Comes lo que otros producen, ¿pero los que producen comen?

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Igual que respiramos, comemos para vivir. Pero ¿quién produce los alimentos? ¿y cómo? La ONU advierte que la agricultura moderna tiene un alto coste para los pequeños productores y éstos se organizan para visibilizar su situación

Manifestaciones, huelgas, ocupaciones de tierras abandonadas, bancos de semillas, campañas de recogida de firmas para modificar la ley… Iniciativas de este tipo se llevan a cabo en muchos países del planeta, desde España hasta Brasil, Argentina o la India. ¿El propósito? Recordar el derecho de los pequeños campesinos y productores de alimentos a subsistir por sus medios y pedir medidas que los protejan ante el modelo de agricultura actual.

 

¿Qué es la soberanía alimentaria?

 

Soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a tener garantizada su alimentación de manera suficiente a partir de su producción local y nacional, y respetando su diversidad cultural y sus mercados locales.

 

Se trata de un derecho humano fundamental ligado a la construcción de relaciones comerciales justas a nivel internacional, al desarrollo de una agricultura local sostenible y al respeto de las condiciones laborales de los productores locales.

 

Para visibilizar esta problemática, cada 17 de abril organizaciones de todo el mundo celebran el Día Internacional de la Lucha Campesina. Este año, Naciones Unidas pone el acento en la crisis de alimentos que se vive a nivel mundial y que, según el organismo internacional, podría aumentar la situación de pobreza de 100 millones de personas que ya ahora viven con pocos recursos.

 

“La agricultura moderna ha traído un incremento significativo de la producción de alimentos, pero sus beneficios han sido desiguales y han significado un alto coste para los pequeños agricultores, las comunidades rurales y el medio natural”, asegura un informe auspiciado por la ONU y en el que han participado 400 expertos en ciencia y tecnología para el desarrollo agrícola.

 

Según este documento que se acaba de publicar, los países en desarrollo son los “perdedores” en los escenarios del libre comercio y, para cambiar esta realidad, debería ponerse en marcha medidas políticas que también tengan en cuenta los recursos como el agua, los bosques y la biodiversidad. De momento, campesinos y campesinas de todo el mundo ya se organizan y llevan a cabo acciones para pedir cambios:

 

Marchas por la soberanía alimentaria. En Haití estos días la presión de la población ha llevado al primer ministro Jacques Edouard Alexis a dejar su cargo. El motivo es el elevado precio del arroz y la imposibilidad de la población de comprarlo; desde finales del año pasado el precio de los alimentos básicos se ha triplicado y los alimentos ya no se producen en Haití sino que, en su mayoría, llegan de Estados Unidos. Hace unas semanas también salían a la calle más de 4.000 campesinos y campesinas de El Salvador, para pedir cambios en la política agraria y que el trabajo de la tierra dé para comer a los propios agricultores.

 

La presión del agronegocio. En Argentina, los dueños de grandes extensiones de tierra y de agronegocios han replicado estas últimas semanas el modelo de movilización de los pequeños productores. Durante 21 días, las principales ciudades argentinas han visto cómo los alimentos no llegaban a las tiendas debido a la huelga de los terratenientes, que piden reformas que les beneficien. Desde organizaciones de pequeños productores como el Movimiento Campesino de Santiago del Estero-MOCASE, en cambio, denuncian la presión y las amenazas que reciben por parte de los dueños del agronegocio y dicen que este modelo ha provocado la desaparición de cientos de unidades familiares de producción agraria.

 

Reforma agraria para repartir la tierra. Petición compartida por millones de agricultores en varios países, la iniciativa más representativa en este ámbito es la que desde hace años llevan a cabo los campesinos y campesinas del Movimiento Sin Tierra en Brasil. Precisamente esta semana unos 1.200 campesinos sin tierra han ocupado las sedes del Ministerio de Hacienda y de la Secretaría de Agricultura de Brasil. Piden una reforma agraria que tenga en cuenta a las más de 150.000 familias que desde hace años ocupan márgenes de la carretera y tierras desocupadas porque no tienen un trozo de tierra para cultivar y comer. Los dueños del agronegocio son los principales beneficiarios de la actual política agraria en el país.

 

Somos lo que comemos y lo que sembramos. Esta idea cala cada vez más en el Estado español, donde gobiernos autonómicos (Canarias, Asturias, Baleares, Euskadi) y locales (Albacete, Vitoria, Palencia…) se han declarado zonas libres de transgénicos. En Cataluña, la campaña ‘Somos lo que Sembramos’ recoge firmas para llevar adelante una iniciativa legislativa popular que se opone a los cultivos transgénicos y defiende los derechos de los pequeños productores. “A causa de las repetidas contaminaciones por parte de los cultivos transgénicos han desaparecido los productores de panizo ecológico”, advierte la campaña, que también defiende el derecho de los consumidores y consumidoras a decidir lo que compran.

 

Bancos de semillas, no de dinero. Desde hace dos años, en la India está en marcha el Banco Campesino de Semillas, una iniciativa que surge en respuesta a los derechos de propiedad intelectual que las empresas multinacionales tienen sobre organismos vivos y la agricultura. En España, la red de semillas Resembrando e Intercambiando trabaja desde el ámbito local para preservar la diversidad agrícola y recuperar variedades locales y campesinas en Europa.

 

¿Producción campesina o producción industrial?

 

La recuperación de semillas autóctonas y la oposición a un modelo agrícola basado en el agronegocio son dos de los pilares del trabajo de los movimientos campesinos y las entidades que los apoyan, pero existen otras problemáticas, como la producción de biocombustibles y los acuerdos de libre comercio.

 

“A corto plazo, es muy probable que la rápida expansión de los biocombustibles tenga importantes efectos en la agricultura”, dicen desde la FAO en referencia a América Latina. Según este organismo de Naciones Unidas, para producir biocombustibles se necesitan cosechas, agua y tierra, lo que se traducirá en un aumento del precio de los alimentos y “pondrá en riesgo el acceso a los alimentos de las poblaciones más pobres”. El portavoz especial de la ONU para el derecho a la alimentación, Jean Ziegler, decía también estos días que la exportación de excedentes de la Unión Europea a África está perjudicando la agricultura de este continente.

 

Desde la Vía Campesina, en cambio, apuntan que si las grandes empresas transnacionales de agronegocios han aumentado su control sobre la alimentación ha sido por acuerdos internacionales en la Organización Mundial del Comercio y por los tratados de libre comercio que “convierten la producción campesina en producción industrial”. Ante esta situación, tanto Vía Campesina, entidades del sur como Movimiento Campesino de Santiago del Estero, y organizaciones del norte como Ingeniería sin Fronteras recuerdan la importancia de apoyar al movimiento campesino y defender la soberanía alimentaria.

 

Canal Solidario, Internet, 17-4-08

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