Suplemento Ojarasca N° 162

En este nuevo aniversario (21 años) Ojarasca hace un recuento de la situación en México, Bolivia, Ecuador, Brasil, Chile y Paraguay. Aquí algunos fragmentos de su editorial...

Vientos encontrados corren por las Américas, sobre todo la llamada Latina, la América nuestra. Fuertes cambios de los buenos, y de los malos. Por un lado, avanza inexorable la destrucción del capitalismo en su etapa más letal sobre los suelos y subsuelos de nuestros países, contra el aire, el mar, los ríos, sus pescaditos, y al final y principalmente, los pueblos que le son suyos a la tierra, los que de por sí.

 

 

Por otro lado, estos pueblos, sus movimientos y nacionalidades experimentan un despertar profundo y extraordinario. Con terribles vientos en contra, han impulsado la transformación mental y material de sus comunidades, de los Estados nacionales donde se encuentran.

 

 

La reconstitución del pueblo mapuche en Chile, ejemplar y dolorosa, ha sido aplastada y negada con trato de criminal por la dictadura y la democracia por igual. Lo sorprendente es que, con tantas tempestades en contra, fortalezca su fructífera resistencia a precio de balas y cárcel, de inanición, pero también de lucha, solidaridad, rebeldía y claridad en sus demandas históricas, hoy más vivas que nunca, desde cuando los redujeron los generalotes de Chile y Argentina y creyeron exterminarlos.

 

 

No hace falta cargar mucho la tinta para concluir que México está sumido en el desastre. Con un gobierno nacional ilegítimo que ha militarizado el país y un divorcio abismal entre las instituciones y los pueblos indígenas, las resistencias atraviesan en soledad horas difíciles y peligrosas. El desmantelamiento del municipio autónomo de San Juan Copala no pudo ser más brutal, criminal e impune. Los narcotraficantes, más que el narcotráfico, mantienen sitiadas miles de comunidades nahuas, tlapanecas, mazahuas, purépechas, mixtecas, zapotecos, tenek, mayo, yaqui, wixárika. En Guerrero, Oaxaca, Sonora, las Huastecas, Puebla, Veracruz, Estado de México, Michoacán, Jalisco, Sinaloa, Durango. Más no cuentan con las instituciones. De hecho, policías y militares también les tienden cercos. Se les condena a la migración o el exilio, la domesticación, el despeñadero del exterminio. Súmense las crecientes devastaciones ambientales —desgajamientos, inundaciones, sequías, envenenamientos— producto de la voracidad ecocida del modelo económico impuesto por el mercado “libre”.

 

Suplemento mensual *número 162*, octubre 2010

Temas: Pueblos indígenas

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