La otra pandemia

Por GRAIN
Idioma Español
País Europa

El 2 de diciembre de 2019, el gobierno danés terminó la construcción de un muro de 72 kilómetros, a lo largo de toda su frontera con Alemania. La muralla, de metro y medio de alto, construida con un costo de 11 millones de euros, tiene por objetivo proteger Dinamarca del temido virus de la peste porcina africana (PPA) al impedir que jabalíes de monte infectados introduzcan la enfermedad al país.

La maniobra fue políticamente costosa, y se diseñó para dar la impresión de que uno de los exportadores más grandes de cerdos de Europa protegía sus granjas del mortal virus que ya mató una cuarta parte de los cerdos del mundo. No hay evidencia de que haya jabalíes infectados con PPA en Alemania. Pero el muro también era una forma de distraer la atención de un riesgo mucho más serio. En realidad, las granjas danesas productoras de cerdo que operan en el exterior están muy contaminadas con PPA y no han sido capaces de mantener sus instalaciones libres de tal enfermedad.

Hace unas cuantas décadas la industria danesa de porcinos se volvió global y hoy las compañías danesas dominan la exportación de cerdos vivos —envían al exterior 15 millones al año. Cerca de la mitad de estos cerdos viajan a Polonia y, de ahí, muchos continúan hacia las megagranjas que compañías danesas, junto con otras agroindustrias, desarrollan agresivamente en los países bálticos y en Europa Oriental, aprovechando las ventajas de contar con menores costos laborales y de producción.

Estas áreas, donde las fincas pequeñas son desplazadas por las granjas industriales, es donde la PPA está causando estragos, incluso en las ultra modernas granjas danesas que afirman tener los máximos niveles de bioseguridad.

Como se documenta en un nuevo informe de GRAIN, la cuarta parte de los casi 800 mil cerdos (de los que se notificó oficialmente su muerte por los brotes de PPA en Europa Oriental entre comienzos de 2016 y mayo de 2019), vivía en granjas industriales de propiedad danesa.

Algunas de estas granjas infectadas estuvieron transportando cerdos a través de las fronteras cuando se detectaron los brotes —como la inmensa granja Idavang en Lituania, que estaba enviando cerdos a los productores por contrato de Polonia, cuando la PPA atacó en 2014.

Las granjas industriales danesas han sucumbido a la peste porcina africana incluso en China, adonde más tarde se expandió la enfermedad.

Una mega granja en Heilongjiang, propiedad de la compañía estatal de inversiones de Dinamarca, mató 73 mil cerdos en 2019, cifra sólo superada por los 95 mil cerdos que fueron sacrificados en un brote ocurrido el mismo año en una megagranja ucraniana propiedad de otros bancos de desarrollo nórdicos.

Para ser justos con los daneses, no son los únicos a los que las cosas les han salido mal. Todas las grandes compañías productoras de porcinos, casi todos los gobiernos e incluso las agencias internacionales más importantes han culpado, erróneamente, a los jabalíes y a los pequeños criadores de cerdos por la crisis de PPA, que ya diezmó a una cuarta parte de la población mundial de cerdos.

Han impulsado amplias campañas de caza contra los jabalíes; sacrifican masivamente a los cerdos sanos de las pequeñas fincas; prohíben incluso el pastoreo de sus cerdos. Estas acciones están devastando a los pequeños criadores y le dan impulso a la carne producida en granjas industriales. Pero son acciones ineficaces para detener la enfermedad. El año pasado fue el peor año en términos de brotes de PPA registrados en Europa y Asia.

Un vez más, los expertos y los ejecutivos no han sido capaces de admitir lo obvio: esta pandemia de PPA es el resultado lógico del actual modo de producción industrializada y global de carne.

La pandemia de gripe aviar de hace diez años ya había disipado el mito de que los animales de monte y los establecimientos domésticos eran responsables de tales enfermedades. Puso en evidencia que las granjas industriales son un caldo de cultivo para nuevos virus y que la expansión de las operaciones de propiedad de las corporaciones, especialmente el comercio globalizado de piensos para animales, es lo que propaga los virus por todo el mundo.

Sin embargo, en lugar de tomar medidas apropiadas para enfrentar este problema estructural, la expansión de la ganadería industrial hacia nuevas áreas en todo el mundo, continúa sin control.

No es coincidencia que la pandemia de PPA esté concentrada en áreas geográficas donde las operaciones de ganadería porcina corporativa están desplazando a los pequeños criadores de cerdos, como en el suroeste de Rusia, el noreste de China y casi todo Vietnam y Rumania. El auge de las granjas industriales en estos sitios, en los últimos diez años, no estuvo acompañada por un aumento de la capacidad para lidiar con la contaminación y con el riesgo de brotes infecciosos. Una vez que la PPA penetró en estos barriles de explosivos virales, estalló la bomba.

La triste ironía es que el colapso de la industria porcina en China a causa de la peste porcina africana, amenace ahora con expandirla aún más, como ocurre en Argentina, donde hay planes de aumentar la producción anual de cerdos, de 6 millones a 100 millones en los próximos ocho años, con tal de satisfacer la demanda proyectada para China.

La mayoría de los cerdos muertos por la pandemia actual de PPA fue criada en granjas industriales. Pero la pena la sufrieron, principalmente, en las pequeñas fincas. Las normes granjas industriales están protegidas por seguros, compensaciones de los gobiernos y subsidios que los ayudan a recuperarse. En realidad, las compañías globales de la carne han obtenido ganancias récord gracias a la brusca alza en los precios de los cerdos provocada por la PPA, e invierten tales ganancias en construir más megagranjas y plantas procesadoras. Los pequeños criadores raramente obtienen algo cuando sus cerdos, sanos o no, son sacrificados y, a raíz de los brotes de PPA, los gobiernos imponen medidas que los penalizan injustamente y vuelven impracticable —y a veces legalmente imposible—, continuar criando cerdos.

Muy pronto éste puede ser el escenario de Rumania, donde la legislación propuesta podría, en efecto, impedir la producción de cerdos en instalaciones pequeñas.

La respuesta oficial frente a la peste porcina africana es expandir una industria de la carne que nos pone a todos bajo el riesgo de más pandemias, mientras se destruyen las bases de una alternativa saludable. El mundo necesita, con desesperación, un enfoque nuevo para lidiar con las enfermedades del ganado, que anteponga los intereses de las personas y los animales a los intereses de las megacorporaciones de la carne.

Fuente: Desinformémonos

Temas: Ganadería industrial

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