Argentina: la comida..., ¿para el auto?

La instalación en el escenario alimentario y energético mundial y regional, con precisión quirúrgica, fuerte poder económico y un enorme lobby mediático, de los biocombustibles o agroenergéticos, produce un quiebre en el destino de millones de toneladas de alimentos que se utilizaran para mantener la insostenible voracidad energética de los países hiperdesarrollados, potenciando una inequidad ya existente en buena parte de la humanidad

El económicamente exitoso modelo de agricultura industrial que hoy se expande en la Argentina, está marcando profundos cambios sociales, económicos, ambientales y de logística, con serias restricciones a la sostenibilidad de todo el sistema urbano, rural, periurbano, ambiental y de logística. La transformación y sustitución de actividades productivas tradicionales, la llegada de nuevas tecnologías, el desplazamiento de cientos de miles de pequeños y medianos agricultores y su nueva reasignación productiva, no solo impactan ya, sobre la sostenibilidad social del propio sector rural, sino que involucran a los ejidos urbanos de los pueblos y ciudades dispersos en la planicie chacopampeana. También por cierto, se ven afectadas otras ecoregiones como la selva de Yungas en el NOA o la selva misionera.

Los problemas crecientes de contaminación y degradación de ecosistemas naturales y seminaturales y domesticados (es decir plantados), derivados de la intensificación y homogeneización de esta agricultura, aumentan no solo en el campo sino preferencialmente sobre los asentamientos urbanos.

En los anegamientos de Santa Fé, Coronda y Cañada de Gomez las precipitaciones excepcionales recientes tuvieron mucho que ver, pero el entorno de suelos planchados, es decir impermeabilizados, que ya no absorbían los excedentes de agua, también influenciaron.

La necesidad que tuvo el Consejo Deliberante de San Francisco, Córdoba, de prohibir en zonas aledañas a la urbanización, la fumigación con agroquímicos, da cuenta de un nuevo sistema rural insumo intensivo, que crece diariamente basado en la utilización de derivados del petróleo.

Lo que se hace ahora en Santiago, Tucumán, Salta, Chaco, Formosa y Misiones es ocupar un territorio y no colonizarlo planificadamente.

La Argentina del siglo XXI esta necesitando ordenar sus espacios regionales para una estructuración urbana, periurbana y rural que contemple las aspiraciones de todos los sectores sociales y no los intereses exclusivos de las multinacionales y los latifundistas.

Pero hoy en día a todo este panorama, que ya enfrentamos desde principios de los años noventa y que, a pesar de sus impactos, es impuesto como el camino dogmático a seguir, se suma una nueva y aun mas poderosa discusión que tiene en su centro el nuevo destino que se esta planteando para una buena parte de la producción de alimentos.

La instalación en el escenario alimentario y energético mundial y regional, con precisión quirúrgica, fuerte poder económico y un enorme lobby mediático, de los biocombustibles o agroenergéticos, produce un quiebre en el destino de millones de toneladas de alimentos que se utilizaran para mantener la insostenible voracidad energética de los países hiperdesarrollados, potenciando una inequidad ya existente en buena parte de la humanidad.

Hace años que ecólogos y economistas de gran capacidad, prestigio y compromiso ético como H.T.Odum, D. Pimentel, N. Georgescu Roegen o S. Ulgiati, han demostrado con sólidos argumentos, los riesgos crecientes y los costes reales de un modelo de esta índole.

Decidir si inyectar nuestra comida en los tanques de combustible de 800 millones de automóviles o hacerla más accesible para los famélicos estómagos de prácticamente 2.000 millones de seres humanos no es una cuestión menor. No es una cuestión económica. Tampoco lo es tecnológica. Es sencillamente una cuestión ética, que tanto la sociedad global, como especialmente los gobiernos no están analizando con la tranquilidad, seriedad y ecuanimidad que el caso requiere.

La aparente mejora en la disminución de los efectos de los gases de efecto invernadero, al reducirse la inyección de CO2 a la atmósfera cuando se pasa de combustible fósil a biocombustible, no analiza con el mismo énfasis, los efectos de transformación de la industria petrolera para la producción de nuevos agroquímicos, fertilizantes y demás insumos. Existen modelos alternativos que dogmáticamente se niegan o a los que se les quita apoyo institucional y cuya expansión no tendrían estos efectos sobre la sociedad y el ambiente.

Tampoco se toma en consideración el hecho de que en casos específicos como el argentino, o en una buena parte de los territorios del Brasil, Bolivia y el Paraguay, existe una sostenida demanda por nuevas tierras y se avanza directamente sobre la masa boscosa, aportando con la intensa deforestación, extracción y quemado del material vegetal, una ingente masa de gases, justamente de efecto invernadero. Solamente en la zona chaqueña se están estimando incorporar en el mediano plazo, alrededor de 3.000.000 de hectáreas nuevas (con maíz, soja, girasol, colza, ricino, jatropha). Un vehículo familiar, de los menos contaminantes de Buenos Aires emite alrededor de 146 gramos de CO2 por kilómetro, llegando a 343 g CO2/Km., según el modelo. Por otro lado, un bosque de clima templado capta 14 toneladas de carbono por hectárea y por año.

Un buen ejercicio de fijación de lo que significa el desmonte para hacer agricultura de altos insumos surge cuando sabemos que la provincia de Salta autorizó el desmonte de 160.000 hectáreas desde diciembre a fines de marzo de 2007. Qué significa esto?. Que entre 90 a 120 días, tanto Salta como el país que la contiene, han eliminado una maquina biológica de fijación de CO2 que retiene el equivalente de 2.240.000 toneladas /año, estimación mas que conservadora porque el dato base se refiere a un bosque de clima templado y lo que se elimina para cultivar, en realidad es bosque tropical desde el semiárido como el del Chaco Seco hasta el superhúmedo de Yungas y Selva Misionera.

La tierra agrícola es cada año más escasa. A la disponible se la sobreexplota bajo modelos de producción insostenible. La nueva tierra agregada, es cada día de menor calidad, rápidamente agotable y con procesos erosivos crecientes. Es lo que el agricultor pampeano llama tierras marginales y que demandan insumos químicos crecientes en forma de fertilizantes y correctores.

La apropiación primaria neta de biomasa (HANPP), es la cantidad de energía que las plantas ponen a disposición del resto de las especies vivientes. La humanidad, según los cálculos de Vitousek, se apoderaba del 40 por ciento de esta producción primaria neta de los ecosistemas terrestres. Conforme mas elevado sea esta apropiación, menor será la biomasa para las especies silvestres. El crecimiento de la demanda en biocombustibles y alimentos hace crecer aun más esta presión sobre los recursos naturales.

Otra cuestión tiene que ver con el precio de los alimentos. Si los precios de las materias primas para fabricar biocombustibles siguen subiendo (maíz, soja y muchos otros), se producirá y ya esta sucediendo una fuerte competencia por estos (entre las propias agroindustrias de alimentos y la agroenergética), lo que redundara en la inaccesibilidad a los alimentos de una buena parte de la población.

Por otra parte, los modelos de producción agrícola intensiva acorralaron a aquellos de base agrícola familiar, que eran quienes producían materias diversas y de rápido consumo local. Hemos de recordar que prácticamente el 50 por ciento o más de los alimentos en América Latina provienen de este tipo de producciones familiares.

Por supuesto que las energías alternativas (solar, eólica, hídrica, hidrogeno, biomasa) pueden ser un camino alternativo a la crisis energética, que no es mas que una crisis de un modelo hipercentrado en el sobreconsumo de bienes. Pero esto haría imaginar una alternativa al fuerte modelo energético controlado ahora por las corporaciones petroleras y alimenticias. El camino del etanol, por su parte, mantiene todo el actual sistema de poder y además sirve como factor de contrapeso del precio del petróleo crudo.

La consecuencia para la población es una perdida de la soberanía alimentaria y un aumento de los costos de los alimentos, especialmente para la población mas desfavorecida.

En América Latina, dos tercios de la población, unos 400 millones de seres humanos no acceden normalmente a los alimentos. Un Presidente de la región, prometía hace muy poco, tres platos de comida diarios para toda su población, sin siquiera saber que bajo ese precepto, no alcanzarían los alimentos disponibles en ese momento en su extenso territorio. Si ese país se alineo en privilegiar la producción de biocombustibles esa promesa no será cumplida. La tierra es escasa y el destino que se le asigne, tendrá mucho que ver con el propio destino de nuestras naciones. Si en el Brasil, el modelo puede expandirse aun mas, con costos ambientales por supuesto, en otros países de la región ya no sucede lo mismo.

La disyuntiva entre biocombustibles o alimentos es un hecho en la Argentina. La tierra es limitada y los incrementos en la productividad de los cultivos, aun no absorben ni hacen neutro este proceso.

Existe una seria incompatibilidad entre uno y otro destino y esto debe revisarse bajo un esquema integral y no solo parcialmente.

Las ecuaciones energéticas de la agricultura industrial muestran su creciente demanda energética. Producir energía para consumir mas energía, no parece ser un camino ni lógico ni sostenible. Los coeficientes insumo producto de la agricultura industrial son siempre mas bajos que aquellos de la agricultura sostenible.

H.T. Odum lo manifestaba claramente. El mundo no puede seguir creciendo consumiendo energía y dependiendo de este modelo. Y Georgescu Roegen sentenciaba, haciéndonos comprender la importancia de la energía en el sistema alimentario: “No hay nada como eso, de que la comida es gratis…”.Estará en nuestras sociedades informadas, decidir si damos nuestro almuerzo a los automóviles o resolvemos definitivamente la crisis alimentaria de los casi mil millones de seres humanos que comen menos de una comida por día.

Walter A. Pengue es Director del Posgrado en Economía Ecológica, FADU, UBA y GEPAMA, FADU,UBA

Jorge H. Morello es Director del GEPAMA, FADU, UBA y CONICET

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