Argentina: de frente march... ¡sojaún! ¡sojadó!

Como Monsieur Jourdan, que escribía prosa sin saberlo, la diputada María Elena Talotti ha hecho una llamativa aplicación de la Ley de Murphy con su proyecto de ley para hacer obligatorio el consumo de soja en los comedores públicos de la capital, con el que quiere enfrentar "la desnutrición y la profunda crisis actual [que] nos obliga como sociedad a buscar una solución alternativa y de fácil aplicación"

Ya nos había enseñado el filósofo Murphy que "Los problemas complejos tienen soluciones erróneas que son sencillas y fáciles de comprender."

El facilismo, sin embargo, no parece ser el mejor camino para enfrentar los problemas a que alude la diputada. Tal vez resulte más sensato, y también más productivo, entender la complejidad de "la profunda crisis actual". También más productivo, sí, pese a que el productivismo parece ser la patente de corsario de quienes han sojizado el país.

¿Por qué existe "un incremento sostenido de la desnutrición", como dice la diputada? No es tan difícil saberlo, ahora que tenemos todos los datos en el pasado. Sólo se trata de no enterrar la cabeza... en la soja.

La desindustrialización del país (aquello de civiles y militares del 76, de que daba lo mismo producir acero que caramelos); las privatizaciones, que arrancaron con la dictadura genocida y llegaron a su "apogeo" durante el menemato y finalmente, el desguace del estado, no del represivo ciertamente, pero sí del regulador, del que establecía políticas (buenas o malas, pero políticas al fin), algo que también tenemos que agradecer a Menem, permitió que "la iniciativa privada hiciera lo que quisiera en toda la Argentina. ¿Producción verdadera o con fines sociales?, ¿trabajo genuino? Difícil. ¿Arrebatiña de los recursos naturales?, ¿negocios y negociados?, ¿plata fácil, aumento de las rentabilidades a costa de la economía nacional, la salud humana, el ambiente? Parece más tentador, ¿no?

¿Y qué "actores", como se dice ahora, iban a desencadenar esta fiesta de la guita fácil? No solo los locales, ciertamente. Así como las privatizaciones fueron en gran medida extranjerizaciones (porque así corre mucho más flujo monetario que los titulares de la cosa pública lo pueden encauzar para muy distintos destinos, como ser el presupuesto nacional, una mansión en Nueva York, buenos terrenos patagónicos o riojanos, autos y helicópteros último modelo, cuentas en Caimán, Suiza y otros santuarios (¡cómo ha crecido la religiosidad de los dirigentes!), del mismo modo, el desmantelamiento de la estructura productiva agropecuaria fue llevado adelante por otro agente que se introdujo al país como perico por su casa, el laboratorio estadounidense Monsanto. Que no hizo sino prolongar en Argentina una política interna de EE.UU.: la de administrar las tierras del planeta (¿con qué derecho? preguntan algunos que se quedaron ¡vaya uno a saber dónde!, ¿en 1973, en 1945, en 1917, en 1789?).

Monsanto no se apropió literalmente de las tierras. Esas formas imperiales si bien no están caducas, como nos lo enseña Bush en Irak, son las menos eficientes. Solamente sedujo, mediante la rentabilidad, a una población privada de todo tipo de política propia. En realidad, a un sector muy particular de la población. A "productores agropecuarios" de cierta cuantía. Se produjo así un desplazamiento de los agricultores pequeños, una concentración de la tierra y el poder en el campo, una desocupación creciente y las consiguientes y dolorosas migraciones. Desarraigo, desconcierto, ruptura de lazos de todo tipo, desocupación, miseria, impotencia, dependencia. Pero todo eso se produjo entre otros "actores" sociales: se descargó sobre las espaldas de los que no cuentan para "las grandes decisiones". A los que se deja morir en paz (cuanto antes) o en todo caso se los apacigua "llenándoles la panza".

La sojización del campo argentino está así entre una de las causas del descalabro ocupacional y alimentario. Hagamos un ejercicio de lógica elemental: ¿puede la causa de un problema ser la solución del mismo problema? Parece arduo.

Y sin embargo, esto es lo que alegre y "fácilmente" pretende la diputada Talotti. Si en lógica tiene que recibir un reprobado en primer grado, en psicología, sí se entiende perfectamente el mecanismo por el cual se postula ahora la obligatoriedad de la soja. Es el mismo mecanismo por el cual, cuando el sistema ideado por Cavallo para el vaciamiento de la Argentina se llenó de pus y reventó violando hasta su más sagrado principio declarado, la propiedad privada, el clan sojero ofrece el Plan Soja Solidario [sic] para paliar el hambre que con el avasallamiento de "la vieja Argentina" so pretexto de su modernización, ellos mismos habían contribuido a forjar.

El reventón fue en diciembre de 2001. Prestos, en enero de 2002, AAPRESID con aliados al paso como el ing. Juan Alemann desde La Razón, la inefable Lita de Lázzari, los rotarios, los Boys Scouts y otras "fuerzas vivas" de la sociedad argentina salieron con la "soja solidaria".

Abusando de las palabras, ensayan una obra de caridad, que es lo que el privilegiado otorga por propia voluntad al desposeído, y la llaman solidaridad, que es lo que se brinda voluntariamente entre iguales.

Lo hacen para "lavar la conciencia", "aquietar las aguas", borrar con la cola o el codo algo que ellos mismos habían producido o que los había beneficiado sobremanera... ¿Ven que no somos tan desalmados? La hacemos a paladas pero les regalamos el 1 o/oo [por favor, corrector, que la generosidad no llegó al 1 %].

Para entender las dimensiones de esta "solidaridad", es como si alguien que gana mil pesos por mes se sintiera "gamba" porque entrega un peso al hospital del barrio, a la escuela o al comedor de desocupados de la otra cuadra, pero con un agravante: que incendió (sin querer o queriendo) el hospital, o que es proveedor del comedor y les hace las boletas de entrega de mercadería o que da vuelta a la manzana para evitar que los del comedor lo inviten a comer... ¿puede sentirse un buen tipo?

Esta explicación "psico" viene a cuento con la fundamentación del proyecto de obligatoriedad marca Talotti. Que alude y dice respaldarse en "el Plan Alimentario Solidario con Soja", y aunque en el apuro de la fundamentación escribe mal la sigla de la AAPRESID (aparece como si fuera ciembra directa), dicha "fundamentación" revela a las claras la procedencia del proyecto: los productores de soja organizados, quieren darle un marco legal a su "iniciativa privada".

La toma de partido está hecha con tal desparpajo que la diputada menciona al "Plan de Soja Solidaria" de AAPRESID como si fuera [...] desarrollado por médicos, nutricionistas [...]". La soga en la casa del ahorcado: tendría que haber citado el "Plan Nacional de Alimentación y Nutrición" de la "era" Duhalde, presidido por Hilda de Duhalde, que inicialmente quiso ser orquestado junto con AAPRESID. Pero durante sus deliberaciones, en junio de 2002, cientos de pediatras y nutricionistas convocados especialmente por la presidencia criticaron fuertemente la sojización de la dieta y entre sus conclusiones advierten, por ejemplo, que "desaconsejan el uso en niños menores de cinco años y especialmente en menores de dos años" de soja por "consideraciones nutricionales" (p. 18). Rechazaron la invasión de soja en la alimentación (de "los pobres") con lo cual el Plan del gobierno y el de los sojeros no pudieron marchar juntos. Por el contrario, el consejo de pediatras y nutricionistas fue acentuar la diversidad alimentaria como fuente de salud y recuperar así la"cultura alimentaria" que ha tenido la Argentina hasta hace muy pocas décadas. Lo cual significa recuperar tierras para cultivos de otras legumbres, trigo, arroz, cría de animales, revertir el desmantelamiento de los cientos de tambos abandonados por el cultivo de soja, frenar la fiebre de agroquímicos que arrecia con los transgénicos que, se dijo, venían para eliminarlos, y terminar con el incentivo bancario a créditos exclusivamente para soja.

Baste agregar que las últimas investigaciones médicas desaconsejan el uso de la soja y sus fitoestrógenos para la menopausia por el aumento de cáncer.

Todo al revés, como se ve, de la propuesta cuartelaria de la diputada Talotti.

El autor es Periodista, editor de Futuros, coordinador del seminario de Ecología y DD.HH. de la cátedra de DD.HH. de la Fac. de Filosofía y Letras de la UBA.

Comentarios