricultores sobre cómo afrontar problemas como las enfermedades de las plantas o la gripe porcina. Hasta sólo una década atrás, el sistema de mejoramiento animal de Noruega dependía fundamentalmente del trabajo de sus agricultores. Ciertos saberes campesinos jamás fueron cuestionados. La doma y manejo de animales, el arte de injertar o de trasquilar, los encurtidos, el hilado y el tejido son sólo algunos de los oficios que pertenecieron a hombres y mujeres del campo sin rivalidad alguna. Pero lo que es su aporte más fundamental ha sido durante el último siglo sistemáticamente ignorado y destruido. Los campesinos y campesinas del mundo han sido los creadores y diversificadores de todos y cada uno de los cultivos que hoy disfrutamos como humanidad. Fueron ellos quienes llevaron a cabo el largo, paciente y delicado proceso de convertir malezas y hierbas en alimento abundante, sabroso, nutritivo y atractivo. Fueron ellos, y especialmente ellas, quienes tomaron las semillas cuando emprendieron viajes o fueron forzados a abandonar sus tierras y las compartieron y repartieron literalmente por el mundo. Si hoy podemos asombrarnos frente a la diversidad del maíz, la papa, el arroz, los fréjoles, es porque hubo millones de hombres y mujeres del campo cuidándolos, seleccionándolos, buscando nuevos cruzamientos, adaptándolos a las miles de condiciones que surgen de la combinación de diversos ecosistemas, comunidades, culturas, aspiraciones, sueños y gustos.

INDICE

INTRODUCCIÓN.
¿POR QUÉ LAS VARIEDADES LOCALES?
LOS AGRICULTORES Y LAS VARIEDADES LOCALES.
¿CÓMO SE DESCRIBE UNA VARIEDAD?
RECUPERACIÓN DE VARIEDADES.
ACTIVIDADES CON CONSUMIDORES.
LAS VARIEDADES LOCALES Y LA LEY.
LÍMITES IMPUESTOS A SU USO.
LAS REDES DE SEMILLAS.
ANEXO.

Red Andaluza de Semillas “Cultivando Biodiversidad”.
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