Roberto y Adela: relato para reflexionar sobre cosas que no han cambiado mucho en las últimas generaciones

Idioma Español

El poder económico sigue explotando gente hasta que se muere, se enferma o se vuelve 'improductiva'. Los países ricos seguimos usando a los países pobres para producir cualquier cosa que necesitemos

ROBERTO es un moderno ejecutivo europeo que, como su padre y su abuelo, siempre ha tenido olfato para los negocios. Roberto dirige una compañía que produce aceite de palma en Colombia, país que ha elegido para esta producción por su clima, el bajo coste de las tierras y la abundante mano de obra no sindicada para trabajar en las plantaciones y fábricas de su empresa. El negocio tiene futuro porque su aceite se transforma en biodiésel, cada día más demandado en Europa y EE. UU., el combustible del futuro. Roberto sabe todas estas cosas porque estudió un MBA y tiene contactos.

Adela trabaja en una plantación, como su madre y su abuela, que nació en Colombia hija de esclavos africanos. Adela y sus ancestros siempre han trabajado para que Roberto, su padre y su abuelo se hicieran ricos. Adela no puede elegir el lugar en el que trabaja porque el mundo rico europeo cierra sus fronteras. No puede aspirar a nada mejor que la esclavitud porque nació pobre y nunca tuvo una oportunidad. Pero, afortunadamente, tiene contactos con otras personas que como ella viven explotadas y andan organizando sus luchas, igual que los esclavos se rebelaron contra el abuelo de Roberto.

Yo conozco estas historias porque me las ha contado mi amigo Ferrán, que es un investigador de los temas relacionados con la alimentación y la agricultura de nuestra Aldea Global. Ferrán sabe que detrás de sus estudios hay seres humanos que sufren las consecuencias de injusticias que hay que hacer públicas. Y yo las comento con compañeros y compañeras como Cris, y nacen relatos como el de Roberto y Adela, para reflexionar en voz alta sobre cosas que no han cambiado mucho en las últimas generaciones.

El poder económico sigue explotando gente hasta que se muere, se enferma o se vuelve 'improductiva'. Los países ricos seguimos usando a los países pobres para producir cualquier cosa que necesitemos. Donde ahora decimos biodiésel, ponga caucho o caña de azúcar y podrá visualizar la misma historia repetida, pero en versión neoliberal: Colombia solo aprovecha sus ventajas competitivas (seres humanos sin derechos), para hacerse con un papelito en el teatro mundial. Los empresarios como Roberto hacen negocio como hizo su abuelo traficando con esclavos. Los costes sociales y económicos de sus negocios nunca se contabilizan o no habría ganancias. Los ricos compramos lo que nos hace falta, ahora mismo biodiésel, que suena mucho más ecológico. Los pobres siguen esclavizados en puestos de trabajo miserables y luchan por salir de su miseria. Los activistas por un mundo más justo investigamos sus historias y hacemos artículos como este para mover las conciencias. Es la misma lucha antiesclavista, ahora armada de Internet en sus batallas por la justicia.

Usted, lector, tiene la posibilidad de seguir con su vida, que bastantes problemas tendrá, o sumarse a esta lucha. Aunque la historia de Adela le parezca muy lejana, en este mundo global todo está conectado y usted puede ayudarla: puede explicarle a sus amigos que el biodiésel no es la panacea, puede exigir a sus gobernantes que no se promocione la obligatoriedad de aumentar los porcentajes de biodiésel en los carburantes, puede usar más el transporte público y exigir su buen funcionamiento, puede sonreír al próximo inmigrante que se le cruce, puede no quemar gasolina dando acelerones en el semáforo, puede hacer tantas cosas.... También puede decir que usted no esclaviza a nadie. Si a todos nos satisface esa posición, dentro de tres generaciones, alguien volverá a escribir un artículo como este.

Fuente: NC

GUSTAVO DUCH GUILLOT/DIRECTOR DE VETERINARIOS SIN FRONTERAS

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