Guatemala: Nuestro cuerpo fue hecho de maíz

"Es indispensable que el marco para analizar la situación de la agricultura y la espiritualidad Maya sea político y estructural; porque sólo de esta forma se puede valorar la gravedad y complejidad del problema, así como la urgente necesidad de cambiar las condiciones de producción y vida en Guatemala."

 

Leonor Hurtado Paz y Paz, Cristóbal Cojtí García

 

“Ixmukane nuestra abuela de la creación, molió las mazorcas de maíz blancas y amarillas, de la masa formó los cuatro cuerpos de nuestros abuelos: Balam Kitzen, Balam Aq’ab’, Majukutaj e Iq’ B’alam e hizo nueve bebidas para que fueran la sangre de nuestro primeros abuelos y padres” Pop Wuh.

 

La civilización Maya es la unidad de espiritualidad, ciencia y agricultura, siendo la agricultura en armonía con la naturaleza una manifestación y base de existencia de la persona y la sociedad como parte del tejido cósmico. Esta vocación de vida y de agricultura, que honra los recursos existentes, la biodiversidad y los preserva para las generaciones venideras, la orienta integralmente el calendario sagrado, Chol q’ij o calendario Lunar de 260 días, 9 lunaciones, tiempo de gestación de la vida humana, en unión con el calendario solar Ab’, calendario agrícola de 365 días. Conocer el tiempo es muy importante porque aparte de regir las labores agrícolas, cada día brinda su consejo, dado que cada día tiene su propia energía, cifra numérica; cada día tiene su propio encanto y secreto, su nombre, su nawal, ser vivo que lo alienta; cada día es inspirado por una dirección cardinal, que brinda la fuerza de uno de los elementos esenciales: fuego, aire, agua y tierra. Esto hace que cada día tenga su vitalidad particular, un día con la misma vitalidad se repite cada 52 años, cuando Chol q’ij y Ab’ vuelven a coincidir. Esta riqueza de ideas y hechos espirituales y materiales es lo que orienta a la persona y a la comunidad en su actuar siendo una unidad con la agricultura (Cojtí 2012, Hurtado 2010).

 

La agricultura promovió perfeccionar la cuenta del tiempo, cuenta que tiene una función espiritual, social y científica, cuando la agricultura no se diferenciaba del ser, de la sociedad, ni del cosmos. En esta integridad se valora y respeta la unión entre el cosmos, la naturaleza, las personas y todos los seres vivos, reconociendo la interdependencia y complementariedad, porque la persona como todos los seres son parte del tejido cósmico. La tierra es valorada como la Madre Tierra, quien brinda todo para que la vida sea posible, produce los árboles y todas las plantas, brinda el agua y llama la lluvia, alberga y alimenta a los animales quienes crean la música y la danza, y permite producir los alimentos de la comunidad. Por ello la persona pertenece a la Madre Tierra, la tierra no es una propiedad, no se vende ni se compra. La persona pide permiso y hiere a la Madre Tierra para sembrar y producir. El producto de la agricultura concedido con el amor de la Madre Tierra, el Padre Cielo, la Hermana Agua y el Hermano Sol es para alimentar el ideal social: vivir bien, que consiste en que toda la comunidad tenga suficiente para vivir y compartir en armonía. El “buen vivir” no acepta que algunas personas tengan más de lo necesario al mismo tiempo que otras no tienen suficiente y sufren, porque responde al valor más primario: “tú eres mi otro yo”. El Corazón del Cielo y el Corazón de la Tierra conforman a la persona dándole corazón, mente y cuerpo, capacidad íntegra que le permite vivir con dignidad amando y respetando todo lo que le permite existir (Cojtí 2012, Hurtado 2010).

 

El Pueblo Maya es una civilización agrícola. A lo largo de miles de años desarrolló un amplio y profundo conocimiento y práctica agrícola que brindaron bienestar y permitieron alcanzar un complejo desarrollo económico, político, social y cultural (Coe 1999). La vida del Pueblo Maya y la agricultura, parte esencial, son dirigidas por una visión holística de interdependencia física y espiritual, y por una cosmovisión asentada en la espiritualidad. Estas características son vitales y persisten como inspiración y guía para desarrollarse integralmente de manera complementaria en armonía y equilibrio con la naturaleza, la familia y las comunidades (Saqb´ichil 2000). La cultura Maya valora que todos los seres tienen su lado claro y su lado oscuro, caliente y frío, masculino y femenino; estos supuestos opuestos no se contradicen ni están en competencia, sino que se complementan y se necesitan para poder existir en un ciclo de desarrollo permanente. Se reconoce entonces la diversidad como característica esencial de la vida, lo distinto no es opuesto sino es complementario, por ello en la agricultura se mantienen la diversidad (Hurtado 2010).

 

La invasión española en 1524 y la conquista destruyeron la estructura económica, política y social del Pueblo Maya, y agredieron profundamente su espiritualidad. Durante el período colonial y posteriormente hasta la fecha, el Pueblo Maya es despojado y desalojado de sus tierras, discriminado, segregado, sobreexplotado y asesinado. La espiritualidad y sus manifestaciones son condenadas y atacadas (Martínez Peláez 1998). La religión católica impuesta es un instrumento ideológico de dominación (Guzmán 1970). Valorando la ideología del Pueblo Maya los ataques contra su economía agrícola y su espiritualidad son un mismo hecho. El despojo, discriminación y sobreexplotación que se dan históricamente son las principales agresiones contra la espiritualidad Maya, porque sin tierra y sin dignidad no puede existir la comunión que alimenta la espiritualidad (Chaicoj 2012).

 

Originalmente el Pueblo Maya ocupó territorios altamente productivos y desarrolló una tecnología que actualmente podría identificarse como agroecológica, porque se basa en la aplicación de conceptos y principios ecológicos en el diseño, desarrollo y gestión de sistemas agrícolas sustentables (Altieri 1997). La agricultura precolombina era una agricultura que imitaba la vida natural de las plantas y animales en una armoniosa interdependencia. Se organizó una producción múltiple, sembrando en el mismo espacio maíz, frijol y diversos tipos de calabaza. El maíz es el sustento principal, el frijol complementa la dieta y fertiliza la tierra, las calabazas complementan la dieta y protegen la humedad de la tierra. De esta manera la población tenía una dieta rica y balanceada, y la agricultura sustentable preservaba la fertilidad del suelo. Se producía en abundancia para vivir bien, sin sobreexplotar la tierra, el excedente se intercambiaba. El motor de la producción agrícola era la vida comunitaria, no generar mercancías. Producir el sustento de la vida estaba y se mantiene ligado a la espiritualidad, que implica pedir permiso y perdón por usar la tierra, bendecir la semilla, el agua, el sol, el aire y el trabajo, agradecer, ofrendar y compartir el fruto (Saqb´ichil 2000).

 

Durante la colonia el Pueblo Maya fue sometido y condenado a vivir en las montañas en suelos quebrados y frágiles, siendo obligados a talar bosques y selvas para subsistir. Los colonizadores se apropiaron de las tierras bajas altamente productivas, en 1525 el Papa legitima el acto de expropiación, así se crea en Guatemala el sistema lati-minifundista que constituye el eje de producción agrícola (Guzmán 1970). La práctica de expropiación, marginación, sobreexplotación, discriminación y asesinato de la población indígena se mantienen hasta el siglo XXI. En 2011 el caso de desalojo y destrucción de viviendas y cultivos, más violento habiendo incluso asesinato de campesinos, se dio contra catorce comunidades en el Valle Polochic (CDH 2011).

 

En este proceso de invasión, dominación y colonización la población indígena es identificada y tratada como raza inferior a los europeos, considerados subhumanos. El concepto de raza es un sistema político definido por la herencia y la categorización social que se construye simbólicamente a partir del color. La categorización de raza la inventan los europeos para justificar el ataque y usurpación de la tierra y fuerza de trabajo de los pueblos indígenas y los esclavos africanos. De esa manera quitaron el carácter criminal, ilegal y terrorista a su acción de invasión, dominación y conquista. La “raza” criminaliza al no blanco y descriminaliza al blanco, así se construye la historia, haciendo que el racismo sea posible y permitido (Martinot 2010). La estructural racista del sistema impuesto destruye gran parte de la agricultura sustentable y la espiritualidad de los pueblos indígenas en toda América.

 

En 1871 con la reforma liberal se establece un nuevo sistema de explotación de la tierra y del trabajo, los criollos dominadores amparados por la ley expropian tierras comunales e imponen el trabajo forzado a los indígenas para la producción de exportación (Martínez Peláez 1998). Sus objetivos los logran subyugando a la población indígena y ladina pobre, obligándola a vender su fuerza de trabajo muy barata y a subsistir con lo que produce en los minifundios. Este fenómeno refuerza la acumulación y el empobrecimiento mantenidos históricamente (Guzmán 1970). Con la revolución de 1944 hay cambios significativos, sin embargo el trabajo forzado, prohibido, continuó y persiste hasta el presente bajo formas atenuadas o disimuladas (Rojas Lima 1992). En estas condiciones de explotación y dominación el Pueblo Maya expresa sincretismo religioso del impuesto catolicismo y su propia espiritualidad, práctica que se mantienen hasta la actualidad. Diferentes cronistas e historiadores explican este hecho imputándolo al “demonio” o a limitaciones de comprensión; sin reconocer que existe un margen de conciencia indígena no sometida y una expresión de rebeldía (Martínez Peláez 1998). El Pueblo Maya mantiene sus propias formas de expresión y espiritualidad, reflejo de una estructura mental propia y firme (Guzmán 1970).

 

Después de la II Guerra Mundial para exportar el modelo industrial de producción y para contrarrestar los movimientos campesinos que demandan la reforma agraria, Estados Unidos de América, EUA a través de USAID y de instituciones internacionales como FAO y el CGIAR (Grupo Consejal de Investigación Agrícola Internacional) promueven la llamada Revolución Verde. La cual consiste en aumentar la producción de granos básicos con variedades de alto rendimiento y semillas híbridas mejoradas. Se incorporan insumos externos químicos producidos con petróleo: fertilizantes, pesticidas y herbicidas, irrigación y maquinaria agrícola. Sus impulsores públicamente se vanaglorian de sus logros, señalando que los cambios por ellos financiados permitieron el aumento de la producción agrícola, posible únicamente gracias a la asistencia externa (Gaud 1968). No señalan que la llamada “asistencia” se ejecutó a través de préstamos y que requirió ampliar las áreas de producción destruyendo bosque y selva. En Latinoamérica se promueve la revolución verde durante 1960 a 80 o hasta 90s (Pérez 2000). Inicialmente, con la revolución verde el Estado tenía que invertir más en agricultura, brindar subsidios, incentivos de precios, infraestructura e investigación. Estas reformas fueron establecidas como condiciones para los programas de préstamo del desarrollo agrícola (Gaud 1968). Estas prácticas rápidamente fueron afectadas por la corrupción, el racismo y las desigualdades estructurales en Guatemala (Hale 2000). La revolución verde ha cambiado la forma de producción y la venta de los productos agrícolas, disminuyendo el acceso de la población pobre a la tierra y a los alimentos básicos (Pérez 2000). Observamos que además de las características y condiciones nocivas provocadas por la revolución verde, en Guatemala se agrega la discriminación y opresión contra los Pueblos Indígenas, lo cual deteriora aún más sus condiciones de vida (Gómez 2004). Durante este período la acción misionera sigue siendo un instrumento útil para enajenar la conciencia, a pesar de las modernas técnicas de comunicación de masas. Desde que EUA se fortalece en Guatemala llegan masivamente misioneros, pastores e inversiones de sectas cristianas que promueven su propio concepto de desarrollo y organización, dividiendo a las comunidades (Guzmán 1970).

 

Durante el conflicto armado interno de 1960 a 1996 aumentó el control, discriminación, segregación y asesinato del Pueblo Maya. Durante las décadas 1980 y 90 las aldeas modelo, los polos de desarrollo y las patrullas de autodefensa civil fueron formas de segregación controlada por el ejército. La presencia permanente del ejército recreó el imaginario colonial y mantuvo un régimen de terror (Gómez 2004). Los catequistas, dirigentes y líderes espirituales, fueron directamente reprimidos y asesinados, y los sitios sagrados fueron destruidos o utilizados por el ejército en la ejecución de masacres (CEH 1999). Los secuestros, tortura y asesinato no buscaban sólo obtener información sino también aterrorizar al pueblo. La contrainsurgencias se desarrolló en fases: 1) erradicación violenta del brote guerrillero; 2) acción cívica; 3) tierra arrasada; 4) cacería de la población que huía; 5) patrullas civiles. En la resistencia la vida comienza a vencer a la muerte desde que la población escapa de las manos del ejército. El amor de los parientes y vecinos es una chispa de vida que reúne a los dispersos y perdidos, empezando un nuevo tipo de organización. Surge un colectivismo flexible y humano que mantiene el sentimiento de hogar familiar, respetando la necesidad personal y cultural. Se escuchan testimonios de una buena noticia porque afirman que, los pobres y débiles pueden vencer la estrategia de violencia y pueden resistir a las técnicas que dividen lo más íntimo de la persona que es su identidad y lealtad (Falla 1992).

 

La revolución verde fue una medida contrainsurgente que empeoró y radicalizó la posición del campesinado. La revolución verde destruyó la agricultura campesina y agredió la espiritualidad Maya. La agricultura propia es destruida porque la revolución verde: 1) Aumenta el rendimiento sólo durante las primeras cosechas;2) Impone el monocultivo; 3) Destruye la materia orgánica de la tierra y provoca bajo rendimiento; 4) Obliga al endeudamiento y destruye el bienestar; 5) Gran parte del campesinado va a la quiebra y tiene que migrar a la frontera agrícola, ciudades y EUA (Holt 2006). La revolución verde divorcia al campesinado de su práctica espiritual realizada a lo largo de todo el proceso de producción, desde preparar el campo para la siembre y bendecir la semilla hasta agradecer, compartir y celebrar la cosecha (Cojtí 2012).

 

A pesar de los supuestos triunfos y milagros productivos de la revolución verde declarados internacionalmente (Barta 2007), la misma fue fuertemente criticada desde su inicio por activistas y científicos, debido al excesivo costo de la semilla y tecnología complementaria, la dependencia tecnológica, la mejor adaptación climática de los cultivos tradicionales eliminados y la aparición de nuevas plagas. Todo esto evidencia que la revolución verde es ecológica, económica, cultural y nutricionalmente negativa para los pueblos (Pérez 2000). En Latinoamérica la revolución verde favoreció principalmente a los grandes y medianos productores desarrollando la agricultura industrial totalmente dependiente de insumos de EUA. Los pequeños productores fueron persuadidos y/o presionados para utilizar semillas mejoradas e insumos químicos, pero no fueron beneficiados de la misma forma como los grandes productores provocando su endeudamiento (Bartra 2008).

 

El ataque sigue. En 1980 el Fondo Monetario Internacional, FMI, y el Banco Mundial, BM, imponen los Programas de Ajuste Estructural, PAE, para reducir el desequilibrio fiscal de los países prestatarios y propiciar que su economía se oriente hacia el mercado, afirmando que los programas PAE buscan reducir la pobreza (Greenberg 1997). Los PAE promueven la reducción y privatización de servicios básicos (educación, salud, electricidad, agua, etc.) y recursos, desregulación y reducción de barreras comerciales. Otra medida impuesta es la “austeridad” o reducción de los programas sociales, la inversión extranjera directa en mercados bursátiles domésticos, controles de precios y subsidios estatales, derecho de los inversionistas extranjeros de cara a leyes nacionales y tratados de libre comercio (Greenberg 1997). Severa disciplina fiscal internacional se aplica contra los países que no adoptan estos programas, lo cual los margina. En síntesis, estas medidas han socavado la economía y la soberanía de los países pobres, al convertir necesidades básicas en una mercancía a la que no tiene acceso la mayoría de la población (Cardoso 1992).

 

El modelo neoliberal impuesto excluye a los productores rurales de la producción de alimentos básicos para el mercado nacional, favorece la inversión financiera para la producción agrícola de exportación en el mercado global liberalizado. De esta manera la producción con bajos e inestables precios que no goza de subsidios, generalmente lleva a los pequeños productores a la quiebra y favorece la concentración de la tierra (Blanco 2001). Otra medida neoliberal ha sido la imposición de Tratados de Libre Comercio, TLC, los cuales teóricamente buscan expandir y diversificar el comercio de la región, eliminar los obstáculos y facilitar la circulación transfronteriza de mercancías y servicios para aumentar las oportunidades de inversión y hacer valer los derechos de propiedad intelectual (DR-CAFTA 2003). Antes de la aprobación del TLC en Guatemala hubo oposición masiva por parte de organizaciones campesinas, obreras, sindicales y estudiantiles, y cartas al congreso de la república por parte del Consejo Superior Universitario de USAC y de la Conferencia Episcopal, expresando su repulsión a la firma del mismo y exigiendo una Consulta Popular antes de su aprobación. Ignorando el repudio popular el TLC fue aprobado por el congreso (Yagenova 2005). El TLC ha provocado que pequeños agricultores vayan a la quiebra y migren a las ciudades o al extranjero, porque el mercado nacional está saturado con productos importados subsidiados, los cuales niegan el acceso al mercado a los productos nacionales. Así mismo, permite que empresas extranjeras violen tratados laborales que se han alcanzado a través de luchas populares. El TLC plasma los PAE en tratados internacionales sobre los cuales los congresos nacionales y parlamentos internacionales tienen muy poca o ninguna autoridad. El TLC representa la pérdida de la soberanía nacional (Cabanas 2005, Holt 2006).

 

La historia de Guatemala es una historia de negación del indígena, lo que ha conducido en determinados periodos a políticas de exterminio que se han materializado en masacres contra la población indígena. Las eliminaciones masivas de indios se producen en el siglo XVI, en XVIII, en el XIX y en el siglo XX, aplicando una política de tierra arrasada y el desplazamiento masivo de más de un millón de indígenas fuera de sus lugares de origen (Casaús 1998). Los actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a numerosos grupos indígenas no fueron actos aislados o excesos cometidos por tropas fuera de control, ni fruto de eventual improvisación de un mando medio del ejército. Las masacres cometidas respondieron a una política superior, lógica y coherente (CEH 1999). El hecho de que el indígena pasara de ser objeto a ser sujeto de su propia historia y se incorpora a la vida política de forma masiva a través de organizaciones revolucionarias, desató el inconsciente colectivo de exterminio que llevaría a la muerte a miles de indígenas. El temor a la rebelión del indio y el deseo solapado de exterminarle se unieron en una coyuntura histórico política que provocó un verdadero etnocidio (Casaús 1998). Según el Informe elaborado por la Comisión de Esclarecimiento Histórico, CEH, Memoria del Silencio, de los 42,275 casos investigados y verificados, el 83% de las víctimas plenamente identificadas eran Mayas (CEH 1999).

 

Actualmente el objetivo del gobierno de EUA en Guatemala con el proyecto Cadenas de Valor Rural, Rural Value Chains, como parte de la iniciativa Alimentar el Futuro, Feed the Future, tiene las siguientes metas: 1) desarrollar la agricultura dirigida por el mercado competitivo, 2) prevenir y tratar la desnutrición, 3) mejorar la asistencia humanitaria. Las áreas de inversión son horticultura y café para exportación. Se implementará en cinco departamentos: Huehuetenango, Quiché, San Marcos, Quetzaltenango y Totonicapán. Área donde se concentra el mayor grado de pobreza nacional y de población indígena. Se trabajará con instancias privadas utilizando semillas mejoradas y transgénicas, insumos químicos e irrigación. Los productos y servicios utilizados han de ser comprados a empresas estadounidenses. Con este objetivo se financiarán proyectos de 5 años con un monto de US$40 millones (USAID 2011). Esta inversión pretende estimular la agricultura insertando al campesinado en el mercado, sin analizar que ha sido el mercado lo que ha provocado la crisis actual. También busca mejorar la asistencia humanitaria, negando el derecho de soberanía y la capacidad de autosuficiencia del país. Esta inversión externa busca satisfacer sus intereses de mercado, lo llama apoyar el desarrollo y lo disfraza como ayuda humanitaria. Estas son las inversiones millonarias que aniquilan al campesinado y su espiritualidad, la agricultura sustentable y la posibilidad del país de construir la soberanía alimentaria (Holt 2006). Iniciativas como esta buscan aniquilar al campesinado sin considerar que actualmente a nivel mundial producen el 50% de la alimentación (FAO 1996). Se repite el patrón de la revolución verde utilizando transgénicos, en esta oportunidad no es contrainsurgencia porque no hay insurgencia, es inversión para avanzar la agricultura capitalista. Las acciones impulsadas internacionalmente, supuestamente para promover el desarrollo, en realidad buscan fortalecer el sistema capitalista, sin importar que destruyan la cultura de los pueblos originales y el ambiente. Es indispensable reconocer que el “desarrollo” capitalista alcanzado en el Norte es inalcanzable e indeseable. Inalcanzable, porque el Sur es tratado como territorio sirviente. Indeseable, por su carácter devastador y porque no ofrece soluciones a la pobreza ni al hambre (Rauber 2010).

 

En la década de 1970 el Pueblo Maya para sobrevivir se organiza valorando su identidad, cultura y espiritualidad, sin embargo la fuerte represión gubernamental obliga a esconder nuevamente esta práctica. Es hasta 1992, cuando se conmemoran 500 años de la llegada de los españoles a América, cuando se vuelve a hablar públicamente de los derechos de los pueblos indígenas y la espiritualidad se manifiesta en celebraciones públicas. Internacionalmente, Guatemala ha ratificado convenios y declaraciones que reconocen el derecho colectivo de los Pueblos Indígenas a ejercer su propio derecho y condena todo tipo de racismo, discriminación y violencia contra los Pueblos Indígenas y Tribales. El Convenio 169 de OIT fue ratificado por Guatemala en 1996. La Declaración sobre Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU fue aprobada en 2007. En Guatemala estos derechos colectivos han sido reconocidos de manera muy limitada en parte debido a la truncada reforma constitucional de 2001 (Paz 2004). A nivel nacional los Acuerdos de Paz firmados en 1996 después de 36 años de guerra interna contienen el Acuerdo sobre Identidad y Derechos de los Pueblos Indígenas, el cual abrió un espacio a la recuperación y revitalización de la espiritualidad Maya. Las y los Ajq´ijab´, contadores de los días, sacerdotes Mayas, aparecen públicamente en sus comunidades y a nivel nacional, y manifiestan su derecho a la diferencia en igualdad de condiciones (Saqb´ichil 2000).

 

En este espacio la espiritualidad ligada a la práctica agrícola de algunas comunidades Maya Kaqchikeles, como de otras etnias, empieza a fortalecerse. En el presente estudio se trabajó con comunidades kaqchikeles, las cuales a través de prácticas agroecológicas, están regresando a la producción agrícola sustentable, sabiendo que es su única alternativa para sobrevivir; reviviendo sus tradiciones espirituales, lo sagrado de la agricultura y la primacía de la “milpa” o “las tres hermanas” el policultivo de: maíz, frijol y calabaza. Las mujeres kaqchikeles en múltiples comunidades se organizan para reproducir y proteger sus semillas, para preservar la diversidad, para compartir sus conocimientos y ser las guardianas de la fertilidad, como les enseñaron sus abuelas. La espiritualidad y la agricultura sustentable se perciben como una esperanza, una buena noticia sobre la capacidad de recuperar la vida plena (Cojtí 2012).

 

Conclusiones

 

Es indispensable que el marco para analizar la situación de la agricultura y la espiritualidad Maya sea político y estructural; porque sólo de esta forma se puede valorar la gravedad y complejidad del problema, así como la urgente necesidad de cambiar las condiciones de producción y vida en Guatemala.

 

La agricultura campesina del Pueblo Maya ha sufrido sistemáticos y profundos golpes: 1) El cambio de tenencia y uso de la tierra a partir de la colonia y la discriminación institucionalizada de los pueblos indígenas; 2) La expropiación de tierras comunales y el trabajo forzado legislado producto de la reforma liberal 1871-1944; 3) La imposición de la revolución verde que responde a los intereses externos capitalistas; 4) La imposición de los tratados de libre comercio; 5) Las inversiones masivas que EUA realiza para incorporar la agricultura campesina al mercado global y mantener la dependencia. Todos estos ataques a la agricultura campesina son también ataques a la espiritualidad Maya.

 

A pesar de múltiples ataques frontales y desde todos los flancos, la agricultura campesina aún persiste en Guatemala y ante el desastre cultural y ecológico—ahora que existe un nuevo espacio político alcanzado a través de los Acuerdos de Paz—muchos campesinos Mayas están regresando a la producción agrícola sustentable, sabiendo que es su única alternativa para sobrevivir. Al mismo tiempo ellos reviven sus tradiciones espirituales, lo sagrado de la agricultura y la primacía de la “milpa” el policultivo de: maíz, frijol y calabaza. La espiritualidad Maya se reafirma como una posición de vida respecto al Cosmos, la Naturaleza y todos los seres. Esta posición permite no sólo mantenerse como persona, sino también como comunidad, vínculo vital con su pueblo y con todos los pueblos indígenas. Los procesos de revitalización de la espiritualidad Maya permiten reconstruir a la persona dañada por el racismo, violencia y explotación; favorecen la capacidad personal de expresión y decisión con identidad y sentido propio; así mismo permiten reconstruir los tejidos sociales destruidos y reestablecer una relación respetuosa con la Naturaleza. Esta relación propicia producir mejor, adaptarse y evolucionar aprendiendo de los ciclos naturales y la interdependencia de los elementos.

 

La agroecología es una faceta agrícola-ambiental de la soberanía alimentaria, que es el derecho de los pueblos de tener el control democrático de su sistema alimentario, el derecho a consumir alimentos saludables, culturalmente apropiados, producidos de manera ecológica y con métodos sustentables, y el derecho de definir los sistemas alimentarios y agrícolas propios. Estos conceptos responden a la espiritualidad Maya que valora la vida como un todo interdependiente, producir suficiente respetando el ambiente, distribuir equitativamente para que todas las personas vivan dignamente. La tierra, el agua, el aire, las semillas, la fuerza de trabajo de las personas y de los animales son elementos sagrados, y todos deben beneficiarse en la relación de producción. La espiritualidad del Pueblo Maya se está renovando y fortaleciendo como manifestación de resistencia y sanación. Esta fortaleza respalda que asuma una posición política en defensa de sus derechos y a favor de la soberanía alimentaria, porque la considera tan importante como su identidad e idioma, e irreductible como su espíritu. Por ello, la reafirmación espiritual tiene un carácter político. Se reconoce también que la lucha por alcanzar la soberanía alimentaria es una forma de defender a la Madre Tierra, se observa entonces la integridad de la vida material y espiritual. Esta posición cuestiona a toda la sociedad guatemalteca al afirmar que no se puede hablar de soberanía nacional si no se tiene soberanía alimentaria.

 

La espiritualidad es un componente vital de resistencia y de sanación, es un estímulo y un recurso que permite reforzar la autoimagen y avanzar en la construcción del bienestar. Permite subsistir como persona, familia y comunidad, aunque no como Pueblo. El Pueblo Maya necesita otra estructura, necesita tierra, acceso a recursos y servicios, un sistema digno y justo que le permita existir y reproducirse con autodeterminación. La espiritualidad es amenazada y dañada no sólo por la explotación, discriminación y represión, sino principalmente por la falta de tierra y marginación estructural. El Pueblo Maya no tiene tierra para producir y subsistir, no tiene lo indispensable para inspirar y dar vida a su ser social ni a su propia espiritualidad.

 

Se requiere un cambio estructural para desarrollar la agroecología y al mismo tiempo recuperar la espiritualidad Maya. Es indispensable que haya cambios estructurales, que haya una distribución justa de la tierra, que se implementen programas nacionales que favorezcan económica y tecnológicamente la agroecología en el país para alcanzar la soberanía alimentaria. La transformación requiere un cambio estructural que será celebrado y acompañado libremente con una práctica espiritual propia. Esta radical transformación no depende de la práctica individual sino de transformaciones económicas, políticas y sociales a nivel nacional. A pesar del espacio abierto a través de los Acuerdos de Paz, de la reafirmación de la identidad y empoderamiento del Pueblo Maya, el cambio agrícola y la renovación espiritual no son posibles sin un cambio sistémico del país, superando por completo la discriminación que existe contra los pueblos indígenas y afroamericanos. Surgen entonces profundas interrogantes: ¿La espiritualidad Maya podría recontextualizar una estructura Maya moderna? ¿Podría ser un planteamiento de soberanía alimentaria? ¿De autonomía?

 

El estímulo más reciente es la masiva marcha indígena-campesina con la participación de 1,500 mujeres, hombres y niños, que llegó el 27 de marzo de 2012 a la capital guatemalteca luego de ocho días recorriendo 214 Km., apoyada por sectores populares y académicos que consideran "justos" y "vigentes" sus reclamos. Daniel Pascual, un dirigente del Comité de Unidad Campesina, organizador de la marcha, explicó que las principales demandas consisten en el cese de los desalojos y la persecución penal contra los indígenas que encabezan los movimientos agrarios. También que se condone la deuda agraria por unos US$39 millones que afecta a más de 10,000 familias, acceso a la tierra y el fin de la explotación minera en predios de propiedad ancestral indígena. Los representantes se reunieron con los tres poderes del estado: ejecutivo, legislativo y judicial, y firmaron acuerdos que valoran las demandas indígenas-campesinas y establecen compromisos para realizar cambios y reparar los daños. El respeto y acción a favor de estos acuerdos permitirá el avance de la soberanía alimentaria y la espiritualidad Maya.

 

Acrónimos

 

CALDH, Centro para la Acción Legal en Derechos Humanos

 

CEH, Comisión para el Esclarecimiento Histórico

 

CENOC, Coordinadora Nacional de Organizaciones Campesinas

 

CONGCOOP, Coordinación de ONGs y Cooperativas

 

COPMAGUA, Coordinación de Organizaciones del Pueblo Maya de Guatemala

 

EUA, Estados Unidos de América

 

FAO, Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, Food and Agriculture Organization

 

IEN, Instituto de Estadística Nacional

 

IDEAR, Instituto de Estudios Agrarios y Rurales

 

MPCG, Movimiento de Profesionales Católicos de Guatemala

 

OGM, organismos genéticamente modificados

 

OIG, Organizaciones Indígenas de Guatemala

 

OIT, Organización Internacional del Trabajo

 

ONG, organización no gubernamental

 

ONU, Organización de las Naciones Unidas

 

SESAN, Secretaría Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional

 

TLC, Tratado de Libre Comercio, DR-CAFTA (Dominican Republic-Central America Free Trade Agreemet)

 

USAID, United States Agency for International Development

 

REFERENCIAS

 

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Fuente: ALAI

Temas: Pueblos indígenas

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