El Grito de los Excluidos y la soberanía de Brasil, por Telma Bessa

Gritos de dolor y revuelta, gritos de lucha y resistencia, gritos del campo y de la ciudad, sistemáticamente olvidados por la historiografía oficial brasileña

La historia de Brasil, como bien sabemos, se asienta sobre grandes contrastes estructurales. De un lado, se profundiza la progresiva concentración de la tierra, de la renta y de la riqueza, hoy comandada por el sector financiero y especulativo. De otro lado, se agrava la exclusión de amplios sectores de la población, y en consecuencia, se agravan también las deudas sociales, y principalmente, el desempleo, la falta de tierra y la precariedad de los servicios públicos.

Desde hace siglos, manos visibles e invisibles se han venido apropiando de las riquezas de este país. Manos que más parecen garras, por su insaciable sed de ganancia que todo devora. El esquema se repite desde la colonia, pasando por el imperio y la república. La madera fina, el azúcar, el algodón, el cacao, el café, el oro, el caucho, todas las riquezas tuvieron el mismo destino: los mercados internacionales. La economía brasileña nació y se consolidó atada, desde el inicio, al sistema capitalista: primero mercantil, después agro industrial y ahora financiero. La lógica del trío: latifundio, trabajo esclavo y el monocultivo de exportación sobrevive hasta nuestros días.

El resultado no podría ser otro: un pueblo empobrecido sobre una tierra tan rica en recursos naturales, en potencial energético y en fuerza humana. Recurriendo a la expresión de Eduardo Galeano, parecemos mendigos sentados en montañas de oro. En este proceso de extorsión, las clases dominantes funcionan como correas de transmisión entre los trabajadores y los mercados mundiales. Extraen la riqueza de los contribuyentes y la trasladan hacia las metrópolis. Hoy, el mecanismo de succión se repite vía pago de los intereses y servicios de la deuda externa. Se vacía el presupuesto para nutrir las cuentas bancarias de los acreedores internacionales. Con eso, los riesgos de quien especula en el mercado financiero son transferidos al conjunto de la población, con la intermediación del gobierno y de las elites nacionales. El superávit primario es la garantía de que pueden invertir sin problemas, pues su ganancia no será afectada. Los costos recaen sobre la precariedad de las políticas públicas y, consecuentemente, sobre la calidad de vida de la población. Como consecuencia , crecen las deudas sociales a medida que aumentan los gastos dedicados a la deuda.

En este proceso, considerando la dinámica social brasileña en una perspectiva más compleja, el Grito de los Excluidos remite a otros gritos de la que está salpicada la trayectoria accidentada de este país. Gritos de dolor y revuelta, gritos de lucha y resistencia, gritos del campo y de la ciudad, sistemáticamente olvidados por la historiografía oficial brasileña. Gritos indígenas, negros y populares, a menudo callados a bala por las fuerzas represivas, siempre listas a desmantelar los movimientos de liberación.

En el entramado de esas contradicciones, sin embargo, la resistencia popular ha sido insistente y tenaz a lo largo de los siglos. No precisamos recordar aquí a Canudos, Contestado, Palmares, Cabanas, Ligas Campesinas y tantos otros episodios de hablan por sí y por sus fuerza simbólica. Aunque curvándose por el peso de la miseria y el trabajo, el pueblo brasileño jamás se dejó abatir.

El Grito de los Excluidos ya completó diez años de existencia y viene cambiando el significado del día 7 de septiembre. Este es el día de los pueblos en las calles, plazas y campos expresando sus deseos, ansias y utopías. Denunciando los males y anunciando valores de solidaridad y justicia. Cada vez más el Grito es reconocido y comprendido en varios sectores sociales y principalmente vivido y construido por los propios excluidos. Su fuerza es permanecer fiel a la inspiración inicial: oir la voz de los excluidos y de los olvidados, sacar a la luz las realidades de sufrimiento del pueblo, aquellas que la escritura no consigue considerar y transmitir.

Este año, el Grito de los Excluidos tiene por lema: "Brasil: el cambio para valer, el pueblo hace acontecer". Hace referencia a la lucha por la soberanía e independencia del país. Es un gran llamado para todos que sugiere un proceso de participación colectiva, movilización y lucha.

El Grito de los Excluidos al mismo tiempo que hace desfilar por las calles los gemidos de las víctimas, retoma y fortalece su garra organizativa en un momento en que la historia del país se encuentra buscando rumbos, afinando los pasos para la conquista de vida digna para todos los brasileños.

(Telma Bessa es doctorada en Historia Social por la Pontificia Universidad Católica de Sao Paulo).

Fuente: Agencia Latinoamericana de Informacion - ALAI

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