Licencia para saquear: Infraestructura y extracción financiera en el Sur Global

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"El mundo está destrozado por las injusticias sociales. La desigualdad aún se percibe sobre todo como un problema de la pobreza y de los pobres, y no de la riqueza y de los ricos, explicación que desvía muy convenientemente la atención del papel que desempeña la creación de riqueza en la creación de desigualdad".

El mundo está destrozado por las injusticias sociales; hay muchos individuos, grupos, partidos políticos y movimientos sociales cuyo compromiso y entrega al combatir lo que el poeta chileno Pablo Neruda ha llamado “la organización de la miseria” (1978, p.79) es una fuente de inspiración constante. Pero ningún cuestionamiento logrará infligir más que una pequeña muesca en el statu quo si no incluye una sólida comprensión de los modos de acumulación de riqueza y sus actores. Tampoco podrá desviar su trayectoria de opresión, desposesión, degradación ambiental y desigualdad homicida. En el mejor de los casos, esos cuestionamientos podrán desacelerar los procesos por los cuales las elites extraen valor de la sociedad a cada minuto, cada día; en el peor, pueden profundizar involuntariamente la concentración de poder político y social, la marginalización, la exclusión y el saqueo que implica esa extracción.

La relativa facilidad con que las elites han desviado la escalada de protestas populares contra la creciente brecha mundial entre ricos y pobres, y las injusticias que ello refleja, es ilustrativa. Distintas protestas como las de Occupy Wall Street y otros movimientos han forzado a que casi todo el mundo, desde el presidente Obama hasta los mandamases corporativos que se reúnen anualmente en el Foro Económico Mundial, reconociera la existencia del problema. Ahora también el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), bastiones del neoliberalismo, han “descubierto” la desigualdad como “problema”. Y han hecho algunos cambios en materia de políticas: el FMI y la OCDE han tirado por la borda años de defensa de la desigualdad so pretexto de que era necesaria para el crecimiento económico, y ahora sostienen que es una barrera. También se han modificado históricos reclamos de recortes a los impuestos a los ricos, en favor de una tributación progresiva como respuesta normativa adecuada ante la desigualdad. Además, han reconocido las consecuencias negativas de la desigualdad en el tejido de la sociedad, escrupulosamente documentadas por académicos como Richard Wilkinson y Kate Pickett (2009)

¡Tres vivas por eso! Solo que, incluso mientras el FMI derrama lágrimas de cocodrilo por la “oscura sombra” que proyecta la desigualdad sobre la economía global, sigue imponiendo medidas de austeridad en Grecia y otros países. Excepto que lo que se considera “excesiva desigualdad” sigue cambiando en el sentido equivocado. (Por ejemplo, hoy se cuestiona si la disparidad salarial de 300:1 entre directores generales de empresas y trabajadores es aceptable, mientras que hasta no hace mucho, en la década de 1970, la diferencia de 20:1 se consideraba excesiva).

Solo que la desigualdad aún se percibe sobre todo como un problema de la pobreza y de los pobres, y no de la riqueza y de los ricos, explicación que desvía muy convenientemente la atención del papel que desempeña la creación de riqueza en la creación de desigualdad (Dorling, 2010; Sayer, 2015). Excepto que siguen sin examinarse ni cuestionarse las causas estructurales de la desigualdad. Todo cambia para que nada cambie.

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Fuente: Oilwatch Sudamérica

Temas: Crisis capitalista / Alternativas de los pueblos

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