Argentina: Extensión de la frontera agrícola y enfermedades virales

Idioma Español
País Argentina

Los cambios producidos en la provincia de Córdoba por la expansión de la frontera agrícola y la proliferación de emprendimientos inmobiliarios, en desmedro de la vegetación nativa, pueden vincularse con el aumento de las enfermedades virales transmitidas por mosquitos, según afirma un especialista en virología.

En Córdoba, hemos visto que en la última década se ha extendido la frontera agrícola para la producción de granos y otro buen porcentaje para la expansión de emprendimientos inmobiliarios en áreas rurales. La ciudad va avanzando.

Al mismo tiempo, la provincia ha sido noticia por la emergencia de enfermedades virales transmitidas por mosquitos, los que encuentran en el hombre un hospedador que les permite difundirse.

Esta coincidencia no es casualidad. El impacto ambiental que generan los cambios productivos está contribuyendo a la expansión de los mosquitos transmisores de enfermedades.

Los virus se hallan en la naturaleza desde siempre, infectando insectos, roedores y aves, que actúan como vectores u hospedadores. Los vectores (mosquitos) y los hospedadores (vertebrados) reciben el virus, y es en ellos donde pueden lograr la fase infectiva.

La propia biología de los virus hace que estos busquen colonizar nuevas especies u hospedadores donde multiplicarse para garantizar la continuidad de sus genes. Esto es posible gracias a las mutaciones, que ocurren en la intimidad del genoma viral. Así, pueden traspasar la barrera de los vectores y hospedadores silvestres como palomas, roedores e insectos, para su ingreso a la vida de los humanos.

Transformaciones:

Tiempo atrás, las ciudades se rodeaban de cinturones verdes de frutales y hortalizas. Hoy lo que rodea a la ciudad de Córdoba ya no son terrenos donde se producen frutas y verduras, sino granos.

Esto ha provocado el aumento de poblaciones de aves granívoras, como la paloma torcaza, la paloma manchada y la cata, especies que pueden ser hospedadoras de algún virus, bacteria y otros patógenos. En cuanto a las áreas de bosques y pastizales, se han convertido en zonas urbanizadas, las que tienen una deficiente planificación y control, es así como brindan sitios de cría para mosquitos vectores de virus: Aedes aegypti y Culex quinquefasciatus .

“Con el aumento de las poblaciones de la paloma torcaza en las áreas agrícolas de la zona central del país, se observó el aumento de los casos y de la actividad del virus de la encefalitis de San Luis, y cuando estudiamos cuáles son los hospedadores aviares que multiplican este virus, constatamos que es la paloma torcaza”, comenta el doctor en biología Adrián Díaz, del Instituto de Virología Doctor José María Vanella, de la Universidad Nacional de Córdoba e investigador del Conicet, especialista en el estudio de los factores causantes de la emergencia de estas patologías, a quien consultamos por las enfermedades virales.

Si bien los requerimientos del virus son siempre los mismos, necesitan un vector (transmisor) y un hospedador donde multiplicarse. Ocurre que se ha cambiado el ambiente y, por ende, la composición de la fauna donde el virus estaba antes circulando.

Al cambiar esta fauna también se modifica la actividad viral, es decir que cuando se alteran los hábitats o nichos ecológicos donde los virus realizan sus ciclos biológicos, esos hábitats comienzan a ser colonizados por especies, como es el caso de la paloma torcaza. En la actualidad ocurre esto.

El nicho:

“Todos los virus tienen un nicho ecológico. Esta denominación se refiere a las condiciones óptimas que garantizan el desarrollo y multiplicación de los mismos. Algunos virus tienen nichos ecológicos más limitados y se denominan ‘especialistas’, tal el caso en chikunguña, dengue, zika y fiebre amarilla. Otros virus tienen un nicho ecológico más amplio y son denominados ‘generalistas’; este es el caso del virus de la encefalitis de San Luis, West Nile y otros”, sostiene Díaz.

El cambio de nicho ocurre cuando, por distintos factores, el virus sale de este o bien cuando el hombre se introduce en sus ambientes naturales invadiendo sus espacios y circuitos de transmisión y multiplicación.

Así, el virus accidentalmente lo infecta por medio de los mosquitos vectores, Aedesen el caso del dengue, zika, fiebre amarilla o chikunguña, y Culex en el caso de la encefalitis de San Luis.

De este modo comienzan a circular en las poblaciones humanas y posiblemente a propagar la enfermedad que producen. Así, el virus salta de especie y cambia de nicho adaptándose a nuevos escenarios ecológicos y ambientales.

La capacidad de mutación de los virus sumada a las transformaciones ocasionadas por el hombre en las áreas naturales potencian su expansión.

La Organización Mundial de la Salud advierte que el riesgo de emergencia de estas enfermedades virales se concentra en latitudes tropicales de países en desarrollo con alto impacto ambiental.

De la torcaza al ser humano:

La paloma torcaza se alimenta de granos durante el día, y se desplaza a las zonas periurbanas, donde va a encontrar su alimento, regresando por las tardes a las zonas urbanas, que utiliza como dormideros.

De este modo, estas aves establecen una sincronía con los mosquitos hembra, que son hematófagos nocturnos y que al picar inoculan el virus en la torcaza estableciendo el ciclo de multiplicación urbana.

Tengamos presente que la enfermedad en la infección viral es un accidente. La mayoría de las infecciones son combatidas por nuestro sistema inmune, por lo que es esencial ayudarlo con una vida y alimentación saludable.

“El foco sanitario tiene que hacerse en dos puntos principales: saneamiento ambiental que permita una disminución de las poblaciones de paloma torcaza y regulación de las poblaciones del mosquito vector. No hay vacunas para inmunizar a la población”, asegura Díaz.

Hay medidas de planificación ambiental que, implementadas, podrían contribuir en el corto plazo a bajar las poblaciones de vectores y hospedadores.

Es peligroso no incluir los aspectos ambientales en las políticas de salud pública, porque son una de las causas principales en la emergencia de estas enfermedades y nunca estaremos resolviendo el problema desde el origen.

Ante esta situación de dispersión del virus en áreas de hábitat humano, el foco sanitario debiera hacerse en el estado inmunológico del individuo para que él mismo pueda soportar o combatir las infecciones virales.

El bosque perdido:

Córdoba ha cambiado sus paisajes nativos por campos productivos y emprendimientos urbanísticos.

Hemos perdido el 95% de los bosques autóctonos.

Dichos bosques fueron de una gran riqueza en fauna y flora silvestre, cuya diversidad ha funcionado como amparo y reservorio de material genético, material de estudio y freno a un sinnúmero de eventos sanitarios que hoy empezamos a conocer.

Los árboles, arbustos, hierbas y pastizales garantizan la absorción de las aguas de lluvia y el excedente se filtra al suelo rocoso hasta sumarse a arroyos y ríos serranos.

“Hay una teoría que se llama ‘efecto de dilución’, la cual indica que los ecosistemas con mayor diversidad biológica atenúan la actividad de los patógenos. En cambio, aquellos muy pobres han sufrido la pérdida de especies y aumentarían la actividad viral. Es lo que ocurre en los sistemas agrícolas y urbanos”, acota Díaz.

Hoy este sistema se ha roto y sufrimos anegamientos y crecidas inéditas. El cambio climático no nos excluye. La humedad ambiente se ha incrementado junto con las lluvias estacionales, que se intensificaron produciendo grandes daños. Los veranos cordobeses se parecen más a los litoraleños que a los antiguos veranos serranos.

Hemos migrado a un clima estival subtropical, lo cual contribuye a la proliferación de los mosquitos vectores de virus. Esta ecuación les permite llegar al hombre y provocar las enfermedades que emergen y creíamos erradicadas. Este complejo cuadro ambiental-sanitario-productivo requiere de políticas del Estado a nivel local, provincial y nacional para su reversión.

Fuente: La Voz

Temas: Agronegocio, Salud

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