Todavía lo recuerdo perfectamente. Fue hace bastante más de veinte años. Estaba en un debate público donde también estaba un representante de Monsanto —una empresa que entonces justo se empezaba a asomar al mundo de las semillas y los transgénicos. El tipo enumeraba toda la lista de promesas que iba a traer la biotecnología a los campesinos y a la alimentación: más producción, menos agroquímicos, más diversidad y menos hambre en el mundo. Y le pregunté: ¿por qué una empresa como Monsanto haría semillas que necesitan menos agroquímicos si es con los agroquímicos con los que más gana esa empresa ahora?