El último tronco

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El modelo de los agronegocios, con sus nefastas consecuencias sobre el ambiente y el entramado social, es una de las principales causas del continuo proceso de deforestación que se vive en América Latina. En este informe tratamos de adentrarnos en este problema, a través de una mirada sobre los casos de México, Brasil, Argentina y Chile.

La deforestación puede ser definida como la destrucción a gran escala de un bosque por la acción humana. Es necesario diferenciar este proceso de la degradación forestal, que consiste en una reducción de la calidad del bosque. Ambos asuntos están vinculados y producen diversos problemas. Uno de ellos es la erosión del suelo y desestabilización de las capas freáticas, lo que a su vez favorece las inundaciones o sequías. Otro es la reducción de la biodiversidad, que se define como la diversidad de hábitats, especies y tipos genéticos.

Atado a estos problemas, también viene el impacto que se produce sobre las comunidades humanas que viven en estrecha relación con ese hábitat: se calcula que entre 200 y 500 millones de habitantes dependen de los bosques para obtener comida, abrigo y combustible, siendo la deforestación uno de los grandes motivos de la destrucción no sólo de su medio de vida, sino también de sus culturas, al dejarles únicamente dos alternativas posibles de sobrevivencia; el trabajo asalariado para las grandes corporaciones o la migración a los cinturones de miseria que rodean las grandes ciudades.

La deforestación avanza en números globales a un ritmo de unas 17 000 000 hectáreas al año. El continente americano no es una excepción, y básicamente el aumento constante de la superficie utilizada por el modelo de agronegocios es el principal responsable de ello. Veamos algunos ejemplos que puedan dar cuenta de la situación.

Brasil

Según las autoridades brasileñas, 756 kilómetros cuadrados de la Amazonía fueron destruidos en agosto. La cifra representa un aumento del 228 por ciento frente al mismo periodo del año pasado. Entre las principales causas de este problema se encuentra la tala ilegal, la cual está estrechamente vinculada al encarecimiento de los alimentos a nivel global, ya que los cultivadores de soja y los ganaderos talan la selva para plantar cosechas y para alimentar el ganado.

El año pasado, el ministerio Público Federal decretó la paralización de las actividades en el puerto de procesamiento de granos de soja de la transnacional Cargill en el municipio de Santarém, ubicado en el norteño Estado de Pará. El puerto funcionaba desde 2003, y jamás se había realizado un estudio de impacto ambiental. En su momento el procurador de la República en Santarém, Felipe Fritz Braga, afirmó en declaraciones a Radioagencia Notícias do Planalto que “hubo una oleada frenética de desforestación”.

“Selvas fueron diezmadas, poblaciones fueron expulsadas, sea por la violencia o por la presión de los grupos económicos que fueron llegando a la región. Todo por la valorización que estas tierras recibieron, pues potencialmente pueden ser explotadas por la agricultura mecanizada de la soja”, señaló.

Más recientemente, varias fueron las voces que indicaron que la deforestación de la selva brasileña puede ser causa de los miles de deslizamientos de tierra ocurridos en el Estado de Santa Catarina, donde las lluvias han causado 110 fallecimientos en las últimas semanas. El arquitecto Lino Bragana Peres afirmó que la desaparición de parte de la Mata Atlántica está directamente vinculada con los actuales deslizamientos de tierra.

México

A principios de los años 90, México contaba con 50 millones de hectáreas de bosques cerrados (selvas altas y bajas, bosques templados y bosques mesófilos), pero en los últimos 15 años se han perdido 7,2 millones de hectáreas, a un ritmo de entre 370 y 720 mil hectáreas al año. Las principales causas de la desforestación son los incendios forestales. Estos incendios son, en su inmensa mayoría, provocados para aumentar la productividad de los pastos del sotobosque, los cuales se utilizan para el pastoreo de ganado o para reclamar los árboles como madera muerta pudiendo comercializarlos, pues de otra manera estarían protegidos por las normas legales.

Argentina

La Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable sostiene que en los últimos 90 años, Argentina ha perdido 73 de los 106 millones de hectáreas de bosques nativos que existían en su territorio. Si bien en la actualidad se calculan como bosques 93 millones de hectáreas, sólo 33 son bosques nativos, el resto son en su mayoría monocultivos de emprendimientos forestales. En los últimos tiempos el motor de la desforestación ha sido el avance de la soja. Las consecuencias no se han dejado esperar: en 2008 fuertes sequías y grandes inundaciones han afectado a la provincia del Chaco, una de las más pobres del país, y donde se ha registrado hasta el 70 por ciento del desmonte de los boques nativos acaecidos en la Argentina el último año.

Chile

Desde la implantación del modelo de exportaciones, el sector forestal se ha transformado en el más fuerte en el área de los recursos naturales, llegando a un 19,3 por ciento entre 1975 y 1994, convirtiéndolo en uno de los sectores más dinámicos de la economía. La ampliación del mercado a más de 80 países lo consolida como uno de los ejes del modelo exportador chileno. Las plantaciones de pinos y eucaliptus aumentaron con un promedio superior a 50 000 hectáreas anuales entre principios y fines de los años 90.

Producto de las ventajas impositivas aplicadas al sector, más un complejo sistema de apoyos desde el Estado, se han instalado en el país cuantiosas inversiones de trasnacionales que trabajan en el sector. Ellas han ido comprando tierras a pequeños y medianos productores, lo cual ha significado una fuerte concentración de la tierra, y ha producido un enorme daño a los bosques nativos, que son reemplazados por monocultivos subsidiados.

Soluciones frente a la pérdida de biodiversidad

La deforestación es una realidad cotidiana con la cual los habitantes del planeta convivimos. En la actualidad, cuando se habla de cambio climático -de la necesidad de proteger al planeta como forma de protegernos a nosotros mismos- es vital que la discusión no sólo quede en planos econométricos, y es de destacar que cuando se habla de sumideros de carbono, de cuotas, de plantaciones, no se habla de lo mismo que se estipula cuando se exige justicia climática. La riqueza de la actual biodiversidad y un caudal de conocimientos y costumbres no cuantificados se debaten entre la sobrevivencia y la extinción, y con ello buena parte de nuestras esperanzas de poder vivir en un mundo mejor.

Fuente: Radio Mundo Real

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