El rol fundamental de la organización campesina en la protección del majestuoso páramo de Sumapaz

Revista Biodiversidad, sustento y culturas #119 

Los páramos son una eco región o bioma neotropical de gran altitud, ubicados entre el límite superior del bosque altoandino y las nieves perpetuas, entre los 3 mil y 4 mil msnm aproximadamente. Se caracterizan por presentar bajas temperaturas, frecuentes lluvias, neblinas, fuertes vientos y altos niveles de radiación solar. Los páramos se distribuyen a lo largo de los Andes, abarcando países como Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela, extendiéndose hasta Panamá y Costa Rica (Hofstede et al. 2014, Vásquez y Buitrago 2011).

Colombia se destaca por ser el país con la mayor extensión de páramos en el mundo, albergando 50% de estos ecosistemas de alta montaña (34 complejos de páramos), distribuidos en sus tres cordilleras y la Sierra Nevada de Santa Marta. Éstos suman un área equivalente al 1.69% del territorio continental nacional, es decir unos 19 mil 330 Km2. Los páramos en el país son fundamentales, ya que proveen el 70% del agua dulce que consume sus habitantes y albergan una gran biodiversidad, con cerca de 70 especies de mamíferos, 154 especies de aves, 90 especies de anfibios y 3.380 especies de plantas (Vásquez y Buitrago, 2011).

La importancia de este bioma radica en sus múltiples funciones, entre los que se destacan: hábitat de especies endémicas (60% de la flora de los páramos es exclusiva de alta montaña) y corredor biológico para diversas especies de flora y fauna. Los páramos poseen la capacidad de regular y almacenar agua. Además, sus suelos desempeñan un papel crucial al fijar carbono atmosférico, contribuyendo así a purificar el aire y mitigar los efectos del cambio climático (Hofstede et al. 2014, Vásquez y Buitrago 2011).

Los páramos también son espacios de importancia cultural, determinantes en los modos de vida de las familias campesinas que habitan en las tierras altas. La Juca, luego denominado páramo, ha estado poblado desde tiempos ancestrales. A partir de la colonización española, después con las guerras civiles y los procesos de desplazamiento derivados del conflicto armado en Colombia, surgieron nuevas formas de ocupación de la tierra y se asentaron comunidades en las elevadas zonas de la cordillera de los Andes. En estas áreas, se han desarrollado procesos sociales de arraigo e identidad campesina en íntima conexión con el páramo. Esta relación se manifiesta en aspectos de la cultura campesina, como el vestuario, el lenguaje, las expresiones populares, la música, la coplería, la gastronomía y las prácticas para la producción agropecuaria. En especial destaca la organización campesina, que refleja la estrecha interacción entre la vida humana y el entorno natural del páramo.

En el contexto de la delimitación de páramos y áreas protegidas, surgen conflictos con las comunidades locales, ya que esta normatividad impone acciones restrictivas para el uso del suelo, desconociendo la presencia de población campesina en estos ecosistemas y las interacciones sociales que allí ocurren. Ostrom (1990), McKean y Ostrom (1995), así como, Hayes (2006) demuestran que, en lugar de optar por una designación oficial para la protección ambiental que excluya al ser humano, como sucede con la creación de áreas protegidas o Parques Nacionales Naturales, las personas que hacen uso de los bienes comunes pueden elaborar reglas y acuerdos colectivos adaptados a sus entornos para fomentar el uso sustentable de estos recursos. Estos hallazgos sugieren que, si las entidades encargadas de administrar áreas protegidas buscan promover la conservación de estos ecosistemas, entonces las y los residentes deberían incluirse en los procesos de elaboración de reglas y toma de decisiones.

Teniendo en cuenta lo anterior, las organizaciones campesinas del páramo de Sumapaz (el páramo más extenso del mundo, en donde nacen muchos de los ríos que alimentan el río Magdalena y el Orinoco) y su selva altoandina, han decidido constituir la Zona de Reserva Campesina (ZRC) de Sumapaz. Esta iniciativa es un modelo de ordenamiento territorial comunitario para proteger y fortalecer la economía campesina en armonía con el uso y conservación de los bienes comunes, controlando la expansión de la frontera agrícola para disminuir las presiones antrópicas sobre estos ecosistemas.

Dentro de la ZRC de Sumapaz hay un proceso organizativo campesino consolidado, fortalecido por la historia de la lucha agraria en el territorio. Esto ha permitido la creación de acuerdos colectivos para la protección del páramo, incluyendo medidas como el cuidado de las fuentes hídricas, la prevención de incendios forestales mediante el compromiso comunitario de evitar las quemas, el monocultivo extensivo, así como la restricción de lavado de vehículos en las fuentes de agua y durante periodos de fuertes veranos. Gracias a estas acciones, durante el más reciente periodo de sequía en enero de 2024, el territorio estuvo libre de incendios forestales y el campesinado cuenta con el abastecimiento de alimentos, pasturas y agua.

Dentro de la ZRC de Sumapaz existe una propuesta organizativa conocida como el Convite Campesino Sumapaceño, conformado hoy por 10 familias. A través del trabajo colectivo, la solidaridad y la fraternidad, estas familias se comprometen a realizar una transición hacia la agroecología y a generar e intercambiar conocimiento local relacionado con prácticas de producción agropecuaria y conservación de los bienes comunes, empleando la metodología campesino(a) a campesino(a).

El Convite Campesino ha establecido sus propios acuerdos y reglas para la protección de los bienes comunes. Éstas incluyen prácticas como el establecimiento de zanjas para controlar la erosión del suelo, la protección de fuentes hídricas mediante la reforestación y el cercado, el uso de bebederos con flotadores para evitar la contaminación de cuerpos de agua por parte de los animales, la preservación del monte en cada finca, la utilización de abonos orgánicos para reducir la dependencia de insumos externos, la rotación de cultivos y la diversificación de sistemas productivos (conejos, gallinas, vacas, abejas, cerdos, etcétera).

Todo lo anterior demuestra que, a través de la organización y autonomía campesina, así como de un ordenamiento territorial que surja de las propias comunidades, es posible conservar los bienes comunes sin depender exclusivamente de normativas restrictivas por parte del Estado. Con esto, se revalora al campesinado, no sólo como proveedor de alimentos, sino también como un actor fundamental para la conservación de la naturaleza. •

 

 

Bibliografía

T.M Hayes. “Parks, people, and forest protection: an institutional assessment of the effectiveness of protected areas”, World Development 34(12):2064-2075, 2006

R. Hofstede, J.Calles; V. López, R. Polanco; F. Torres; J. Ulloa; A. Vasquez, M. Cerra. Los páramos andinos ¿Qué sabemos? Estado de conocimiento sobre el impacto del cambio climático en el ecosistema páramo. UICN, Quito, Ecuador, 2014.

M. McKean; E. Ostrom. Bosques en régimen de propiedad común: ¿sólo un vestigio del pasado? Unasylva FAO 46(180):3-15, 1995

E. Ostrom, Governing the commons: The evolution of institutions for collective action. Cambridge, Reino Unido. Cambridge University Press, 1990.

A. Vásquez, A.C. Buitrago, (Editoras).. El gran libro de los páramos. Instituto de   Investigación de Recursos Biológicos Alexander Von Humboldt. Proyecto Páramo Andino. Bogotá, Colombia. 208 p. 2011

 

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Temas: Agua, Biodiversidad

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