En pro de la educación agroecológica. Ponencia en apoyo a la resolución 168 del Senado de Puerto Rico

Idioma Español

"Puerto Rico necesita urgentemente de currículos educativos a nivel universitario orientados a la agricultura sustentable basada en la joven ciencia de la agroecología. La agroecología se perfila como alternativa viable y científicamente sólida no sólo para alimentar el país sino además para enfrentar retos globales, que van desde la crisis energética y el cambio climático, hasta la pobreza rural y el hambre."

Por Carmelo Ruiz Marrero

 

11 de junio 2014

 

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SENADO DE PUERTO RICO

 

R. del S. 168

 

27 de febrero de 2013

 

Presentada por los señores Ruiz Nieves, Vargas Morales y Pereira Castillo

 

Referida a la Comisión de Reglas, Calendario y Asuntos Internos

 

 

RESOLUCIÓN

 

 

Para ordenar a las Comisiones de Agricultura, Seguridad Alimentaria, Sustentabilidad de la Montaña y de la Región Sur; y de Educación, Formación y Desarrollo del Individuo del Senado del Estado Libre Asociado de Puerto Rico realizar una investigación en torno a la situación del desarrollo de nuevos programas entre ellos, el establecimiento de un nuevo Bachillerato en Ciencias en Producción Agrícola Sustentable con tres (3) sub especialidades: Ciencia Animal, Cultivos y Administración Agroempresarial y Grado de Bachiller en Agronomía en la Universidad de Puerto Rico en Utuado.

 

 

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Mi nombre es Carmelo Ruiz Marrero, soy autor, periodista y educador ambiental... Actualmente colaboro con la Organización Boricuá de Agricultura Eco Orgánica.

 

 

La seguridad alimentaria es un tema en boga en el Puerto Rico de hoy. Y no es para menos. Hace un siglo el sector agrícola generaba 71% del producto doméstico bruto y hoy no pasa del 1%. En 1914 nuestra agricultura empleaba 260 mil trabajadores, mientras que hoy emplea 19 mil.

 

 

La agricultura en Puerto Rico es ahora como el día de las madres, todo el mundo a favor y nadie en contra. Pero hay desacuerdo en cuanto a qué tipo de agricultura necesitamos. Puerto Rico tiene un creciente movimiento agroecologista que cuestiona el modelo convencional de agricultura industrial y propone en su lugar la producción basada en la unión de la agricultura y la ecología, y la soberanía alimentaria.

 

 

Puerto Rico necesita urgentemente de currículos educativos a nivel universitario orientados a la agricultura sustentable basada en la joven ciencia de la agroecología. La agroecología se perfila como alternativa viable y científicamente sólida no sólo para alimentar el país sino además para enfrentar retos globales, que van desde la crisis energética y el cambio climático, hasta la pobreza rural y el hambre. Sin embargo, hay agrónomos, académicos, agricultores convencionales y gente dentro y fuera de la práctica agrícola que insisten, rara vez presentando algún dato científico, que tal modalidad de producción agrícola quizás sea buena con el ambiente pero que nunca será una opción práctica para alimentar un mundo hambriento en el que la población continúa aumentando.

 

El grueso de la objeción a la agricultura orgánica sustentable y la agroecología viene no de estudios científicos sino de anécdotas- a menudo de segunda mano- de quienes trataron de "sembrar orgánico" y no les funcionó. Parecen creer que es no más que una agricultura de vagos, de simplemente dejar de aplicar insumos y dejar que las plagas y malezas crezcan y se proliferen por la libre a ver qué pasa. Mucha gente cree que ser orgánico o agroecológico significa simplemente dejar de usar venenos agrotóxicos.

 

Pero tales concepciones son simplemente falta de información. La agroecología tiene sólidas bases científicas, metodológicas y técnicas, y se sirve de otras disciplinas, como la ecología política, la economía ecológica y la etnoecología.

 

Según los agroecólogos Miguel Altieri y Víctor Toledo:

 

Las iniciativas agroecológicas pretenden transformar los sistemas de producción de la agroindustria a partir de la transición de los sistemas alimentarios basados en el uso de combustibles fósiles y dirigidos a la producción de cultivos de agroexportación y biocombustibles, hacia un paradigma alternativo que promueve la agricultura local y la producción nacional de alimentos por campesinos y familias rurales y urbanas a partir de la innovación, los recursos locales y la energía solar. *

 

 

La agricultura ecológica tiene validación de los más altos niveles de la Organización de Naciones Unidas. En 2002 la ONU y el Banco Mundial convocaron un cuerpo investigativo de alto nivel para evaluar minuciosamente la ciencia y tecnología agrícolas. El informe final de este esfuerzo, titulado Evaluación Internacional del Conocimiento Agrícola, Ciencia y Tecnología para el Desarrollo (IAASTD), es comúnmente conocido por su nombre corto: la Evaluación Agrícola, y fue publicado en 2008.

 

Este informe fue el resultado de un estudio concienzudo, basado estrictamente en evidencia, que se propuso a encontrarle respuesta a la pregunta: “¿Qué debemos hacer para conquistar la pobreza y el hambre, lograr desarrollo sustentable y equitativo, y sostener una agricultura productiva y resistente frente a las crisis ambientales?” Se propone nada menos que determinar la agenda de la agricultura mundial para los próximos 50 años.

 

A la Evaluación se le asignó la ambiciosa tarea de contestar la pregunta central de cómo la agricultura en el año 2050 contribuirá a una humanidad bien alimentada y saludable a pesar de los retos de vasta degradación ambiental, crecimiento poblacional y cambio climático, y que lo haga de modo que el potencial para producir alimento no se haya perdido debido a cómo hacemos agricultura.

 

Esta exhaustiva evaluación es a la agricultura mundial lo que el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) es al clima. La similitud entre ambos emprendimientos es más que casual. El director del IAASTD fue Robert Watson, quien presidió el IPCC de 1997 a 2002.

 

El IAASTD fue redactado por sobre 400 expertos- de agencias internacionales, la comunidad científica, organizaciones no gubernamentales y la empresa privada- que recopilaron datos e informaciones de miles de otros colegas de todas partes del mundo, y fue sometido a dos procesos independientes de revisión por los pares. La evaluación fue financiada por organismos intergubernamentales como el Banco Mundial, el Programa Ambiental de las Naciones Unidas, la UNESCO y la Organización de Alimentos y Agricultura de la ONU (FAO). Para nuestro gran orgullo patrio, la persona puesta a cargo de la sección del informe dedicada a América Latina y el Caribe fue la profesora puertorriqueña Ivette Perfecto, de la Universidad de Michigan.

 

En resumidas cuentas, el informe concluye que el modelo dominante de agricultura moderna está devorando el patrimonio del planeta y poniendo en peligro el futuro de la humanidad. “La agricultura moderna, tal como hoy se practica en el mundo... está explotando excesivamente el suelo, nuestro recurso natural básico, y es insostenible porque hace un uso intensivo tanto de la energía proveniente de los combustibles de origen fósil como del capital, al mismo tiempo que básicamente no tiene en cuenta los efectos externos de su actividad”, declaró Hans Herren, co-presidente del IAASTD ( aquí). “Si seguimos con las actuales tendencias en materia de producción de alimentos agotaremos nuestros recursos naturales y pondremos en peligro el futuro de nuestros niños.” Al ser presentado el informe en una actividad en Johannesburgo, Robert Watson declaró categóricamente que mantener el estatus quo en la agricultura no es una opción (Business as usual is not an option) ( aquí)

 

“El informe refleja un creciente consenso entre la comunidad científica global y la mayoría de los gobiernos de que el viejo paradigma de agricultura industrial, intensivo en energía y tóxico, es un concepto del pasado”, dice una declaración conjunta de varias organizaciones de sociedad civil, incluyendo la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM), la Red de Acción sobre Plaguicidas, y Greenpeace ( aquí, pdf). “El mensaje clave del informe es que los agricultores de pequeña escala y los métodos agroecológicos proveen el mejor camino hacia adelante para evitar la corriente crisis de alimentos y satisfacer las necesidades de las comunidades locales. Por primera vez una evaluación global independiente reconoce que la agricultura tiene una diversidad de funciones ambientales y sociales.”

 

La Evaluación Agrícola “enfatiza la importancia de enfoques localmente basados y agroecológicos a la agricultura”, comenta Eric Holt-Giménez, director ejecutivo de la organización Food First. “Las ventajas claves de este modo de agricultura- aparte de su bajo impacto ambiental- son que provee alimento al igual que empleo a los pobres del mundo, además de un excedente para el mercado. Calculando libras por acre estas pequeñas granjas familiares han demostrado ser más productivas que fincas industriales a gran escala. Y usan menos petróleo, especialmente si la comida es comerciada localmente o sub-regionalmente. Estas alternativas, que están creciendo por todo el mundo, son como pequeñas islas de sustentabilidad en mares que cada vez son más peligrosos en lo económico y lo ecológico. A medida que la agricultura industrializada y los regímenes de libre comercio vayan fallándonos, estos enfoques serán las claves para brindar resiliencia a un sistema mundial de alimentos disfuncional”. ( aquí)

 

 

La educación para la agricultura sustentable es absolutamente necesaria para transformar la agricultura del país. Esta transformación es necesaria a nivel mundial para enfrentar el reto del cambio climático.

 

Según “Cocinando el Planeta”, un extenso documento conjunto de varias organizaciones europeas, incluyendo GRAIN y Veterinarios Sin Fronteras:

 

“Cuando consideramos la dupla cambio climático y sistema alimentario, en general pensamos en términos de transporte de alimentos o, en alguna ocasión, a la deforestación asociada a la agroganadería. Pero lo cierto es que pocas veces tomamos conciencia de que el manejo de los suelos agrarios, la utilización de fertilizantes sintéticos, la fabricación de piensos industriales, o la destrucción de los mercados locales de alimentos constituyen el núcleo central de las emisiones planetarias de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo las industrias procesadoras y de distribución de alimentos -que incluyen transporte, empaque, refrigeración y comercialización- son también grandes emisoras. Se calcula que el sistema agroalimentario llega a generar hasta un 50% de estas emisiones. El actual modelo de producción y consumo industrial de alimentos es un gran consumidor de energía, que contribuye significativamente al calentamiento global, además de profundizar la destrucción del medio ambiente y de las comunidades rurales.” ( aquí)

 

 

Según un informe de la organización GRAIN del año 2011:

 

Los alimentos son un promotor clave del cambio climático. El proceso industrial entre que se producen los alimentos hasta que terminan servidos en nuestra mesa provoca cerca de la mitad de las emisiones de gas con efecto de invernadero generados por los humanos. Los fertilizantes químicos, la maquinaria pesada y otras tecnologías agrícolas dependientes del petróleo contribuyen significativamente. El impacto de la industria alimentaria como un todo es incluso mayor: se destruyen bosques y sabanas para producir forrajes animales y se generan deshechos que dañan el clima por el exceso de empaques, procesado, refrigeración y transporte de los alimentos a grandes distancias, a pesar de que millones de personas continúan con hambre.

 

Un nuevo sistema alimentario podría ser un promotor clave de soluciones al cambio climático. La gente por todo el mundo toma parte en luchas por defender o crear nuevas formas de cultivar o compartir alimentos que sean mucho más sanos para sus comunidades y para el planeta. Si se toman medidas para reestructurar la agricultura y el sistema alimentario mundial en torno a la soberanía alimentaria, a la agricultura en pequeña escala, a la agroecología y los mercados locales, podríamos cortar a la mitad las emisiones globales de gases con efecto de invernadero en unas cuantas décadas… Requerimos políticas acertadas y programas que (nos lleven a un sistema alimentario) que sea sustentable, equitativo y verdaderamente productivo. ( aquí)

 

En la visión agroecológica, la mayor esperanza ante la actual crisis mundial de alimentos reside en los sistemas agrícolas tradicionales campesinos e indígenas que han pasado la prueba del tiempo y hoy proveen alimento a la mayor parte de la humanidad, y con recursos ínfimos.

 

Según la organización canadiense Grupo ETC, la cual lleva décadas de investigación sobre sistemas alimentarios: “Que las transnacionales dominen la cadena industrial de producción de alimentos no significa que alimentan a la mayoría. Aunque controlan cerca del 70 por ciento de los recursos agrícolas globales (tierra, agua, insumos), lo que producen sólo llega a un 30 por ciento de la población mundial. La mayor parte de los alimentos sigue viniendo de manos campesinas, indígenas, pescadores artesanales, recolectores, huertas barriales y urbanas y otros/otras pequeños (productores), que con apenas 30 por ciento de los recursos agrícolas, alimentan al 70 por ciento de la humanidad”. ( aquí)

 

En otras palabras, la visión agroecológica sustentable no se basa en teorías, sueños y propuestas, sino en una realidad viviente.

 

La agroecología reconoce los sistemas agrícolas tradicionales como fuente de sabiduría antigua que contiene importantes claves para la supervivencia y la soberanía alimentaria. A pesar de los variados que son, se les pueden discernir cinco características: alta biodiversidad, ingeniosas técnicas para el manejo de la finca, sistemas agrícolas diversificados, resistencia y solidez en el agroecosistema, la importancia de conocimientos tradicionales, y fuertes instituciones sociales.

 

Existen numerosos ejemplos latinoamericanos de cómo la agroecología ha enfrentado de manera efectiva los retos de la seguridad y soberanía alimentaria. En Cuba y Brasil el estado reconoce plenamente la agroecología y le aporta recursos sustanciales; en los Andes la visión agroecológica y las cosmovisiones antiguas precolombinas se armonizan (en las palabras de Altieri y Toledo, “la re-creación de la agricultura campesina andina en su íntima relación con las cosmovisiones tradicionales, pero con los elementos científicos de la agroecología”); y en el México profundo es imposible abordar el nexo agricultura-ecología sin hacer referencia a las luchas populares por la reforma agraria y el reconocimiento de las tierras comunales y su carácter inalienable.

 

Queda claro que la agroecología no es sólo técnica sino también una visión con un profundo contenido social y ético, y tiene robustas bases científicas. Es por estas razones que en Puerto Rico debemos apoyar cualquier emprendimiento educativo en esa dirección.

* Miguel Altieri y Víctor Toledo. “La Revolución Agroecológica en América Latina: rescatar la naturaleza, asegurar la soberanía alimentaria y empoderar al campesino” SOCLA, 2011.

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Proyecto de Bioseguridad de Puerto Rico

Temas: Agroecología

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