Respiramos, tomamos y comemos plástico
No importa el lugar en donde nos encontremos. En nuestro hogar, oficina, o en una cafetería. Si hacemos el ejercicio de estudiar los materiales de los objetos que nos rodean es muy posible que en su mayoría nos encontremos con plásticos.
Por ejemplo, quien suscribe esta nota la redactó en su computadora portátil cuyas piezas están elaboradas por diferentes tipos de plásticos. Ni hablar de los lentes que cargaba puestos, con una montura de plástico.
Al fijar mejor la mirada por la sala de mi casa -lugar donde trabajo-, sorprendió encontrarme con tantos objetos elaborados con este material. Como si hubiese sido todo premeditado para esta nota.
En el suelo varios tipos de pelotas -de mi hijo de 9 años- tiradas en diferentes puntos, todas de diferentes tipos de plásticos. Cerca de ellas sus canilleras para protegerse en sus prácticas de fútbol, también de plástico.
Al afinar un poco más la vista encontré más sorpresas: el ventilador que uso en los días de calor; el bolígrafo para escribir las listas del mercado; mi celular, las cornetas a las que conecto mi iPod; el teléfono de la casa… Todos elaborados con piezas de plásticos.
El plástico es un invento del hombre que tiene un poco más de 100 años. Se le adjudica su creación al químico estadounidense Leo Baekeland, quien inventó la baquelita, la primera sustancia plástica sintética que se podía moldear con el calor y, una vez fría, se convertía en un material termoestable, resistente y aislante.
Sin embargo, es el químico estadounidense Waldo Semon quien crea, en 1926, el Cloruro de Polivinilo (PVC), otro tipo de plástico muy usado en la actualidad en una gran cantidad de productos para el hogar e industriales, desde impermeables y cortinas de baño hasta una infinidad de materiales de fontanería.
En la década del treinta se diseñan asimismo otras variedades de plásticos bastante usadas hoy como el polietileno y el poliestireno.

Plástico para todo
La eficiencia de este material, y su costo, hizo que en las décadas del sesenta y setenta se convirtiera en el sustituto de materiales un poco más costosos como la madera, el vidrio y algunos metales ligeros.
Pero es en los años ochenta que se intensifica su producción, convirtiéndose la industria del plástico en una de las de mayor presencia en el mundo.
El uso de este material se expandió de manera increíble: lo vemos en supermercados convertido en bolsas; en farmacias como empaques para píldoras; en las escuelas en formas de reglas o sacapuntas; en el hogar y la construcción en miles de maneras.
Pero hay un punto importante del que se niegan a hablar las poderosas industrias del plástico, y es de las consecuencias catastróficas que este material está causando al planeta, la vida humana y animal, cuando se convierte en desecho.

En el artículo “La Antártida, entre pingüinos y microplásticos”, su autor, Eliecer Centeno, alerta sobre la gravedad de la presencia -revelada recientemente- de microplásticos en la nieve superficial de La Antártida, una región en la que la actividad humana es casi nula.
“Las consecuencias de esto para la vida antártica son terribles”, advierte Centeno y denuncia que animales como pingüinos, aves marinas, focas y ballenas se encuentran respirando, tomando agua o alimentándose en un entorno contaminado.
Asimismo, señala que investigadores en el área han manifestado preocupación debido a que estas partículas afectan la capacidad de la nieve de reflejar la luz solar y, por lo tanto, se empeora aún más los efectos del calentamiento global en las regiones polares.

Por su parte, Éder Peña, en su artículo “Planeta plástico”, expone la presencia de islas destinadas a recibir millones de toneladas de desechos plásticos pero que estos compuestos no se quedan allí.
Explica Peña que los residuos plásticos, con el paso del tiempo, se terminan convirtiendo en diminutos fragmentos que se elevan y caen a los suelos y al mar junto con la lluvia o la nieve.
En el mar, precisamente, estas micro partículas, denominadas microplásticos, se mezclan con las microalgas, que son microorganismos fotosintéticos unicelulares que desempeñan un papel fundamental en los ecosistemas acuáticos y marinos…
José Roberto Duque, en su artículo “Microsplásticos hasta en la sopa (y en los cuerpos)”, revela un estudio en el que se evidencia que la placenta humana, que es la barrera protectora para el feto, y también una gran fuente de nutrientes, es otra sede de los microplásticos.
“Nos sigue sorprendiendo que hasta en el proceso de gestación estén presentes, sobre todo por su asociación a problemas de salud tanto para la madre como para su bebé. El polietileno fue el protagonista en el análisis de las muestras de placentas, evidenciando que es el mayor intruso entre todos y suele encontrarse en masa en la industria estadounidense: es un material accesible que en el 2021 abarcó el 26,9% de la producción mundial de plásticos”, agrega Duque en su escrito.

Acá nos detenemos en este punto y nos preguntamos: ¿El reciclaje del plástico no nos está ayudando a controlar esta situación? Este es otro tema…
Solo el 9% de los residuos de plásticos del mundo se ha reciclado alguna vez, el 12% se ha incinerado y el 79% se ha acumulado en los ecosistemas naturales. Y ante estos números nos preguntamos: ¿estamos perdidos?
Al parecer no. Experiencias recientes con la tecnología nuclear parecen demostrar que esta herramienta puede ser clave para combatir la contaminación por microplásticos.
Por ejemplo, el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) lidera el programa NUTEC Plastics, que combate la contaminación plástica mediante dos enfoques: el reciclaje mejorado con radiación, que modifica plásticos difíciles de reciclar, transformándolos en materias primas reutilizables; y el monitoreo de microplásticos en océanos, en el que participan más de 60 países en una red global de laboratorios equipados con técnicas nucleares e isotópicas para rastrear y cuantificar microplásticos en ecosistemas marinos.

También hay experiencias de aplicaciones prácticas al desecho plástico con tecnología nuclear en países como Filipinas, Argentina, Malasia e Indonesia.
El Instituto de Investigación Nuclear de Filipinas, por ejemplo, emplea radiación para mejorar las propiedades termomecánicas de plásticos reciclados, usándolos en materiales de construcción como tejas y ladrillos.
Mientras tanto en Argentina, la Comisión Nacional de Energía Atómica desarrolla técnicas de irradiación para compatibilizar mezclas de plásticos heterogéneos, facilitando su reutilización en productos industriales.
En Malasia e Indonesia colaboran con empresas privadas para convertir residuos de polietileno y teflón en aceites pirolíticos y micropolvos, útiles en lubricantes y pinturas, mediante irradiación.
Fuente: La Inventadera