Editorial #105 - Biodiversidad, sustento y culturas

Con la pandemia, la incertidumbre ha cubierto con su manto todo lo que hacemos, nuestras esperanzas y las expectativas de tanta gente en el planeta. De pronto, parecemos estar sin posibilidad de remontar los muros, parecemos estar atrapadas, atrapados, en el tiempo de los relojes que marcan las premuras, mientras las muertes crecen y las palabras no alcanzan. 

- Foto de Viviana Sánchez-Prada.

Muchas personas, sobre todo en la ciudad, se sienten aprisionadas por la soledad, sin ver una salida posible. Tenemos, nos dicen, que respetar la nueva normalidad, la apertura sin cortapisas, “y que muera quien tenga que morir”. Así nos vomitan los funcionarios de varios gobiernos. Entre tantas normativas que nos acosan, hace tiempo que la ciencia se arrogó el poder de guiarnos, decidiendo no dejar espacio para nada que no fuera calculable, y proclamando el destierro de la incertidumbre y el misterio al asumir que podía saberlo todo desde un solo lugar, que se encontraba fuera de la situación que decía estudiar. Sólo así sería posible la “objetividad”.

Mas como saben las cuidadoras y cuidadores de las semillas, éstas, como los saberes, surgen del mismo centro de lo que está ocurriendo hacia afuera, con la misma irradiación de las estrellas.

Como dijera un físico sabio, “lo subjetivo es el modo en que lo objetivo se expresa”.

Hoy que la incertidumbre es para todas y todos y no sólo para las sembradoras y los sembradores que remontan el misterio, lo desconocido, dando pasos desde milenios de cuidados y atenciones, sutilezas y resonancias, sincronías y acoplamientos con los ciclos naturales, la certeza de la ciencia parece perdida.

Pese al manto con que nos cubre la avasalladora nueva “normalidad”, las semillas, los saberes que son y encarnan semillas, que se ejercen como semillas, logran vez tras vez, ciclo a ciclo, brotar, florecer, brindarnos frutos, y son una de nuestras fuerzas de resistencia más antiguas, y con más potencialidad de futuro.

Los pueblos antiguos siempre han entendido la fluidez del tiempo, entre lo muerto y lo vivo, entre la historia y los modos verbales que nos habitan en el lenguaje, cuna de los saberes. Y en cada lengua, la gente le habla a sus cultivos, a sus semillas, para entenderse bien. Y le habla con palabras de antes, que están vivas, y son nuevas, porque son de antes. Así como las estrellas que vemos mandaron su luz hace mucho, el lenguaje que hablamos abreva fuertemente de todo lo que ya ocurrió.

Siempre estamos hablando un lenguaje de antes, de nuestra gente que ya murió, pero que habita nuestras palabras. El lenguaje de ahora lo estamos naciendo. Y si diario hablamos el lenguaje de nuestros muertos, así igual tenemos una relación continua, milenaria, con nuestras semillas que nos vienen como un gran regalo de lo remoto, de tantas personas, amorosas todas, y de sus conversaciones con los cultivos. Estas semillas terminan siendo nuevas por ser tan antiguas.

¿Cómo entonces entender el tiempo, los tiempos? ¿Hablamos del tiempo de los relojes que la normalidad nos impone? No. Tenemos que hamacarnos en el flujo del tiempo de una manera que no estamos acostumbrados. Tenemos que ser muy conscientes de la gran vastedad que nos habita y también nos viene de lo remoto. No ha dejado de ocurrir y se acumula. Tantos pasados, tantas posibilidades de futuro, conviven con nosotros.

Así como estamos en muchos sitios de nuestra imaginación en un instante, en diferentes pasados, memorias, atisbos, recuerdos, e imaginamos las transformaciones y los futuros posibles, así podemos transitar lo ancestral y el porvenir.

Y si le damos calidad de vivo a lo que percibimos como cosas, es porque siempre hay un flujo interminable que nos muestra algo como quieto cuando viene de nacimientos, crecimientos, labores, miradas, esfuerzos y reflujos de un antes que no se irá nunca y será parte del corazón de lo que llega.

Por eso la pandemia saldrá derrotada. No hablamos del virus, en sí, sino de toda esta situación de achicamiento existencial que nos imponen.

Fluir en ese abrevar, en ese trueque de lo muerto y lo vivo, de lo que se fue y lo que es presente de un modo interminable, es remontar el misterio, lo que no sabemos, lo incierto, en la travesía que cruza el monte, abre surcos, levanta casas. Esta travesía, cruzando lo desconocido, es nuestra entereza con la que negamos este muro de negrura que se nos quiere imponer, totalizante y totalitario, en esta era donde el cielo se desploma mostrando las costuras y los remiendos de las arrogantes corporaciones y sus gobiernos, con sus planes, estafas y promociones interminables.

Para cruzar la incertidumbre sólo debemos guiarnos del hilo que nace desde nuestra primeras semillas y nuestros cuidados como humanidad, y ejercer una reformulación continua que implique pensar, sentir, hacer consciente que para perdurar tenemos que transformarnos día y noche. Debemos traducirnos, asumiendo lo incalculable, lo no imaginado, lo que no es sólo futuro sino posibilidad: ésa es nuestra fuerza política.

Entender que somos una frontera entre lo remoto y el futuro, lo vivo y lo muerto, el lenguaje y las semillas, entre el afuera y el adentro, el arriba y el abajo, la posibilidad y la transformación, es un primer paso para atravesar los muros y derribar todo lo que nos quieren vender como inamovible, como esos muros de privilegios y de lucro, que el poder capitalista insiste en imponernos mediante la opresión y la violencia. La fuerza del capitalismo radica en obligarnos a su “normalidad”, a su condición de normativas sin fin para deshabilitarnos. Quiere imponernos esta normalidad como lo único posible. Nos quieren hacer creer que sus normas son lo “normal”, lo natural. Ésa condición es lo que nos venden como “realidad”. Una “realidad” construida, palmo a palmo, que tenemos que combatir.

Con la contingencia se abrió la posibilidad de crecer en nuestro abrazo con la incertidumbre, y fortalecer nuestra propia y vastísima imaginación colectiva. Porque no estamos solas ni solos. Podemos restañarnos en comunidad y continuar el infinito y ancestral devenir de lo nuevo, en cada rincón donde podamos reconstituir ámbitos de socialidad y confianza responsable. Biodiversidad es una herramienta para echar el hombro y abrazarnos.

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Fuente: Biodiversidad, sustento y culturas #105

Temas: Biodiversidad, Saberes tradicionales, Salud, Semillas

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