Crisis climática, un desafio para la condición humana y para una ética de la naturaleza

Idioma Español

El Cambio Climático que vivimos no es cualquier crisis más, es una alerta global sobre la ruta de autodestrucción que eligieron los poderosos, de las inequitativas posibilidades que quedan en el mundo para sobrevivir –los pueblos indígenas, los grupos sociales más pobres, las mujeres, los viejos y los niños son los más afectados en el mundo de hoy -.

La Paz es una hermosa ciudad andina rodeada de glaciares de la Cordillera Oriental de los Andes, entre los que se destaca el hermoso e imponente Illimani, Apu[1] guardián de sus habitantes y de los cerros menores que la rodean. Más de dos millones de habitantes se cobijan en este paisaje de valles urbanos y altiplano: La Paz y El Alto, dos ciudades de historias intensas, de larga trayectoria en la construcción de una sociedad donde la justicia y la diversidad cultural buscan convivir en armonía.

El escudo departamental de La Paz tiene en su centro la imagen imponente de este hermoso nevado, es decir que este glaciar es parte de la historia y la identidad de nuestro departamento. El Illimani, como la mayoría de los glaciares en el mundo, es fuente de una valiosísima información sobre la historia del planeta; al igual que los árboles, sus diferentes capas proporcionan datos sobre el clima en la tierra durante siglos. Mientras más antiguo sea el glaciar y más nieve y hielo concentre en su estructura, más aportará en la información sobre los diferentes períodos en el mundo sobre el clima y hasta la habitabilidad del planeta. Los glaciólogos suelen brindar informes sobre nuestra historia larga a partir de estudiar las diferentes capas de hielo formadas en el tiempo. La ciencia confirma lo que las ancestrales culturas andinas nos dicen: los nevados son nuestra memoria y por tanto nuestra protección.

Más aún, el Illimani de manto blanco en la ciudad de La Paz es fuente de inspiración para poetas, artistas y pintores que encuentran en su impresionante belleza una fuente de identidad y de sentido en sus vidas. Hay tangos, huayños, boleros y canciones que invocan el Illimani como símbolo de ensoñación. Cientos de grupos culturales de bailarines, musicales e intelectuales toman su nombre para identificarse. Walter Solón pintó un Illimani cuando las ventanas de su taller, ubicado en el barrio de Sopocachi, fueron cubiertas por un moderno edificio de los muchos que hace años van cerrando ventanas y levantando sombras en el barrio. Inconforme con no contemplar el hermoso nevado, su Illimani pintado en un papel sobre la ventana tapada, lo acompañó durante algunos años en su taller ubicado en el tercer piso de la Fundación Solón. Este glaciar es, sin duda, fuente de identidad y de inspiración.

Según la UNESCO[2] la identidad cultural es un derecho inalienable de los pueblos. Sin embargo, el Illimani, el Mururata, el Huayna Potosí, el Tuni-Condoriri y todos nuestros glaciares tropicales andinos, como decenas de otros glaciares en el mundo, símbolos de identidad y de memoria, se derriten ante nuestros ojos como una metáfora del poco tiempo que nos queda para reaccionar y cambiar el curso de los acontecimientos signados por la civilización occidental capitalista basada en la codicia y la acumulación irracional e irresponsable.

No es el único glaciar que perdemos por el calentamiento global. En Bolivia ya ha desaparecido un glaciar más pequeño y más frágil: el famoso Chacaltaya, que era la base del Club Andino Boliviano y tenía el único “lift” para sky en todo el país. Un glaciar donde los turistas y miles de jóvenes iniciaron sus aventuras en “sky” andino y podían disfrutar de patinar en el glaciar más alto del mundo a más de 4.000 metros de altura sobre el nivel del mar.

De ese glaciar hoy sólo queda el recuerdo y la sensación de impotencia ante un fenómeno que no hemos provocado -Bolivia es responsable de poco más del 0,10% de las emisiones globales-, pero del que sufrimos las peores consecuencias y en condiciones de gran vulnerabilidad. Los glaciares andinos son la base de la provisión de agua y de energía para las ciudades y poblaciones que los rodean, varios ecosistemas dependen de ellos para su equilibrio así como varios millones de habitantes. En el caso de La Paz y El Alto dependemos en más de un 40% de esta fuente de agua y energía. Estudios científicos del Programa Hidrológico Internacional de la UNESCO, ya alertan sobre la progresiva e inminente desaparición de los glaciares tropicales de los Andes y de la emergencia humanitaria que se vivirá por la falta de agua. En la actualidad más de 1 millón de personas de la ciudad de El Alto ya están recibiendo un servicio racionado de agua por la agravada escasez de este elemento en los servicios públicos, el Lago Titicaca ha bajado el nivel de sus aguas de manera alarmante, mientras que los animales de pastoreo de las comunidades rurales de las regiones del Altiplano y del Chaco mueren por la intensa sequía, los cultivos se ven afectados por plagas y enfermedades por el deshielo y el calor y muchas comunidades de las regiones rurales del país incluidas las de los Yungas, sufren por la elevación de la temperatura, la falta de agua y la afectación a sus más elementales medios de vida.

Estudios científicos prevén que esta situación afectará a más de 70 millones de personas en América del Sur en un futuro próximo. La pérdida de glaciares en el mundo amenaza el derecho a la vida a millones de personas. En el caso de los Glaciares del Himalaya que son los glaciares que están retrocediendo más rápidamente en el mundo a una media de 10-15 metros por año, su pérdida afectará la vida de al menos 1.500 millones de personas de China, India y Nepal.

Esto no sucede porque tengamos mala suerte, ni por ningún castigo divino, sino por una enorme deuda histórica que generaron los países desarrollados al haber aprovechado del espacio atmosférico, de nuestros territorios, de nuestra gente y nuestras riquezas. Y estamos hablando no sólo de Bolivia, sino del Sur Global. Así, colonialismo y capitalismo nos dejan una deuda de siglos de explotación, vulnerabilidad y marginalidad.

Quién nos devolverá nuestros nevados, fuentes de agua, energía, identidad y vida, ahora que el calentamiento global los derrite inevitablemente? Como enfrentaremos la aguda escasez de agua que hay en nuestras regiones? Quién responderá por las innumerables catástrofes e inundaciones en el mundo, ahora exacerbadas por los enormes cambios en el clima? En fin, quiénes devolverán al planeta la armonía que necesita para seguir cobijándonos?

El cambio climático, un espejo del sistema

La Conferencia de las NNUU sobre Cambio Climático ha delatado un sistema de vida profundamente insostenible en el mundo, mostrando que los impactos de la excesiva producción de gases de efecto invernadero son ya extremos y por mucho tiempo irreversibles. Aunque las emisiones bajaran a 0 ya nada nos devolverá nuestros nevados perdidos, ni nada evitará la pérdida de territorios en los países insulares, ni la agravada escasez de agua a nivel global, ni nada podrá controlar la enorme frecuencia de desastres ambientales provocados por este fenómeno en todo el mundo. Reportes científicos sobre la huella ecológica que deja actualmente la humanidad afirman que el planeta gasta 30% más de lo que la tierra puede regenerar en un año, arrastrando un déficit suicida3.

El equilibrio se ha roto. Nunca antes hemos enfrentado un problema de tal magnitud que evidencie tan claramente los más profundos problemas y contradicciones de nuestra civilización. Detrás del calentamiento global se esconde impune un sistema de acumulación irracional movido por el afán de lucro de empresas y transnacionales, y de visiones que aplicaron a ultranza una concepción de desarrollo y bienestar devastadora para el planeta, socavando las bases mismas de la vida y del futuro.(sobreexplotación, extractivismo, comodidad y despilfarro)

Es cierto que todos los países del mundo contribuyen a la emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI), pero los grados de responsabilidad son diferenciados; no todos los generan en la misma proporción y está claro que son los países desarrollados e industrializados son los principales responsables del calentamiento global. Estamos hablando de las acumulaciones históricas de GEI que se han producido desde principios de la era industrial y que en las últimas 4 décadas, coincidiendo con la vigencia globalizada del Consenso de Washington se han incrementado exponencialmente. En la actualidad el 80% de las emisiones globales son producidas por las industrias, la energía y el consumo desmedido de los países más ricos y más desarrollados que reúnen el 20% de la población mundial. América Latina es responsable apenas del 10.3% de las emisiones globales. Esta diferencia en las emisiones entre países desarrollados y países en desarrollo no han sido controladas ni antes ni ahora, a pesar de haberse alertado sobre este peligro hace más de 15 años y de haberse firmado el Protocolo de Kyoto destinado a este fin. De los 191 países que han firmado este Protocolo, uno de los más poderosos y contaminadores (20.2%)se ha negado sistemáticamente a ratificarlo como es el caso de Estados Unidos4, mientras que en las negociaciones de la COP 15 en Copenhagen los países desarrollados no realizan compromisos verdaderos para reducir sus emisiones e incluso pretenden escapar del cumplimiento que les exige el Protocolo de Kyoto archivándolo y buscando un acuerdo frágil y poco significativo.

El Cambio Climático que vivimos no es cualquier crisis más, es una alerta global sobre la ruta de autodestrucción que eligieron los poderosos, de las inequitativas posibilidades que quedan en el mundo para sobrevivir –los pueblos indígenas, los grupos sociales más pobres, las mujeres, los viejos y los niños son los más afectados en el mundo de hoy -.

Pero también es un desafío para, en medio del shock y las voces apocalípticas que pretenden salidas de urgencia antes que soluciones verdaderas, se busquen caminos de solidaridad, honor, justicia y equidad .

Por eso, la crisis climática al mismo tiempo es una crisis que pone en primer plano la necesidad de crear nuevos paradigmas civilizatorios, recuperando y construyendo una ética de relación con la naturaleza y el gran amor a la vida que tienen los pueblos y las comunidades locales en todo el mundo, los pueblos indígenas, las mujeres, las sociedades agrícolas; de su capacidad de adaptarse y sobrevivir, de desarrollar los principios de la solidaridad en la vida cotidiana, de enfrentar la adversidad apelando a su voluntad, a sus conocimientos tradicionales, a los saberes locales y a los que proporciona la vida diaria. También es una oportunidad para dar una mirada a todas las visiones y concepciones desarrolladas por diversas culturas en el mundo sobre la necesidad de una armonía con la naturaleza y sobre el cuidado que debemos al planeta, al ser una parte de él.

Hay millones de personas en el mundo, cientos de sociedades y culturas que gracias a sus conocimientos acumulados enfrentan los cambios globales, logran encontrar soluciones parciales y desarrollan propuestas dignas de ser tomadas en cuenta, pues nos enseñan que debemos enfrentar el problema desde sus orígenes y con la creatividad y la voluntad necesaria para revisar y cambiar los paradigmas de vida dominantes que nos dicen que el desarrollo es infinito: desarrollo=destrucción y extracción, bienestar=comodidad a costa del otro, éxito=poder y discriminación, poder = menosprecio y humillación.

Albert Einstein decía: “No podemos resolver problemas pensando de la misma manera que cuando los creamos”. Los principios que hasta ahora han regido para el desarrollo y la sobrevivencia han resultado ser calamitosos, pues no solamente están concentrados en un beneficio unilateral sino que generan destrucción en el medio ambiente y vulneran gravemente los derechos humanos. Sólo benefician a los más poderosos en el mundo, siendo el origen de las mas profundas inequidades e injusticias.

La necesidad de cambiar los paradigmas que sostienen nuestra civilización es apremiante, y ello implica una gran voluntad política. Pero sobre todo valor para deconstruir y recuperar lo que es capaz de cuidar la humanidad y la naturaleza de una manera no solamente sostenible, sino fundamentalmente equilibrada y justa.

El desafío de salir de la lógica mercantil

 

El mundo actual lo mercantiliza todo, el agua, la tierra, la vida, el conocimiento, el aire. Ese es el paradigma dominante, todo se vende, todo genera ganancias, mientras que el desarrollo y el crecimiento se mide con indicadores que señalan al mismo tiempo la destrucción del planeta y de la humanidad.

Por eso es que las soluciones que se han buscado hasta ahora para resolver un problema de la magnitud que describen los científicos no salen de los límites impuestos por la lógica dominante del mercado, el poder de las transnacionales y el consumo desmedido de los recursos naturales. Por ejemplo, uno de los mecanismos contemplados en el Protocolo de Kyoto y en las negociaciones hacia Copenhagen es el Mercado de Bonos de Carbono. Para algunos, este es el camino para enfrentar el cambio climático, para muchos, esta solución sólo permite a las empresas transnacionales y los países del Norte comprar el derecho a seguir contaminando a expensas de los pueblos y países que, aunque históricamente empobrecidos, conservan su naturaleza y aportan al oxígeno en el mundo.

Bajo la evidencia de que los países del Sur que tienen selvas y bosques ayudan al oxígeno en el planeta se promueve un mercado de bonos de carbono que puede ser es muy peligroso, pues en lugar de ir transformando la matriz productiva y de consumo hacia modelos más sostenibles -que es lo necesario históricamente-, se mantienen las raíces del problema. En lugar de contribuir a reducir las emisiones se fortalece un sistema que hace prevalecer la lógica del lucro y del extractivismo y no influye realmente en un control de las causas.

Otro ejemplo son los agrocombustibles, que aparentemente al ser combustibles en base a productos y vegetales y no fósiles, darían la idea de que se contamina menos. Sin embargo, los agrocombustibles son en primer lugar un gran negocio de las empresas de automotores y de semillas y farmacéuticas, y son un negocio redondo de los terratenientes; utilizan grandes cantidades de caña de azúcar o maíz, utilizan grandes cantidades de terrenos, constituyéndose en una presión para la deforestación y la ampliación de la frontera agrícola afectando a la seguridad alimentaria en todo el mundo (caso ya denunciado por la FAO, por varias ONGs especializadas y por las organizaciones de la Vía Campesina). El Grupo ETC afirma que el incremento en el precio de los alimentos experimentado entre 2002 y 2008, se debe básicamente a la producción de agrocombustibles. Su producción en varios países usa trabajo mal pagado y en muy precarias condiciones, ocasionando incluso enfermedades graves por malas condiciones laborales. Pero además varias fuentes afirman que estos combustibles “verdes” igual contribuyen a la emisión de gases no sólo por el uso de combustible fósil para su producción sino porque es una presión terrible para la deforestación; el 20% de las emisiones totales en el mundo provienen de la deforestación y la quema de bosques y selvas que en parte los empresarios y los negocios promueven para tener más tierras productivas, con consecuencias de enorme devastación ambiental.

Así, aunque estas negociaciones están basadas en los acuerdos de medioambiente multilaterales y se desarrollan en el marco de las Naciones Unidas, han abierto las puertas a una gama de posturas y propuestas que en sus consecuencias afectan los avances en los derechos humanos y ambientales hasta ahora desarrollados, como vemos en el caso del mercado de carbono o los agrocombustibles. También se vuelven a plantear soluciones que apuntan a desarrollar con mayor énfasis tecnologías transgénicas para adaptarse a los cambios por las inundaciones y sequías. En otro plano, algunas voces incluso han planteado la relación entre el control de la natalidad para las mujeres y el cambio climático, afirmando que si pudieran evitarse los embarazos no deseados en el mundo –que según estos informes ascienden a 200 millones por año- habría menos presión poblacional sobre el medio ambiente.

Como se ve en este debate con mucha facilidad se pierde el norte y se distorsiona el origen de la crisis buscando respuestas inverosímiles.

La necesidad de reestablecer la armonía con la Madre Tierra

En Bolivia, las luchas sociales por el agua y por el medio ambiente ha dejado como herencia una visión social colectiva estrechamente ligada a la vida y a la recuperación del respeto a la Madre Tierra, la Pachamama. Esta visión se refleja en la nueva Constitución que considera el Agua como un derecho humano y un Derecho para la Vida y que incorpora el concepto del “ suma qamaña” y “ñandereko”; el “vivir bien” y en “armonía” con la Naturaleza. En contraposición a la idea dominante de que el “desarrollo” es infinito, el concepto del “buen vivir” pretende enfatizar que no es posible desarrollar y vivir bien a costa de otros, que no es posible crecer para siempre, que desarrollo no se puede medir con indicadores de desigualdad e inequidad y que debemos buscar una sostenibilidad basada en el respeto y la equidad entre los seres humanos y el agradecimiento y la reciprocidad con la Naturaleza.

Varios estudios antropológicos y económicos han profundizado en las economías rurales de los Andes destacando algunos de sus rasgos e incluso teorizando al respecto. Existe una economía de la “ lógica del don ” que significa básicamente una economía con la lógica de redistribución social y de reciprocidad con la naturaleza (Dominique Temple, Olivia Harris, Xavier Albó).

La crisis global ha puesto en vigencia este tipo de visiones y la urgente necesidad de buscar una gobernabilidad/institucionalidad con reglas que ayuden a un verdadero cuidado de la vida y de la naturaleza. Es un desafío para Bolivia que ha empezado a incorporar algún concepto en su constitución y para todos los países del mundo que deben repensar el desarrollo, el crecimiento y los derechos humanos y ambientales. En ese sentido, la declaratoria en las NNUU del Día de la Madre Tierra abre, por primera vez en este marco, la posibilidad de pensar la interrelación entre los seres humanos y la naturaleza y promover un debate hacia la construcción de una Declaración sobre el cuidado de la Madre Tierra.

Los debates y negociaciones alrededor del cambio climático no pueden olvidar ni dejar de lado los avances de la humanidad en la construcción de un sistema de derechos humanos y de cuidado del medio ambiente, ni mucho menos las luchas que los pueblos están librando para dotar a la sociedad de algo de humanidad para enfrentar los conflictos. Eso no es una cosa solamente de cuotas de emisión y dinero para mitigación y adaptación, el desafío es mucho más grande y conlleva repensar el modelo y los paradigmas sobre los que hemos asentado nuestra vida, la cultura y el desarrollo.

Construir un sistema que promueva el respeto a la naturaleza y sancione los crímenes ambientales dejando claros los derechos de la Madre Tierra es un desafío de toda la humanidad. El mundo ha avanzado creando sistemas nacionales, regionales y multilaterales que buscan asegurar los derechos humanos, pero poco se ha avanzado en sistemas integrales y vinculantes que aseguren los derechos de la naturaleza para de esa manera asegurar la sobrevivencia de las especies, entre ellas los humanos. Esa es la “adaptación” que nosotros demandamos, esta crisis obliga a las élites del mundo a “adaptarse” a la idea de que hay que cambiar que no podemos continuar construyendo un modelo extractivista y mercantil.

El Presidente Morales de Bolivia ha propuesto algunos principios para iniciar el debate sobre el cuidado de la naturaleza y ha llamado globalmente a construir una declaración de protección de la naturaleza que debería tener un carácter multilateral y avanzar hacia un sistema vinculante.5

El desafío de la agenda social está en construir y fortalecer estos, y otros principios, apoyándose en la experiencia de los pueblos y las comunidades que aún no lo han perdido todo y que, tras siglos y décadas de extractivismo y mercantilización, han mantenido sistemas de cuidado y armonía entre seres humanos y la Madre Tierra.

La Deuda Climática y la propuesta de Bolivia en la COP 15

Los “recursos” del planeta fueron aprovechados de una manera irracional por unos cuantos países y empresas poderosos. La mayor acumulación de gases de efecto invernadero se da a partir de la revolución industrial y en particular durante los últimos 40 años –que coinciden con el auge neoliberal impulsado por el Consenso de Washington-; el espacio atmosférico del planeta ha sido usado de manera desmesurada por algunos países, así como los recursos de la biósfera que son devorados por las empresas y los países desarrollados. Eso, ha dejado una deuda con los países del sur innegable, pues sus necesidades de desarrollo y de uso del espacio atmosférico se ven limitadas por la grave crisis ocasionada6.

Un reporte sobre las emisiones acumuladas de los países y regiones del World Resources Institute del 2008 dice que entre EEUU y la UE han acumulado más del 50% de las emisiones globales acumuladas desde 1850 al año 2000; 30% y 27% respectivamente.

Las necesidades objetivas de sobrevivencia de los países del sur se encuentran en desventaja si los comparamos con los recursos para el desarrollo que usaron y usan los países desarrollados; pero los países en desarrollo deben asegurar el acceso al derecho a la energía, a la alimentación, al transporte a toda la población de manera equitativa y democrática.

La equidad indispensable para abordar la problemática se encuentra en el concepto de Justicia Climática que los pueblos reclaman, pues permite abordar la discusión sobre el calentamiento global y los compromisos a tomarse desde una perspectiva de la equidad. El derecho de todos los pueblos y todos los seres del mundo de disfrutar y beneficiarse de un clima equilibrado y por lo tanto, en su relación, de aquellos bienes de la naturaleza necesarios para la sobrevivencia humana como el acceso al agua, a la tierra, a la alimentación, a la energía, el derecho a un territorio en tanto dependan y se interrelacionen con el clima.

La Justicia Climática incluye el derecho democrático de los pueblos a definir su propio futuro sin tener que verse afectados por los déficits ambientales y climáticos provocados por otros. Es decir que todos los pueblos tienen derecho a determinar su propio futuro, sus metas de desarrollo, su modelo de desarrollo y la posibilidad de aprovechar de los bienes de la naturaleza de manera equitativa, con las mismas posibilidades que otros para disfrutar de su derecho a la vida. Pero también esta el derecho de los seres vivos a la vida y del planeta Tierra.

Bolivia, en su posición como Estado en las negociaciones, ha planteado una propuesta que postula como eje el tema de la Deuda Climática exigiendo un trato equitativo y responsable de los países en desarrollo. En esta propuesta se exige reconocer la deuda histórica de los países desarrollados con el mundo por sus emisiones históricas y en particular con los países en desarrollo por haber consumido de manera excesiva el espacio atmosférico y haber limitado, ahora, las posibilidades que tienen los otros países para un desarrollo que posibilite un bienestar.

En las negociaciones hacia COP15, es urgente efectivizar todos aquellos compromisos y mecanismos que hagan que los países más ricos y desarrollados (que se enriquecieron aprovechando del espacio atmosférico contaminándolo) honren una deuda para apoyar los costos para la mitigación y la adaptación al cambio climático de los países en desarrollo, con recursos financieros suficientes y transferencia de tecnología que no conduzcan a más condicionalidades, que tengan mecanismos democráticos y transparentes y que permitan enfrentar los desafíos de mitigación y adaptación con una transferencia de tecnología adecuada a esta emergencia. Honrar una deuda es entender que los países en desarrollo no pueden detener su crecimiento sin tomar en cuenta que existe una deuda climática y la necesidad de abordarla con equidad. Esta agenda está planteada en el debate y las negociaciones del Plan de Acción de Bali que incluye el seguimiento del Protocolo de Kyoto referido al control de las emisiones y la Convención Marco de las NNUU sobre Cambio Climático.

Pero el cambio climático no puede limitarse a una discusión sobre cuotas de emisión de gases o derivar en falsas soluciones como los mercados de carbono que no resuelven el problema de fondo, más al contrario: lo empeoran. Al ser una crisis civilizatoria ligada íntimamente a la sobrevivencia del planeta, de las comunidades humanas y de las diferentes especies que lo habitan, requiere tomar medidas y acciones urgentes orientadas a cambiar radicalmente las profundas causas de la crisis, empezando por recuperar y desarrollar formas de vida mas sostenibles y justas, por saldar la deuda histórica que tienen los países desarrollados con el sur y cambiar las bases mismas del paradigma contemporáneo, su matriz de producción y de consumo, sus mecanismos financieros y reglas de comercio destructivas. Esta es una Deuda que reclama un cambio de sistema para evitar seguir en un camino que sólo conduce a la destrucción.

Por ejemplo, los financiamientos para la mitigación y adaptación no pueden acabar siendo utilizados para comprar derechos de patentes de las tecnologías que sirven para mitigación o adaptación. De igual manera, los mecanismos de protección a las inversiones privadas deberán modificarse para evitar que las empresas sigan demandando por cualquier motivo a los países y quitarles sus recursos públicos tan necesarios ahora para enfrentar el cambio climático.

El Presidente Morales ha propuesto en Septiembre de 2009 construir un Tribunal de Justicia Climática en el marco de las Naciones Unidas para contar con un mecanismo de sanción y vigilancia al incumplimiento de compromisos.

Una de las mayores debilidades de los acuerdos multilaterales en defensa del medio ambiente y en defensa de los derechos humanos es que no tienen mecanismos vinculantes y de control como lo tienen los sistemas financieros y de comercio. Si un país “afecta” las ganancias de una transnacional está obligado en un breve plazo a pagar sumas millonarias de indemnización, el CIADI del Banco Mundial es uno de los claros ejemplos de esta práctica corporativa que se ha multiplicado desde los años 90. Pero, si una transnacional contamina y consume el oxígeno en su propio beneficio, no existen mecanismos que castiguen a esa empresa o al país que lo promueve.

La Deuda histórica de emisiones y la enorme afectación a los derechos humanos y a los diferentes ecosistemas ha motivado a los movimientos sociales y las redes de activistas de varias partes del mundo a proponer un Tribunal de Justicia Climática7 desde la sociedad civil, como una respuesta a la falta de mecanismos vinculantes y de control de los compromisos asumidos, para que se puedan escuchar las voces de la sociedad civil y construir desde los movimientos sociales una propuesta que promueva los preceptos de la justicia climática.

¿Un tema de especialistas o un asunto de todos?

El tema del cambio climático y el calentamiento global es complejo y muy nuevo para todos, para las organizaciones sociales, para las instituciones progresistas y para el conjunto de la población. Muchos de sus términos incluso generan resistencia y cuestionamiento. La gente al principio rechazaba y decía “¿Mitigación? ¿Adaptación? Pero nosotros a qué tenemos que adaptarnos? Cómo podemos hablar de “adaptarnos” a semejante injusticia?

Incluso algunos plantean que el término adaptación es equivocado, pues cuando se enfrenta un peligro que amenaza la propia vida con la inminencia que estamos observando, ya no se debe hablar de “adaptación” sino de “sobrevivencia” (como lo sugirió Ricardo Navarro durante la Primera Preaudiencia del Tribunal de Justicia Climática en Cochabamba, Octubre 2009).

Pero aunque complejo en su comprensión, el cambio climático es la más trágica consecuencia del sistema neoliberal, sus reglas financieras y de comercio y afecta las bases de la vida cotidiana de la gente, sus medios de vida, el acceso a elementales recursos de alimentación, vivienda, trabajo, cultura, es decir los más elementales derechos humanos para sobrevivir. Por eso este tema nos involucra a todos. No es un tema de técnicos, científicos o especialistas solamente, es un tema común que emerge de la problemática cotidiana de cada persona y cada comunidad.

Aunque puedan haber diferentes visiones sobre como abordar la crisis climática, existe una coincidencia muy generalizada de que existe una deuda climática. El concepto de justicia climática entonces, es una construcción desde abajo, desde los movimientos sociales, desde la gente de a pie, que recogiendo las experiencias y las luchas que reclaman la enorme deuda que tienen los países desarrollados con nuestros pueblos y la enorme necesidad de construir un ideal común para una visión holística de la naturaleza y el ser humano.

Un enfoque integral para cambiar el mundo

Finalmente, debemos también tomar conciencia de que el cambio climático da la oportunidad de encarar constructivamente una crisis global y desarrollar una visión integral para abordar esta crisis civilizatoria que abarca la crisis climática, financiera, alimentaria, de las migraciones, comercio, racismo, capitalismo, colonialismos, en fin. Es una crisis que reclama una mirada integral y multifactorial. Por eso, el cambio climático reúne muchas agendas diversas: reglas de comercio, sistemas financieros, matrices productivas, formas de gestión de la naturaleza y el agua, formas de consumo, cultura de la vida cotidiana, el concepto del buen vivir.

Quienes hemos trabajado por muchos años en temas de derechos humanos, justicia económica, derechos del agua, el comercio y cultura decimos con toda seguridad que un enfoque integral deberá abordar desde las reglas financieras y de comercio, así como la cultura que subyace a nuestra vida cotidiana.

Por ejemplo, si no se analiza y cambian las reglas y acuerdos de propiedad intelectual sobre los conocimientos y la tecnología probablemente se estará perjudicando a muchos países en desarrollo que van a necesitar de éstos para adaptarse a los cambios climáticos y sus consecuencias o simplemente para aplicarlos en sus necesidades de desarrollo. Por su parte, las reglas de acceso a mercados del libre comercio que están en los diferentes acuerdos multilaterales o bilaterales, suelen crear todo un sistema en el que el simple transporte de mercancías entre países desarrollados y economías emergentes contribuyen a una mayor contaminación y gasto de energía, con una consecuente amenaza para la salud y la seguridad de la población[3]. De igual manera, las estructuras financieras hasta ahora predominantes no pueden mantenerse; hay que evitar que sea otra vez el BM o el FMI mediante los acostumbrados mecanismos financieros los que tomen en sus manos el tema de los recursos de financiamiento para mitigar y adaptarse al cambio climático; los hechos han demostrado ampliamente que el papel del estas instituciones en dar recursos financieros con condicionalidades a los países en desarrollo ha sido muy cuestionable y los ha endeudado profundizando la pobreza y el conflicto social. Y estos son temas que están en el terreno de la OMC, los TLCs, los Acuerdos de Asociación, así como en las multilaterales y los sistemas financieros.

Pero sobre todo tenemos que empezar a descolonizar la mente y los deseos, cambiar las mentalidades, no derrochar, ni contaminar, no consumir lo innecesario.

Ojala que el tocar estos límites suicidas, posibiliten al menos una reflexión/acción sobre la cultura profunda de las sociedades de consumo, sobre los patrones de éxito y poder, sobre las subjetividades que están en cuestión y sobre todo sirvan para asumir el desafío de empezar a actuar de una manera integral, articulando discurso y práctica, ideales, pensamiento y acción.

*Elizabeth Peredo nació en La Paz, es psicóloga social y forma parte de la Fundación Solón en Bolivia.

[1] APU en la cultura andina y en el idioma quechua significa “señor, espíritu tutelar de la montaña y espíritu protector de una región, habitada por seres humanos o no”; se dice que los espíritus protectores moran en las cúspides con los ancestros, por eso muchas veces un cerro es una divinidad, un dios sagrado que habita la montaña como por ejemplo el TUNUPA. En el glosario andino AYLLU APU es “el espíritu tutelar de una montaña que protege una pequeña aldea o comunidad”. Se dice que “Los cerros respiran el agua del cielo y la exhalan a la tierra”, resaltando su vinculación con el ciclo del agua.

[2] En la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural adoptada por la UNESCO el 2 de Noviembre de 2001 se afirma que la cultura es “un conjunto de rasgos distintivos espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizana una sociedad o a un grupo social y que abarca, además de las atres y la letras, los modos de vida, las maneras de vivir juntos, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias”.

3Los informes del WWF, reportan que la huella ecológica que deja a su paso la humanidad ha sobrepasado la capacidad de la biosfera para reponerse en un 30% anual. Este informe reporta que la primera vez que la huella de la humanidad excedió la biocapacidad del planeta fue en1980. Su informe contiene datos detallados por países y regiones en los que se aprecia la diferencia entre países desarrollados y países en desarrollo. http://www.wwf.es

4 http://unfccc.int/

5Cuando se habla de construir un sistema de respeto a la Madre Tierra, el gobierno boliviano ha propuesto considerar el derecho a la vida, el derecho a la posibilidad de regenerar su biocapacidad, el derecho a un ambiente limpio sin contaminación, el derecho a la armonía y el equilibrio entre seres humanos y naturaleza.

6La Carta del Presidente Morales “Salvemos al Planeta del Capitalismo”, de Noviembre de 2008, desarrolla una serie de argumentos y propuestas que son la base de la posición boliviana en las negociaciones. http://www.rebelion.org

7Los objetivos de este Tribunal en construcción son: Visibilizar las causas del cambio climático y juzgar a los principales estados y empresas responsables del calentamiento global por sus efectos sobre los derechos humanos, los derechos de los pueblos y los derechos de la naturaleza, en ese marco denunciar los impactos de medidas de mitigación y adaptación como los agrocombustibles, grandes hidroeléctricas, mercados de carbono y otras falsas soluciones que violan estos derechos. 


· Fortalecer la capacidad de vigilancia y la lucha de los pueblos por la justicia climática

· Elevar la sensibilización en el mundo con relación a la justicia climática

· Incidir en la adopción de adecuadas políticas, estrategias y acciones ambientales para prevenir y mitigar los efectos del cambio climático y contrarrestar las falsas soluciones.

· Promover la judicialización y tipificación internacional de los crímenes ambientales.

· Desarrollar antecedentes y contribuir desde la sociedad civil a la construcción de un sistema internacional vinculante para sancionar los crímenes ambientales y el incumplimiento de los acuerdos para evitar el calentamiento global.

· Contribuir desde la experiencia del Tribunal y del concepto de deuda ecológica y justicia climática a la formulación de los derechos de la Madre Tierra.

Ver las conclusiones del Tribunal de Justicia Climática Octubre 2009 Cochabamba en: www.google.com

[3]Por ejemplo, hace un par de años, EEUU aprobó una directriz comercial a través el USDA que permite que China “exporte” a Estados Unidos pollos que fueron criados y sacrificados en USA, trasladados a China y luego procesados allí para volver a entrar al mercado estadounidense; -una directriz que según el WP, pasó rápidamente por múltiples niveles de revisión y fue aprobada en abril de 2007 poco antes que el presidente chino Hu Jintao visitara Washington. http://mqh.blogia.com

Fuente: Bolpress

Temas: Crisis climática

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