Pensar a contracorriente sobre la crisis climática

El doctor Eduardo Julio López Bastida, profesor universitario e investigador cienfueguero, acaba de ganar, por segunda ocasión, un importante lauro en la XII edición del Premio Pensar a Contracorriente.

Dicho premio, es una importante convocatoria que se hace con el objetivo de reconocer y difundir el pensamiento crítico sobre los problemas y desafíos del mundo contemporáneo desde una amplia perspectiva anticolonial y antimperialista, con el auspicio del Ministerio de Cultura, el Instituto Cubano del Libro y la Editorial de Ciencias Sociales.

En esta ocasión mereció el Premio Especial Una especie en peligro por su ensayo Algunas consideraciones éticas y ecológicas sobre el cambio climático.

¿Qué consideración le merece el Premio Pensar a Contracorriente?

El objetivo del premio me parece muy importante, pues consiste en reconocer y difundir el pensamiento crítico sobre los problemas y desafíos del mundo contemporáneo desde perspectivas de amplio sentido anticolonial, antimperialista y emancipador, como alternativa al silenciamiento y la marginación de los grandes circuitos de reproducción hegemónica y dominación social e intelectual. Aspira a contribuir al desarrollo de ideas, análisis y propuestas activas dentro del campo de las Ciencias Sociales y de la cultura, fomentando un ambiente de armonía sobre diversidad de enfoques y puntos de vista para una sociedad futura pos capitalista.

Los dos premios obtenidos me han dado la oportunidad de integrar, resumir y ordenar algunas ideas y sus correspondiente debates, que he presentado en diversas instituciones académicas, científicas, religiosas e intelectuales de América Latina, y en el que he pretendido dar respuestas, desde mi visión, a muchos amigos que ante la pregunta de si tiene el mundo de hoy arreglo alguno, se muestran pesimistas y faltos de esperanzas.

En la introducción del texto ganador de la más reciente edición usted plantea que “los ciclos del sistema de producción actual chocan brutalmente contra los de la biosfera”. Pudiera ampliar esa afirmación.

El tiempo es una dimensión básica para la existencia humana, y en este momento se encuentra afectado de forma muy profunda por desajustes y conflictos provocados por las crisis que vive la humanidad.

A partir de la aparición del hombre como especie humana cambiamos nuestro entorno y en esta larga coevolución entre ambos, hemos arribado a un ritmo de tiempo industrial dado por la velocidad en que consumimos materias primas y energía insostenible. En otras palabras, la humanidad consume más de lo que la naturaleza puede generar y así se está sobreexplotando el capital natural global.

Si todos viviéramos hoy con el estilo de los Estados Unidos se necesitarían cinco planetas iguales a la tierra. Es extremadamente preocupante la escasez de tiempo que nos queda para reaccionar adecuadamente ante esta situación. La humanidad se asemeja cada vez más a la carrera suicida de un vehículo fuera de control.

Si “el cambio climático constituye un reto universal no solamente desde el punto de vista medioambiental, sino también para el desarrollo”, ¿por qué las grandes potencias más influyentes no lo asumen con la responsabilidad debida?

La respuesta a esta pregunta parte de las bases mismas del sistema capitalista, cuya ley fundamental es la acumulación del capital para obtener ganancia a toda costa, sin importarles la naturaleza y las personas.

Carlos Marx plantea en El Capital que “el capitalismo viene al mundo chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta los pies”. Esto hace surgir un nuevo Dios de los tiempos modernos: el dinero.

Y el Dios Dinero es adorado incondicionalmente casi por el mundo entero. Hoy todo se mueve con él; se compra y se vende la vida; se hacen guerras por su causa; se aplasta la dignidad humana… Los templos nuevos del mundo materialista son la Bolsa, los bancos, los grandes almacenes, las bases de las mafias, los paraísos fiscales y todas las instituciones que representen especulación y ganancia.

La economía en el capitalismo neoliberal pierde las condiciones sociales, históricas, psicológicas y ecológicas del entorno en que se desarrolla, lo que hace imposible pensar en una solución definitiva dentro de los marcos de ese sistema para resolver los problemas del cambio climático.

Usted esboza en su ensayo: “La crisis climática es más compleja de lo que se viene planteando en el debate mediático actual”. ¿Por qué?

Las razones son varias. Entre las principales que abordo en mi ensayo son: las modificaciones del clima no pueden verse de forma aislada, sino en su interacción con las problemáticas económicas, sociales, ambientales, culturales, científicas, institucionales, tecnológicas y sociales, y desde una perspectiva histórica.

Por otra parte, las soluciones científico-técnicas, así como las políticas del cambio climático y su interacción, someten a examen a algunas nociones sobre las que han descansado la base organizativa y la gobernabilidad de la sociedad moderna, lo que requiere formas emergentes y nuevas de ser-hacer-estar-relacionarse, como acción socio-ética-política-cultural.

Por lo tanto, los compromisos para su solución necesitan permanentemente aprender, desaprender y reaprender diversas formas, modos y condiciones de negociar, conjugar, asociar los discordantes valores, sentimientos y percepciones individuales, desde una visión de sociedad, lo que necesita de un diálogo ético que combine la razón y la pasión.

También sostiene que la crisis climática necesita reemplazar los actuales patrones de conducta por una nueva ética de la sostenibilidad. ¿La considera posible a pesar de los tantos obstáculos?

Yo sé que es difícil y pudiera ser una utopía, y en mi ensayo planteo las barreras ecológicas, sociales, económicas, espirituales, del conocimiento y educativas que esto tiene.

Pero aunque sea una utopía, ellas tienen funciones orientadoras, valorativas, críticas y esperanzadoras que permitan unir, organizar y movilizar a todas la clases progresistas, en una cruzada conjunta de sentidos, sentimientos y esperanzas en la lucha por un mundo más humano, justo e igual, para nosotros mismos, para la naturaleza y las futuras generaciones.

Coincido plenamente con Eduardo Galeano cuando plantea: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”.

¿Cómo se inserta Cuba en el empeño de afrontar el cambio climático y sus efectos?

El cambio climático tiene dos enfoques para enfrentarlo: la mitigación (disminución de los gases de efecto invernadero) y la adaptación (tomar medidas para pailar los efectos del cambio climático).

Cuba parte del principio de que el debate climático es, en última instancia, un espacio de lucha ideológica entre los países desarrollados y subdesarrollados y que las responsabilidades tienen que ser compartidas, pero diferenciadas, donde los desarrollados tienen una deuda climática con los subdesarrollados por haber sido los causantes del 80 % de las emisiones que provocan el efecto invernadero.

Aunque Cuba, por un problema ético y ecológico implementa medidas de mitigación como la lucha constante por la eficiencia energética, la introducción en nuestra matriz de generación de nuevas fuentes renovables y la disminución de los gases de efecto invernadero en la agricultura, pienso que la prioridad del país esté en la adaptación, pues su aporte es muy poco (0.13 por ciento). Sin embargo, se prevén algunos impactos significativos, producto de este cambio, que deben aumentar con el tiempo.

Las consecuencias más significativas las podríamos tener en el incremento de la actividad ciclónica; variación del régimen pluviométrico y de las oscilaciones de temperatura extremas; penetraciones del mar; incremento de fenómenos meteorológicos peligrosos, como la sequía, los cuales pueden tener consecuencias sobre los recursos hídricos y marinos, las zonas costeras, la agricultura y la silvicultura, los asentamiento humanos, la biodiversidad, la vida silvestre y la salud humana. Desde principios de los años 90, el Gobierno cubano promueve una seria de acciones gubernamentales para el enfrentamiento del cambio climático.

Prestigiosas instituciones científicas dedican esfuerzos mancomunados para trazar estrategias gubernamentales que permitan estar preparados para eventuales afectaciones.

Como conclusión, me gustaría destacar que lo más importante para mí al escribir los ensayos es que sirvan, en especial a los más jóvenes, para hacer reflexionar acerca de los desafíos que vive la humanidad actual. Para hacerlos he tomado y desarrollado ideas de pensadores que honran la escasez de sabiduría que tienen nuestros tiempos, como Fidel Castro, Evo Morales, Rafael Correa, Francois Hourtar, Esquivel, Frei Betto, el Papa Francisco y otros a quienes les agradezco por haberme enseñado la necesidad de una nueva ética para el mundo de hoy.

Me gustaría debatir estas opiniones con otras personas y para ello ofrezco mi correo electrónico, para si quieren contactar conmigo: uc.ude.fcu@netuk, lo cual me agradaría mucho.

Fuente: Trabajadores

Temas: Ciencia y conocimiento crítico, Crisis climática

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