Cuando las patentes matan

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"En un reciente libro, Lawrence Lessig, un abogado liberal de Estados Unidos, sostiene que, bajo el pretexto de defender los intereses de los creadores, en realidad las actuales leyes de copyright defienden los intereses de las grandes corporaciones. El caso del Sida y las patentes que Lessig denuncia es particularmente escandaloso"

(Lessig, Lawrence: Cultura libre. Cómo los grandes medios usan la tecnología y las leyes para encerrar la cultura y controlar la creatividad. Santiago de Chile: LOM Ediciones, 2005).

El caso del Sida y las patentes que Lessig denuncia es particularmente escandaloso.

De 35 millones de personas que están infectadas por el Sida en el mundo, 25 millones viven en África. La enfermedad no tiene cura, pero hoy se puede prologar en 10 ó 20 años la vida de los enfermos con la medicación adecuada. El problema es que esta cuesta entre 10 mil y 25 mil dólares al año en EEUU, y esto es debido a las patentes.

Para poder atender a sus pacientes, Sudáfrica decidió importar estos remedios a través de la India (importación paralela), un sistema que le permitiría acceder a ellos a un precio reducido ("Ningún sudafricano debe morir de patentes", afirmó Nelson Mandela).

Entonces, el Gobierno norteamericano amenazó con sanciones comerciales en defensa del carácter sagrado de la propiedad intelectual. No existía el riesgo de dejar sin medicamentos a los consumidores norteamericanos, pues las medicinas se producirían en África con insumos africanos; ni de quitar significativamente utilidades a las empresas norteamericanas, que igual no tienen de clientes a los africanos pobres. El problema fue que esto podía influir indirectamente en los precios en EE.UU.: "Un problema (.) no puede superarse. Es el miedo al político amante de los reflectores que llamaría a los presidentes de las compañías farmacéuticas a una visita en el Senado o el Congreso y les preguntaría: '¿Cómo es que venden este fármaco contra el HIV en África por solo un dólar la pastilla, pero el mismo medicamento le cuesta 1.500 dólares a un estadounidense?' Como no hay una respuesta que suene bien a esa pregunta, el resultado sería inducir la regulación de precios en EE.UU. La industria farmacéutica, por tanto, evita esta espiral evitando el primer paso. Refuerzan la idea de que la propiedad debería ser sagrada" (p. 212).

La misma lógica que condena a muerte a los pobres de África infectados con el Sida, condena también a los pobres de Estados Unidos: "cuando el sentido común de tu hijo te mire a la cara, ¿qué le dirás? -pregunta Lessig-. Cuando el sentido común de una generación se rebele contra lo que hemos hecho, ¿cómo justificaremos lo que hemos hecho? ¿Qué argumento hay? (.) De un modo tan falto de crítica aceptamos la idea de la propiedad de ideas que ni siquiera nos damos cuenta de cuán monstruoso es negarle ideas a gente que se está muriendo sin ellas (.) Y el reto para cualquiera que quiera reclamar el derecho a cultivar nuestra cultura es hallar un modo de hacer que este sentido común abra los ojos" (pp. 212-213).

Por Nelson Manrique

Fuente: Peru21

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