Argentina: el modelo agropecuario actual y la biotecnología (2da parte)

Idioma Español
País Argentina

Recién en marzo de 2009, a partir de las declaraciones en un diario del Dr. Andrés Carrasco (deslegitimadas inmediatamente por el ministro Barañao), tomó estado público el aspecto relacionado con el impacto del herbicida glifosato (sólo uno de los cientos de agroquímicos utilizados en la actividad agropecuaria)respecto al ambiente y en especial a la salud humana .

Nos llama la atención la inacción de la mayoría de la comunidad científica frente a las denuncias permanentes a lo largo de los últimos 13 años de habitantes de regiones afectadas por la aplicación de agroquímicos. En lugar de responder a las necesidades de la población, que sostiene con sus impuestos la formación de los científicos y gran parte de su labor de investigación, la comunidad científica en su mayoría continuó a lo largo de este período con su trabajo cotidiano como si esas denuncias no existieran. Esta situación toma particular interés cuando los reclamos ante las distintas instituciones gubernamentales son rechazados por éstas con la excusa de que no hay “estudios serios” que demuestren los efectos negativos de los agroquímicos.

En lo que sí trabajó la comunidad científica es en el desarrollo de políticas e investigación en biotecnología y de materias que imparten conceptos fundamentales para el desarrollo de los bionegocios y el éxito empresarial. Algunos ejemplos:

· La CONABIA, creada en 1991, es el organismo responsable de dar el marco regulatorio y desarrollar la primer normativa para la introducción experimental y liberación al ambiente de Organismos Genéticamente Modificados (OGMs). Está constituida por representantes de los sectores público y privado involucrados en la biotecnología agropecuaria. Algunos de los científicos que forman o formaron parte de la CONABIA tienen o han tenido alguna vinculación con empresas del sector, mostrando un claro conflicto de interés a la hora de analizar el impacto de la nueva tecnología.vi.

· Se está por inaugurar el Instituto de Agrobiotecnologí a Rosario, en el predio del Centro Científico Tecnológico Conicet – Rosario, donde la empresa Bioceres e Investigadores del CONICET desarrollarán una tecnología nacional al servicio del modelo agroexportador y los agronegocios.

· En la Facultad de Agronomía de la UBA existen posgrados en agronegocios y alimentos, además de trabajos conjuntos con Bayer para estudiar la cadena de la soja con el objetivo de “encontrar oportunidades en el sector” y promover “alternativas superadoras a partir de ventajas competitivas sustentables” vii.

· En la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEyN) de la UBA hay profesores que trabajan con las empresas del agronegocio y se encargan con empeño de promover y defender dicho modelo en sus clases y por mails a toda la facultad. En esta misma casa de estudios, se está intentando hace años crear una carrera en biotecnología.

El ascenso que ha tenido la rama de la biotecnología, o mejor dicho los bionegocios, responde al modelo que se ha venido impulsando desde el Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva o desde la actual gestión de la FCEyN y que coincide con los lineamientos de la Ley de Educación Superior (LES) menemista y su continuación kirchnerista: una facultad, una Universidad y un sistema científico al servicio del mercado o de la empresaviii. Así, del agronegocio por ejemplo, se remarca su importancia para nuestro país –con argumentos insostenibles como que resuelve problemas de hambre o derrama bienestar- y se apunta a promoverlo como un beneficio para la sociedad, sin tener en cuenta (y sin querer mostrar) sus trágicas consecuencias ya descritas.

Insistimos, es difícil pensar a la ciencia como una actividad neutral considerando estos antecedentes. De hecho, creemos que actualmente el sistema científico aporta a profundizar el modelo vigente, con todo lo que ello implica.

En muchas carreras de la FCEyN, el modelo que ha prevalecido es el de la ciencia básica con una importante presión por “publicar o perecer”. En la superficie, ciencia básica y ciencia aplicada, publicar o patentar, el paper o la empresa, pueden parecer modelos opuestos. Pero en realidad creemos que no lo son. Son sólo dos extremos de un mismo proceso productivo. En ambos casos, hoy en día, se trabaja bajo una lógica de producción capitalista, con trabajo precario, en muchos casos generando la necesidad (mercado de consumo) de una competencia por prestigio o por dinero. En ambos casos, se logra enajenar al científico (no a todos por suerte) para estar siempre corriendo atrás de una zanahoria (que hoy por hoy ya es transgénica seguramente) y no poder hacer otra cosa que dedicarse a sí mismo y a la propia auto-perpetuació n del sistema que no logra cuestionar.

Rara vez, entonces, encontramos una práctica científica verdaderamente crítica que haga un aporte a las necesidades sociales. Claro, esto sólo puede ir de la mano del pasaje de un modelo para la exclusión, la explotación, la opresión a otro con valores de igualdad, justicia y libertad. Sin embargo, hoy por hoy el modelo es el primero, y quienes financian en buena parte la ciencia actual son los mismos que lo imponen. Con estas ideas en mente, si bien cuesta creerlo, nos parece que es más fácil entender otros hechos, como que la actual gestión de la FCEyN-UBA y el consejo superior de la UBA acepten con entusiasmo los fondos manchados de muerte del negocio de la megaminería.

Algunas reflexiones más

La biotecnología es una herramienta muy poderosa que tiene muchos campos de aplicación además de la producción de cultivos GM con características de interés agronómico. Por ejemplo, la terapia génica en humanos para curar cierto tipo de enfermedades, la biorremediació n de ambientes contaminados utilizando microorganismos o vegetales GM, el desarrollo de vacunas en plantas de acelga o lechuga entre muchas otras, la producción de medicamentos en bacterias, hongos, animales y plantas transgénicas, etc.

Si bien no negamos lo anterior, creemos que el argumento que se desprende de esto debe darse vuelta. Desde nuestro punto de vista, trae serios inconvenientes primero desarrollar ciencia y tecnología y luego ver qué problemas se pueden resolver con su uso y potencial aplicación. Debería ser al revés, primero definir los problemas sociales legítimos a resolver y luego planificar qué líneas de investigación desarrollar con el objetivo de ayudar a resolverlos.

Los cultivos GM y la biotecnología en general son producto del sistema capitalista actual. Suponiendo que se prohibiera la utilización de glifosato y soja transgénica, no creemos que se acabaría la problemática. Los problemas que traen los cultivos transgénicos son similares a los que pueden traer los monocultivos sin ser transgénicos y los mismos que observamos en el caso de la megaminería. En todos estos casos se utiliza a la innovación científico-tecnoló gica para la explotación de recursos naturales sin otro objetivo que la maximización de ganancias. Creemos que es un problema, entonces, estructural, no aislado y que, como comunidad científica, nos toca especialmente de cerca.

Preguntas que nos surgen

¿Por qué un reclamo es legítimo cuando lo realiza un científico, y no lo es cuando lo hacen distintas organizaciones sociales o individuos afectados. ¿Por qué se crea un comité para estudiar los riesgos del glifosato recién ahora que aparece la denuncia mediática de un científico, y no se pensó en ello cuando aumentaban las denuncias por malformaciones, cáncer, abortos espontáneos, etc. en los últimos 13 años? ¿Vale más la palabra de un científico que la de cientos de personas?

¿Qué sociedad queremos? Considerando nuestra especificidad, ¿qué ciencia queremos? ¿Cómo se deben definir las líneas de investigación a desarrollar? ¿Cómo puede aportar la ciencia al cambio hacia una sociedad más justa, igualitaria y libre?

vi Esta curiosa coincidencia también se da en otros países donde se aplica el modelo: en EEUU, a fines de los años 90, se constató que los científicos evaluadores de mayor rango en la Agencia de Protección Ambiental (EPA) recibían al menos parte de su sueldo de la industria agroquímica.

vii http://www.lanacion .com.ar/nota. asp?nota_ id=1110500

viii En su versión del 26 de agosto de 2009 el cable semanal, órgano de propaganda de la gestión de la FCEyN-UBA (propaganda pagada por los impuestos de la gente) dice: “Por segundo año Incubacén, la incubadora de empresas de base tecnológica dependiente de la FCEyN, ofrece a los alumnos, docentes y/o graduados de cualquier carrera que se dicta en la Facultad, la posibilidad de realizar un curso intensivo que promueve el desarrollo de los rasgos y conductas asociadas al éxito empresarial. Se trata del “Taller de desarrollo de comportamiento emprendedor”, llevado a cabo por la Fundación Empretec, que presenta una metodología interactiva y vivencial.”

Fuente: Colectivo desde el pie

Temas: Agrotóxicos, Transgénicos

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