El Buen Vivir como el “otro mundo posible” (1)

Idioma Español

"Vivir Bien o el Buen Vivir es un arte guiado por principios, no una lista de demandas que puedan formularse como derechos de los ciudadanos y deberes de los estados. Un arte que supone armonía con la naturaleza, considerada como una madre de la cual dependemos y con la cual no podemos establecer una relación de competencia o dominio."

En América latina estamos viviendo un período de fuerte crecimiento económico, que dispara los deseos de la mayor parte de la población de “incluirse” como consumidores en una sociedad que los margina. Conservadores y progresistas, gobiernos y pueblos, obreros y campesinos, trabajadores y desocupados, todas y todos quieren seguir consumiendo o esperan ingresar al círculo hasta ahora relativamente reducido de quienes creen ejercer su ciudadanía en supermercados y malls. En un clima social y cultural de este tipo, hablar de Buen Vivir/Sumak Kawsay puede parecer algo disparatado.

 

Más aún cuando el Norte sufre los avatares de la crisis económica global, lo que aviva el contraste con la región. Luiz Inacio Lula da Silva se retiró con muy elevados índices de aprobación, superiores al 80% luego de ocho años de gobierno, porque el crecimiento económico, aún sin distribución de renta, ha permitido a 26 millones de brasileños dejar atrás la pobreza e ingresar en la clase media. En efecto, la franja de ingresos de la llamada “clase C”, aquella que tiene una renta familiar mensual entre tres y diez salarios mínimos (de 600 a 2.600 dólares), pasó del 32% de la población en 1992 al 50% en 2010. En 2003, ese sector representaba el 37% de la renta nacional. En 2008, había crecido al 46%, desplazando por primera vez en la historia a los dos estratos superiores que ahora detentan el 44% de la renta del país. Se trata del 15% de la población que entró a la franja intermedia en sólo cinco años .

 

Un país de pobres que poco a poco se acerca a un país de capas medias, por lo menos desde la discutible medición de los ingresos. En un período de crecimiento económico y ascenso social parece más difícil aún establecer un debate que necesariamente pasa por poner límites al crecimiento. Algo así experimentó el sociólogo alemán Wolfgang Sachs en su reciente visita a la región. El autor del Diccionario del desarrollo dictó una serie de conferencias en Buenos Aires y Montevideo en las que defendió su propuesta de “posdesarrollo” y de reducir el consumo de recursos fósiles un 90% hasta 2050. Bastó que dijera a la audiencia que “estamos todos en el mismo barco”, para que se escucharan voces de que su discurso pasaba por alto la tremenda desigualdad en la emisión de gases de efecto invernadero entre los países del Norte y del Sur. El modelo extractivista imperante en América Latina (minería y monocultivos), es una de las principales consecuencias del hecho colonial, a la vez que esos emprendimientos favorecen sobre todo a las multinacionales del primer mundo.

 

Existe en este continente una cosmovisión diferente a la occidental y existen, lo que no es un dato menor, sujetos colectivos que vienen practicando modos de vida no capitalistas o, para ser más exactos, no inspirados en el modelo del desarrollo y el crecimiento económico cuantitativo y perpetuo. Indagaremos en estas ideas y modos para ver en qué medida pueden ser fuente de inspiración para una civilización urgida de alternativas. Pero veremos también algunos obstáculos que impiden desplegar la potencia de esos modos de vivir diferentes.

 

Buen Vivir/Vivir Bien

 

Los cambios políticos que se registran en Sudamérica, sobre todo en aquellos países donde la irrupción del mundo indio pone en cuestión la cultura política hegemónica, incluyendo el propio concepto de Estado-nación, se refleja en un profundo debate sobre los caminos que deben seguir estas sociedades. En Cochabamba, Bolivia, entre el 19 y el 22 de abril, coincidiendo con el décimo aniversario de la “guerra del agua” , se realizó la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra convocada pro el gobierno de Evo Morales. En enero se realizó en Quito el Encuentro Latinoamericano “Pachamama, Pueblos, Liberación y Sumak Kawsay”, organizado por la Fundación Pueblo Indio por el centenario del nacimiento de monseñor Leónidas Proaño, el “obispo de los indios”. Ese mismo mes la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas realizó en Lima el Foro Público “El Buen Vivir de los Pueblos Indígenas Andinos”. Son apenas tres eventos que destaco en una multiplicidad de encuentros, congresos y debates al más diverso nivel, pero con una sostenida participación de movimientos de base, en los que se debaten los caminos a seguir.

 

Como consecuencia de la potente irrupción de los movimientos y pueblos indios, los sistemas políticos de Ecuador y Bolivia han tenido modificaciones más o menos importantes, uno de cuyos resultados es la aprobación en 2008 de nuevas constituciones que elevan propuestas novedosas, entre las cuales se destaca el Estado plurinacional, nuevas formas de concebir la naturaleza y una filosofía diferente a la del desarrollo.

 

Según la nueva Constitución del Ecuador, aprobada el 28 de setiembre de 2008 por el 64% de los ecuatorianos en plebiscito popular, la naturaleza es sujeto de derechos como cualquier ciudadano. “La naturaleza o Pacha Mama, donde se reproduce y realiza la vida, tiene derecho a que se respete integralmente su existencia y el mantenimeinto y regeneración de sus ciclos vitales, estructura, funciones y procesos evolutivos”, dispone el artículo 71, consagrado a los “Derechos de la Naturaleza” . En la lógica hegemónica la naturaleza es un recurso, un medio del cual extraer materias primas para el desarrollo, del cual dependería el bienestar de los seres humanos. La nueva Constitución del Ecuador refleja la importancia adquirida por las culturas indias, una de cuyas características básicas es la relación armoniosa y equilibrada con la naturaleza.

 

Los derechos de la naturaleza forman parte de un concepto andino introducido con vigor en la Constitución: el Sumak Kawsay, Buen Vivir en quichua, o “vida límpida y armónica”. A ese concepto la Constitución de Ecuador le dedica 75 artículos en el

 

apartado “Régimen del Buen Vivir”. Se trata de vivir de manera que se establezca una relación armoniosa entre los seres humanos y, por lo tanto, entre ellos y la naturaleza. No puede haber diferencia entre el modo como las personas se relacionan entre sí y como lo hacen con el espacio donde viven.

 

La Constitución de Bolivia, aprobada el 25 de enero de 2009 por el 62% de los votantes, incluye la Suma Qamaña, el Vivir Bien, junto a otros postulados similares de los diversos pueblos originarios. “El Estado asume y promueve como principios ético-morales de la sociedad plural: ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso ni seas ladrón), suma qamaña (vivir bien), ñandereko (vida armoniosa), teko kavi (vida buena), ivi maraei (tierra sin mal) y qhapaj ñan (camino o vida noble)”, según reza el artículo 8º .

 

Se trata de una ruptura radical con la cultura occidental, con las ideas de progreso y desarrollo. Y con la modernidad. Vivimos una crisis civilizatoria, ambiental, social, cultural, que radica en gran medida en un modelo depredador de la naturaleza, cuyo dominio y explotación ha sido la base del bienestar y la riqueza de una parte de la humanidad. Las ideas de crecimiento continuo y de consumo ilimitado –defendidas tanto por liberales como por socialistas- están mostrado su radical incompatibilidad con la conservación de la vida en el planeta.

 

Pero hay algo más. No sólo el eurocentrismo es parte del problema que vive la humanidad. También lo es el antropocentrismo, el creer que el mundo está allí para ser utilizado por el ser humano en su exclusivo beneficio. El desarrollo y el progreso son incompatibles con la naturaleza, aún cuando se postulen bajo el rótulo de “desarrollo sostenible”. La crisis civilizatoria que estamos viviendo nos dice, en paralelo, que los instrumentos analíticos con que contamos para comprender y analizar la realidad ya no son confiables, porque son conocimientos de matriz colonial (como la relación sujeto-objeto en la que están sustentados) que se limitan a consagrar el actual patrón civilizatorio como algo natural e impiden pensar en formas de vivir diferentes.

 

El economista ecuatoriano Pablo Dávalos sostiene que el discurso del desarrollo y del crecimiento económico han provocado cinco cesuras, o cortes, que caracterizan a las sociedades actuales: fragmenta y rompe la relación del ser humano con la naturaleza; rechaza la ética por incompatible con el crecimiento que es, en realidad, acumulación de capital; vacía de contenido las historias y culturas de los pueblos, por ser obstáculos que se deben “modernizar”, colonizando lo que Jürgen Habermas denomina el “mundo de la vida”; convierte la ciencia económica en políticas de la escasez, porque la pobreza es inherente al desarrollo; y, finalmente, produce una colonización epistémica que neutraliza la capacidad de pensar alternativas .

 

Límites actuales de la propuesta india

 

Vivir Bien o el Buen Vivir es un arte guiado por principios, no una lista de demandas que puedan formularse como derechos de los ciudadanos y deberes de los estados. Un arte que supone armonía con la naturaleza, considerada como una madre de la cual dependemos y con la cual no podemos establecer una relación de competencia o dominio. Un arte que, en ocasiones, asume expresiones concretas: en 2007 el ministerio de Minas de Ecuador, propuso no explotar el petróleo de la zona del Parque Nacional Yasuní pese a representar la cuarta parte de las reservas del país. Una “propuesta revolucionaria” según Alberto Acosta, ex presidente de la Asamblea Constituyente, en la búsqueda de un modelo de desarrollo post-material y post-extractivo . Se trata del llamado Proyecto ITT (siglas de los tres pozos de exploración perforados en la zona del parque Yasuní, en la Amazonia ecuatoriana: Ishpingo, Tambococha y Tiputini) que fue asumido a mediados del año 2009 por el gobierno de Rafael Correa como contribución del Ecuador a la lucha contra el cambio climático.

 

La economía del Ecuador está basada en el petróleo: 22 por ciento del PIB, 63 por ciento de las exportaciones y 47 por ciento del Presupuesto del Estado dependen del petróleo. Pero ahí radica también el valor de la propuesta: evitaría la emisión de 410 millones de toneladas de CO2, frenaría la deforestación y la contaminación, y sería una gran contribución al desarrollo de una economía pospetrolera. A cambio, el gobierno de Ecuador pide a la comunidad internacional una compensación equivalente al 50 por ciento de los ingresos que podrían conseguirse si se explotara ese petróleo. El parlamento y el gobierno alemán respondieron afirmativamente, aportando 50 millones de euros anuales durante los trece años que durarían los beneficios de esos pozos. Noruega y la Comunidad de Madrid han dado señales positivas. Este proyecto, que supone una revolución ecológica y que ahora avala el Estado, nació de las luchas de resistencia de los pueblos indígenas, particularmente en el centro-sur de la Amazonia orientadas a impedir que la actividad petrolera se expanda hacia sus territorios.

 

Sin embargo, el mismo gobierno de Correa, que proclama la “revolución ciudadana”, no sólo sigue apostando a la explotación petrolífera sino que busca expandir la minería a cielo abierto, a lo que se opone el movimiento indígena que ha realizado marchas, levantamientos y diversas movilizaciones que han sido reprimidas, con saldo de heridos y muertos, por el mismo gobierno que dice defender el Buen Vivir. En Bolivia, donde la Suma Qamaña/Vivir Bien inspiró la Cumbre de Cochabamba, se registra la misma contradicción ya que el gobierno de Evo sigue profundizando la explotación de la minería y los hidrocarburos como principal herramienta económica. Ambos países siguen empeñados en el extractivismo, pese a lo que dicen sus constituciones y el discurso público de sus equipos dirigentes. ¿Cómo es posible tamaña contradicción?

 

A mi modo de ver, esa contradicción está en la raíz del pensamiento de las fuerzas políticas (MAS, en Bolivia, y Alianza País, en Ecuador) que llevan adelante los procesos boliviano y ecuatoriano. En la Constitución de Ecuador esa contradicción no resuelta lleva a subordinar el Sumak Kawsay al desarrollo. El artículo 247, establece: “El régimen de desarrollo es el conjunto organizado, sostenible y dinámico de los sistemas económicos, políticos, socio-culturales y ambientales, que garantizan la realización del buen vivir, el sumak kawsay” . Agrega que el Estado será el encargado de planificar el desarrollo para poder cumplir esos objetivos. En suma, el binomio

 

desarrollo más dirección estatal como eje de las políticas, parece muy alejado de los principios del Buen Vivir.

 

En la reciente Cumbre de Cochabamba se repitió el mismo problema que aqueja al Ecuador. Algunas organizaciones como Conamaq (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu) decidieron crear la “Mesa 18” porque en las 17 mesas del evento oficial no había espacio para debatir los conflictos socio-ambientales que afectan a los pueblos indios de Bolivia. El eje del conflicto es el rechazo de los pueblos afectados por y el discurso público los emprendimientos mineros y petroleros así como de las mega represas hidroeléctricas en el río Madera. En su Declaración la Mesa 18 aseguró que los planes de desarrollo de los gobiernos de la región, incluso aquellos que se proclaman de izquierda y revolucionarios, “sólo reproducen el esquema desarrollista del pasado” y exige “cambiar el modelo de pseudo desarrollo que privilegia las exportaciones de materias primas” .

 

La impresión es que la propuesta de Buen Vivir/Sumak Kawsay es aún frágil y no pasa de ser una declaración de intenciones, salvo para un reducido sector de comunidades rurales y de dirigentes e intelectuales indios. En Ecuador, donde surgió el debate con más énfasis durante el proceso de formulación de la nueva Constitución, algunos de los intelectuales que impulsaron esos debates publicaron un libro, “El Buen Vivir. Una vía para el desarrollo” , que ya desde el título deja traslucir una contradicción flagrante. Aunque el trabajo es sumamente interesante, en el prólogo Alberto Acosta insiste en que el Buen Vivir representa “un nuevo régimen de desarrollo” y, aunque la crítica al modelo imperante es muy acertada y contundente, se mantienen un conjunto de ideas que no rompen claramente con el modelo hegemónico. Quizá el punto más flaco es que no se identifican claramente los sujetos capaces de incidir en este vuelco que supone pasar de la ideología del progreso y del desarrollo al Buen Vivir/Buena Vida.

 

El estado-nación como constricción

 

A mediados de 2009 estuve varias semanas en Bolivia, entrevistando organizaciones y dirigentes de pueblos de las llamadas “tierras bajas”, pueblos de matriz no campesina que alguna vez fueron, o son todavía en alguna medida, nómades. Hasta ese momento mi experiencia había sido con pueblos de tradición agrícola como quechuas y aymaras. En Santa Cruz entrevisté a miembros del grupo ayoreo, pueblo nómade que recién fue contactado en 1940 por misioneros católicos y evangélicos cuando el Estado se aprestaba a construir el ferrocarril Santa Cruz-Puerto Suárez, y avanzaban la ganadería y la explotación petrolera. Perdieron su territorio ancestral y la mayor parte emigraron, sobreviviendo hoy apenas unos tres mil ayoréodes.

 

El joven vicepresidente de la Central Ayorea Nativa del Oriente Boliviano (CANOB), de nombre Subi, relató las características del Buen Vivir apelando a una reciente experiencia entre sus vecinos en el pueblo donde vive. Reproduzco sus palabras:

 

Mi vecino Jonatan compró un tractor para cultivar sus tres hectáreas con maíz, con la esperanza de venderlo y ganarse buen dinero. Con ansiedad esperaba el momento de levantar la cosecha. Cuando llega el día, sin decirle nada, su padre invita a toda la familia, a los vecinos y a los amigos para levantar juntos la cosecha al viejo estilo, trabajando y celebrando. Durante el trabajo reparten el maíz entre todos los presentes, como suelen hacer los ayoreos. Al final de la jornada habían consumido dos hectáreas. A Jonatan le quedó sólo una hectárea. Lloraba de rabia por la actitud de su padre.

 

Dos modelos de vida habían quedado enfrentados: el de la acumulación y el del “buen vivir”, el del progreso individual y el de la reciprocidad y el reparto de bienes. No habla Subi del Buen Vivir, quizá porque su modo de pensar/actuar está muy lejos de conceptualización alguna. Pero sabe/siente de qué se trata. Los intelectuales indios, sin embargo, están debatiendo el tema y lo formulan de manera clara.

 

Diversos intelectuales indios marcan distancias con la versión de Sumak Kawsay que ofrecen los gobiernos. Vivir Bien no es vivir mejor, lo que generalmente se consigue a costa de otras personas, o sea de la explotación. “Vivir Bien es vivir en comunidad, en hermandad y especialmente en complementariedad”, dice el canciller boliviano David Choquehuanca . Digamos que el vivir en comunidad y el apego a la tierra es un primer principio, insoslayable. El segundo es la complementariedad, que la define como no competir sino compartir, vivir en armonía. En la cosmovisión andina los opuestos se complementan, por lo que es una filosofía no dialéctica, donde la lucha de contrarios no se traduce en síntesis que supere dos términos enfrentados. El mundo nuevo, por tanto, no deviene de la lucha de opuestos sino de otra dimensión que luego explicaré.

 

En tercer lugar, el trabajo es fiesta, aprender, crecer, es algo así como respirar y caminar, una actividad vital, no una obligación para sobrevivir. Cuarto, rechaza de plano el desarrollo. Su propuesta es inversa. “Nos hemos organizado para volver a nuestro camino, al camino del equilibrio (…) para volver a nuestro origen” . ¿Qué lógica es esta que postula organizarse para ir hacia atrás? Luego, Choquehuanca destaca cuatro aspectos adicionales: la identidad es más importante que la dignidad; nuestra lucha va más allá de la justicia, ya que es excluyente porque habla sólo de las personas; la complementariedad va más allá de la libertad; el consenso es más importante que la democracia, porque ésta somete a las minorías .

 

Luis Macas, abogado quichua ecuatoriano, ex presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), define al Sumak Kawsay como la vida en plenitud, asentado en los principios comunitarios de reciprocidad y redistribución. Su explicación tiene el interés adicional de que toca el tema central del Estado. “No es posible la convivencia del Sumak Kawsay y el sistema actual, no puede ser un sistema de este Estado, hay que pensar fundamentalmente en el cambio de estructuras de este Estado y construir uno nuevo, pero hecho con nuestras manos” . Da un paso más y dice que se trata de “recuperar y desarrollar nuestros sistemas de vida, instituciones y derechos históricos anteriores al Estado, para descolonizar la historia y el pensamiento”. ¿Instituciones no estatales?

 

Ambos intelectuales apuntan en una misma dirección: el Buen Vivir no puede ser una política del Estado-nación sino otra cosa. Debe estar anclada en la comunidad, una institución pre estatal que puede ser también la base de una imprescindible y abarcativa institución pos estatal que debemos crear. No hay estrategia ni táctica para imponerlo, sino otro camino, más cercano al que propone el chileno Luis Razeto, promotor de la economía solidaria. Siempre hemos partido de que el cambio debe ser global, con el objetivo de sustituir un sistema por otro que plasme un nuevo “deber ser”. Pero esto sólo puede hacerse acumulando poder, y más en concreto tomando el poder estatal. O sea, haciendo política. Concluye, en extraña sintonía con Nietzsche, habida cuenta de su formación cristiana y comunista: “La política organiza lo existente: no crea realidades nuevas. Pero lo único que puede cambiar en profundidad lo existente consiste en crear y poner en la realidad dada realidades nuevas, que cuestionen lo existente y que con su presencia lo lleven a reestructurarse. La principal y decisiva actividad transformadora es la actividad creativa, aquella capaz de introducir efectivas novedades históricas” .

 

Como otros, Razeto no cree que para transformar el mundo la principal actividad deba ser la política, en su sentido tradicional e institucional, sino “la construcción de realidades nuevas en que los problemas que generan la necesidad del cambio (las injusticias, opresiones, desigualdades, etc.) desaparezcan y en que los valores que se quiere que impregnen las relaciones humanas y sociales estén presente de manera consistente y central” .

 

¿No es esto lo que vienen haciendo los zapatistas en Chiapas? Han renunciado, explícitamente, a cambiar “este” mundo. En vez de seguir el camino de la vieja izquierda de insertarse en las instituciones para desde ellas pretender lo imposible, dieron un rodeo maravilloso consistente en crear. La creatividad, única actividad transformadora, no puede sino realizarse por fuera del sistema, en los márgenes del mundo realmente existente. En esas condiciones, lo creado puede ser realmente diferente a lo instituido. Y esa diferencia, puede, quizá, modificar el equilibro del mundo. O, mejor, re-equilibrar lo que el desarrollo, y el capitalismo, han trastocado, alterado, descompuesto. Eso que llamamos crisis -en el sentido más profundo, crisis civilizatoria- impone un nuevo equilibrio. Algo que no puede conseguirse desde arriba -quizá tampoco desde abajo- sino desde un lugar otro, que tal vez aún no adivinamos a identificar pero que, seguramente, no es el Estado, ni ninguna de las instituciones conocidas. Quienes practican el Buen Vivir creen que a ese nuevo equilibro se llega a través de lo que llaman Pachakutik. Ese el tiempo que está llegando, tan abierto como impredecible e incierto.

Fuente: El Emilio

Temas: Crisis capitalista / Alternativas de los pueblos

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