EE.UU. y geopolítica en el norte peruano
Informaciones periodísticas, de fuentes diplomáticas, de la inteligencia civil advierten movimientos rápidos en el norte costero del Perú. EEUU, con sentido estratégico, vendría copando posiciones claves en ese territorio.
La movida más reciente es un acuerdo, anunciado por Edmundo Del Águila, quien aplaude la decisión de EE.UU. y Perú de firmar un acuerdo para el uso del puerto peruano de Paita para dedicarlo a la agroexportación, que sería exclusivamente para el país del norte. Del Águila, militante y precandidato a la presidencia por el partido de la lampa, es un mal alumno de Fernando Belaunde, un notable geopolítico. Belaunde hubiera analizado las proyecciones que tiene para el Perú la presencia comercial, y posiblemente militar, de una de las dos potencias en conflicto en el mundo. Paita es estratégico por varias razones.
Es el único puerto en el norte capaz de destronar a Chancay como puerto líder en América del Sur. Un foco de evidente colisión con la estratégica inversión China en el país.
Tiene acceso asegurado no solo al Pacífico, sino a la Amazonia vía la estratégica y desperdiciada Interoceánica Norte. Esta carretera va hasta Yurimaguas y está planeado un sistema de hidrovía fluvial, dragando el Huallaga, el Ucayali y el Amazonas para llegar a Manaos. Este proyecto solo compite con el acuerdo firmado entre China y Brasil para vincular Chancay con el hinterland amazónico.
Además, Paita está cerca del Averno de los neoliberales vernáculos: la Planta de Talara, capaz de procesar petróleo pesado, que es el que existe en mares y selvas de Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. Demás está decir que el país de Maduro tiene bajo sus pies bolivarianos un 40% de las reservas mundiales.
Además, lo más sexy, es que, si se confirman gigantescos yacimientos de petróleo y gas frente a Piura y Lambayeque, Talara se vuelve el hub petrolero que Humala proyectó. ¿Quiénes están explorando ese petróleo? Empresas como Chevron y otras domiciliadas en la ex potencia unipolar del mundo.
Por si fuera poco, con nocturnidad, opacidad y secreto, característicos del gobierno actual, se ha negociado la cesión de la base militar de El Alto para un proyecto de la NASA. Este sería para lanzar cohetes dedicados a estudiar el cambio climático. Sin embargo, en un desliz militarista, el comandante General de la FAP, quien bromeó: “Esos misiles están llegando en 3 horas a Beijing”. ¡Bárbaro! Delató el valor militar de esa presencia de la NASA.

¿Alguien en el Perú ha preguntado si la NASA viene con una base de marines para proteger sus instalaciones? En ese caso, el Perú sería parte del anillo de control de los cielos, mares y selva amazónica con la red de bases americanas, que incluyen Manta (recién reabierta por Noboa, estaba clausurada por Rafael Correa) y 5 en Colombia. ¿Paita sería la número 781 de las bases militares norteamericanas en ultramar?
Este no es un boletín contra EE.UU.; nos interesan las relaciones pacíficas con su Estado. Pero resulta evidente que el gobierno peruano no debe ser interesadamente soberano contra los derechos humanos y ocultar las cesiones sucesivas de soberanía que estaría permitiéndose al margen de la opinión pública peruana. Con las cifras de un dígito de apoyo que tiene, el gobierno carece de la representatividad para hacerlo.
El Yaku o tornado gringo, de conquista del norte peruano, debe ser debidamente debatido por el país.
Fuente: Nodal