Argentina: 1º Foro para la Construcción de nuestra Soberanía Alimentaria

Idioma Español
País Argentina

El 1º Foro para la Construcción de nuestra Soberanía Alimentaria se llevará a cabo el sábado 2 de Noviembre de 2013, desde las 9 hs, en la sede de ATE Capital, Carlos Calvo 1378, CABA, Buenos Aires.

El Frente de Lucha por la Soberanía Alimentaria Argentina (FLSAA) y Encuentro Socio Ambiental Buenos Aires (ESABA) invitan al “1º Foro para la Construcción de nuestra Soberanía Alimentaria” el próximo 2 de noviembre.

INSCRIPCIÓN hasta 20/10 en http://forosobal2013.blogspot.com.ar/

Más información: moc.liamg@3102labosahculedetnerf

Documentos disparadores para el debate en el “1º Foro para la Construcción de nuestra Soberanía Alimentaria”

SAQUEO Y NEOCOLONIALISMO LATINOAMERICANO
(Cuadernos de acción militante)

LAS VÍAS DEL SAQUEO diciembre 2012

Emancipación o dependencia en Latinoamérica, un escenario devastado por las corporaciones transnacionales.

Por Javier Rodríguez Pardo (*)

INTRODUCCIÓN

La Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamérica (IIRSA), fue presentada por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y firmada por los presidentes sudamericanos en Brasilia en el año 2000. El objetivo -gestado por instituciones financieras internacionales y barnizado de ayuda altruista- se anunció como una necesidad de la región para que una “Latinoamérica postergada” se incorpore al mundo de la globalización. Para ello había que promover el transporte, energía, telecomunicaciones, rutas bioceánicas y todo lo necesario, de modo que 400 megaproyectos continentales de infraestructura faciliten la mercantilización de materias primas. Se trata de bienes comunes -usualmente denominados recursos naturales- destinados al mundo concentrador globalizado y a la hegemonía de ese Poder.

El plan de integración regional sudamericana bien podría haber sido aplaudido por los habitantes del continente, porque se afirma en una necesidad histórica de aunar esfuerzos de los latinoamericanos y fortalecer las naciones y pueblos que hoy deben sobrevivir dentro de la globalización dominada por las corporaciones. Interrelacionar economías y fortalecer el crecimiento de conjunto, a imagen de un gran mercado común sudamericano, es un viejo ideal fundacional de las independencias de la región y de sus gestores: desde la gran coalición pensada por Simón Bolívar, por entonces el sueño de confederar a los Estados Unidos Latinoamericanos, hasta las ideas de unificación regional de José Martí que apuntaban a impedir la expansión de Norteamérica.

Sin embargo, la estrategia IIRSA del año 2000 no pertenece a ningún visionario líder de los pueblos del sur, ni a patriarca alguno, sino a una estrategia del norte que agotó los recursos de su territorio y debe abrir el candado de los que considera “sus reservas”. Latinoamérica siempre fue esa reserva. De modo que, tal como se ejecuta IIRSA, consiste en intercomunicar los mercados de la región, mediante la visión neoliberal de la economía centralizada por las potencias de norte, al servicio único de éstas. Los doce países firmantes no ahondan en las respuestas que se desprenden de por qué los megaproyectos de energía, de comunicaciones, de transportes, etc., ni el para qué y para quienes serán los frutos de las colosales obras.

La estrategia de las corporaciones transnacionales consistió en facilitar préstamos generosos que terminan endeudan aún más a los pueblos del Sur, encandilándolos con bonanzas primermundistas a costa de que las riquezas que habitan en Latinoamérica. La inequidad de este paradigma se profundizó con un feroz saqueo de esos bienes comunes que culmina en las arcas de un poder obligado a perpetuarse con insumos críticos y estratégicos agotados en sus territorios. Son datos que van más allá del sistema globalizado de enriquecimiento que persiguen las transnacionales dedicadas a la extracción; es decir, la ambición de las corporaciones se extiende más allá de los buenos negocios, apunta en realidad a controlar la masa crítica de insumos, los pocos que quedan en un planeta asolado, aplicando para ello políticas de acumulación y de dominio. IIRSA -al igual que el Plan Puebla Panamá- es uno de los caminos precursores de la apresurada Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur); la herramienta y la instrumentación política, respectivamente.

El paquete financiero de esta gigantesca ayuda -maloliente desde su origen- la infraestructura que los barones del Norte le sugirieron aceptar de manera ineludible a los pueblos del Sur, “convidándolos” hábilmente a tejer un camino hacia el mundo “desarrollado”, lo completan además del BID, la CAF (Corporación Argentina de Fomento) un banco público integrado por 17 países miembros, 16 bancos sudamericanos y un capital autorizado de 5.000 millones de dólares iniciales que apoya al ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas) y es el mayor financista de los complejos IIRSA; además el Fondo Financiero para la Cuenca del Plata (FONPLATA) que apoya al MERCOSUR con el modelo económico de la CAF (Corporación Andina de Fomento), integrado por Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Bolivia con un capital autorizado de 415.5 millones de dólares; y el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) desprendimiento del Ministerio de Desarrollo Industria y Comercio Exterior de Brasil, con un activo de 87 mil millones de dólares. La carpeta financiera del BNDES para proyectos del IIRSA superaba, en el año 2000, los 30.000 millones de dólares.

Diez años después, los gobiernos conformaban una cartera consensuada de 524 proyectos de infraestructura de transporte, energía y comunicaciones, que se encuentran agrupados en 47 conjuntos de proyectos que representan una inversión estimada de US$ 96.119,2 millones de dólares, a junio de 2010.

Adicionalmente, los gobiernos seleccionaron un paquete acotado de proyectos de alto impacto con atención especial para su financiamiento y ejecución en el corto plazo según la Agenda de Implementación Consensuada en 2005 – 2010 y constituida por 31 proyectos valorizados en US$ 14.023 millones.

La información oficial de la estrategia IIRSA sostiene que aproximadamente el 73,7% de los 524 proyectos de la Cartera presenta avances significativos. A junio de 2010, la inversión movilizada de dichos proyectos asciende a la suma de 83.363,1 millones de dólares. El 10,1% de los proyectos (8.468,8 millones de dólares) ha sido concluido, el 33,4% (45.835,7 millones de dólares) se encuentra en fase de ejecución y el 30,2% (29.058,6 millones de dólares) se encuentra en fase de pre-ejecución.

Los avances en la conformación e implementación de esta carpeta de proyectos de infraestructura de integración bajo una visión regional y consensuada entre los doce países de América del Sur que, en opinión de sus gestores, representó un evento histórico para la región, consolidando a IIRSA como una instancia central para la construcción de una agenda común de acciones y proyectos para la integración física suramericana.

La cifra global de los proyectos IIRSA, al año 2011, superaba holgadamente los 100.000 millones de dólares, desprendimiento financiero que habla claramente de la maquinación corporativa digitada por el poder globalizado. Pensada de esa manera y en función de las políticas neoliberales vigentes en la región, teñidas de desarrollismo progresista, se concibió crear la infraestructura suficiente que facilite la salida de insumos y mercancías hacia los mercados concentradores del Norte. El plan, en lo inmediato y a largo plazo, habrá de generar más hambre, desolación y miseria, en las poblaciones circundantes de los proyectos -como podremos apreciar en datos aportados en este trabajo- y al mismo tiempo engendra rebeliones, activismo que asumen las comunidades que resisten, que persiguen construir un poder popular capaz de emancipar a los pueblos sudamericanos, con urgencia impostergable, porque en el tiempo de cada segundo el despojo, la destrucción de biodiversidad y territorios, alienta flagelos mayores como plagas y epidemias que se creían superadas, hacinamientos poblacionales, enfrentamientos civiles, represión y judicialización de protestas y pensamientos libertarios.

Gas, petróleo, bosques, biodiversidad, minerales, agua, suelos fértiles, fueron siempre los motivos recurrentes de la política colonial, expoliación que hoy se magnifica con claridad en adaptación neoliberal a través de reflotadas invasiones en nueva versión.

La imposición de las corporaciones contó con lacayos criollos que firmaron leyes y decretos tolerando la piratería, sin esta complicidad la estrategia corporativa hubiera cambiado mediante la utilización de presiones, intrigas de poder u ocupaciones territoriales, África es un buen ejemplo. El tratado binacional minero argentino chileno de implementación conjunta, es la expresión más acabada de este dominio.

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LAS PUERTAS DEL PODER

En este marco y con igual lógica, se aplica la Iniciativa para la Infraestructura Regional Sudamericana (IIRSA), que tiene como principal sostén legal internacional, las normas y reglas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) y a otras estructuras supranacionales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM).

En ningún momento la OMC fijo posición (en realidad violó los tratados) acerca de los acuerdos ambientales de Río de Janeiro, la cumbre de Kioto sobre calentamiento global y la de Copenhague concerniente a la llamada “docena sucia” o COPS (Compuestos Orgánicos Persistentes). Algunos países fundadores de la OMC ni siquiera son signatarios de estos acuerdos impulsados en el marco de las Naciones Unidas. Además las transnacionales supieron concebir una organización que impulsa “flexibilidad laboral” en los países en desarrollo, fuerza políticas de privatizaciones, escamotea democracias, monopoliza precios y comercio, el agiotaje es moneda corriente, impone semillas transgénicas hegemonizando provisiones, investigación genética y patentes, acapara y digita alimentos; la OMC vulnera soberanías y derechos humanos como si no fuera de su incumbencia constitutiva , y en sus principios estipula claramente que cualquier país deberá conservar los enunciados regentes de la institución, concebidos en un orden mundial por los países desarrollados: “la disminución de barreras al comercio” -estipula en sus normas- y que “los obstáculos comerciales se deben reducir mediante negociaciones” son sofismas impuestos por el formador de precios y con liderazgo tecnológico, efectos ausentes en países en desarrollo. “No discriminación, reciprocidad, acuerdos con características vinculantes, transparencia y excepciones”, configuran los cincos principios falaces de la OMC. En este sentido, es recomendable recordar el espionaje comercial de Echelón y el contra espionaje ejecutado más tarde por la Comunidad Europea, emulando al original yanqui. (Ver referencia Echelon……… HOY BRASIL PROCLAMA SU VERGÜENZA Y RECHAZO AL CONSTANTE ESPIONJE A QUE SE VE SOMETIDO POR ESTADOS UNIDOS).

“Las reglas (de la OMC) son para los países pobres” dice Noam Chomsky, el mítico lingüista y profesor del Instituto Tecnológico de Masachusset (MIT), (Entrevista a Noam Chomsky, de Jim Cason y David Brooks publicado por La Jornada, Méjico, a propósito del encuentro de Cancún). “Nada ilustra mejor cómo funciona la OMC que las iniciativas promovidas por Estados Unidos para eliminar barreras comerciales y proteger la propiedad intelectual. Si estas propuestas se hubieran aplicado durante los últimos doscientos años, entonces los poderes comerciales del mundo hoy probablemente serían India y China.” Dice Chomsky que “los británicos protegieron sus industrias y emplearon tecnologías esencialmente robadas de India para desarrollar su imperio; más tarde, Estados Unidos también usó aranceles para cubrir a sus nacientes industrias y pirateó tecnología de los ingleses para desarrollar la economía más rica del mundo”. Continúa rememorando el profesor del MIT que “Alemania, Francia y Japón, y más recientemente los tigres asiáticos, hicieron lo mismo: el proteccionismo fue un elemento crucial, casi sin excepción, en el desarrollo de todos los modelos más exitosos del primer mundo. Ahora los países avanzados intentan evitar que otros utilicen estas mismas estrategias para desarrollar sus economías. Las reglas -sentencia- son principalmente para los débiles; los (países) ricos hacen más o menos lo que se les antoja” y, pontifica, “los encuentros de la OMC no son para promover el desarrollo y el crecimiento económico, sino que se trata de un pequeño grupo de élites mundiales que forman parte de un gobierno mundial de facto”.

Para definir a que gobierno mundial de facto se refiere, no duda en señalar a Estados Unidos y a sus aliados, identificados con las principales empresa transnacionales. “Estados Unidos y Europa -insiste Chomsky- desean que los países en desarrollo eliminen aranceles sobre importaciones agrarias, mientras a los ricos se les permite subsidiar sus sectores agrarios”.

Chomsky argumenta el poder que esas élites asumen sobre la Organización Mundial de Comercio, con una referencia harto conocida. Cuenta que hace unos años la Unión Europea presentó un caso ante la OMC quejándose del embargo de Estados Unidos contra Cuba, sobre todo porque exigía penalizar a los países que comercializaban con la isla. Chomsky dice claramente que la OMC “tendría que haber fallado a favor de la Unión Europea”, por violar EEUU las leyes de la organización.

Sin embargo Estados Unidos, al mejor estilo de la Doctrina Monroe, arguyó -en opinión del autor de “Hegemonía o supervivencia: la búsqueda estadounidense del dominio global”- que “se trata de una política que desde 1959 tuvo como destino derrocar al régimen de La Habana (ya que) que ninguna política extranjera tiene el derecho de interferir con la política estadounidense”. El anarco socialista “libertario” -como alguna vez se ha definido Chomsky- remata esta antigua historia, que ciertamente tuvo en vilo al mundo durante la guerra fría, con precisiones de la Casa Blanca: “Nuestro bloqueo contra Cuba es un asunto de seguridad nacional”. El resultado final del encontronazo entre estos imperios occidentales se resolvió abandonando la Unión Europea su protesta al rehusarse Estados Unidos (suerte de extorsión) a seguir participando en los debates en la OMC, si el reclamo del viejo continente continuaba.

No vale la pena imaginar el rol que cumplen en este sentido los países “emergentes,” si comparamos estas disputas entre los elefantes del comercio global y la aptitud de los países pobres firmantes del Tratado de Libre Comercio (TLC), sometidos a las decisiones imperiales del Norte.

Según el American Geological Instituto, “sin manganeso, cromo, platino y cobalto no pueden existir los automóviles, aviones, motores de reacción, satélites artificiales ni proyectiles complejos; ni siquiera los aparatos electrodomésticos”. Para ello “Estados Unidos tiene reservas almacenadas de la mayor parte de sus minerales críticos y estratégicos para amortiguar interrupciones y bruscos aumentos de precio. Estas reservas deben ser lo bastante grandes para sostener una guerra convencional durante tres años, después de restar las cantidades disponibles provenientes de fuentes domésticas y suministros importados seguros, pero las reservas de la mayor parte de esos minerales quedan muy lejos de ese nivel” (G. Tyler Miller, Jr. Ecología y Medio Ambiente).

Cualquier interpretación apresurada de por qué IIRSA y Unasur, nos impediría ver el real impacto que estos planes acusan en las naciones miembros e imposibilitaría entender la verdadera trama urdida por el imperialismo.

IIRSA permite disponer, controlar y centralizar la acumulación global de los bionegocios que sobrevienen después de la bioprospección y de la prospección minera -metálica y de combustibles-, aplicación de una mega tecnología promiscua disfrazada de modernidad y promocionada como “de punta”; para estos fines, como hemos visto precedentemente, el sistema exige, en las regiones donde instala su actividad extractiva, una legislación ambiental fláccida, permisiva, con exenciones de deberes medioambientales igualmente ventajosos a semejanza de las leyes tributarias, merced a gobiernos envilecidos, degradados, que les proporcionan facilidades económicas para insumos imprescindibles, sobre todo agua y energía: no pagan los miles de metros cúbicos de agua que consumen por segundo y la energía la reciben subsidiada.

Con el concepto bienes comunes, bienes comunitarios, pertenencias de los comunes, quisimos empezar a debatir de qué manera vienen despojando de su patrimonio a los pueblos del sur, estigmatizados también como subdesarrollados, porque recursos naturales es una locución que merece ser observada, en tanto se califica a una forma de dominación desde el lenguaje: recurrir al recurso. Aceptar que cualquier mortal, de cualquier latitud, pueda “recurrir al recurso” a modo de cooptación, es admitir la enajenación de pertenencias vitales de pueblos y comunidades que necesariamente subsisten integrados a un ecosistema que debe funcionar armónico, equilibrio imprescindible para toda forma de vida.

Distinguimos también que la denominación de bienes comunes no se opone a la visión indígena de Madre Tierra. Hay una pertenencia universal a ese origen matronal y constituimos parte de su todo, al igual que cada expresión de vida que se halla dentro de la campana de la biosfera, los bienes de la naturaleza, la “envoltura viva” del planeta, o Pachamama para el mundo indígena americanista, y no a la inversa. Las riquezas que habitan los suelos pertenecen a esa cosmovisión de los pueblos originarios, pensamientos que en otras culturas también se oponen al antropocentrismo.

Así se desarrolla en la actualidad la más vandálica penetración colonial Latinoamericana de los últimos tiempos, permitida y consolidada por una hueste de criollos corruptos a semejanza de caballos de Troya, pajes serviles de corporaciones imperiales, que legislan traicionando cartas magnas constituyentes y principios elementales de derechos humanos en los países y naciones que deberían resguardar y proteger ante los nuevos invasores mineros, surgidos con el mismo pillaje de hace quinientos años. Algunos de estos gobernantes cipayos todavía se ufanan de tildar la rebeldía del despojado como “perros del hortelano”, por aquello de que no comen ni deja comer.

Es inconcebible admitir que desaparezcan los bienes comunes de estos pueblos y que además sus habitantes contribuyan para que eso ocurra; lo cierto es que la geografía se transforma y los territorios se adecuan con vías para el saqueo impulsados por políticas extra nacionales. En el litoral argentino, por ejemplo, mediante los proyectos IIRSA se prevé construir hidroeléctricas que mitiguen la demanda energética y puertos fluviales como el mineralero de Río Tinto sobre el río Uruguay. El plan hidroeléctrico binacional Garabí-Roncador (río Uruguay, entre Argentina y Brasil) y la hidrovía Paraguay-Paraná son parte de los propósitos de IIRSA, que pasaron la etapa de factibilidad. En realidad, no hay región en nuestro continente que se halle exenta de proyectos hidroeléctricos de alto impacto, y de vías que conduzcan a los puertos oceánicos; ideas de falsa integración regional de la banca financiera internacional, para las políticas de globalización y de dominio.

La demanda energética minera obliga a elevar la cota de Yaciretá (Paraguay-Argentina ), con la que se pretenden superar los 3.000 MW de potencia instalada, pero los damnificados se contarán por millares, acrecentando un daño social irresuelto hasta la fecha desde su inauguración y con una biodiversidad que desaparecerá de manera exponencial: las vías del saqueo, la Infraestructura de la Integración Regional Sudamericana orquestada por y para el ALCA está en marcha, con requisitos imprescindibles, esto es, crear fuentes de energía de cualquier origen para los grandes consumidores transnacionales, no para el desarrollo de los pueblos latinoamericanos sino para el despojo de sus bienes. (Más adelante retornaremos con Yaciretá, en el segmento “El Paraguay de Lugo y las represas de la triple frontera”).

A medida que los pueblos resistan, la respuesta de las potencias industrializadas también se endurecerá; necesitan perpetuarse, consolidar su dominio en un futuro que se presenta incierto para todos, en un planeta colapsado. El Norte insiste con un modelo económico tan agotado como errátil e igualmente defiende su estatus consumista y de poder, sabe que los recursos se acaban y los acopia, transfiere sus industrias contaminantes a regiones ignotas del Sur, mitiga su hacinamiento poblacional, la escasez de agua, el espacio territorial que perdió, y ejecuta para ello una irrupción masiva, no declarada, en Latinoamérica. Somos testigos de las invasiones mineras quinientos años después, del apetito por el acuífero Guaraní y del apoderamiento de la Amazonía.

El ALCA, Área de Libre Comercio de las Américas había sido concebida como la expresión real de esta concertación que rubricaría el capítulo económico de IIRSA y del Plan Puebla Panamá; el acuerdo de libre comercio suscripto por Estados Unidos, Canadá y Méjico en 1994 (NAFTA) es precursor de los proyectos de dominación vigentes.

Con el Plan Puebla Panamá, integración de ocho países mesoamericanos para regionalizar su desarrollo social y económico (en los papeles), se cocina una alianza de países centroamericanos (incluido Méjico) abrazando la utopía del desarrollo sostenible en el marco del neoliberalismo y de la globalización; es la pata que le faltaba al Norte corporativo para la dominación americana y la captación de los bienes comunes que se hallan en suelo y subsuelo de estos territorios.

La doctrina Monroe anticipa el dominio: El presidente James Monroe anuncia en diciembre de 1823, ante el Congreso, que los Estados Unidos de Norteamérica no permitirá más colonización europea en el Nuevo Mundo, ni este país se inmiscuirá en los asuntos políticos de Europa, pero tampoco permitirá la intervención de Europa en los gobiernos del hemisferio americano. Aparece el sheriff de las naciones iberoamericanas porque Estados Unidos “considerará que cualquier esfuerzo que los europeos hagan por extender su sistema a cualquier parte de este hemisferio será visto como peligroso para nuestra paz y seguridad” (declaración textual). Nace el concepto declamado luego de una sola nación desde Alaska hasta Tierra del Fuego y un poder omnímodo sobre esos territorios donde el país del norte asume descaradamente una suerte de neocolonialismo anunciando que impedirá que otras naciones e intereses ejerzan el control del hemisferio sudamericano. Es el pretexto. El gallo controlando el gallinero. La antípoda del pensamiento de la Gran Colombia de Simón Bolívar. Durante años el control fue ejercido de manera indistinta, ya sea desembarcando marines o por bloqueos económicos.

En el siglo XXI tal escenario requiere el manejo de otros actores y otras son las circunstancias. La dependencia y sometimiento a los modelos neoliberales dentro del sistema capitalista, reemplazan la penetración imperial de las armas. Los bloqueos económicos estrangulan sin violencia armada pero para quienes saquen los pies del plato habrá de operar la flota naval del Atlántico sur (la cuarta flota de USA), las bases estratégicas, los megatones y una telaraña cibernética de controles satelitales vigilantes, como Hal 9000, el ordenador casi humano de 2001 Odisea del Espacio, incipiente Echelon que observa hasta el parpadeo de una hormiga (8). A comienzos del año 2000 el Parlamento Europeo informó sobre las características de Echelon, una red de espionaje internacional creada por Estados Unidos con el objeto de interceptar todas las comunicaciones mundiales electrónicas capturando incluso información industrial confidencial. Fue y es un caso escandaloso porque la nación del norte interviene la telefonía celular, lee los correos electrónicos de Internet y la fibra óptica bajo tierra en cualquier parte del mundo y a cualquier habitante o institución. Echelon se destapa cuando Europa comienza a sospechar de espionaje industrial a sus empresas, al perder licitaciones internacionales imposibles a manos de empresas norteamericanas. La investigación del parlamento europeo descubrió también claves “encriptados” en el programa Windows de la NSA (Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos). Echelon utiliza más de 120 satélites y bases en 134 países con gigantescas computadoras capturando palabras telefónicas sospechosas para la seguridad de Estados Unidos.

Con un presupuesto de 4.000 millones de dólares, 38.000 empleados en el estado de Virginia clasifican 3.000 millones de comunicaciones diarias conforme a un diccionario electrónico que registra e interpreta el gigantesco ojo cibernético. El 11 de julio de 2001, en un extenso y detallado informe de la Comisión Temporal del Parlamento Europeo, creada para investigar el caso, confirma la existencia de un sistema de interceptación mundial de las comunicaciones que funciona controlado por los Estados Unidos con la participación del Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda, en el marco del acuerdo UKUSA…El sistema se lo conoce bajo la clave ECHELON.”En Europa existen al menos 10 estaciones que recogen la información intervenida por satélite, que se suman al complicado entramado de cables submarinos que atraviesan el mediterráneo y que son “leídos” por Echelon. El informe reconoció el “robo” de un contrato en un principio concedido al consorcio Airbus y a favor finalmente de MacDonell Douglas, y como este caso muchos otros. El espionaje de Echelon tiene múltiples frentes. El industrial es uno de ellos, pero el sistema ofrece aristas diversificadas; los satélites utilizan microondas o hiperfrecuencias similares a la luz pescando los datos que viajan en vehículos comunicacionales. Cualquier voz es codificada e incluso la más pequeña partícula de luz que se desprende de cables de cobre o de fibra óptica sirve para reconstruir todo el mensaje. No escapa nadie: organizaciones, gobiernos, empresas, políticos o simples ciudadanos. El correo electrónico es la comunicación más vulnerable…pero por los radares norteamericanos transitan militares, religiosos fundamentalistas, intelectuales y personajes de los derechos humanos, terroristas y narcotraficantes, enemigos o aliados y -lógicamente- información confidencial que el ojo cibernético comparte con las multinacionales, corporaciones transnacionales de su país.

(Javier R. Pardo-Misiles Nucleares en la Patagonia, Ecoportal.net 5/9/2001 y El Tratado de prohibición completa de ensayos nucleares permite preparar bases para misiles nucleares, Ecoportal.net 14/11/2003). Es el contexto dominante de la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sudamericana: es un plan de hegemonía y predominio. Los acuíferos y cursos de agua, los minerales críticos y estratégicos, gran parte del 75% de la biodiversidad del planeta, la vastedad y fertilidad territorial, la capacidad energética, conforman el patrimonio sudamericano esquilmado históricamente por la nación imperial del Norte y por los del Norte. Unos y otros, cinco siglos después.

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Industrias faraónicas de celulosa y agro-negocios globalizados completan la receta para que agua, territorio, energía y puertos confluyan hacia las vías modernas del saqueo. Este paradigma adquiere mayor truculencia al visibilizarse a gobiernos continuistas de los proyectos neoliberales, al tiempo que proclaman revoluciones sociales en sus fronteras, confabulan progresismo regional, libertades y pensamientos emancipadores bolivarianos, y ratifican la defensa de los derechos humanos, en un marco desarrollista bendecido por los propios capitales de los proyectos de IIRSA, maquillados de filantropía.

Se puede pensar -de hecho lo explican así- que los gobiernos llamados progresistas (hoy dentro de Unasur) son parte de políticas en tránsito hacia un socialismo real. Como si estos gobiernos autodefinidos de izquierda o “liberales”, fueran etapas previas de un proceso necesario para profundizar en un futuro próximo revoluciones populares realmente emancipadoras en el continente sudamericano. Pero habremos llegado tarde porque la política corporativa transnacional, desarrollada o en ejecución, facilitado el extractivismo en todas sus formas, aceptado el despojo, habrán arrasado vorazmente un continente, diezmado suelos y territorios, sin agua ni minerales y con una calidad de vida pensada por un remozado usurpador-conquistador, para una convivencia en esclavitud.

Para Alberto Acosta, ex ministro del presidente ecuatoriano Correa y corresponsable de la Constituyente: “IIRSA todavía está vigente porque los gobernantes de América Latina, de la tendencia progresista como Chávez, Lula, Evo, Correa y Fernández, no están cuestionando el modelo extractivista ni las formas de inserción sumisa en el mercado mundial”. Y propone: “en lugar de recaer en el mito ‘desarrollista extractivo-productivista’, es mejor tener un programa a largo plazo cuyo objetivo sea disminuir la dependencia de las exportaciones y mejor aún, repartir la producción de la riqueza nacional en un círculo virtuoso basado en la satisfacción y la promoción de la demanda interior, lo que implica dar prioridad y garantizar los derechos económicos, sociales y culturales de toda la población (en detrimento del frenético consumo de lujo de las clases sociales más ricas)”. Acosta seguramente razona su desvinculación del gobierno de Correa denunciando una verdad indubitable: “Los gobiernos de la llamada corriente progresista de América Latina no han discutido ni han puesto en cuestionamiento el modelo extractivista. Ecuador, Venezuela y Bolivia, para citar a los países que están de más avanzada en Sudamérica, no han puesto todavía en tela de juicio la validez de un modelo extractivista, siguen creyendo que mediante la extracción de los recursos naturales vamos a encontrar el camino del desarrollo.”(Alberto Acosta Espinosa, economista y político ecuatoriano de izquierda, redactor del plan de gobierno de Alianza País que propone un estado socialista en Ecuador. Fue ministro de energía y minas y presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, cargo que abandonó por desinteligencias).

Bioprospección

El robo de la biodiversidad es otro nudo del ovillo de la dependencia. El viejo capitalismo se vio obligado a manotear las existencias de la vida natural del planeta prolongando la hegemonía del poder global, estrategia que coincide con el avance feroz del imperio asiático visto como la gran competencia de occidente: China aparece en una pelea frontal ocupando los mismos espacios e iguales bienes incrustados en suelos y en el interior de mesetas y montañas. Hasta ahora, la prospección minera norteamericana en Latinoamérica iba sobre ruedas, amparándose en legislaciones criollas que, además de los minerales críticos y estratégicos, también entrega la biodiversidad. Mediante la bioprospección va descubriendo activos biológicos en millones de especies animales, vegetales y variedades genéticas diversas, que mayoritariamente abundan en ecosistemas y regiones de África, sudeste asiático y Sudamérica: infinidad de patentes a semejanza del diosgenin, por ejemplo, un esteroide usado como anticonceptivo, la reserpina, un medicamento contra dolencias cardíacas y el curare empleado en la cirugía cardíaca y pulmonar que provienen de tres plantas de las selvas pluviales. Un 40 % de la superficie terrestre está cubierta por las selvas pluviales tropicales que, según datos de FAO, se destruyen anualmente más de 12,9 millones de hectáreas. El 75% de la biodiversidad existente en el mundo se concentra en las regiones de los pueblos del Sur: el Norte agotó sus recursos, caladeros, bosques nativos, humedales, en tanto miles de activos biológicos están ocultos en la espesura amazónica esperando los lucrativos laboratorios del mundo dominante. Estados Unidos tomó la delantera, inicialmente dividió el mapamundi de la biodiversidad en zonas para explorar y explotar, sin olvidar que Argentina es uno de los países más importantes en biodiversidad templada-fría. Al comienzo ubicó casi una docena de equipos técnicos en siete estados norteamericanos con sus universidades y laboratorios privilegiando concentrar la información de campo. La Universidad de Georgia se ocupó de la región maya; Virginia se dedicó a Madagascar y Surinam; los de Minnesota coparon Camerún y Nigeria y otras universidades concentran datos de Vietnam y Laos. Cada una de estas naciones cede a sus mejores científicos e investigadores, a costes absorbidos por las instituciones del estado. Argentina y Chile, por ejemplo, cayeron en las garras de la Universidad de Arizona que se nutre del Instituto Nacional de Tecnología Agrícola de Argentina (INTA), la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco, el Cenpat (Centro Nacional Patagónico, argentino), la Universidad Pontificia Católica de Chile y la Universidad Nacional Autónoma de Méjico, entre otros institutos y casas académicas. Bosques nativos, selvas y océanos guardan más de cien millones de especies aún desconocidas, hongos, plantas vasculares, insectos, microorganismos, etc., en definitiva, patentes en cierne.

La recolección al azar es uno de los tres métodos de bioprospección; la quimiotaxonómica en cambio permite recoger plantas que responden a familias de especies de las que se conocen moléculas claves y, por consiguiente, el investigador suele abandonar especies desconocidas que pueden ser relevantes. El tercer sistema de bioprospección es más ventajoso: consiste en atrapar los conocimientos de los pueblos originarios, una sabiduría milenaria que utiliza y mezcla plantas curativas ancestrales. He aquí el otro gran despojo: este conocimiento es el oro secular de los indígenas y el que más barato y asequible les resulta a las corporaciones farmacéuticas. El gobierno de los estados Unidos literalmente roba esta información mediante legislaciones y convenios regionales que impuso previamente, sometiendo a las poblaciones y comunidades locales con promesas de proyectos de ayuda e intercambio tecnológico, pero sin hacerlos participar de los beneficios de este botín cuantioso y del dominante negocio. Mientras el mundo habla de biopiratería, Estado Unidos promociona tratados de intercambio científico con los países involucrados con la estrategia de atrapar los conocimientos hereditarios de los nativos y al mismo tiempo desconocer -en semejante comercio- a las poblaciones originarias, verdaderas mapotecas de diversidad biológica. En 1995, el valor de mercado previsto para “derivados farmacéuticos de la medicina tradicional de pueblos indígenas representaba en todo el mundo 43.000 millones de dólares”, tal como publica Joaquín Jiménez Heau en “ICBG: Laboratorio global o negocio redondo”.

Muchas organizaciones de derechos humanos intentaron en vano defender la titularidad de estos conocimientos, pero “las comunidades indígenas no son consideradas sujeto de derecho; las empresas farmacéuticas, sí”, fue la respuesta de las cortes internacionales de occidente para dirimir la cuestión. El contrato entre el INTA de Argentina y la Universidad de Arizona, por ejemplo, exige recoger cien especies por año durante cinco años. Se envían a Estados Unidos, donde son investigadas y se patentan, controlando su gobierno el mercado de los medicamentos mediante un porcentaje de las patentes. La biopiratería se halla disfrazada de reciprocidad cultural y científica y, peor aún, los laboratorios dicen que es un deber ético consentir la obtención de fármacos mediante bioprospección en comunidades indígenas, porque son fuentes proveedoras de una calidad de vida mayor y mejor para todo el mundo. No obstante, en octubre de 2010 se llegó a un acuerdo internacional para combatir la biopiratería y compartir utilidades de la investigación industrial de la biodiversidad. Ocurrió durante la décima Conferencia de las Partes de la Convención de Biodiversidad Biológica que se realizó en Nagoya, Japón, del 18 al 29 de octubre de 2010. El acuerdo para llevar a cabo estas investigaciones obliga a contar con la previa aprobación del país y de la comunidad nativa involucrada y se acordaron los términos para compartir beneficios económicos o de cualquier otro tipo, incluyendo los derechos de propiedad intelectual.

Si bien no hay mucha credibilidad en cuanto al mantenimiento de los acuerdos que legitimen resarcimientos por el “uso” (y abuso) del conocimiento indígena, es un precedente que condena a la biopiratería, término que figura incluso en diccionarios actualizados: “la apropiación injusta e ilegal (reclamo de patente) y explotación por parte de las empresas de recursos genéticos y biológicos de regiones específicas”. El acuerdo en cuestión “no es retroactivo, algo que deseaban muchos países en desarrollo. En cambio, establece un ‘mecanismo multilateral mundial de beneficios compartidos’ para tratar casos en que los recursos genéticos hayan sido adquiridos antes del nuevo acuerdo.” Pontificar con la receta “salvemos plantas para salvar vidas” termina siendo un eslogan de los laboratorios porque el problema “no es sólo el recurso vegetal y su posible extinción. En el fondo hay un conflicto aún más delicado. “El conocimiento de las plantas medicinales sigue estando en manos de comunidades indígenas y campesinas y de minorías étnicas en todo el mundo. Son ellos los directos herederos de una antiquísima tradición terapéutica y son ellos los que conservan vivo el conocimiento sobre la utilidad de las plantas medicinales. Pero precisamente estos grupos humanos son, en la actualidad, los más amenazados y también pueden considerarse en vía de extinción por la pérdida de sus territorios, de su cultura y el paulatino empobrecimiento a que están sometidos. No sólo mueren las selvas; también mueren sus dueños y genuinos habitantes. Con ellos muere una parte de nuestras raíces, de nuestra memoria, de nuestra cultura, de la diversidad que hasta ahora había sido riqueza para hacer posible la vida en este planeta. Con ellos muere, además, una forma vital de relacionarnos con el medio ambiente, con la madre tierra y con el mundo del espíritu. Con ellos mueren sistemas de conocimiento que no por ser distintos de los nuestros son menos eficaces. Con ellos muere, para el tema que nos convoca, la fuente del conocimiento sobre las plantas medicinales.” (10) (10) Germán Zuluaga R., Bioprospección y pueblos Indígenas-reflexiones para la conservación de la diversidad biológica y cultural. MD. Asesor General de los Cabildos Indígenas Inganos “Tandachiridu Inganokuna” y Director del Programa Colombia Amazon Conservation Team -ACT-. Presentado en el “Simposio Internacional de Biodiversidad como fuente de nuevos medicamentos”, Universidad del Valle, Cali, Agosto 17 a 19 de 2001

Analizados a fondo los acuerdos de Nagoya, esbozan una letra que no puede llamar a más confusión. En un informe que produjo el FOBOMADE (Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo) se lee que “la COP10 trastocó la “gestión de los ambientes naturales” en un “negocio”, e institucionalizó la mercantilización de todos los recursos de la naturaleza, incluidos los genes, los microorganismos, los “servicios ecosistémicos” (desde la polinización hasta la filtración del agua) y los conocimientos ancestrales de poblaciones indígenas de América del Sur. El informe de Fobomade, pormenoriza lo que da en llamar “victoria del capitalismo verde.” “La Conferencia de Nagoya –dice esta organización no gubernamental- consensuó un protocolo sobre el uso y distribución equitativa de los beneficios derivados de los recursos genéticos (ABS en inglés), que incluyen el “material hereditario contenido en las especies y los “conocimientos tradicionales” ligados a la biodiversidad. El Protocolo ABS –sigue la fuente- facilita a las empresas el acceso a recursos genéticos y conocimientos tradicionales ‘con valor económico científico o social’, con la condición de que compartan beneficios con la comunidad. Estos beneficios pueden ser monetarios (mediante tasas de acceso, por muestra recolectada o adquirida de otro modo; pagos por adelantado, pago de regalías, tasas de licencia de comercialización, tasas especiales por pagar a fondos fiduciarios o salarios), o condiciones preferenciales mutuamente convenidas como por ejemplo la financiación de investigación, empresas conjuntas y la propiedad conjunta de derechos de propiedad intelectual pertinentes” (El informe del Fobomade se puede leer en el ANEXO de este libro). (“Naturaleza, genes y saberes indígenas, los nuevos ‘activos financieros’ del capitalismo verde”: Fuente: Foro Boliviano sobre Medio Ambiente y Desarrollo”- www.fobomade.org.bo)

La desconfianza de cómo se apliquen estos convenios de biodiversidad no es fortuita. Produce escozor el desembarco de organizaciones no gubernamentales extranjeras con el anuncio de que salvarán el territorio argentino y “harán sostenible el paisaje ecológico y económico de la Patagonia.” De ese modo se expresa la organización conservacionista de Estados Unidos The Nature Conservancy. En el año 2001 las organizaciones ecologistas patagónicas debieron frenar proyectos semejantes cuando la organización ambientalista alemana, Prima Klima, se proponía recuperar 50.400 hectáreas de bosques nativos “degradados” en los lagos Fontana – La Plata, zona de Alto Río Senguer, al sudoeste de la provincia del Chubut. (Ref.: La Patagonia de Pie, ediciones Lemú, en coautoría Lucas Chiappe y Javier R. Pardo). El convenio le adjudicaba a la transnacional “conservacionista” alemana, durante medio siglo, un inmenso territorio a cambio de recuperar la masa boscosa y acceder a los bonos verdes del Protocolo de Kioto; el tratado gestado en Japón es parte de las acciones pensadas por el mundo industrializado del norte, mitigar con los bosques la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera. La empresa alemana negociaría luego los bonos con las industrias contaminantes de su país que de ese modo justificarían seguir contaminando. El proyecto además estipulaba derribar los árboles de lenga, supuestamente enfermos, con el objeto de recuperar la plenitud del bosque -cinco dólares el valor del rollizo en la montaña- y convertirlos en muebles a mil quinientos dólares en el mercado europeo. De igual modo, rememorando el caso anterior, la empresa The Nature Conservancy (TNC) invierte en nuestro país, “preocupada -según adelanta- por la desertificación, el sobre pastoreo y la degradación de los pastizales patagónicos,” pero no puede ocultar que además de apoyos crediticios al sector ovino el programa le permite -tal como dice- un “acceso diferenciado a los mercados verdes del mundo”, (otra vez el Protocolo de Kioto). Con el cuento del proteccionismo y nuestra supuesta incapacidad de subdesarrollados para detener la desertificación y la pérdida de biodiversidad, aparece el cientificismo acaudalado del norte que no supo controlar su propio desequilibrio ecológico y la depredación de sus bosques nativos totalmente en extinción; con ese criterio el desprendimiento laborioso de la organización estadounidense The Nature Conservancy alberga también la pretensión de atrapar el conocimiento de la biodiversidad de los pueblos del sur que concentran el 75 % de ella, mediante una ley semejante a la que impulsó en Ecuador en combinación con la embajada norteamericana y agencias para el desarrollo (AID), con el objeto de controlar las áreas más ricas en diversidad biológica. Según los ambientalistas ecuatorianos de Acción Ecológica, que opusieron férrea resistencia con denuncias y movilizaciones, la organización norteamericana The Nature Conservancy recibió del gobierno de su país, entre otras monedas, casi trescientos millones de dólares entre los años 1997 y 2001. Son organizaciones sujetas a tentáculos mayores, como las agencias de informaciones y los servicios de inteligencia de las potencias del norte. La WWF (World Wildlife Fund), renombrada firma conservacionista, tiene entre sus socios más destacados al mismísimo Peter Munk, el cuestionado presidente de la minera Barrick Gold Corporation. Al rey del oro y socio de George W. Bush, no le preocupa trasladar (destruir) glaciares con palas mecánicas para desenterrar el codiciado metal, porque al mismo tiempo protege al osito panda, logo de la ONG británica con sede en Suiza.

Es habitual leer en informaciones periodísticas de qué modo antropólogos, paleontólogos, arqueólogos se llevan importantes piezas de los sitios en estudio, aunque suelen soportar el decomiso diario de fósiles por gestión de autoridades en el tráfico ilegal. Pero hay más, como ya dijimos en el catálogo del saqueo; “vienen por el oro, vienen por todo”, incluye a plantaciones de transgénicos con el cuento de que “si queremos un agro competitivo, necesitamos de la biotecnología”. Devastamos el agro y degradamos los suelos, como ya se ha dicho, pero con distintos métodos: casi un millón de hectáreas del Grupo Benetton en la Patagonia, se cubrieron con coníferas de rápido crecimiento, en aras del negocio de los bonos verdes y de las factorías de celulosa. Curiosamente, el agua que escasea en países del Norte, Argentina tiene en abundancia y es el agente promotor de sus desgracias, porque además de las plantas de celulosa otras megas actividades necesitan muchísima agua. En el mundo, aun hay sitios dotados de importantes yacimientos que no se pueden explotar por escasez de agua. Sin agua no hay minerales.

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Para el debate sobre extractivismo de José Seoane. Fragmento del libro “Extractivismo, despojo y crisis climática”. Viejo y nuevo extractivismo: una aproximación crítica.

La importancia y primacía de los procesos de mercantilización y explotación de los bienes comunes naturales en América Latina y el Tercer Mundo en general fueron acompañadas por el creciente uso de los términos extractivismo, actividades económicas extractivas, industrias extractivas[1] o modelo extractivo exportador. Expresión utilizada tradicionalmente en el campo de la geología así como también de vieja historia pero peso reciente en el lenguaje económico, la utilización corriente de la referencia al extractivismo en el pensamiento social y el debate político regional es relativamente nueva. Sin embargo, las actividades económicas y los modelos societales a los que se refiere tienen una larga historia en nuestro continente iniciada con la sangrienta conquista española y portuguesa de Nuestra América y la apropiación del oro y la plata que nutrió la emergencia del capitalismo en Europa.

Así, por extractivismo se suele referir a aquellas actividades económicas que se basan en la explotación de bienes comunes naturales que, sin ningún procesamiento o con alguno poco significativo, son comercializados en el mercado mundial. Más acotadamente, el extractivismo es utilizado para referirse a un tipo específico de extracción de bienes naturales para la exportación caracterizada por su gran volumen o alta intensidad (Gudynas, 2013). Complementariamente, se considera que el extractivismo remite a las actividades que utilizan o explotan bienes que son considerados no renovables como por ejemplo el petróleo, el gas o los minerales. A lo largo del siglo XX la prevalencia de una lógica depredatoria ha hecho que ciertas actividades pesqueras y madereras fueran consideradas también bajo el mismo rótulo[2].

Frente a este extractivismo que podemos considerar tradicional, en las últimas décadas otras actividades económicas como el agronegocio e incluso el turismo de lujo internacional han sido englobados también bajo el mismo parámetro. Este uso nuevo y ampliado del concepto resulta de los cambios que inaugura y se consolidan bajo la fase neoliberal en el carácter no renovable de los bienes naturales afectados donde, por razones políticas y tecnoproductivas, la tasa de extracción se vuelve mucho más alta que la tasa de renovación del recurso (Acosta, 2011). Como lo denuncian los movimientos sociales, cuando similares consecuencias de saqueo y contaminación aparecen de la mano de una diversidad de actividades económicas y corporaciones. En este sentido, este nuevo extractivismo contemporáneo se encuentra en íntima relación con la fase neoliberal capitalista actual, y sus características y consecuencias sobre el Sur del Mundo. Este señalamiento, y su historia concreta en América Latina, nos conducirá al examen de una serie de cuestiones a lo largo del presente libro. Por otra parte, debemos tener presente que esta novedad estructural del extractivismo se diferencia del significado del término nuevo o neoextractivismo sudamericano; acuñado por Eduardo Gudynas (2011a) para señalar las particularidades del modelo extractivo exportador que se desenvuelve bajo los llamados gobiernos progresistas en la región. Volveremos sobre esta cuestión en el tercer capítulo.

Examinemos ahora el término extractivismo desde otra óptica. Sometámoslo al interrogante sobre cuales han sido los efectos que ha implicado la generalización de su uso; o para decirlo de otra forma en que prácticas sociales se inscribe la emergencia y difusión del término. En este terreno, por un lado, es importante destacar que, tanto para la praxis de los movimientos sociales como en el campo de la reflexión social crítica, la noción ha facilitado la identificación de la unidad socioeconómica y política –que aparece ya graficada en la denominación “modelo extractivo exportador”- de un conjunto diverso de actividades –desde la soja transgénica a la minería a cielo abierto, desde los enclaves turísticos de lujo a las pasteras y las plantaciones industriales de árboles- que se caracteriza por la misma lógica de despojo y devastación ambiental. La experiencia argentina de la conformación de la Unión de Asambleas Ciudadanas (UAC) donde bajo la bandera del cuestionamiento al modelo extractivo exportador convergen y se articulan un conjunto diverso de sujetos, organizaciones y problemáticas es ciertamente un muy buen ejemplo de ello.

Por otro lado, sin embargo, el carácter descriptivo de la nominación puede servir también a dificultar la comprensión de las relaciones que este modelo extractivista guarda con la totalidad social; en particular, su papel en la configuración de los bloques y las relaciones de clase así como sobre el carácter capitalista de la formación social y los desafíos de la transformación que plantea para los proyectos emancipatorios.

En este sentido, lejos de invalidar el uso del término se trata de proponer una mirada que profundice el estudio de la relación entre la implantación de este nuevo extractivismo y las características y efectos que la fase neoliberal capitalista supuso y supone en el Sur del Mundo y en América Latina y el Caribe en particular. Un examen que puede concentrarse alrededor de cuatro procesos.

El primero refiere a la particular forma de acumulación capitalista caracterizada por la apropiación privada y violenta de los bienes naturales que cumple un papel relevante en el funcionamiento y desarrollo de este modelo extractivo exportador; lo que algunos autores han llamado la acumulación por desposesión (Harvey, 2004) o por despojo (Roux, 2008; Gilly y Roux, 2009). Dedicaremos este primer capítulo para profundizar sobre este asunto.

La segunda cuestión remite a las características del nuevo orden internacional forjado por la globalización neoliberal y la imposición de una nueva división internacional del trabajo que, en el caso de América Latina, supuso un proceso combinado de desindustrialización y reprimarización de la estructura económica y de recolonización, revitalización de las economías de enclave y nueva dependencia. Ambos aspectos de un mismo proceso parecieron retrotraer a nuestra región hacia los pasados del régimen colonial ibérico y del dominio oligárquico. Como lo señala Roux “el ideario neoliberal está desbloqueando así el ciclo interrumpido de la expansión planetaria iniciado en el último cuarto del siglo XIX, la belle époque del capital” (Roux, 2008).

Pero no se trata simplemente de un ciclo de restauración, y, es importante precisarlo. Entre otras cosas porque el mismo se apoya en el desarrollo de la llamada tercera revolución científico tecnológica. En este sentido, la tercera cuestión que proponemos tener en cuenta nos remite justamente a las características que presenta esta revolución científica -y particularmente uno de sus pilares: las biotecnologías- que abre las puertas para el despliegue de un profundo e inimaginado proceso de mercantilización (de control y explotación) de la naturaleza y la vida a escala global.

Por último, en cuarto lugar, una reflexión sobre las causas y fuerzas que sostienen al modelo extractivo exportador supone también considerar las características y consecuencias de la crisis que afrontamos. Una crisis multidimensional que tiene ciertamente su capítulo económico hoy más que visible, pero también una dimensión energética –con el agotamiento de la matriz energética del siglo XX, el crecimiento del precio de los hidrocarburos y minerales y la intensificación de las disputa por el control de las reservas y los nuevos minerales y fuentes de energía potenciales-; otra dimensión alimentaria –con la expansión del agronegocio y el impacto de la financiarización del comercio mundial de alimentos con sus consecuencias de precios crecientes y hambrunas reiteradas y masivas- y que, entre otras, también comprende también a una crisis climática –con la transformación radical del clima tras la elevación de la temperatura global y sus secuelas de grandes heladas, lluvias, inundaciones, huracanes, sequías, y progresiva elevación del nivel de los mares que supone una amenaza efectiva a la supervivencia de la vida. Una crisis a todas luces multidimensional que ha sido entendida como “civilizatoria” o de la “civilización dominante” (entre otros, Lander, 2010b; Vega Cantor, 2009; Houtart, 2011, Seoane y Algranati, 2012) que contribuye a exasperar las lógicas del saqueo y la devastación ambiental así como las disputas por los bienes comunes y la naturaleza en su sentido más amplio.

Fragmento del artículo “Neoliberalismo y ofensiva extractivista: actualidad de la acumulación por despojo, desafíos de Nuestra América”. Viejos y nuevos despojos, memorias del extractivismo latinoamericano.

Para nuestros pueblos y territorios existe una memoria larga del extractivismo (Prada, 2003) que se remonta a la conquista y colonización ibérica de las tierras que reclamamos hoy como Nuestra América. Aquél forjado entre los siglos XV y XVIII fue un extractivismo minero, de la plata y el oro, extendido desde el cerro del Potosí en el Alto Perú a las mexicanas Zacatecas y Nueva Granada. Miles y miles de kilos de minerales colmaron carabelas y navíos rumbo a la vieja Europa para alimentar el ciclo mercantilista de la transición y constitución del capitalismo. Así, el ego cogito de la modernidad capitalista naciente se sustentó en la materialidad colonial del ego conquiro, particularmente ejercido sobre los pueblos del Abya Yala (Dussel, 2000). La magnitud del saqueo y de la destrucción de la sociedad y economías previas a la conquista que este proceso supuso empalidecen ante la significación del genocidio de los pueblos originarios masacrados por decenas de millones; más por las condiciones del trabajo en la explotación minera bajo las trágicas instituciones coloniales de la mita, la encomienda y el yanaconazgo, que por los efectos de la conquista militar y las pestes (Quijano, 2000).

Pero existe otra memoria del extractivismo latinoamericano más reciente, la de aquel que se constituye durante el siglo XIX y se prolonga en la primera mitad del XX bajo las repúblicas oligárquicas. En este sentido, el fin de la dominación colonial -del control político-militar detentado por las clases dominantes de las metrópolis- como se sabe estuvo lejos de suponer la ruptura de la integración subordinada al mercado mundial capitalista y sus centros de acumulación. Por el contrario, la historia económica, social y política latinoamericana de esas décadas está signada por los nombres de los bienes naturales que nuestros países aportaban al consumo y la producción de los centros capitalistas. Del “granero del mundo” rioplatense a las rutas del guano y del salitre peruano, del café y el caucho brasileño, de la plata y el cobre mexicano, del cobre y los nitratos chilenos, hasta las llamadas repúblicas bananeras que, bajo el control de las trasnacionales estadounidenses, asolaron la región centroamericana y caribeña con el objeto de asegurar cantidad, buen precio e ingentes ganancias del consumo de plátanos –y otras frutas y alimentos- en el mercado de los EE.UU. De esta manera, la constitución regional de este modelo primario exportador bajo las nuevas condiciones del mercado mundial capitalista supuso la continuidad del patrón colonial del poder constituido en la primera conquista ahora bajo las nuevas formas del imperialismo y la dominación oligárquica.

El actual modelo extractivo exportador latinoamericano no deja de invocar estas memorias y, especialmente, la similitud dolorosa y opresiva de parecidos despojos, depredaciones, colonialismos, dominaciones y violencias. Pero estas memorias hablan también de la novedad, en un doble sentido. Por una parte, la crisis económica internacional abierta a fines de 1929 y su prolongación en la Segunda Guerra Mundial supuso una alteración –más o menos profunda según los países- de la matriz primario exportadora de las economías latinoamericanas y la aparición de los proyectos de industrialización en la región. En ese período, el objetivo aparentemente homogéneo de la industrialización se inscribió, en realidad, en diferentes experiencias y proyectos societales. Sea en el marco de las iniciativas de fracciones de la propia oligarquía, o bajo los regímenes nacional-populares, o con el desarrollismo realmente existente de los años ´60 y la industrialización bajo control trasnacional o de la mano de los proyectos de transformación social postcapitalistas, los parecidos técnico-productivos no pueden ocultar las profundas diferencias entre estos proyectos. Por otra parte, la transformación neoliberal a partir de los años ´70 puso fin a esa fase del capitalismo y del sistema mundo de posguerra y, en su particulares consecuencias en nuestra región, supuso un proceso de desindustrilización relativa, reprimarización económica y recolonización que sentó las bases del actual modelo extractivo exportador.

Las formas del despojo, del saqueo y la dominación característicos de estos tres períodos capitalistas signados en Nuestra América por la primacía de la explotación de los bienes naturales implicaron diferentes conceptualizaciones y debates al interior del pensamiento crítico, aún de aquél más influenciado por miradas eurocéntricas. Así, la conquista y colonización española-portuguesa será referida por Marx en su estudio sobre las condiciones de emergencia de la sociedad capitalista bajo la consideración de la “acumulación originaria” tratada en el conocido capítulo XXIV de El Capital[3]. Posteriormente, en el análisis del capitalismo que emerge tras la crisis de fines del siglo XIX se distinguen los aportes de Rosa Luxemburgo y de Lenin, entre otros, que reflexionan sobre la especificidad del imperialismo y el papel de las lógicas de acumulación originaria en la periferia sobre las fronteras del capitalismo en expansión. Por otra parte, en el terreno de las luchas del Sur y en el marco de los análisis formulados por las teorías del desarrollo y la dependencia surgidas en América Latina, el economista egipcio Samir Amin señalará años después justamente que “son estas formas renovadas pero persistentes de la acumulación primitiva en beneficio del centro, las que constituyen el objeto de la teoría de la acumulación en escala mundial” (Amin, 1975. pag.15). Por último, ya en la actualidad, las particularidades de la fase neoliberal capitalista abrieron un riquísimo debate al interior del pensamiento crítico sobre la vigencia de las formas actuales de la acumulación originaria y su relación con aquellas consideradas propias del capitalismo maduro basadas en la producción y apropiación de plusvalía. En este terreno, la elaboración de los conceptos de “acumulación por desposesión” (Harvey, 2004) o “por despojo” (Roux, 2008; Gilly y Roux, 2009) constituyen uno de los aportes teóricos recientes más significativos en la comprensión de la coetaneidad, contemporaneidad y complementariedad de ambas formas de acumulación. No nos detendremos en este caso en toda la espesura teórica de estos debates y conceptos. Nos interesa resaltar sí dos cuestiones en relación con el aporte que resulta del uso de estos conceptos de acumulación por desposesión o por despojo a la comprensión de las fuerzas y desafíos que plantea el actual extractivismo. La primera remite a cuanto estas nociones permiten cuestionar la peregrina idea de que la violencia que acompaña a esta forma de acumulación es irracional o se explica por la psicopatología de sus protagonistas, la moral de las elites políticas de su tiempo, los excesos de ciertos individuos o grupos o la sobrevivencia de formas de dominación del pasado o arcaicas. Por el contrario, como señala Marx la violencia se constituye ella misma en una potencia económica de esta “modernización”, en una necesidad propia del proceso de acumulación capitalista en curso. En este sentido, puede fundamentarse la vinculación estructural entre extractivismo y violencia[4]; que se expresa y se extiende al sistemático uso de la coacción para garantizar el ejercicio del despojo, a las formas autoritarias que asume el control de la autoridad política y al incremento de las formas de violencia y sometimiento de ciertos grupos sociales, particularmente de las mujeres bajo un reforzamiento del patriarcalismo social[5].

Por otra parte, el concepto de acumulación por desposesión facilita una comprensión del largo ciclo de resistencias y construcción de alternativas al neoliberalismo en la región al referir a los procesos de mercantilización y privatización tanto de los bienes naturales como de los bienes comunes sociales –como por ejemplo la provisión pública de ciertos servicios como la electricidad, el agua o la telefonía-; de bienes tangibles –sean minerales o empresas públicas- e intangibles –como la cultura o la subjetividad-; e incluso remitir a la destrucción de formas de propiedad comunal, pública, estatal como de cierta propiedad privada (individual, pequeña o mediana) a favor de la gran propiedad capitalista[6] -sea trasnacional o local- asociada al circuito de valorización global. De esta manera, el extractivismo implicó la creciente integración subordinada de las economías de la periferia al circuito de la gran producción capitalista global expresado en el nuevo carácter de la dependencia y los procesos de recolonización característicos de las últimas décadas. Ciertamente, queda por delimitar aún las novedades o rupturas que caracterizan la acumulación por desposesión actual, veamos.

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EL EQUILIBRIO JUSTO

*Eduardo Cerdá, Nota en”La voz del pueblo de Tres Arroyos”,

En “La Aurora”, en Benito Juárez, se derriban todos los mitos y queda demostrado que se puede producir granos y carnes sin utilizar insumos extra campo. Desde 1997 que Juan Kiehr, propietario del campo, y Eduardo Cerdá, el asesor agronómico, implementaron un sistema de producción agroecológico en un establecimiento mixto de ciclo completo a fin de disminuir el uso de productos sintéticos y energía, aumentar la fertilidad de los suelos, fijar carbono y nitrógeno, e incrementar la biodiversidad y la productividad. ¿El resultado? hoy obtiene buenos rendimientos, muy estables, semejantes a los de la zona, y sin utilización de agroquímicos.

El ingeniero Cerdá explicó que por la vocación del ganadera de Kiehr, el establecimiento cada vez se inclinó más hacia la hacienda. "El entendía que le daba una mayor estabilidad tener más ganadería que agricultura. Lo que intentamos armar, en ese y en otros campos, es un diseño de sistema que potencialice las cuestiones biológicas y que por lo tanto use menos insumos extra campo. Porque cuando uno maneja un campo que va acorde con los procesos naturales el productor se independiza del mercado de insumos. Entonces si suben o no, no le influye", agregó.

El campo cuenta con 650 hectáreas, de las cuales 300 son agrícolas; el resto, 158 son bajos, y 186 son cerros. Según comentó el ingeniero, "todos los años sembramos 75 hectáreas de sorgo forrajero, 25 hectáreas de trigo con trébol rojo, 25 de avena con trébol rojo y 25 de cebada con trébol rojo; eso nos permite tener 75 de trébol rojo de un año y 75 de trébol rojo de segundo año en el campo. En la superficie implantada con tréboles se fija el nitrógeno que luego van a usar los cultivos, evitando la aplicación de fertilizantes nitrogenados, lo que evita costos que hacen posible los buenos rendimientos sin fertilización".

En La Aurora no se aplica urea desde hace 15 años, hace tres que no se usa fosfato diamónico, dos que no se utilizan herbicidas ni insecticidas y recientemente se descartaron los antiparasitarios. "A cada uno de ellos lo fuimos reemplazando con alguna estrategia, con manejo. En el caso del trébol, nos dimos cuenta que además de fijar el nitrógeno cubría el suelo. Entonces mejoraba toda la vida del suelo, que era fundamental para que después se solubilice fósforo", explicó.

Respecto al fósforo, Cerdá indicó: "Hoy estamos en niveles nunca vistos en Tres Arroyos, 50 partes, medidos por el INTA. A partir de la investigación y la evaluación, la Chacra de Barrow, demostró que el tipo de familias de microorganismos que ahí hay no se encuentran en otros campos, que son solubilizadores de fósforo, que hay un equilibrio casi de un suelo no perturbado...". Esto, inclusive, pese a que "por vocación del productor se hace siembra convencional", aclaró Cerdá.

En cuanto a rendimientos, el ingeniero manifestó que los resultados de La Aurora son muy parecidos a los promedios de la zona. "Estamos, en 15 años de producción, con un promedio de trigo de 3300 kilos. Y el promedio de los campos de Juárez es de 240 kilos más", aseguró. Claro que hay una diferencia abismal de inversión: "Mientras nosotros tenemos un costo de 130 dólares por hectárea, el de los otros campos es de entre 350 y 400 dólares". Además, el ingeniero comentó que en un buen año climático, el rinde en La Aurora también se dispara: "Hemos tenidos rendimientos de más de 5000 kilos. El año pasado, por ejemplo, nuestro promedio fue de 3900 kilos".

Otra particularidad del establecimiento de Kiehr es que de gruesa sólo se hace sorgo, que es destinado a la hacienda. "Se hacía girasol, hasta que un día el productor decidió dejar de sembrarlo porque veía que después de aplicar los herbicidas el suelo quedaba con polvo, y entendió también que era mucho agroquímico", explicó.

Al comentar sobre el proceso agroecológico, Cerdá indicó que "al ir armando una rotación que aumenta la incorporación de carbono, con los sorgos, la de nitrógeno, con los tréboles y el mejoramiento en el pastoreo y la mejor distribución de las heces y orina. Así se fortalece el sistema y se mejoran los suelos, y de esa manera no es necesaria la fertilización, el uso de fungicidas, herbicidas e insecticidas".

Con respecto a las mejoras, el asesor expresó que "con esto apuntamos a mejorar el proceso de crecimiento de los cultivos con la rotación y luego la utilización del ganado para transformar todo ese material verde en productos procesados por el animal, en bosta y orina".

La ganadería constituye un papel fundamental. "Se realiza el ciclo completo, la producción promedio de los últimos 15 años es de 100 toneladas de carne por año, el tipo de animal que se vende es de tipo exportación de 500 kilos y la raza que se utiliza es Angus", comentó Cerdá. Y destacó la estabilidad productiva alcanzada: "Se estabilizó la producción de carne, aun en años de sequía, como la del 2009, donde en la zona se perdieron más de 15.000 cabezas. Mientras que en este establecimiento se mantuvo la producción".

Se puede, entonces, ser productivo y sustentable. La Aurora es prueba de ello.

Eduardo Cerdá, Nota en”La voz del pueblo de tres arroyos”, 10 de Octubre de 2013

Naturalmente productivo

La revolución verde está en marcha. El actual sistema de producción, basado en la aplicación de fertilizantes y agroquímicos, con poca cantidad de cultivos participando de la rotación y con la ganadería acorralada en los bajos -en el mejor de los casos-, está mostrando claros signos de agotamiento. Por eso, técnicos del INTA, asesores privados y docentes universitarios, decidieron agruparse para empezar a transitar un nuevo paradigma productivo: la agroecología.

"Fortalecimiento de los ciclos biológicos para reducir el uso de agroquímicos en sistemas extensivos". Ese es el título y también el objetivo del proyecto gestado en la Chacra Experimental Integrada Barrow y del que participan 60 técnicos y docentes del INTA y universidades del sur bonaerense, y que tiene el enfoque puesto en la investigación y difusión de la agroecología.

"Queremos generar información que nos permita poder interpretar lo que pasa con un sistema como el que proponemos nosotros versus la agricultura convencional actual. Y muchos de los parámetros que se están midiendo son muchos mejores en este nuevo paradigma que es la agroecología con respecto al tradicional, que es la gran utilización de insumos, la degradación del ambiente que provoca, que visualmente no se ve, pero que está haciendo efectos", explica el ingeniero Martín Zamora, impulsor junto a la ingeniera Natalia Carrasco del proyecto.

El ingeniero Eduardo Cerdá, el asesor de La Aurora, establecimiento juarense que desde hace 16 años aplica un sistema agroecológico y con muy buenos resultados, (ver página 6) y el ingeniero Santiago Sarandón, titular de la cátedra de agroecología de la Universidad Nacional de La Plata, son otros dos protagonistas fundamentales del proyecto que apunta a ofrecerle al productor una alternativa de producción más amigable con el medio ambiente y más estable.

Barrow hace punta

Si bien el proyecto se puso en marcha este año, en Barrow funciona un módulo de agroecología desde hace tres campañas. "Tiene una extensión de cinco hectáreas y colocamos a su lado una parcela cultivada con el sistema de agricultura convencional, a fin de comparar las dos tecnologías. Y el hecho de que se haya incorporado mucha gente al proyecto nos permite que sea algo interdisciplinario, que logremos recabar más datos e información, porque cada uno se dedica a investigar una parte del sistema, con el objetivo de ser lo suficientemente fuertes como para demostrar que esa tecnología es factible", explica Carrasco.

"En módulo se analizan los indicadores del suelo, las malezas, las productividad, los polinizadores, la fauna benéfica, la eficiencia uso de agua y de nutrientes, la producción de forraje para la producción de carne, entre otros aspectos", agrega la ingeniera.

En el módulo se planificó una rotación de cultivos y una de las primeras cuestiones a las que se apuntó fue a aumentar la biodiversidad o la diversidad de especies vegetales. "Incorporamos gramíneas como el trigo, la cebada, el sorgo o maíz junto con leguminosas, como la avena vicia, el trébol rojo o bien la soja, con la idea de colocar, en la misma área cultivada, varias especies. Esto apunta a lograr cobertura de suelo, que permita minimizar la aparición de malezas, sin el uso de herbicidas. De esta manera, reducimos la posibilidad de que emerjan plantas que puedan dañar a los cultivos", indica Zamora.

"Con esa técnica básica, logramos que el terreno se mantenga fresco, húmedo y activo. Los nutrientes están continuamente reciclándose, y eso conserva 'vivo' el lote, a diferencia de lo que puede ocurrir cuando se fumiga", completa.

Esto también trae otro tipo de bondades: "Ante la aparición de una plaga, nosotros necesitamos tener lugares en los que aniden los insectos benéficos, que son aquellos que luego se van a comer o van a contribuir a que disminuya la población de los que dañan al cultivo. Generalmente en la práctica convencional, no hay posibilidades de tener ese tipo de flora, porque el uso de agroquímicos provoca que esté todo seco, y los insectos que ayudan a controlar biológicamente a las plagas no encuentran dónde habitar. En resumen, se observan un montón de aspectos positivos con esta práctica, entre los que se contempla la necesidad de la rotación de los cultivos de granos, alternándonos con los forrajeros".

Datos alentadores

La primera pregunta que surge -lógicamente- tiene que ver con los rendimientos. Por lo analizado hasta el momento, no hay diferencias notables. "En la campaña pasada sembramos trigo candeal, y lo comparamos con el de un sistema de agricultura convencional; no hubo diferencia sustancial de rendimientos, más aún considerando que nuestro trabajo está en vías de desarrollo, en etapa de transición. En el lote agroecológico logramos 3000 kilos, contra 3600 en aquel en que habían aplicado agroquímicos", comenta el ingeniero.

Y aclara: "Si bien el kilaje fue un poco menor, el sistema alternativo resultó más rentable, considerando que no hubo gastos de agroinsumos. Por consiguiente, el margen bruto arrojó un balance superior en la parcela en la que no se usaron herbicidas, siempre considerando que en los dos casos se utilizó la siembra directa".

Zamora, destaca que "nuestro objetivo apunta a que el productor entienda que resulta posible otra forma de hacer agricultura, y para ello primero tenemos que generar información, datos valederos. Esa es la meta principal del módulo". En este sentido, dentro del INTA se está evaluando la posibilidad, a través de la creación de los grupos de Cambio Rural, interactuar con los productores y darle un apoyo más fuerte. "De a poco vamos desarrollando algunas herramientas como para que este nuevo paradigma aparezca", dice el técnico.

Recurso humano

Es Eduardo Cerdá el que marca el principal problema que enfrenta hoy la movida agroecológica: "No existen muchos profesionales capacitados en el tema. Por eso es muy bueno que las universidades sigan interesándose en la cuestión, tratando de entender y comparar las formas de producción. A ese respecto, vale mencionar que la única cátedra de Agroecología está en la Universidad de La Plata. Es una deficiencia que nos debe orientar a formar ingenieros agrónomos que puedan manejar y atender las nuevas demandas que vayan surgiendo".

En este aspecto, y a partir de las buenas experiencias obtenidas, Zamora y Cerdá llevan a cabo trabajos de consultoría en distintos puntos de la provincia y el país. Recientemente, fueron convocados a demostrar los resultados de la agroecología ante profesionales del INTA Bordenave, para capacitarlos sobre el tema y orientarlos en cuanto a la creación de un modelo agroecológico parecido al que funciona en Barrow.

En el caso Cerdá, también disertó en Balcarce, en la primera edición del taller de Ordenamiento Territorial Rural; participó además de la Séptima Jornada de Pueblos Fumigados en Mar del Plata, en la que se puso de manifiesto la preocupación por la excesiva utilización de agrotóxicos y la necesidad de intentar otro tipo de producciones agrícolas, sin tanto nivel de contaminación.

Las lógicas extractivistas y el rol de nuestras instituciones de investigación y educación

Guillermo Folguera
Grupo de Reflexión Rural

i. Esquema y objetivo

Las lógicas extractivistas que se han implementado y exacerbado en los últimos años en nuestro país presentan numerosas aristas necesarias de ser interpeladas y revisadas. Una de ellas, es el rol que han tenido (y que aún hoy tienen) nuestras instituciones científicas y educativas en su elaboración, consolidación, legitimación y propagación. Este pequeño documento pretende señalar y abrir a discusión algunas de las características que a mi entender se pueden reconocer de dicha problemática, buscando comprender mejor sus complejidades y contradicciones, a los fines de que podamos pensar y construir alternativas al respecto.

ii. Instituciones de investigación

A diferencia de otras problemáticas tecnocientíficas, en relación con las problemáticas

extractivistas nuestro país ha tenido un rol más significativo que el de mero amplificador de tendencias del primer mundo. Incluso, fue exportadora regional de este modelo, actuando como “punta de lanza” en algunos de los modelos extractivistas. Esta característica de productor de políticas tecnocientíficas se reconoce claramente al menos en algunas áreas tal como en el caso de los OGM. En este sentido, recordemos la participación en la elaboración de algunos de los numerosos procesos extractivistas involucrados y en su propagación regional posterior, lo cual obliga a mirar cuidadosamente el rol de las instituciones de investigación desde mediados de la década de 1990 hasta la actualidad. Quizás no homogéneamente, quizás no igual para todos los campos (OGM, minería a cielo abierto, petróleo, pesca, plantaciones de árboles para uso de celulosa, etc), pero sí claramente un rol activo y central.

Este rol activo de una parte de las instituciones, se ha dado en paralelo al silencio de los otros sectores académicos (salvo honrosas excepciones), involucrados de manera directa e indirecta con dichas problemáticas. Por ejemplo, frente a la problemática de los OGMs, ¿qué pasó con las áreas de investigación que también están involucradas, por ejemplo: ecología de poblaciones, ecología de comunidades, ecología de ecosistemas, sociología, ciencias políticas, antropología, entre tantas otras?). Estos silencios, con diferentes características entre las ciencias naturales y las ciencias sociales, fue una parte significativa de las lógicas implementadas, sin dudas contribuyeron a legitimar el sistema durante tantos años.

Ahora bien, ¿qué actitud tomamos frente a estos roles legitimadores de nuestras instituciones? ¿Acaso debemos y/o podemos esperar algo (positivo) de ellas? ¿Destinamos esfuerzos en cambiar su orientación? ¿Impulsamos “desde adentro”? Sin dudas, en ningún escenario estoy planteando dedicar nuestros esfuerzos exclusivamente a ellas, claramente nuestro presente obviamente así lo muestra, en la cual las mayores resistencias a esta lógica vienen de “afuera” de las propias instituciones académicas. Sin embargo, a mi entender creo que sí es necesario dedicar (también) esfuerzos en el dominio científico tecnológico y es justamente lo que trataré de justificar a continuación. En este sentido, reconozco al menos dos dimensiones, relacionadas entre sí pero diferentes:

i) La primera arista la podemos entender como la parte “positiva”, la cual tiene que ver con la búsqueda de opciones, de aportar alternativas. En general, por los motivos antes esgrimidos no se ha avanzado mayormente en todos estos años en este plano. Las ciencias naturales atrapadas entre subsidios, legitimaciones de pares y otros aspectos han decidido alejarse de eso. Han sido motoras o simplemente se han silenciado cuando también tendrían que haber participado. A su vez, las ciencias sociales de manera casi homogénea (salvo excepciones) no lo tienen en general como problemática. Están en silencio, no aportan alternativas, matizan los impactos o simplemente callan.

ii) La segunda dimensión tiene que ver con neutralizar discursos legitimadores del poder de los procesos extractivistas. Podemos entenderlo como la parte “negativa” de nuestra estrategia, a los fines de intentar “bloquear” el rol de legitimador que cumple el (supuesto) conocimiento tecnocientífico involucrado. Esta neutralización significa cuestionar de algún modo este aspecto legitimador. Las formas que pueden elegirse para dicha neutralización del discurso dominante puede y debe ser diversa: cuestionando las supuestas “evidencias”, reconociendo los grupos de poder involucrados, revelando la ideología que subyace, introduciendo principios legales avasallados, etc.

Todo esto se centra en una de las características centrales del extractivismo actual: la supuesta base científica-técnica en la que se apoya. Aún cuando haya relaciones de poder involucradas, los discursos y sus legitimaciones pueden adoptar diferentes formas. Y en este caso, uno de los aspectos claves de éste es que “habla” en nombre de una supuesta razón tecnocientífica. Por ello, adopta una forma particular, con diferentes implicancias sociales y estrategias de legitimación. Por ejemplo, el tipo de legitimación científica vinculado con las áreas naturales (propia de los casos de OGM, pero también de minería, petróleo y pesca) considera impropias cualquier tipo de reflexión ética y política, acusadas de ideologías “contaminantes”. Desde mi perspectiva, estos son los dos frentes en los que tendríamos que dedicar parte de nuestros esfuerzos. Por un lado, recuperar las especificidades que pueden ayudarnos en la búsqueda de alternativas (siempre conscientes de los límites y alcances del discurso que poseen), que sean capaces de sumar y conjugarse con aquellas otras luchas del ámbito extracientífico. Por otro lado, se trata de cortar los lazos de legitimidad, que excluyen cuestionamientos y pretenden ocultar las ideologías involucradas, naturalizar aún más lo ya naturalizado, a la vez que de excluir discursos alternativos.

iii. Instituciones educativas

La otra pata de este sistema relativo a nuestras instituciones es la educativa, la cual creo que también debe ser revisada. ¿Qué enseñamos cuando enseñamos? En términos generales, nuestras instituciones educativas han contribuido a consolidar, legitimar y propagar la lógica extractivista. Esto se ha dado a partir de dos elementos: por un lado a partir de la propagación de elementos legitimadores de esta problemática y, en paralelo, mediante un tipo de enseñanza que implica la ausencia de cuestionamientos de todo tipo. Son dos aspectos complementarios y diferentes. Por supuesto, sabemos que este problema no radica únicamente en lo relativo al extractivismo, parece tratarse de una característica bastante más general. Las justificaciones son diversas: se enseña lo “establecido”, lo aceptado, no se pueden dar cuenta de sus grietas y/o sus alternativas. Otra fórmula que se suele escuchar es cómo puede haber crítica, si antes no hubo “conocimiento”. Aquí las aristas se multiplican, no deseo (ni podría) agotar esta problemática en estas pocas líneas, pero claramente hay un aspecto que no puede soslayarse y que refiere a los objetivos de las instancias educativas involucradas. El “conocimiento” al que estoy refiriendo es conocimiento técnico. Nuestras instituciones, de manera exacerbada, están persiguiendo la consolidación de los “técnicos”, devenidos en especialistas, figuras claves en el extractivismo en cualquiera de sus formas. Conocedores del cómo algo se hace, sin interés alguno respecto a sus consecuencias por fuera de aquella porción de mundo en la que trabajan y sin reconocer los pilares que sostienen su propio saber. ¿Podemos esperar un pensamiento crítico en este tipo de enseñanza? Nuevamente, al igual que en el caso de investigación podría suponerse que nada bueno puede salir de estas instituciones, las cuales sin duda han sido una parte importante (recordar por ejemplo la aceptación de varias Universidades de nuestro país, entre ellas la UBA, en la aceptación de los fondos de La Alumbrera, impulsando así la megaminería, callando). Sin embargo, pese a un prudente escepticismo respecto a este interrogante, creo que debemos dedicar una parte de nuestros esfuerzos a modificarlas, siempre a sabiendas que no se deben agotar ahí nuestros esfuerzos. Con frecuencia, se señala que este inconveniente es básicamente un problema vinculado con el contenido de los planes de estudio, el primero de los puntos que señalé previamente. Sin embargo, creo que ambos problemas son fundamentales. Dicho de otro modo, creo que el desafío no consiste en enseñar materias “críticas”, si acaso el resto del esquema permanece inalterable. Por ello, uno de los elementos que considero prioritario revisar es el modo en que los contenidos (aún los “técnicos”) son efectivamente llevados a las aulas. En los casos en que resulte necesario enseñar conocimiento “técnico”, la educación debería otorgar junto a él una serie de “notas al pie” que ocupan un lugar primordial: los alcances efectivos de dicho discurso, las críticas que se le han dado desde ámbitos diversos, los supuestos que tiene involucrado, la diversidad interna que hay dentro de la comunidad académica aún en un supuesto marco de acuerdo general, los peligros que puede llegar a implicar, etc. Es cierto que hay una parte del conocimiento que tiene que estar dirigido a cómo algo se genera, pero esto ni agota la problemática y ni siquiera le hace un favor a los propios técnicos que no pueden entender los límites de su propio discurso. Veamos un ejemplo de esto. Para discutir los OGM hay diferentes aspectos por fuera del propio discurso técnico que no aparecen en escena en la propia formación en nuestras instituciones. Por ello, habría que incorporar:

i) Conocimientos también “técnicos” que contradicen o complejizan las propias aplicaciones tecnocientíficas. Así, por ejemplo, sería fundamental entender mejor la relación genotipo-fenotipo. De este modo podría evaluarse qué tipo de relación genotipo-fenotipo presupone el OGM y cuáles considera la comunidad académica en la actualidad. En este caso, es claro cómo se evita la problematización respecto a la noción de plasticidad fenotípica (diferentes fenotipos para un mismo genotipo), así como unidades de herencia alternativas tales como las modificaciones epigenéticas.

ii) A su vez, la enseñanza tiene que poder incluir, junto a los conocimientos técnicos, una problematización respecto a su propia naturalza. Olvidar las características de la propia naturaleza científica, deviene en consecuencias obviamente negativas. Por ejemplo, la idea de que una teoría científica puede ser falsa (es más, debe ser falsable) es otra dimensión del problema, produciendo así cierto carácter de verdad irrefutable de los discursos técnicos relativos al extractivismo en cualquiera de sus formas.

iii) En un tercer plano, no entender que todo discurso (también el discurso científico) tiene asociada cierta ideología es una falencia evidente. Esta ideología compromete con posiciones éticas y políticas. La supuesta neutralidad ética y política que acompaña a los discursos tecnocientíficos presenta características de un positivismo que sólo una ausencia de problematización en nuestro país explica su vigencia en nuestro país y en las políticas aplicadas en el ámbito de ciencia y tecnología.

iv. Cierre y apertura

Todos estos apuntes no han intentado más que ser disparadores para poder pensar de manera colectiva una problemática no suficientemente discutida y sin dudas relevante. La pregunta respecto a si debemos poner en las instituciones de investigación y educación parte de nuestros esfuerzos tiene a mi entender una doble respuesta positiva. Al ocupar roles claves en el actual sistema tecnocientífico, resulta imperioso no permitir la legitimación que ofrecen, así como parece ser fundamental recuperar aquellos aspectos positivos que puedan aportar efectivamente a la búsqueda por un vivir mejor.

Notas:

[1] Este ha sido un término promovido especialmente por el Banco Mundial, en una perspectiva nada ingenua que tiende a disolver las diferencias entre la industria y las actividades primarias (Gudynas, 2011a).

[2] Recordemos la trágica experiencia de La Forestal en las provincias de Chaco y Santa Fe durante la primera mitad del siglo XX o la de la explotación del quebracho en Santiago del Estero y sus secuelas de tierras yermas y pueblos desvastados.

[3] En esta perspectiva, “el descubrimiento de las comarcas auríferas y argentíferas en América; el exterminio, esclavización, soterramiento en las minas de la población aborigen; la conquista y saqueo de las Indias Orientales, la transformación de África en un coto reservado para la caza comercial de pieles-negras…[y] la guerra comercial…con la redondez de la tierra como escenario…[prolongada] en las guerras del opio contra China” se articulan con aquellos que tienen lugar propiamente en Europa bajo el cercamiento, despojo y apropiación privada de las tierras campesinas, comunales, fiscales y eclesiásticas; el desplazamiento de la población rural; la sanción y aplicación de una legislación “sanguinaria” contra los vagabundos y la regulación de una jornada de trabajo y salario mínimo; y asegurando por la fuerza “la conversión de la propiedad raquítica de muchos en propiedad masiva de unos pocos” con la liquidación de la industria doméstico-rural y la pequeña industria urbana, la creación del mercado interno unificado y la promoción del gran capital industrial (Marx, 2004, Pág. 952).

[4] En este sentido, el significado de “extraer” no refiere sólo al proceso técnico de “obtener un componente de un cuerpo mayor por algún medio” sino también remite al proceso social de apropiación privada por parte de grandes corporaciones empresarias de bienes naturales que eran de propiedad común, privada individual o pequeña, servían a la reproducción social de la vida local o constituían parte del hábitat territorial. El carácter social de esta “extracción” requiere así niveles crecientes de violencia.

[5] Una forma de la violencia y la explotación tantas veces invisibilizada o reducida a una cuestión de motivación sexual. Como señala Rita Segado en referencia a los feminicidios de Ciudad Juárez no se trata de crímenes comunes de género sino de crímenes corporativos, de ese “segundo estado” que somete, tortura, prostituye, mata al cuerpo femenino en el ejercicio y afirmación de la “fratría mafiosa”. Una causalidad que une la expansión de la prostitución y la trata con el extractivismo y los procesos simultáneos de concentración del ingreso y la riqueza y la autoridad política que caracterizan a la fase neoliberal actual. Sobre ello Segato remarca cuanto “la depredación y la rapiña del ambiente y de la mano de obra se dan la mano con la violación sistemática y corporativa” y recuerda que “rapiña, en español, comparte su raíz con rape, violación en inglés” (Segato, 2004)

[6] Tal como refería Marx en relación con la acumulación originaria la desposesión no opera sólo destruyendo las formas de propiedad comunal o público-estatal existentes sino también sobre otras formas de propiedad privada anteriores a la moderna gran propiedad capitalista. Ello está lejos de invalidar la consideración de “bienes comunes naturales” que el pensamiento crítico y los movimientos sociales han postulado para referirse a lo que la economía sistémica llama habitualmente “recursos naturales”. Se trata, en todo caso, de una referencia no a lo existente sino al carácter emancipatorio de los cambios planteados.

Más información: moc.liamg@3102labosahculedetnerf

Temas: Soberanía alimentaria

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