Pulso Ambiental #13: El modelo agroindustrial actual

"En este número de Pulso Ambiental se dará cuenta de los impactos ambientales y sociales del modelo agroindustrial vigente, y de los actores e intereses en juego. Se abordará especialmente la cuestión de la soberanía alimentaria y las prácticas agroecológicas, las cuales vienen creciendo sostenidamente en el país, muchas veces como respuesta local al conflicto de las fumigaciones".

En Argentina es innegable la importancia económica del sector agropecuario industrial, en la generación de divisas por exportaciones (62% según datos del INDEC, 2019), en los ingresos por derechos a la exportación de retenciones (3,4% de la recaudación nacional) y los servicios asociados a la actividad. Pero también se trata de un modelo que por sus características se ha vuelto extractivista, con algunas cadenas altamente concentradas, y basado en el uso intensivo de insumos, muchos de ellos importados. Sus impactos socioambientales han sido ignorados por mucho tiempo. El modelo agroindustrial argentino degrada y contamina el suelo, el aire y el agua. Asimismo, tiene enormes impactos negativos sobre la biodiversidad y los ecosistemas. Es el motor principal de la deforestación, forzando la pampeanización de la producción al imponer la lógica productiva preponderante hacia otras ecorregiones del país como el Gran Chaco, hogar del segundo gran bosque de Sudamérica. Ello forjó una agriculturalización del país al eliminar las rotaciones ganaderas, desplazando a la ganadería hacia zonas donde antes no se la encontraba, como las áreas de humedales, con los fuertes impactos ambientales derivados de ello. 

Tampoco deja vestigio alguno de polinizadores ni otra fauna silvestre, y trae aparejada la resistencia de malezas dado el uso intensivo de agroquímicos. Como resultado, la “revolución verde” ha generado verdaderos “desiertos verdes”. El sector también tiene un rol importante en la matriz de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de Argentina, habiéndose disputado en los últimos años el primer y segundo lugar con el sector energético.

La aplicación intensiva y desaprensiva de agroquímicos asociada al modelo reinante (sin datos públicos oficiales acerca de las cantidades utilizadas) afecta severamente la salud de las personas que habitan en las cercanías así como también la de trabajadoras y trabajadores. Hay claras evidencias de que sustancias como el glifosato y otros químicos que se utilizan ante la aparición de resistencia a este producto químico, como la atrazina y el 2,4D, son altamente tóxicas y no inocuas para los seres humanos y otros seres vivos, lo cual ha generado fuerte conflictividad en los territorios, y ha llevado a las empresas productoras a numerosos juicios con sentencias condenatorias en distintas partes del mundo. En Argentina, la respuesta de los tribunales ha sido dispar en materia de distancias para fumigaciones.

El modelo agroindustrial tampoco genera alimentos diversos ni de calidad, reduciendo estos a simples mercancías, pensando en el sector como un mero generador de divisas. En adición, genera conflictos por la tierra. Al ser de escala y tecnología intensiva, demanda cada vez menos mano de obra, desplazando a comunidades locales de pueblos indígenas y pequeños productores quienes se ven forzados a dirigirse a los sectores más humildes y vulnerables de los centros urbanos, afectando su cultura y medios de vida.

En definitiva, si todas estas externalidades ambientales y sociales del modelo agroindustrial se incluyeran en los beneficios económicos que trae aparejados, los números serían totalmente distintos.

En los últimos años se ha advertido una profundización del modelo. Desde la introducción de la primera soja transgénica en 1996 -proceso caracterizado por la ausencia de participación ciudadana- hasta la fecha, se han autorizado 60 eventos transgénicos en el país, principalmente de las empresas Monsanto, Syngenta, Dow, Pioneer y Bayer (Ministerio de Agroindustria, 2019), con un gran ritmo de aprobación en el último año. Las políticas nacionales sólo han tenido el objetivo de incrementar la producción, apuntando a los mercados de exportación, de los cuales Argentina se ha hecho totalmente dependiente.

La concentración de la tierra se acrecienta, la carga anual de agroquímicos sube cada año, y se han desmantelado programas de apoyo a la agricultura familiar. Por otro lado, ha habido recientemente una renovada presión para reformar la Ley Nacional de Semillas 20.247, vigente desde el año 1973, buscando limitar el uso propio de las semillas para facilitar el cobro de regalías.

Se hace patente, por lo tanto, la necesidad de democratizar el modelo agrícola legitimado por un poder corporativo cada vez más concentrado. Es imperioso, en este sentido, que se inicie una transición hacia sistemas agroecológicos. La agroecología aplica principios ecológicos en la agricultura. Como ciencia, estudia el modo en que los diferentes componentes del agroecosistema interactúan y como conjunto de prácticas, busca sistemas agrícolas sostenibles que optimicen y estabilicen la producción. Pero también supone un movimiento social al promover la justicia social, la identidad y la cultura, reforzando la viabilidad económica de las zonas rurales.

Esto debe ir enmarcado en procesos de planificación multifuncional del territorio y gestión integrada intersectorial, en apoyo de la conservación de la diversidad genética y biodiversidad agrícola conexa. Serán necesarias reglamentaciones e incentivos, suprimiendo los subsidios que distorsionan el comercio y que resultan perjudiciales para la biodiversidad. Los mecanismos de fiscalización y la ampliación de la participación ciudadana son necesarios para alcanzar un sistema inclusivo y transparente. La asistencia técnica también cumple un rol importante en un proceso de cambio de modelo, a fin de generar capacidades sobre todo en pequeños productores. La investigación sobre los sistemas alimentarios y agrícolas, por su parte, necesita ser más multidisciplinaria y participativa.

En este número de Pulso Ambiental se dará cuenta de los impactos ambientales y sociales del modelo agroindustrial vigente, y de los actores e intereses en juego. Se abordará especialmente la cuestión de la soberanía alimentaria y las prácticas agroecológicas, las cuales vienen creciendo sostenidamente en el país, muchas veces como respuesta local al conflicto de las fumigaciones. Finalmente, se analizará el rol de la justicia para hacer frente a las problemáticas derivadas del modelo, así como la ingeniería de tipo jurídico-política y la movilización social que será indispensable para sentar las bases de un modelo agrícola y agroalimentario nacional justo y sostenible.

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Fuente: Fundación Ambiente y Recursos Naturales  

Temas: Agronegocio, Tierra, territorio y bienes comunes

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